Por Fernando Suarez.
No hay mucho para decir. Cuando uno se pasa tres cuartas partes de un concierto lagrimeando y cantando a los gritos hasta quedar afónico, es sumamente difícil encontrar las palabras que hagan justicia a lo experimentado. Cinco tipos ordinarios (al punto de poder pasearse por el recinto y ver a los grupos soportes sin ningún tipo de inconvenientes), probablemente despojados de eso que se conoce como ángel o carisma, pero con un manojo de canciones perfectas bajo el brazo. ¿Qué si sonaron bien? Sí, más allá de que la voz de Jason Beebout por momentos parecía perderse en la marea de electricidad. Pero, ¿a quién le importa eso? Allí estaban nuestras gargantas para tapar a viva voz cualquier hueco. Y sí, no faltaron tampoco esas dos guitarras demostrando, a fuerza de buen gusto y grandes melodías, por qué es una de las duplas más excelsas del Punk y el Rock en general. Pero, en definitiva, nada de eso importaba. Al menos, no para mí. ¿Cómo explicarlo? Las canciones de Samiam podrían servir perfectamente para armar el relato de mi propia vida, tal es mi grado de identificación con ellas. El quinteto se centró exclusivamente en material comprendido a partir del imprescindible “Clumsy” (su única y fallida, en términos comerciales, experiencia con el mainstream) y, por mi parte, no hay quejas al respecto. Inclusive los tres temas iniciales, pertenecientes al último trabajo de estudio (“Whatever’s got you down”) ganaron en vivo una dimensión que no quedó plasmada con tanta intensidad en la placa misma. No faltaron los hits, por supuesto, pero resultó reconfortante comprobar como, en este caso, dichos hits se erigían como tales por sus propios méritos musicales y no por fríos y calculados estudios de marketing. Así, pasaron “Factory” (casi un ejemplo perfecto del soberbio manejo de la dinámica y la melodía del quinteto), “Capsized”, “Stepson” (dos auténticas bombas al corazón), “Bad day” (con el mejor punteo de guitarra de la historia del Rock), “Dull” (un estribillo y una letra que anudan el estómago), “Super Brava” (otro de esos punteos gloriosos y la inmortal línea “no necesito saber a dónde vamos, aún puedo disfrutar del paseo”), “Mudhill” (una excelente prueba de que se puede ser tremendamente emotivos sin necesidad de caer en berrinches adolescentes), “Sunshine” (una gema de perfección Pop entregada con los nervios expuestos en carne viva) y el final con el movedizo “She found you”, entre otras piezas de alto octanaje emocional e insuperable sensibilidad melódica. Y sí, los tipos se dejaron hasta la última gota de sudor sobre las tablas y en todo momento se les desprendía del rostro la satisfacción y la pasión por compartir su música con nosotros. No importa que Jason no sea el tipo más comunicativo del mundo (hecho que se vio empeorado por su extraño acento), porque cuando eleva su garganta con esas increíbles melodías nos está diciendo todo, desnuda su alma y en ella encontramos un espejo de la nuestra. En fin, no creo que haya forma de trasladarles lo que significó para mí este recital sin sonar exagerado o entrar en detalles demasiado íntimos. Una de las mejores y más influyentes bandas del Punk de los noventas pasó por nuestras tierras y dejaron en claro, una vez más, que las buenas canciones siempre ganan.
1 invocaciones del cosmos:
Coincido! Fui a la fecha en Flores, no me la olvido más... era una de esas bandas que pensé que no iba a ver nunca. Recuerdo, con la piel de gallina escuchando mi walkman en los 90s, esperar a la parte del punteo de "bad day" que, si bien está en re mayor, logra un contraste genial con la letra y la melodía, un equilibrio perfecto entre angustia y adrenalina. 0 divos los tipos, esa noche hacía mucho calor, yo no tenía un mango y agua en el baño no había, terminé tomando cerveza con billy bouchard.
Muy buen post! abrazo
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