Era hora. Cualquiera que haya alguna vez leído algo de lo que escribimos en este blog o escuchado casi cualquiera de los discos en los que participamos, sabrá que este señor llamado Justin K. Broadrick es una de nuestras musas inspiradoras más prominentes. Con sus cuarenta años de edad, este retraído ser oriundo de Birmingham (sí, igual que Black Sabbath. Y no sería de extrañar que, al igual que sucedió con ellos, el hecho de vivir en una zona industrial, rodeado de humeantes y ruidosas fábricas, haya inspirado gran parte de las visiones evocadas en su propuesta sonora) se las arregló para ganarse un lugar indiscutido en el podio de la música extrema. Ayudó a inventar el Grindcore en Napalm Death, acelerando hasta velocidades insospechadas el Hardcore y enmugreciéndolo con el necesario toque de Metal. Luego, con Godflesh y sus numerosos proyectos paralelos, acercó el mundo de la electrónica más abrasiva a una pesadez extrema que tenía tanto de Sabbath como de Swans y Killing Joke. Allí demostró también que la música hecha con máquinas podía generar una intensidad sumamente física y visceral, dando por tierra con el lugar común que asocia dichas aproximaciones musicales con la frialdad del laboratorio o la superficialidad de las pistas de baile. Cualquier disco firmado por Godflesh, Techno Animal o Ice (por poner algunos ejemplos) cuenta con una brutalidad que ninguna banda de Death Metal jamás podría siquiera empezar a comprender. Su influencia en este campo se siente hasta la actualidad, tanto en el ámbito del Metal (Neurosis tomó muchísimo del sonido de Godflesh a la hora de crear lo que luego sería un subgénero en sí mismo, plagado de bandas de diversa calidad. Lo mismo se nota en bandas como Khanate, Halo o Unearthly Trance) y la Música Industrial (con su primer disco, Pitch Shifter inauguró una mini tendencia de clones de Godflesh entre los que podemos destacar también a Skin Chamber, It Is I y Sonic Violence), como en artistas de difícil categorización, como Sunn 0))), Today Is The Day, Dälek o el mismísimo Mike Patton. No por nada a Justino le fue ofrecido el puesto de guitarrista de Faith No More tras la partida de Jim Martin, un honor que nuestro muchacho, lamentablemente, declinó. Tras la disolución de Godflesh, se enfocó en Jesu, un nuevo proyecto donde volvería a dar vuelta las nociones de pesadez, incorporando a sus ya característicos ritmos aplastantes, graves crujientes y guitarras ruidosas, las más preciosas y emotivas melodías jamás concebidas. Así, una nueva subcorriente (en este caso, denominada Metalgaze. Es decir la cruza de Metal con el Shoegaze de grupos como My Bloody Valentine o Slowdive) nació bajo el ala de Justin, con exponentes destacados como Nadja, Tombs y hasta algunos grupos con conexiones directas con el Black Metal, como Alcest, Amesoeurs, Caïna o Altar Of Plagues. En cualquier caso, nuestro manifiesto fanatismo nos obligaba, de una vez por todas, a explayarnos en palabras elogiosas sobre la extensa carrera de Broadrick. Lo que aquí haremos es repasar los que consideramos son sus puntos más altos, discográficamente hablando, mencionando inclusive algunos de sus proyectos y colaboraciones más oscuros pero, de alguna manera, relevantes para comprender en su totalidad el enorme, y siempre inquieto, talento de este señor.
-Napalm Death “Scum” (1987)
(Fer Suarez)
¿Qué puedo agregar sobre este clásico absoluto que no se haya dicho antes? “Scum” inaugura el Grindcore y con él una nueva forma de encarar la música en su totalidad. Tres adolescentes (Nicholas Bullen en bajo y voz, Mick Harris en batería y Justin Broadrick en guitarra y voz) aunaron su pasión por el Hardcore más extremo y politizado de principios de los 80’s (Discharge, Siege, D.R.I.), el Thrash primitivo de Hellhammer y Celtic Frost y las atmósferas ruidosas de Whitehouse, Swans y Throbbing Gristle, y comprimieron todo eso en trece estallidos de pura liberación. Digo trece porque la mencionada formación sólo grabó la primera mitad del disco (en agosto de 1986), quedando la segunda en manos de Lee Dorrian (sí, el mismo que luego fundaría su propia Catedral Sabbáthica), Bill Steer (sí, el mismo que luego concebiría algunos de los riffs más enfermos e imitados de la historia del Metal extremo), Jim Whitely (luego reemplazado por el entrañable Shane Embury) y el mismo Harris. Pero sólo en esos trece temas (apiñados en poco menos de veinte minutos) ya encontramos todas las pautas que definen al Grindcore: los blast-beats (discutan todo lo que quieran, Mick Harris es el absoluto inventor de esta técnica y el que le dio nombre), los riffs de pocas notas tocados a la velocidad de la luz, el bajo embarrado y crujiente, los gruñidos profundos atravesados por chillidos agudos, los rebajes Hardcorosos, los machaques Thrashers enmugrecidos y bastardeados, la intro opresiva de aires Industriales (esa genialidad llamada “Multinational corporations”) y las ráfagas de puro ruido borroneado por el vértigo. Y cómo olvidar la perla de este trabajo, el tema más corto de la historia de la música, el sublime “You suffer”. Un segundo (sí, leyeron bien, eso es lo que dura el tema) de furia y ya nada sería lo mismo en el mundo musical. Pregúntenles, si no, a bandas como Sore Throat o Anal Cunt que prácticamente basaron sus carreras enteras en dicho tema. Por supuesto, la segunda mitad del disco seguía al píe de la letra estos postulados y no bajaba ni por un segundo el nivel de intensidad, pero esa ya es otra historia. Sea como sea, “Scum” es de esos discos privilegiados que alcanzan el estatus de clásicos indiscutidos, aquellos que rompen paradigmas y crean nuevas alternativas, aquellos capaces de cambiarte la vida con sólo escucharlos.
-Head Of David “Dustbowl” (1988)
(Fer Suarez)
En octubre de 1986, los miembros de Head Of David (entre los que se encontraba el bajista Dave Cochrane, un asiduo colaborador futuro de Broadrick) le ofrecen a nuestro buen Justino ingresar como baterista al grupo. Aburrido ya del Grindcore de Napalm Death y previendo una inevitable encerrona creativa en dicho grupo, Justin acepta el puesto, en el cual se mantuvo hasta 1989. Sólo llegó a grabar este segundo larga duración y una Peel Session editada bajo el nombre de “White elephant”. Si bien no se puede decir que su papel en esta banda sea absolutamente relevante, es imposible no notar la influencia que el sonido de Head Of David significaría a la hora de concebir Godflesh. El cuarteto tenía bien aprendidas las lecciones de Killing Joke en lo que hace a Post-Punk oscuro, tribal, apocalíptico, disonante y con aristas metálicas e industriales y logró empujar ese sonido hacia terrenos aún más jodidos y opresivos. El bajo y la guitarra se trenzaban en enfermizas batallas de pudrición contorsionada, entre graves rugidos distorsionados y geniales riffs (a veces taladrantes, a veces arrastrados, siempre retorcidos y certeros) y punteos cargados de incomodidad. Justin cumplía con su tarea rítmica con la precisión y la economía de recursos de una máquina programada para matar y aún así ponía de manifiesto la energía de la tracción a sangre. Claro, la base sonora del grupo seguía siendo eminentemente rockera, salvaje, con un pulso visceral y la voz de Stephen R. Burroughs dibujando sombrías melodías con su tono entre rasposo e inanimado. Un dato extra para aquellos seguidores del Metal de los noventas: en este mismo disco se encuentra “Dog day sunrise”, aquel tema que versionara Fear Factory en “Demanufacture”, y ya con eso queda más que claro que la propuesta de Head Of David era algo más que simplemente “el grupo donde Justin tocaba la batería antes de armar Godflesh”.
-Godflesh “Streetcleaner” (1989)
(Manuel Platino)
En un mar de caras, marchamos, sin rostro, sin identidad, como ratas hacia la molienda. Detrás, el humo negro de miles de llamas que consumen nuestras vidas, encienden la desesperanza. Los barrenderos de las calles. Cuerpos sin rostros, deshumanizados han sido crucificados en pos de la deshumanización de los que todavía viven. Viven es un decir, ya que nada de esto puede llamarse vivir. La vida es fácil, sobre todo cuando alguien te la chupa de tu cuerpo y te devuelve mierda para que comas. Y así, como ratas nos reproducimos, y de esa forma alimentamos las máquinas, esas que golpean la tierra con sonidos metálicos, abrumadores. Los rostros se hunden en el barro empujados por manos invisibles construidas bajo la propia supervisión de los mismos que se someten a dicha opresión. Nadie sabe cómo llegamos a esta situación, simplemente lo aceptamos en nuestras cabezas muertas, llenas de sueños caducos desde hace mucho tiempo. El porqué ha caído, y no se esgrime en esta situación como bandera de autodeterminación, cualidad que se da por descartada. Y para ello hay encargados, los todopoderosos destructores de la confianza, los aplastadores de la autodeterminación, para que todos permanezcamos en nuestras rodillas, aceptando las órdenes vacías de una máquina vacía. Nuestra propia construcción es nuestro propio infierno, y lo necesitamos. En algún momento existieron lágrimas, diminutas como perlas que cayeron a la tierra, siendo succionadas. Como símbolos de una vida que se transformó en otra cosa, hoy en día las lágrimas siguen cayendo, ellas nos muestran el único sentimiento posible en esta tierra muerta: la miseria.
Si todo es sobre el poder, el sometimiento del otro, ¿por qué todos somos el otro?
Estática de fondo, todo el tiempo. El sonido es taladrante, los golpes de corporaciones multinacionales (genocidio de las naciones hambrientas) retumban dentro de nuestros cuerpos. La carne se derrumba, corrupción del mundo real, langostas. El ruido no es una anormalidad, es parte de la cotidianidad inhumana de todo lo que nos rodea.
Los cisnes hablaron. La vida no es, la vida es ganancia, dinero es vida, la vida es muerte.
-Sweet Tooth “Soft White Underbelly” (1990)
(Fer Suarez)
El bajista Dave Cochrane recién había abandonado su puesto en Head Of David. El baterista Scott Kiehl venía de Chicago (una de las principales cunas del Noise-Rock de fines de los 80’s y principios de los 90’s) y también se había quedado sin banda tras renunciar a Slab!, un grupo poco reconocido pero que tendría una gran influencia sobre el sonido de Godflesh. Ambos unieron fuerzas y no tuvieron mejor idea que convocar, ¿a qué no adivinan a quién? Sí, a ese que están pensando. Así, con Justino poniendo su guitarra (las tareas vocales corrían por cuenta de Cochrane), nacía en 1989 este fugaz proyecto llamado Sweet Tooth. Dije Noise-Rock ahí arriba y la mención no es gratuita. Los seis temas que componen este único disco de estudio del trío dejan completamente de lado cualquier atisbo de experimentación electrónica o mecanización Industrial, basando su propuesta en la absoluta tracción a sangre. Vamos, un Power-trio hecho y derecho. Kiehl provenía de un background Jazzero, lo cual, conjugado con la energía cruda mamada del Punk, daba como resultado bases frenéticas, agobiantes y absolutamente hiperquinéticas. Cochrane complementaba dicho despliegue rítmico con el pulso amenazante de su podrido bajo y escupía líneas vocales cargadas de bilis, con esa sensación de asco y bronca apenas contenida que no desentonaría en grupos como Big Black o Scratch Acid. Justamente, se puede apreciar que el trabajo de guitarras propuesto en este álbum por Broadrick tiene más de un punto en común con los chirridos taladrantes del gran Steve Albini. Los temas suenan musculosos, orgánicos y con unos huevos enormes pero siempre recubiertos de esa especie de nerdismo psicótico que los aleja de la típica pose misógina rockera. Hay lugar también para epilépticos ritmos de Funk entrecortado y disonante, a la manera de clásicos Post-Punks como Gang Of Four o The Pop Group (bandas que, casualmente, el mismo Albini siempre elogió) y hasta para desencajados pasajes de pura catarsis Noise-Jazzera. Todo eso, por supuesto, dentro de un contexto de dientes apretados y articulaciones tensionadas. Lamentablemente, otra vez las muchas ocupaciones de Justin hicieron que la vida de Sweet Tooth fuese demasiado corta. En 1993 se editaría un disco en vivo llamado “Crash live” y eso fue lo último que escuchamos de ellos. De todas formas, para aquellos que amamos el Noise-Rock y a Justin Broadrick casi por igual, este “Soft White Underbelly” representa una auténtica gema de obligatoria audición.
-Techno Animal “Ghosts” (1991) & “Re-Entry” (1995)/The Sidewinder “Colonized” (1996)
(Fer Suarez)
Hace su aparición Kevin Martin, uno de los más inquietos co-equipers con los que Justin ha contado en toda su carrera. No sólo ha compartido numerosos proyectos con él (como podrán ir leyendo más adelante) si no que también parece ser uno de los responsables de introducir a Broadrick a géneros electrónicos alejados (en principio) del espectro Industrial, como el Hip-Hop, el Dub y el Drum ‘n’ Bass, entre otros. Techno Animal es, probablemente, la más popular de sus colaboraciones y una de las pocas en contar con el apoyo de sellos discográficos importantes como Matador y Virgin Records. “Ghosts” fue su primer paso y en él todavía es posible encontrar importantes rastros de mugre Industrial, así como referencias a Godflesh y Swans en los títulos de algunas canciones como “Tough Cop/Soft Cop” y el más evidente “God vs. Flesh”. No obstante eso, sería incorrecto alinear esta obra con el trabajo de la (por ese entonces) banda principal de Broadrick. Aquí ya se asomaban los beats hipnóticos y casi bailables que tomarían la posta del proyecto en el futuro y hasta había lugar para las desquiciadas líneas de saxofón de Martin y experimentos abstractos como el desplegado en “Freak Fucker”, donde lo único que se escucha es una voz loopeada que repite insistentemente la frase “este es el fin” en alemán coronado por sampleos de risas histéricas filtradas por diversos efectos para lograr un efecto aún más perturbador. Al mismo tiempo, las estructuras compositivas no resultaban tan contundentes como las de Godflesh, dejando de lado los riffs (aquí la guitarra sólo se dedica a acoplar y generar feedback y ruidos resonantes) y permitiéndose extensos devaneos sonoros plagados de inquietos detalles. De alguna forma, se podría decir que “Ghosts” era algo así como un Godflesh despojado del Metal y del formato de canción y abocado a la experimentación electrónica más psicótica y desesperante.
Unos años después llegaría “Re-Entry” y allí el dúo, aún manteniendo la mala onda, contaría otra historia. Aquí sí predominan los beats y los bajos profundos del Dub y el Hip-Hop pero de ninguna manera piensen que se trata de material accesible o amigable. El sonido sigue siendo opresivo y pesadillesco, los graves retumban y crujen con cada golpe de las baterías programadas, las infinitas texturas dibujan vívidos relatos del más angustiante viaje de ácido jamás concebido. Si en “Ghosts” encontrábamos una importante atención al detalle (siempre en pos de incomodar), aquí directamente estamos en presencia del trabajo de científicos locos con una insaciable sed de sangre. En aquellos años la prensa musical ya comenzaba a ensalzar la supuesta cruza de Rock y Electrónica de bandas como The Prodigy y The Chemical Brothers, con lo cual resulta curiosa la buena acogida que recibió este disco (los grititos procesados de Keith Flint y los ritmos bolicheros de Tom Rowlands y Ed Simons parecen un chiste de mal gusto al lado del poderío dominante y envolvente de “Re-Entry”) en diversos medios. Algunos hasta llegaron a postularlo como el mejor disco electrónico de los 90’s. La carrera de Techno Animal continuaría hasta 2001, año en el que se despedirían con “The Brotherhood of the Bomb”, un disco un tanto más volcado al Hip-Hop (siempre con la impronta ruidosa al frente, claro) que contaba, inclusive, con participaciones de diversos rappers, entre los que cabe destacar a los ya mencionados Dälek.
A su vez, Techno Animal daría lugar a dos sub-proyectos, el minimalista Zonal (con un único disco editado en el año 2000, “The Quatermass Project Vol.1”, sólo recomendable para aquellos que aprecien un approach menos violento y más sutil a los ritmos y las texturas electrónicas) y el más desarrollado (y, ciertamente, recomendable como buen complemento para Techno Animal) The Sidewinder. Este último contó con un solo álbum, “Colonized” de 1996, y allí nuestros dos muchachos profundizaban aún más el costado bailable de Techno Animal sin dejar de lado las texturas ruidosas y los arreglos deformes pero condensados en composiciones más sintéticas y de corta duración. Basándose en un tema de este disco, Martin y Broadrick crearon también White Viper (sí, un sub-proyecto de un sub-proyecto) bajo cuyo nombre sólo llegaron a editar un simple (“Crawler/Into the Light”) en 1999, con resultados artísticos modestos.
-God “Possession” (1992)
(Fer Suarez)
Hablando de las influencias de Godflesh en algún reportaje hace ya bastantes años, Justin menciona (entre otros artistas) a John Coltrane, Peter Brötzmann y Last Exit. Un hecho curioso, ya que se trata de músicos dedicados, principalmente, al Free-Jazz más abrasivo y violento, una influencia que (si bien se puede intuir, en especial en la forma de tocar la guitarra de Broadrick) no representa cabalmente el sonido del grupo en cuestión. En ese sentido God sirve para (entre otras cosas) comprender mejor dicha conexión. Fundado en 1987 por Kevin Martin (les dije que seguiríamos mencionando a este tipo), God debuta discográficamente en 1990 con el ep “Breach Birth”, pero es en “Possession” (su segundo larga duración, sucesor de “Loco” de 1991) donde alcanzan su máximo esplendor. La música de este proyecto (con una formación siempre cambiante y plagada de invitados) bien podría ser descripta como la versión Free-Jazzera de Godflesh. Las bases (a cargo de dos bateristas, Lou Ciccoteli y el anteriormente mencionado Scott Kiehl) son caóticas y repetitivas al mismo tiempo, jugando con percusiones tribales superpuestas e intrincadas polirítmias siempre puestas al servicio de hacer hervir la sangre. El bajo de Gary Jeff (con alguna ayuda de otro habitué, Dave Cochrane) era el encargado de definir los riffs, con un sonido denso, abrasivo y masivo. Justin ponía su guitarra al servicio del caos y daba rienda suelta a su pasión por improvisar los más estridentes ruidos, dejando de lado los graves riffs de Godflesh en pos de una interpretación libre de restricciones. Tim Hodgkinson aportaba los dementes soplidos de su clarinete y su saxofón, tarea en la que era acompañado por el mismo Martin, trenzándose ambos en corrosivos duelos ideales para derretir neuronas. El buen Kevin también se hacía cargo de los samples (aquí utilizados sólo como ocasionales arreglos, ya que el foco principal estaba puesto en los instrumentos acústicos) y las voces, recitando salmos de pura desesperación con el alma y la garganta en llamas. A todo eso súmenle la participación estelar de Peter Kraut en piano, Steve Blake en saxofón y Didgeridoo, y del mismísimo John Zorn (con quien Justin colaboraría ese mismo año en algunos temas de “Buried Secrets”, el segundo disco de Painkiller, aquel proyecto Grind-Noise-Free-Jazz que Zorn fundara junto a Mick Harris y Bill Laswell) también en saxofón. “Possession” cuenta con ocho temas en más de una hora pero es necesario observarlo como una obra integral, un lisérgico viaje por los abismos más abyectos y sórdidos del espíritu humano, una densa pintura musical diseñada para someternos a un trance violento y revulsivo. El trabajo de los vientos en este álbum es sencillamente apabullante y, en combinación con las taladrantes percusiones y los cáusticos sonidos eléctricos, lograba momentos de una intensidad agobiante, tanto para la mente como para el cuerpo y el alma. No deja de ser sumamente curioso que un disco tan complejo y hostil haya sido editado por una multinacional (Virgin Records), aunque eso no hace más que demostrar que los 90’s fueron una década extraña, en el buen sentido, para el negocio de la música. La carrera de God continuaría con “Anatomy of Addiction” (editado en 1994) y el disco de remixes del mismo año, “The Appeal to Human Greed” y, al momento de su disolución, la formación del grupo ya contaba con más de diez miembros. No hace falta que lo disimule, God es uno de mis proyectos preferidos del universo Broadrickiano y un disco como “Possession” puede competir sin problemas (en términos de energía, creatividad y atmósferas opresivas) con algunos de los momentos más álgidos de la discografía de Godflesh.
-Scorn “Vae Solis” (1992)
(Fer Suarez)
Ah, las vueltas de la vida. Mick Harris abandona Napalm Death en 1991, disconforme con el camino más cercano al Death Metal (lo cual no deja de ser un tanto contradictorio, ya que fue el mismo Harris el principal promotor de acercarse a dicha vertiente musical) propuesto por la banda en ese momento. Al poco tiempo se reúne con Nicolas Bullen (casualmente, o no, otro ex Napalm Death) y dan vida a Scorn con el propósito manifiesto de crear música extremadamente pesada pero que poco y nada tuviera que ver con el Metal. Así, sumaron notables influencias de los primeros trabajos de Public Image Ltd. (ritmos repetitivos, bajo desafinado y distorsionado, arreglos inquietantes), Swans, algo de Dub, bastantes referencias Industriales (Harris dejó su antiguo puesto de baterista en manos de una máquina de ritmos) y crearon un disco que compite con el inmortal “Streetcleaner” en lo que hace a climas apocalípticos. ¿Y esto qué tiene que ver con Justin, se preguntarán ustedes? Bueno, resulta que los tipos necesitaban un guitarrista para grabar el disco y entonces decidieron convocar al más apropiado para colorear sus polvorientas pinturas musicales. Ni más ni menos que el mismísimo Justin Broadrick. Ya se lo imaginaban, ¿no? Lo curioso es que, si se fijan bien, “Vae solis” aglutina a la mítica formación encargada de registrar el primer lado del legendario “Scum”. Aunque, claro, esto no tenía nada que ver con el Grindcore. De hecho, el material aquí contenido tiene varios puntos de contactos con el sonido de Godflesh, en especial (obviamente) en lo que hace al trabajo de las seis cuerdas. Pero no sólo ahí, los ritmos densos y aplastantes, los samples abrasivos, los bajos crujientes y esas atmósferas entrópicas tan bien descriptas por Manuel en su repaso por “Streetcleaner” se dan cita en estas convulsionadas trece canciones. Tampoco se trata de una copia al pie de la letra (como hiciera Pitch Shifter en sus primeros años), las voces manejan registros más limpios (deformadas por efectos pero transmitiendo sensaciones de vacío y perversión antes que de odio), las bases son más simples y minimalistas (aquí se cuelan ciertos aires lejanos de Kraut-Rock, un género por el que Bullen profesaba un gran fanatismo) y las aproximaciones a temáticas e imaginería sadomasoquista (chequeen el genial “Lick forever dog”) dotaban a las composiciones de un aire de sexualidad enfermiza y pegajosa con el cual Godflesh nunca contó. Luego de este debut, Justin no volvió a colaborar con el grupo, que (gradualmente) fue acercando cada vez más su sonido a una mezcla de Dub y Ambient con claras intenciones narcóticas y minimalistas. En 1995, Bullen abandona Scorn, dejando al inquieto Harris como único miembro, tarea que sigue desempeñando hasta el día de la fecha, entre tantos otros proyectos de un tenor similar.
-Final “One” (1993), “3” (2006) & “Dead Air” (2008)
(Fer Suarez)
Y en el principio estuvo Final. Sí, antes de Godflesh, antes de Fall Of Because, antes de Head Of David e inclusive de Napalm Death, Justin creó este proyecto en la soledad de su cuarto adolescente. Inicialmente pensado como un grupo Punk con baterías electrónicas, el primer demo de Final fue registrado cuando Justin contaba sólo con trece años. Rápidamente, el proyecto derivó en las claustrofóbicas texturas sonoras propuestas por clásicos Industriales como Whitehouse o Throbbing Gristle. Debido a las variadas ocupaciones musicales de Broadrick, el material concebido para esta encarnación recién vio la luz (al menos en la forma de un lp propiamente dicho. Durante los 80’s se editaron varios cassettes bajo este nombre) a mediados de los 90’s. Allí podemos apreciar a un Justin Broadrick hundiendo las manos en el sonido puro y rehaciéndolo a su gusto, siempre en pos de las atmósferas más siniestras y opresivas. Para ponerlo más claro, aquí no hay ritmos ni riffs ni voces, las guitarras están enterradas en océanos de efectos y se dedican a generar más que nada sonidos amorfos en conjunción con los (todavía en esa época) rudimentarios instrumentos electrónicos.
En 1998 se da otro parate en la vida de Final, que se extendería hasta 2006, cuando Neurot Recordings (el sello de Neurosis. Y sí, todo queda en familia) edita el cd doble “3”, conteniendo composiciones datadas entre 2000 y 2005. Aquí se presentan dos cambios importantes. En primer lugar se abre la puerta a un nuevo colaborador, Diarmuid Dalton, también bajista de Jesu, quien, a partir de ese momento, se convertiría en otro de los compañeros de aventuras habituales de Justin. En segundo lugar, las composiciones expuestas en “3” muestran un costado mucho más melódico y reflexivo de la música de Final. Se mantienen las cascadas sonoras pero ahora sí se pueden detectar frágiles y sentidas melodías saliendo de los instrumentos. Por momentos hasta da la sensación de estar escuchando los esqueletos de canciones de Jesu. A partir de este punto y hasta la actualidad, Final vuelve a ocupar un lugar de importancia dentro del universo musical Broadrickiano, editando discos regularmente (en algunos de ellos también se hallan colaboraciones con el ex Godflesh Ben Green) y hasta generando algunos sub-proyectos de los que hablaremos más adelante.
Dentro del extenso catálogo editado en los últimos tres años (hablamos de cerca de diez discos), es necesario destacar el magnífico “Dead Air”, un álbum donde logran convivir en perfecta (des)armonía las facetas principales de Final, el Ambient más abstracto y psicodélico, los fragmentos melódicos escondidos bajo las texturas electrónicas y el más puro, cáustico y asfixiante ruido. Los nueve temas que componen el disco demuestran una habilidad dinámica y una atención al detalle y al desarrollo casi cancionístico poco habitual en trabajos de esta índole. En fin, si Godflesh es la carne y Jesu el espíritu, Final ocupa, entonces, el lugar de la mente en la anatomía musical de Justin Broadrick.
-Ice “Under the Skin” (1993) & “Bad Blood” (1998)
(Manuel Platino)
No parece tan tirado de los pelos que Justin Broadrick decida tomar los beats arrastrados del Hip-Hop y mezclarlos con los más arrastrados aún beats del Dub. A fin de cuentas, Godflesh ya estaba incursionando en ambos géneros. Quizás lo más chocante sea que Justin decidiera avocarse con Ice de lleno a ambos géneros en lugar de sólo tomar algunos de sus elementos. Pero tampoco es para tanto, si consideramos que los resultados, sobre todo en el primer lanzamiento de dicho proyecto, “Under the Skin”, son tan parecidos a Godflesh que es difícil imaginar el por qué de la existencia del mismo como ente separado de su banda principal. Si como en casi todos los discos de Godflesh, en “Under the Skin” podemos respirar esas atmósferas espesas llenas de monóxido de carbono y escuchar los estruendos de pedazos de hierro rozándose unos con otros, luego del colapso de edificios corroídos por el peso del óxido acumulado de años. Está bien, estamos estirando un poco los conceptos. El formato canción que caracterizara a las composiciones de Godflesh, en Ice casi no existe y la presencia de Kevin Martin (miembro de God y co-equiper de Justin en Techno Animal) tiene que marcar alguna diferencia. Y, en efecto, eso es lo que ocurre.
Ambos discos de Ice, el mencionado “Under the Skin” y su sucesor “Bad Blood”, tienen la característica distintiva del Dub, esa que nos hace sumergir en profundos trances psicodélicos (¿escribí psicodélicos?, perdón, quise decir psicóticos, esquizofrénicos, dementes, enfermos, etc.), pero hecha a lo Godflesh, o sea, reemplacen los colores brillantes y saturados por tonos de gris, marrón y negro de humo. Podríamos mencionar a “Bad Blood” como el mejor logrado de los dos discos, no sólo el que mejor consigue esa mezcla Industrial–Hip-Hop, si no el que cuenta con las texturas más complejas, el uso de instrumentos no convencionales e invitados del calibre de Blixa Bargeld (si de edificios derrumbándose hablamos) y DJ Vadim, quien seguramente haya sido una de las influencias del proyecto en un principio.
Me queda en el tintero un punto y ese es la influencia de dicho proyecto, lo cual ha sido motivo de arduos debates con mi amigo Fernando. ¿Cómo se hace para tomar un género tan vapuleado y prostituido como el Hip-Hop y transformarlo en algo que realmente pueda llegar a perturbar, a generar algo que no sea risa? Es un tema para la discusión. Para mí Justin ha sido un visionario en este aspecto, y la notoriedad que reciben hoy en día bandas como Dälek, DJ Spooky, We, Spectre o Slotek (casi todos estos contemporáneos a la formación de Ice) no creo que sea casualidad. Está bien, Skinny Puppy y Scorn también aportaron al proceso y con bastante sustancia. Pero digamos que está todo en familia ¿no?
-Godflesh “Selfless” (1994)
(Fer Suarez)
1994. La explosión comercial de Nirvana y el así llamado Rock Alternativo había acercado a las masas algunos de los sonidos más subversivos del underground Punk americano, al mismo tiempo que el éxito de bandas como Pantera o Sepultura proponía un nuevo estándar de extremismo musical aceptado por el mainstream. En ese contexto, el sello Earache (pionero en la difusión del Metal extremo y hogar, no sólo de Godflesh, si no también de Napalm Death, Entombed, Carcass y demás luminarias de dicho espectro musical) concibió la arriesgada movida de fusionarse con la multinacional (tendrían que haber hecho caso a la intro de “Scum”) Columbia para la edición de lo que ellos consideraban la parte más accesible de su catálogo. Dicha fusión no funcionó en términos comerciales de la forma esperada, pero aún así nos legó obras maestras como “Fear, Emptiness, Despair”, “Wolverine Blues”, “Heartwork” (de los mencionados Napalm Death, Entombed y Carcass, respectivamente), “Creep Diets” de los geniales Fudge Tunnel, “The Ethereal Mirror” de Cathedral y esta agridulce genialidad concebida por Justin Broadrick y Ben Green. Muchos lo definen como el disco accesible o rockero de Godflesh, debido al énfasis puesto en las melodías vocales y los riffs de guitarra, antes que en los ritmos mecanizados y las atmósferas corrosivas de “Streetcleaner” o “Pure”, pero lo cierto es que “Selfless” probablemente sea el disco más descorazonador y emocionalmente destructivo de su carrera. El ritmo trabado, los riffs disonantes y la alternancia entre agónicos alaridos y prístinas melodías de “Xnoybis” ya nos advertía que la cosa venía más pulida. Pero tampoco para tanto, el bajo seguía sonando como cables de alta tensión golpeados por dedos de concreto, las bases mantenían su habitual dureza mecánica y Justino no abandonaba sus gruñidos ni la aspereza opresiva de su guitarra. El groove aplastante y los machaques secos de “Bigot” demostraban que el dúo todavía era capaz de sumergirnos en el más espeso de los viajes lisérgicos, mientras que la cegadora belleza de “Black Boned Angel” probaba que una buena melodía es capaz de evocar sensaciones tan extremas (o más) como las generadas a fuerza de decibeles y ruido. “Anything is mine” retomaba algo de la virulencia de antaño con su paso casi marcial y “Empyreal” (con su ritmo aletargado y sus voces inanimadas) adelantaba la impronta melancólica de Jesu. Inmediatamente después llegaba lo que sería algo así como el hit del disco y el único tema de Godflesh cuyo video (realizado por el fotógrafo Andres Serrano, conocido también por su controvertida foto “Pisschrist” y, luego, por realizar el arte de tapa del polémico “Load” de Metallica) recibió algo de cobertura, a pesar de su chocante contenido, por Mtv. “Crush My Soul”, el tema en cuestión es, sencillamente, una patada en la encía. Ritmos contracturados, riffs retorcidos, samples perturbadores y un Justino aullando al tope de sus pulmones para relatar una de sus más intensas odas al autodesprecio. Las aguas se calmaban (relativamente) con la hipnótica psicodelia (bien vale aclarar que la psicodelia de esta gente no tiene nada que ver con flores y arco iris, si no con desgarradores viajes introspectivos) de “Body Dome Light” y retomaban la turbulencia con la amenazante densidad de “Toll” y “Heartless”, esta última canción fundiendo elementos viejos (riffs que alternan entre la más grave densidad y las más estridentes disonancias, una base densa y opresiva) y nuevos (voces melódicas, estructura de canción tradicional) con resultados que hielan la sangre. Como su nombre lo indica, “Mantra” proponía un trance espiritual teñido de negro, con la voz de Justin flotando sobre ritmos entrecortados, riffs mareantes y el constante gruñir del bajo. Como broche de oro (y casi como una forma de espantar a los nuevos fans que la nueva impronta melódica del dúo pudiera haber atraído) llegan los casi veinticuatro minutos de “Go Spread your Wings”, probablemente el tema más denso, angustiante y tortuoso (y con una letra a tono) de la discografía de Godflesh. Y eso es decir mucho. En cualquier caso, “Selfless” abrió nuevas puertas al sonido del dúo, utilizando la melodía como arma letal antes que como una excusa para hacer su sonido más amigable y, de paso, concibiendo algunas de sus canciones más memorables. Si “Streetcleaner” nos relataba con apabullante exactitud el mismísimo fin del mundo, “Selfless” iba más allá y nos mostraba lo que sucedía dentro del individuo al contemplar y experimentar en carne propia semejante escena.
-Justin K. Broadrick & Andy Hawkins “Skinner’s Black Laboratories” (1995)
(Fer Suarez)
¿No les parecía raro que, entre tanto proyecto, no hubiera lugar para alguna incursión solista de nuestro querido Justin? Bueno, en este split compartido con Andy Hawkins (guitarrista de los maravillosos Blind Idiot God), Justino se sienta sólo con su guitarra y su legión de pedales y efectos para dar rienda a sus más bajos instintos autoindulgentes. Ok, eso es un decir, no esperarán un típico material de guitarrista virtuoso desparramando solos a la velocidad de la luz o aberraciones por el estilo. Del alguna forma, los cuatro temas firmados por Broadrick (en un rango que va de los siete a los trece minutos y pico de duración) pueden asociarse a Final, especialmente en lo que hace a trabajar en solitario, casi sin sostén rítmico y basándose principalmente en sonidos y texturas. Una escucha más atenta revela que, de todas formas, la naturaleza de esta entrega es otra. “Guitar One” (la canción que abre la placa) es casi un riff de Godflesh edificado sólo con las seis cuerdas y adornado por diversos contrapuntos y arreglos disonantes, “Guitar Two” (pueden notar el patrón, ¿verdad?) es un delicado remanso de rasgueos y arpegios melódicos sin distorsión que bien podrían haber servido de base para algún tema de Jesu, “Guitar Three” es un compendio de feedback, estática, ruidos de falso contacto, silencios y hasta un machaque entrecortado bien Godfleshero, “Guitar Four/Infinite” cierra la sección de Justin entre tenues resonancias y acordes cargados de melancólica reflexión. Por su parte, Hawkins ofrece dos extensas composiciones con el foco también puesto en las texturas de guitarra distorsionada y filtrada por diversos efectos, alternando entre enroscados riffs, envolventes cascadas de puro ruido y arreglos rítmicos y armónicos con más de una deuda a gente como Thurston Moore y Glenn Branca. Ni hace falta aclarar que estamos en presencia de uno de esos típicos discos “sólo para fans” que, precisamente, nos sirve para descubrir algunos de los procesos compositivos de Broadrick en su estadío más primitivo.
-Curse of the Golden Vampire “Curse Of The Golden Vampire” (1998) & “Mass Destruction” (2003)
(Manuel Platino)
En la época del auge Drum´n´Bass en Inglaterra, Godflesh editó “Us & Them”, disco que abarcó el estilo al menos en una de sus canciones. Pero al parecer a Justin no le alcanzó con una canción y decidió darle otra vuelta de tuerca al género. Y quién mejor que Kevin Martin para echarle una mano a los delirios ruidosos del buen Broadrick. Pero, como la idea no era que esto sea otro trabajo de Techno Animal, el dúo se contactó con otro demente de los beats distorsionados: Alec Empire. Esta conjunción blasfema se hizo llamar Animal Empire, y editó su primer (y único como trío) disco, “Curse of the Golden Vampire”. La premisa del proyecto fue en un principio torturar al escucha con ritmos trabados y epilépticos, los sonidos saturados al mejor estilo Atari Teenage Riot y ambientaciones macabras de pura cepa post apocalíptica (¿?). Pero el proyecto supo evolucionar y eventualmente maduró hacia un sonido mucho más interesante. Imagínese usted sr./a. lector/a si un sábado a la noche decide salir a bolichear y al entrar se encuentra en una discoteca donde las luces parpadean constantemente, la gente se contorsiona descerebrada por los beats más pegadizos ejecutados con la distorsión a todo lo que da y con una serie de filtros pasa-banda que los derriten hacia los medios y agudos a medida que las canciones avanzan. En dicha situación ud. puede rendirse al ruido o salir corriendo horrorizado/a. Pero antes de correr, si mira a la cabina de DJ’s quizás pueda observar un trío de dementes operadores (dos inglesitos y un alemán) que lo/a miran con los ojos sombríos, el alemán en particular con espuma que le sale de la boca. Y sobre el escenario quizás encuentre un grupo de MC’s haciendo de las suyas (un saxofonista entre ellos quizás encuentre también), porque la maldición del vampiro dorado también derivó en un par de temas hacia el Hip-Hop (recuerde ud. que en esta época Martin y Broadrick estaban bastante cebados con dicho género).
Con el paso del tiempo el proyecto creció y para su segundo disco ya se llamó Curse of the Golden Vampire, con la partida de Alec Empire. La premisa cacofónica del dúo sobreviviente continuó en la línea de aquel primer disco, por lo que en vez de volver a editar como Techno Animal, Martin y Broadrick decidieron llevar el concepto un paso más hacia adelante. El engendro plasmado en plástico se llamó “Mass Destruction” y los resultados fueron… bueno… como ponerlo en palabras… El concepto de aquel primer disco en “Mass Destruction” es llevado un paso adelante en términos sonoros y rítmicos. Los beats destructivos se vuelven más extremos y epilépticos, moviendo el estilo del Drum´n´Bass hacia el Breakbeat, el Drill´n´Bass (como siempre no nos hacemos cargo de las denominaciones estúpidas de géneros), etc. El uso de guitarras machacantes y gruñidos guturales recuerda un poco más a la música Industrial, y algunos alaridos sueltos remiten a una especie de Grindcore digital demente, pero aún así la densidad sonora lograda es mucho más predominante en “Mass Destruction” que en cualquier otro proyecto de Broadrick (quizás con la excepción de Grey Machine). Esto me lleva a una vieja premisa musical que es: el ruido cuando está bien logrado le rompe el culo a cualquier canción y/o melodía. Eso sí, vaya afeitándose el esfínter sr./a escucha antes de poner ambos discos (en particular para “Mass Destruction” también recomiendo tener un cerebro de repuesto a mano para cuando acabe el mismo).
-Fall of Because “Life is Easy” (1999)
(Manuel Platino)
Paul Neville y Ben Green hicieron tres cosas muy importantes a principios de los 80´s. Escucharon Killing Joke, esto los inspiró a formar una banda, lo hicieron y reclutaron a Justin Broadrick para que toque la batería, quien venía de inventar el Grindcore con Napalm Death. A aquella banda la llamaron Fall of Because y la misma tuvo una poco fructífera existencia que duró de 1982 a 1987. Habiendo editado sólo un single en su lustro de existencia, aquellos años formativos del trío arrojaron los primeros resultados en “Streetcleaner”, el primer clásico de Godflesh, la banda que formarían Green y Broadrick luego de la partida de Neville (de todas formas “Streetcleaner” cuenta con la colaboración del mencionado guitarrista). El tiempo pasó, Godflesh maduró y en 1999 aparece “Life is Easy”, la gloriosa recopilación de todo el material grabado y nunca editado por Fall of Because durante su existencia. Lo plasmado: la expresión del más puro nihilismo que el trío supo construir con los años. Como todos sabemos hubo una gran influencia tanto del Noise de Whitehouse como de los beats mecánicos y oscuros de Swans en casi toda la música que Broadrick compusiera por el resto de su vida, pero en Fall of Because es donde se puede encontrar más a flor de piel. Convengamos que esto es una escucha difícil, pura energía negativa que hasta hace acordar mucho al Sludge enfermo de Iron Monkey, los samples delirantes de Al Jourgensen y los arreglos vocales dementes de la más pura cepa Butthole Surfers. Se me vienen a la mente imágenes de caras espantadas de aquellos sonidistas incrédulos de mediados de los 80´s, acostumbrados a ponerle reverb a todo, mientras escuchan a la taladrante guitarra de Neville, ese bajo podrido de Green o los alaridos de Broadrick, mientras dicen “¡Eso acopla! ¡Y eso satura! ¡Qué horror!” rasgando sus vestiduras y cortándose las venas con una cuchara. Y no puedo evitar esbozar una sonrisa de satisfacción. Escuchar este disco es entender por qué aquel glorioso trío (que eventualmente se convertiría en dúo) fue el que entendió todo desde el principio, y cómo es que gracias a ellos hoy todos sabemos que la música sí puede emocionar con lo que trasmite por sí sola, y no por cómo se visten los que la ejecutan o cómo la arregla el productor mejor pagado de Sony, con los equipos sobrevaluados de las marcas de culto, culto al que hoy se adhiere en el Rock más que al Rock mismo. Gracias por la magia, manga de hijos de mil putas.
-Godflesh “Us And Them” (1999)
(Fer Suarez)
Era más que lógico que, entre tanto proyecto ligado a la electrónica, Justin comenzara a incorporar algunos de esos elementos al sonido registrado de Godflesh. Ya el anterior “Songs of Love and Hate” (el primer disco del dúo en contar con un baterista de carne y hueso. Nada menos que Brian Mantia, luego conocido por su trabajo en Primus y Guns N’ Roses) había tenido su contraparte de remixes, “Love and Hate in Dub”, que ya anticipaba algo de lo que nos encontraríamos en “Us And Them”. La inicial “I, Me, Mine” ya nos pone en situación, combinando frenéticos ritmos Drum N’ Bass con los gordos riffs y los distorsionados gruñidos de Justino en un auténtico y tenebroso viaje de puro odio. Así, a lo largo del disco encontramos temas como “Us And Them”, “Endgames”, “Witchhunt”, “Whose Turth is Yout Truth”, “Nail” o “Descent” en los que los aletargados beats del Dub y el Hip-Hop convivían sin problemas con el bajo arenoso de Ben Green, las voces cascadas y las corrosivas guitarras de Broadrick y los climas desoladores que nuestros muchachos tan bien sabían manejar. Y eso no era todo. “Defiled” proponía un infierno de ritmos Breakbeat, guitarras chirriantes, profundos graves y una voz pitcheada para generar el más macabro efecto, “Bittersweet” retomaba la densidad mecánica de antaño pero con una impronta melódica digna de los momentos más sensibles de “Selfless”, y “Control Freak” implotaba en un maremagnum de ritmos trabados, samples caóticos, bajos reptantes, guitarras estridentes, climas de pura demencia surrealista y voces que iban de la agresión al trance sin inconvenientes. “The Internal” y “Live to Lose” cerraban la placa en clave de pura depresión, con ritmos parsimoniosos, riffs gancheros y melodías vocales de una belleza abrumadora. En especial la primera de ellas, con esos arpegios que estrujan el corazón y la voz de Justino disolviéndose en el aire con cada lamento, se erige como una de las canciones más hermosas y emotivas nacidas de la pluma de nuestro héroe. Por algún motivo que no alcanzo a comprender (bah, sí, puro prejuicio y mentes chiquitas) un gran sector del público del dúo se dedicó a defenestrar sistemáticamente los logros de este álbum. Algo absurdo, ya que “Us And Them” logra generar las mismas atmósferas de perdición de siempre, a veces, inclusive, con mayor intensidad. Es sólo que aquí se buscaron otros elementos para llegar a dichos resultados. El cuidado manejo de las texturas ya no se apoyaba exclusivamente en el ruido para generar tensión o angustia, la guitarra se permitía jugar con modismos (si escuchan atentamente, podrán percibir ciertos flirteos con el Funk y hasta el Blues) fuera de la monotonía aplastante de antaño, los ritmos ganaron en variedad pero mantenían la fuerza a pesar de su carácter casi bailable y la faceta melódica seguía expandiéndose hasta alturas insospechadas de absoluta perfección emotiva. Ciertamente, no es el trabajo más representativo de la propuesta de Godflesh pero, aunque más no sea por su valor experimental y sus grandes canciones, “Us And Them” se merece un lugar de privilegio en nuestro podio personal del grupo.
-Godflesh “Hymns” (2001)
(Manuel Platino)
En el disco que cierra la carrera del dúo de la carne de dios, podemos encontrar algunos de los elementos que harían (aún más) famoso a Justin: las bellas melodías y los climas sublimes. OK, Jesu no existía todavía en esta época más que como el nombre de una canción al final de este disco, y es cierto que esto no es Jesu, esto es Godflesh en pleno despliegue corrosivo de mugre y nihilismo, aquellas cualidades a las que nos tenían acostumbrados desde siempre. Pero la melodía comenzaba a asomar, y este cambio en definitiva nunca llegaría a desentonar en las canciones del dúo, devenido aquí en trío con la presencia de Ted Parsons (casualmente, futuro baterista de Jesu y ex miembro de Swans y Prong) tras los parches. Es más, el resultado demuestra una madurez compositiva nunca antes vista en un disco de Godflesh, que quizás no sea lo que todos esperaban de dicho proyecto (y quizás por esto este último disco no tuvo la repercusión que merecía), pero es innegable la altura y calidad de los resultados.
Escuchando este disco en retrospectiva uno entiende (aunque sea sólo un poco) el porqué de la posterior disolución del grupo, es entendible que Justin estuviera un poco desgastado de la música mecánica y cacofónica de Godflesh y quisiera hacer otras cosas. Pero sólo un poco. También tenemos que considerar que, habiendo tenido su cabeza más enfocada en aquel momento, Godflesh podría haber mejorado aún más su producción musical, si es que esto puede ser posible, ya que “Hymns” muestra una madurez que se escucha en todas y cada una de sus canciones. Todo encaja a la perfección, la crudeza de aquellos temas llenos de monóxido de carbono de “Streetcleaner”, los ritmos pegadizos de “Us and Them”, el ruido y la densidad de “Pure”, las bellas melodías y el gancho de “Selfless”… todos aquellos condimentos que fueron sumándose en perfecta armonía hasta llegar este “Hymns” como culminación de una carrera que siempre fue en subida. En el medio pasó mucho, aún así los fans te perdonamos Justin por haber terminado con semejante banda. Aunque reconozco que nos dio cierta tristeza.
-“Jesu” Jesu (2005)
(Fer Suarez)
Tres años pasaron desde la disolución de Godflesh y en 2004 Justino retornó con un proyecto bautizado, justamente, como el último tema del último disco de dicha banda. Su primera entrega fue el ep “Heartache” que, en dos temas que rondaban los veinte minutos cada uno, nos mostraban un camino no tan alejado al de su anterior grupo, aunque con nuevos bríos experimentales y melódicos. Luego de ese experimento, en el que Broadrick se encargó de interpretar todos los instrumentos, era necesario convocar a una banda propiamente dicha. Así, con la incorporación de Diarmuid Daltonen bajo (aunque en algunas canciones, el mismo Justin intepretó dicho instrumento) y Ted “toco con los más grossos” Parsons en batería (más la colaboración de Paul Neville, que puso su guitarra en el tema “Man/Woman”), Jesu establecía su formación definitiva hasta la fecha. A la distancia, es posible apreciar este debut homónimo como el típico disco de transición entre la corrosión asfixiante de Godflesh y las intenciones melódicas planteadas para esta nueva etapa. El sonido del bajo, la contundencia de la batería y varios de los riffs todavía guardaban cercanas similitudes con el pasado de Justin, en especial (obviamente) con el arrasador “Hymns”. Pero de ninguna manera esto era Godflesh parte dos. Justino abandonaba casi por completo (con excepción del mencionado “Man/Woman”, que casi cerraba el disco en la más pura tradición Godfleshera) sus antiguos rugidos y se concentraba en los tonos inanimados y las abatidas melodías que venían asomando la cabeza desde “Selfless”. Por supuesto, dichas melodías (siempre ayudadas por geniales arreglos de teclados) todavía no llegaban al grado de perfección Pop que alcanzarían en el posterior “Conqueror”, pero lo que podía faltar aún en ese terreno era compensado por una suciedad extra y un nivel compositivo más que destacable. Y, claro, para aquellos a los que un disco como “Conqueror” les pueda resultar demasiado blando (sea lo qué sea que eso signifique), aquí no tendrán de qué quejarse. Por el mismo precio, Jesu inaugura en este álbum la idea de Metalgaze, dejando así su marca indeleble en los anales (no, no es lo que están pensando) del Metal extremo contemporáneo. En cualquier caso, si lo que realmente cuentan son las canciones, aquí Justino demostraba con creces que su talento le permite concebirlas (tal como hiciera en Godflesh que, en definitiva y más allá de sus abrasivas experimentaciones, era un grupo de canciones) de forma sublime, sin por ello renunciar a su natural pasión por el ruido pero, al mismo tiempo, sin quedar atrapado en él como único recurso.
-Jesu “Conqueror” (2007)
(Fer Suarez)
Consultado alguna vez sobre las diferencias entre Godflesh y Jesu, Justin Broadrick estableció algo así como que Godflesh era un grupo de Rock, basado principalmente en la brutalidad de la guitarra y los ritmos, mientras que Jesu era un grupo de Pop, donde las voces y las melodías melancólicas llevaban las riendas de la composición. Por supuesto, dicha apreciación no es del todo acertada, pero es en este segundo larga duración donde más se acerca a la verdad. “Conqueror” logra con una naturalidad pasmosa algo que, en los papeles, parece imposible. Lograr canciones extremadamente pesadas y aplastantes pero en clave de Pop emotivo. Los ritmos se mueven como explosiones sísmicas en cámara lenta, el bajo retumba y genera grietas en la superficie de la tierra, las guitarras raspan entre infinitas texturas y armonías, y la voz de Justin corona toda esa envolvente densidad con melodías de una belleza superlativa. De alguna forma, Jesu toma la combinación entre el Shoegaze de My Bloody Valentine, la introspección Pop de The Cure y la música pesada en general, que bandas como Deftones (a partir de “White Pony”) y Cave In (a partir de “Jupiter”) habían ensayado a comienzos de la presente década, y la eleva a nuevas alturas de sensibilidad melódica, al tiempo que golpea con un inédito clamor monolítico. El ruido y la sobrecarga sensorial de Godflesh siguen presentes, es sólo que aquí los dientes apretados dan lugar a miradas perdidas entre oscuras reflexiones, seguidas de un inevitable e incesante río de lágrimas. El poderío físico todavía se siente, intenso y certero, pero lo que en Godflesh era una golpiza, aquí es un lento y minucioso desmembramiento emocional. De forma suave y melodiosa, Justino nos traslada a otro tipo de infierno, uno más cercano, más humano y, en definitiva, más desolador. La inabarcable magnitud musical de esta auténtica obra maestra la convierte en uno de los discos más destacados de la década y, sinceramente, no me alcanzan las palabras para describir (bueno, aquí pueden leer un intento fútil de hacer tal cosa) el enorme cúmulo de emociones que éste genera. “Conqueror” sencillamente destroza las corazas y desnuda la fragilidad del alma en todo su esplendor.
-Jarboe & Justin K. Broadrick “J2” (2008)
(Manuel Platino)
Antes de hablar o escribir sobre Jarboe hay que hacer varias cosas: Primero es necesario dibujar un pentagrama en el piso y ubicarse en el centro para evitar ser poseído por los más despiadados demonios del infierno. Segundo, y siendo esta protección insuficiente, uno debe suprimir su libido para evitar caer en los encantadores tentáculos de esta medusa de Luisiana. Tercero, y aquí ya hablamos de lo más difícil de todo, uno ha de hacer de su corazón una roca precámbrica para que su voz no nos transporte hacia yermos páramos de puro delirio. Es recién entonces que estamos preparados para hablar o escribir sobre Jarboe. Ahora bien, cuando una mujer con semejantes atributos se junta con uno de sus discípulos, quien ha sabido tomar este estilo de cantar tan único e indescriptible y enmarcarlo en música que compita con esas irreales líneas vocales, cualquier esfuerzo de resistirse a la tentación ya se vuelve fútil.
Entonces ¿qué hacemos cuando un disco se mete en el fondo de nuestro corazón, lo derrite a susurros, lo desgarra a gritos, lo estruja con lamentos que encienden amargas pasiones, lo seca de tristeza y lo hace palpitar hasta explotar fuera de nuestros pechos apelando a los más bajos y primitivos instintos de los cuales apenas nos animamos a hablar con nosotros mismos? No sabemos muy bien cuál haya sido el plan de Jarboe y Justin Broadrick cuando decidieron juntarse para hacer música, pero dudo que algo tan retorcido y profundo haya sido planeado de antemano. Yo soy partidario de creer que J2 salió de las entrañas mismas de la tierra y se depositó en el plástico del CD por invocación propia de estos dos gurúes del sonido.
-Council Estate Electronics “Kitsland” (2009)
(Fer Suarez)
Este mismo año (aparte de editar el monumental “Infinity” de Jesu, que no está cubierto en este informe pero del cual pueden leer una bonita review aquí, y el reciente ep “Opiate Sun” con el mismo grupo), nuestro querido Justino estuvo bastante ocupado revisando sus archivos. Como resultado de ello, algunos viejos proyectos olvidados (Krackhead, Solaris B.C.) y otros nuevos inspirados por viejas grabaciones de Final, vieron finalmente la luz. De los nuevos, tenemos la violenta abrasión de White Static Demon (comentado más abajo) y la tensa calma ambiental de este Council Estate Electronics. En esta ocasión, Broadrick vuelve a unir fuerzas con Diarmuid Dalton y ambos se entregan a cuatro extensas (de entre ocho y dieciocho minutos de duración cada una) improvisaciones basadas exclusivamente en el uso de efectos y sintetizadores analógicos, tal como lo hiciera Final en sus primeros cassettes. Otra vez, la notable influencia de Throbbing Gristle se hace presente, en especial en su faceta más árida, abstracta y desoladora. El dúo pinta con asfixiante exactitud escenarios grises, vacíos de humanidad y coronados por siniestras edificaciones que esconden secretos inenarrables. La similitud con lo expuesto en el disco de White Static Demon es innegable (ambos proyectos trabajan más que nada con premisas amorfas), aunque el horror, en este “Kitsland”, está presentado de forma menos explícita, más sutil, si se quiere. Digamos que, si “Decayed” bien podría ser la banda de sonido perfecta para una película de terror, “Kitsland” ofrece el background ideal para un documental sobre campos de concentración y centrales nucleares abandonadas. Algunos pasajes del disco inclusive cuentan con progresiones melódicas (oscuras, sí, pero melódicas al fin) que no hacen más que acentuar la helada tensión que se apodera de nuestra espina dorsal al escuchar este álbum. También es posible encontrar alguna que otra subida de intensidad rítmica, utilizando como percusión sucios pulsos electrónicos que atraviesan el fabril fondo sonoro en una abrumadora marcha de pura enfermedad. En fin, los que aprecien los sonidos Industriales de fines de los 70’s, así como aquellos interesados en sumergirse en un exhaustivo y tortuoso viaje musical, encontrarán aquí un más que suculento bocado para saborear.
-GreyMachine “Disconnected” (2009)
(Manuel Platino)
Hay una frase de André Breton que ya la he usado tanto que ni me voy a molestar en repetirla. El que la sabe bien y el que no que se vaya a leer otra cosa. El bueno y cabrón de André sabía que la belleza cuando se conjura con pasión no puede ser otra cosa que revulsiva. Reconozco que hay otras formas de belleza, eso es quizás lo único que le criticaría al franchute, pero lo que es cierto, y sobre eso no hay demasiada discusión, es que la belleza revulsiva es la que puede despertar las más intensas pasiones del ser humano. Por supuesto que esto es mi opinión, pero mi opinión es la única que tengo por ahora.
Por lo tanto, ya planteada la mala onda de esta review, permítanme hablar de un disco revulsivo. Grey Machine es una colaboración entre Justin Broadrick, Aaron Turner, Diarmuid Dalton y Dave Cochrane, todos estos músicos que de alguna forma, ya sea por participación directa, indirecta o por simple influencia tuvieron algo que ver con Godflesh. Y la carne de dios es en efecto la premisa de la máquina gris. “Disconnected”, el disco en cuestión, bien podría haber pertenecido a la discografía de Godflesh si aquel dúo hubiese decidido en algún momento mover su sonido hacia terrenos más abrasivos y menos cancioneros, ya que efectivamente, Grey Machine es más sobre texturas y cuelgues abrasivos que sobre estribillo y prosa. Las voces son muy esporádicas, las composiciones más extendidas y en general los resultados tienen mucho que ver con imágenes desoladas, grises y derruidas por la entropía. En ningún momento el disco deja de aplastarnos la cabeza con cada golpe de batería, el sonido oxidado del bajo, tocando siempre las mismas notas una y otra vez nos empuja la cara contra el piso, mientras nuestra mente, incapaz de procesar tanta información y negatividad colapsa en pensamientos de decadencia y destrucción. Ya sabemos que muchas bandas han tratado de lograr el sonido “más brutal posible” y sonar lo “más violento posible” pero en pos de esta búsqueda sin sentido terminaron juntando un puñado de riffs disconexos a los que llamaron canciones aglomeradas en algo a lo que dieron por nombre disco. Es probable que jamás hayan escuchado un disco que realmente suene brutal y violento, porque yo no conozco otras cosas que suenen como “Disconnected”. Así es que, como todos sabemos, el ruido bien hecho siempre gana, y que mejor prueba de ello que este, el mejor disco que se haya editado en el 2009 hasta ahora.
-Krackhead “From Hell” (2009)
(Fer Suarez)
Esto no es ninguna apología de nada, pero bien vale la aclaración. Justin Broadrick no es una persona ajena a la experimentación con diversas sustancias alteradoras de la conciencia. Drogas, bah. Krackhead es un proyecto craneado a fines de los 90’s y es el resultado de los efectos del Crack en la mente de nuestro muchacho. Luego de diversas idas y venidas, apariciones en compilados y ediciones frustradas, todo el material registrado bajo este nombre ve la luz recién ahora, editado por el propio Justin en su sello Avalanche Recordings. Si ya leyeron la descripción que Manuel hizo más arriba de Curse Of The Golden Vampire, entonces deberían saber que el germen de dicho proyecto estuvo en estas grabaciones de Krackhead. La propuesta es, básicamente, Drum N’ Bass llevado a su punto máximo de virulencia, abrasión y caos. Ritmos frenéticos, diseccionados con la saña de un carnicero y la precisión de un cirujano psicótico y cubiertos de una insistente y áspera capa de ruido electrónico. No era la primera vez que Justin metía las manos en dicho género, en 1998 había formado Youpho junto a Oliver Waters, pero los resultados de dicha asociación (presentados en el simple “Anti Body/Mode 7”) no resultaron tan estimulantes como lo que encontramos en estos afiebrados nueve tracks. El sonido general del disco, a pesar de su innegable suciedad, no resulta tan extremo como lo expuesto por Curse Of The Golden Vampire, pero eso, justamente, le confiere a Krackhead una identidad distintiva que hace que lo destaquemos como entidad propia y no como mero apéndice de aquel otro proyecto. Aquí no hay flirteos con el Grindcore (con excepción del último tema, “Entertainment”, que cuenta con riffs que no hubieran desentonado en los primeros discos de Napalm Death) ni con el Digital Hardcore de Atari Teenage Riot, el tono de las composiciones es eminentemente narcótico pero se trata, claro, de un mal viaje. Se detectan varios elementos asociables a la Electrónica más tradicional pero en todo momento están bastardeados, degradados por la mugre y colocados de forma tal que generen incomodidad y tensión antes que regocijo bolichero. Si alguna vez disfrutaron del Drum N’ Bass más violento de Aphex Twin (el tema “Come to Daddy”, versionado alguna vez por The Dillinger Escape Plan junto a Mike Patton, sería el ejemplo más claro), imaginen un disco entero con material en esa línea. Un auténtico desafío para los tímpanos y las neuronas, claro. Pero uno al que vale la pena enfrentarse si están realmente interesados en explorar todas las variantes de la música extrema, más allá de rótulos y divisiones genéricas.
-Solaris B.C. “Submerged Technology” (2009)
(Fer Suarez)
Siguiendo con el proceso de recuperación de viejos proyectos, aquí tenemos el material de Solaris B.C. (originalmente llamado simplemente Solaris. Broadrick agregó el B.C. para diferenciarlo de las muchas bandas que ya contaban con ese nombre), concebido originalmente a mediados de la década pasada. La idea de este material era concentrarse en el costado más minimalista y Low-Fi del Techno, en contraposición a la sobrecarga sonora y la cuidada producción de The Sidewinder. Lo que tenemos, entonces, en este “Submerged Technology” (un título que recuerda a las crípticas elucubraciones de Aaron Turner en su proyecto Ambient, House Of The Low Culture), son ocho composiciones alejadas de cualquier tipo de estridencia e incomodidad. Tenues ritmos bailables marcan un pulso constante, mientras suaves brisas de teclados se entrecruzan con sutiles arreglos estratégicamente ubicados. Las secuencias se repiten hasta lograr estados de profundo trance acuático, algunos sonidos hacen gala de cierto grado de suciedad pero nunca llegan a sonar violentos o perturbadores. Claro, si existe un lugar común que asocia la Música Electrónica con el consumo de drogas alucinógenas, este álbum parece hacer todo lo posible para confirmar dicha aproximación. Sonidos ondulantes, atmósferas embotadoras, beats monótonos y controlados, ecos lejanos y acuosos, fragmentos de lánguidas melodías instrumentales, imágenes geométricas moviéndose en cámara lenta, el alma separándose del cuerpo y explorando nuevas formas de observar la realidad. Es notable el grado de extrema concentración que exhibe Justino (con alguna que otra asistencia de Diarmuid Dalton) para mantener a rajatabla la austera economía de recursos de estas composiciones. Una tarea titánica si tenemos en cuenta su pulsión habitual por explorar el mundo de las texturas y las cacofonías. Con el tiempo, la música pensada para Solaris B.C. terminó formando parte de Final, con lo cual es poco probable que haya más ediciones de este proyecto. Aún así, como respiro relajante entre tanto (y bienvenidos sean) ruido, depresión y atmósferas cáusticas, “Submerged Technology” resulta un más que sabroso bocado.
-White Static Demon “Decayed” (2009)
(Fer Suarez)
“Revisando viejas grabaciones de Final (editadas en cassette entre 1984 y 1987), Justin Broadrick (creo que alguna vez lo hemos nombrado por aquí, ¿no?) se reencontró con los abrasivos sonidos inspirados por los trabajos de pioneros de la tortura electrónica como Whitehouse o Maurizio Bianchi, entre otros. Munido entonces de su propia voz (enterrada y desfigurada bajo una tonelada de efectos que la vuelven irreconocible) y diversos generadores analógicos de sonido, nuestro héroe da vida a este nuevo proyecto que debuta aquí con este opresivo “Decayed”. Como podrán imaginar, aquí no hay canciones ni melodías ni riffs, ni siquiera ritmos, puras cascadas de ruido manipuladas para lograr atmósferas de enfermiza desesperación es lo que Justino nos propone en esta obra. Tres extensas composiciones (el disco dura poco más de cincuenta minutos) que nos envuelven en climas de asfixiante aspereza sonora y emocional, tensos recorridos dignos de la más aterradora de las pesadillas, sádicos viajes narcóticos por los recovecos más cavernosos de nuestra propia psiquis. Claro, a esta altura no es ninguna novedad que este señor sabe cómo generar dichos climas, lo sorprendente tal vez sea que en ningún momento suena a improvisado o a un mero elogio del ruido por el ruido mismo. Por el contrario, cada segundo del álbum parece pensado con extremo cuidado, con un lento devenir que invoca sórdidas visiones fílmicas en la mente, casi como si Broadrick estuviera musicalizando una inexistente película de terror que él mismo imaginó. Lo interesante es que, dada la naturaleza abstracta de este tipo de propuestas, cada uno puede visualizar su propio argumento para dicha película. Aunque queda claro que, de ninguna forma, ésta puede contar con un final feliz. Desde ya, este es material sólo recomendable para oyentes afines a todo tipo de experimentación ruidosa o, en su defecto, para curiosos empedernidos o fanáticos incondicionales del trabajo de Justin. El resto puede conformarse con algo de Metal de segunda línea o con cualquiera de las bazofias sin alma con las que las radios y los canales de música (por así llamarlos) nos bombardean diariamente.”
Sí, ya sé, es la misma review que escribí un par de meses atrás. Sirve igual a los efectos de este informe, no me hagan trabajar de más al pedo. Gracias.
4 invocaciones del cosmos:
Alucinante informe sobre uno de los músicos más talentosos y creativos de la historia.
Prometo conseguir una interview a cualquier precio.
una piramide inmensa de carbon, mierda y merca con la punta de oro blanco: justin broderick
CHAPÓ
Impresionante el informe, es increible lo de este man, una fuente inagotable de recursos musicales, un autentico genio
saludos!
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