Por Fernando Suarez.
-Shipping News “Flies the fields” (2005)
Slint. Rodan. June Of 44. The For Carnation. Bandas que, durante gran parte de la década pasada, ayudaron a definir la escena Indie-Math-Rockera de Chicago, combinando una sensibilidad sombría y melancólica con un trabajo de guitarras sumamente creativo y un sentido de la dinámica superlativo. Shipping News es un proyecto que nace en 1996, cuando Jason Noble y Jeff Mueller (en ese momento ambos todavía eran miembros de Rodan y el segundo también se contaba en las filas de June Of 44) colaboran en la musicalización del programa de radio “This american life”. A ellos se suman el baterista Kyle Crabtree y el bajista Todd Cook, este último proveniente de Slint y The For Carnation. Como verán, todo queda en familia. Esto también es aplicable al sonido de Shipping News (el nombre está tomado de una novela de Edna Annie Proulx), casi un resumen perfecto de las propuestas de los grupos mencionados. En su mayor parte, las composiciones de “Flies the fields” se mueven a un paso cadencioso, construyendo tensos climas con guitarras que se entrecruzan en enroscados contrapuntos sin distorsión, adornados por melodías suaves pero siempre angustiadas y estallando, finalmente, entre riffs contracturados, ritmos angulares y frágiles gargantas quebrándose. Los tipos pasan sin mayores problemas del minimalismo más hipnótico (aquí también se puede trazar un paralelo con otra luminaria de Chicago, los Shellac del gran Steve Albini) a las orquestaciones rockeras más intrincadas, de la melancolía más soñadora y reflexiva a la violencia más desencajada, de los paisajes abstractos en blanco y negro a la expresión visceral y urgente. La palabra clave es equilibrio. Ya sea entre sus inquietudes experimentales (insisto con la labor de las seis cuerdas, una prueba más de que nunca está todo dicho en materia de Rock guitarrero) y el profundo respeto por las canciones o entre la sobria intelectualidad que manejan a la hora de plantear estructuras y arreglos, y la emotividad cruda y a flor de piel con la que interpretan sus composiciones. Puede parecer una locura pero tanto el tratamiento de la dinámica y la tensión, como la profundidad alucinógena de la música, su intensidad y hasta esa cualidad para transformar el horror en belleza, me remiten inevitablemente a los mejores momentos de Neurosis, aún cuando en lo formal no tengan demasiados puntos en común. Y es que el fuego interno no sabe de géneros musicales.
-Brain Banger “Yellow belly” (2007)
Si Young Widows (aquella banda surgida de las cenizas de los Mathcoreros Breather Resist) son de lo más parecido a una versión actual de The Jesus Lizard que puedan encontrar dando vuelta hoy en día, Brain Banger (el proyecto liderado por su bajista Nick Thieneman) bien podría ser la reinterpretación actual del Fugazi más abrasivo. La voz del mismo Thieneman tiene una notable similitud con la de Ian MacKaye y transmite esa misma sensación de que le están por estallar las venas del cuello a cada momento. Hasta la guitarra de Patrick Hume parece concentrarse en el sonido más grave de los Washingtonianos, reduciendo al mínimo las estridencias agudas y dibujando riffs donde el nerdismo angular y la crudeza Punky van de la mano sin problemas. Por supuesto, si sólo fueran un clon de Fugazi yo ya sería feliz, pero el trío (que se completa con Jeremy McMonigle tras los parches) no se conforma con eso. La impronta Noise-Rockera también dice presente y, así, tenemos un bajo gordo y podrido, un sonido de batería Stevealbinesco (ya saben, ese sonido natural, gordo y que da la impresión de que estuvieran tocando al lado tuyo) y hasta ciertos guiños a bandas como Shellac (ese groove flotante y mareador), Helmet, Unsane (en especial en los riffs más pesados) y los mencionados The Jesus Lizard. Inclusive, más allá de que todos los modismos y las estructuras básicas de las composiciones apuntan al espectro Fugazi, el sentimiento general del disco guarda más relación con la psicosis violenta del Noise-Rock que con la emotividad nerd del Post-Hardcore. Me imagino que ni hace falta que haga ninguna mención a la vuelta de los noventas en el panorama rockero, ¿no? En fin, tenemos doce canciones en media hora, todas con la energía al tope, sudorosas e imaginativas, con el toque justo de melodía y las camisas a cuadros bien puestas. En fin, si cualquiera de las referencias mencionadas es de su agrado, Brain Banger ofrece una recreación fiel, personal, intensa y hecha con profundo conocimiento de causa.
-Disembodied “Psalms of Sheol” (2009)
Más noventas para este boletín. En este caso no hablamos estrictamente de revival, si no más bien de rescatar a una de las bandas más personales del Hardcore de aquellos años. Bueno, eso de Hardcore hay que entenderlo con altísimas cuotas de Metal. Inclusive pueden llamarlo Metalcore, pero de ninguna manera piensen en riffs de At The Gates regurgitados ni breakdowns Slayerosos sin onda, en todo caso el sonido de este quinteto (denso, gordo y oscuro) tiene más que ver con bandas como Earth Crisis, Unbroken, Undertow, Zao o los momentos más lentos de Integrity. Disembodied existió entre 1995 y 1999, editó un único larga duración (el aplastante “Heretic”), varios ep’s y splits y se autoproclamaron como la banda más pesada del Hardcore. “Psalms of Sheol” reúne rarezas, temas inéditos y material descatalogado y demuestra que la afirmación anterior no es tan exagerada como podría parecer. En primer lugar, el ritmo de sus canciones es siempre lento o a medio tiempo, acompañado por ominosos riffs donde, más allá de la impronta Hardcore-Metalera típica de aquellos años, se detectan las influencias de otros como Helmet (ese groove seco y macizo), Obituary (embarradas secuencias de pocos acordes estratégicamente pensados para generar atmósferas macabras) y Sepultura (aquí notamos lo importante que fue para el Metal el tratamiento de las disonancias realizado por Andreas Kisser a partir de “Chaos A.D.”). Si hasta la versión del clásico “Creeping death” de Metallica Inc. que cierra el disco, en lugar de regodearse en los típicos clichés Thrasheros, es reinterpretada con una densidad épica y abrumadora. Lo interesante es que, a pesar de los años transcurridos, la música de Disembodied no suena obsoleta ni gastada. De hecho, suena más fresca, intensa y actual que cualquier cosa que bandas como Killswitch Engage o Shadows Fall hayan hecho en lo que va de la presente década. Por lo demás, aquí tenemos trece sólidas composiciones aptas tanto para el mosh más desenfrenado como para las invocaciones satánicas más malignas. Si en su momento los dejaron pasar, he aquí una excelente oportunidad para ponerse al día con una de esas bandas que hacen que el término Metalcore no sea sinónimo de falta de ideas ni propuestas vergonzosas.
-Doomriders “Darkness come alive” (2009)
Siendo completamente honesto, debo decir que “Black thunder”, el debut discográfico de Doomriders no me llamó demasiado la atención. No es que su reinterpretación en clave de rabioso Hardcore-Crust del Hard-Rock épico de Thin Lizzy no fuera personal, pero se olía un tufillo a chistecito superado y hasta cierta superficialidad que no se condecía con los pergaminos que ostentaban sus integrantes. Y es que, al tratarse de gente que reparte (o repartía, según cada caso) su tiempo en bandas como Converge, Old Man Gloom, Cast Iron Hike o Disappearer, uno espera algo más que guiños irónicos y pasatismo rockandrollero. Bueno, ya desde el arte de tapa (sombrío y oscuro en contraposición al colorido fluorescente del primer disco) se nota un cambio de actitud en Doomriders. La propuesta musical sigue siendo, básicamente, la misma pero la diferencia es que esta vez el cuarteto (con la incorporación de JR Conners, baterista de Cave In reemplazando a Chris Bevilacqua) puso al frente su costado Crusty sin por ello perder la soltura Rockera, lo cual da un resultado mucho más personal e intenso. Se nota que aquel split que compartieron con Coliseum, donde ambas bandas homenajeaban a Danzig, dejó sus huellas. Por un lado, el sonido rasposo y grave de las guitarras y esos riffs oscuros y mugrientos guardan bastante relación con lo expuesto por Coliseum en su genial “No salvation”. Por el otro, un tema como “Come alive” es casi una puesta al día (o sea, con un sonido más embarrado y una cuota extra de virulencia) de lo hecho por el musculoso Glenn Danzig y los suyos a principios de los noventas. A todo esto, súmenle un incremento de influencias Sludge (que hace que, por momentos, suenen como una versión Punk de Mastodon) y la cosa se pone realmente interesante. Por supuesto, no faltan tampoco los punteos melódicos Thinlizzeros, los solos pijudos, el groove contagioso ni los estribillos gancheros, es sólo que ahora toda esa impronta Hard-Rockera se encuentra incorporada de manera más honesta y profunda. En fin, los bostonianos se pusieron las pilas, enfocaron su energía sin perder frescura, pulieron su personalidad hasta alcanzar su propia identidad (antes que una personalidad definida sólo por sus influencias) y, de paso se despacharon con uno de los discos más atractivos de lo que va del año. No se lo pierdan.
Soles estallando en cámara lenta, lanzando esquirlas multicolores de geometrías imposibles. Nubes desdoblándose sobre sí mismas, infladas de lava cósmica. Eternos caleidoscopios se posan sobre nuestros ojos y los anulan. Pesadas líneas de fuego descienden desde un firmamento gris dibujando señales para otros mundos. Un universo de estática coloreado por las más tristes melodías. Ritmos engañosos y malditos que nos invitan a bailar sabiendo muy bien que nuestras quebradas almas jamás permitirían semejante cosa. Silbidos de neón, un taladro que acaricia los oídos. Flores quebrando el pavimento mojado. El noctambulismo y los pasos perdidos. Cascadas sonoras que ondulan, se tocan casi como apareándose y exudan una sensualidad de costillas quebradas y pieles amarillentas. Sonidos ideados para rellenar el más profundo vacío cósmico. Arquitecturas musicales para explicar el universo. Un fuego helado disfrazado de azar. Beats que exploran las grietas de planetas desconocidos. Un intento de banda sonora para los más afiebrados sueños de Carl Sagan. Una fantasía que se desdibuja y descubre, debajo de su máscara derretida, la más aguda y desesperante cotidaneidad. Húmedos túneles de concreto que no llevan a ningún lado y lo hacen a toda velocidad. Visiones aéreas de un mundo glacial. Fracturas en el aire, gotas de nada inundando las calles. Una sinfonía espacial construida sobre circuitos en fricción. Pulsos alucinógenos y ácidas armonías. Prismas inquietos y maliciosos. Un trance de ojos ardiendo y mejillas saladas. Recuerdos fuera de foco, una pila de fotografías borroneadas juntando polvo en los rincones olvidados de la mente. La dicha de sentir este dolor, de sentir algo. De cerrar los ojos y viajar lejos (muy lejos) o de encontrarse cara a cara con uno mismo y sus más sórdidos fantasmas. Las falacias de la tradición y las buenas costumbres caen inevitablemente y podemos sonreír (aún con el rostro dolorido por el llanto) ante esa liberación.
-Lewd Acts “Black eye blues” (2009)
Killing Joke. Rudimentary Peni. Black Flag. Neurosis. His Hero Is Gone. Bandas que, más allá de contar con propuestas bien definidas y personales, poseen un cierto hilo conductor en común, una aproximación a los recovecos más oscuros de la mente humana a partir de una crudeza Punk/Hardcore que, no obstante, nunca los limita musicalmente. Ese espíritu a la vez pasional, quebrado, sombrío y alejado de convenciones vacías inunda este debut para el sello Deathwish Inc. de Lewd Acts. Ojo, si bien la influencia de los grupos mencionados se cuela aquí y allá (siendo, tal vez, la de Black Flag la más notoria), de ninguna manera estamos hablando de copia. Lewd Acts no hace Crust ni Post-Punk ni Sludge ni Post-Metal y está lejos de inscribirse en alguna de las combinaciones de dichos géneros que tanto abundan hoy en día. Las raíces de estos californianos están bien plantadas en el más crudo Hardcore, el de los ritmos rabiosos, los riffs simples y poderosos, las voces cascadas y la sangre en constante ebullición. La diferencia es que, en las antípodas de la tradición más ortodoxa del género, el cuarteto no basa su propuesta en el constante apuntar de un dedo acusador si no que se repliegan sobre sí mismos, hurgando en sus fantasmas personales más jodidos y exorcizándolos en explosivos rituales de pura adrenalina. Musicalmente hablando, suenan variados sin perder nunca su sello distintivo. Hay ritmos acelerados, otros bien lentos e hipnóticos, machaques que rozan el Thrash, guiños al Grunge más pesado y Sabbathero, abundancia de tonos menores (algunos acordes suenan casi a Black Metal), algo de groove a la Helmet, cortes abruptos al borde de la esquizofrenia total, disonancias entre el Post-Hardcore y el Noise-Rock, pasajes de tensión tribal y estallidos de puro salvajismo Punk. El punto es que todos esos elementos están teñidos de un espeso negro, de una angustiante oscuridad expresada de forma urgente y descarnada. La voz de Tyler puede resultar limitada en su constante carraspera (variando apenas entre los gritos desgarrados y alguna que otra parte hablada) pero sus apabullantes letras y la convicción al rojo vivo con la que las escupe suplen cualquier tipo de preciosismo técnico. La guitarra de Alex se lleva las palmas con riffs simples pero siempre imaginativos y expresivos, logrando pintar las atmósferas más sórdidas con unos pocos acordes y sin miedo de ahondar en texturas y disonancias alejadas del correcto manual Hardcore. La base rítmica (Jake en el bajo y Cory tras los parches) sostiene todo ese despliegue con una fuerza y una precisión inhumanas, al tiempo que aporta la versatilidad y dinámicas necesarias para no resultar aburridos. “Black eye blues” ofrece once canciones en poco menos de media hora donde no sobra ni falta nada. Once himnos de pura intensidad, con las venas a punto de estallar, una sensibilidad dañada y una creatividad que no hace más que confirmar el excelente momento por el que pasa el Hardcore actual.
-Melvins “Chicken switch” (2009)
¿Un disco de remixes de Melvins? ¿Acaso una pandilla de Dj’s sin alma transformó los inmortales himnos de enfermedad de King Buzzo y compañía en meras excusas para la pista de baile? Vamos, hablamos de los Melvins, una de las bandas más creativas de las últimas décadas, el lugar común no es precisamente lo que uno debería esperar de ellos. “Chicken switch” está compuesto por quince remixes, sí, pero aquí el grupo entregó a los artistas encargados de tal tarea un disco entero sobre el cual trabajar. Por otro lado, si entre los involucrados encontramos a gente como Yamatsuka Eye (líder de Boredoms y cantante de Naked City, entre tantos otros proyectos), Merzbow o Lee Ranaldo (el gurú del ruido guitarrístico de Sonic Youth), queda definitivamente claro que el espíritu revulsivo y demente de Melvins será honrado como corresponde. Bien vale aclarar que si discos como “Prick”, “Stag” o “The crybaby” les resultan demasiado deformes y prefieren el nervio rockero de otros como “Houdini”, “Stoner Witch” o el reciente “Nude with boots”, entonces este “Chicken switch” les resultará un bocado de difícil ingestión. Los fanáticos más recalcitrantes podrán jugar a reconocer qué álbum versionó cada artista, aunque desde ya que no se trata de una tarea fácil. Aquí hay de todo. Desde el caos saturado de ruidos electrónicos de Yamatsuka Eye, hasta la calma ambiental propuesta por Sunroof! (proyecto liderado por Matthew Bower de Skullflower), pasando por el lisérgico coro de voces fantasmales de David Scott Stone y esa especie de Drone efervescente (suena contradictorio pero les aseguro que funciona a la perfección) craneado por John Duncan. Algunos optaron por rehacer los discos en forma de collage, generando así una nueva composición, pero aún en ese procedimiento encontramos resultados variados. Lee Ranaldo junta distintas partes de “Eggnog” en un esquizofrénico Noise-Rock, The Panacea transforma “Stoner Witch” en una violenta marcha electrónica que no hubiera desentonado en los trabajos más retorcidos de Front 242, Farmers Manual construye un intrincado collage sonoro en base a vaya uno a saber qué disco y Void Manes sumerge a “Houdini” en un sórdido ritual cargado de misteriosa tensión. Por supuesto, aquí predominan el Noise (chequeen las erupciones de Merzbow, Speedranch y el cabecilla de Acid Mothers Temple, Kawabata Makoto) y las visiones menos convencionales de la Música Electrónica (ahí podríamos poner a Christoph Heemann, Matmos y RLW) pero todo eso está aplicado al personal universo trastornado de los Melvins. En definitiva, otra de esas joyas impredecibles que hacen que estos tipos se mantengan intocables en su pedestal.
-Black Boned Angel “Verdun” (2009)
Si yo les digo que este disco recrea musicalmente aquella batalla de Verdun donde los ejércitos franceses y alemanes se enfrentaron durante casi dos meses en 1916 y que dejó como resultado un cuarto de millón de muertos y alrededor de medio millón de heridos entre ambos bandos, ganándose así el dudoso privilegio de ser la batalla más larga (y una de las más sangrientas) de la primera guerra mundial, lo más lógico es esperar un tipo de música bastante épica, rozando lo sinfónico. ¿Power Metal, tal vez? ¿Algo Progresivo, por qué no? ¿Doom con orquestaciones góticas? Nada de eso, el curriculum de estos neocelandeses nos muestra seis años y un montón de discos dedicados al altar de los graves más resonantes, las atmósferas más opresivas (no por nada tomaron su nombre de un tema de Godflesh) y los ritmos más moribundos que se puedan imaginar. Sí, Drone de pura cepa, con la guitarra debatiéndose entre hipnóticos zumbidos, gruesas capas de feedback y riffs que tardan eones en hacer cada movimiento, con una batería que comprende la importancia del silencio y sólo golpea (con la fuerza de un terremoto, eso sí) en escogidos momentos de la composición, con un bajo subterráneo que hace temblar estómagos y con la necesaria cuota de samples aportando siniestros matices a esta pintura en blanco y negro. Logran sonar épicos y grandilocuentes sin moverse de su tradicional minimalismo, fluctuando entre extenuantes subidas y bajadas de intensidad que relatan perfectamente los lamentos del campo de batalla. El álbum comienza de a poco, retratando la tensión previa al choque con una exactitud que hiela la sangre. Muy gradualmente, esa tensión se va incrementando hasta desatarse y envolvernos por completo. En los momentos más álgidos podrán sentir la sangre salpicándoles el rostro, los cañones retumbando en sus oídos, los desgarrados alaridos de dolor y un violento vértigo en cámara lenta. El viaje termina bruscamente y nos deja con la amarga sensación de haber sido protagonistas (antes que testigos) de algo horrible. Por supuesto, los entendidos del tema encontrarán algún que otro punto de contacto con Sunn 0))) (hasta usan las reglamentarias túnicas negras), pero la personalidad de Black Boned Angel se encuentra a salvo en una mirada no tan abstracta ni volátil (por ende, menos arriesgada también) del género. En fin, no es el viaje más agradable pero no se supone que lo sea y está entregado con tal intensidad y sentido de la dinámica que le podemos perdonar no ser los más originales del mundo.
-Nadja “Under the Jaguar sun” (2009)
Nuestros amigos (después de una entrevista ya se los puede considerar amigos, ¿no?) de Nadja no se andan con chiquitas. De hecho, era de esperar que, en algún momento entre discos nuevos, discos de covers, compilados, discos de reinterpretaciones de temas viejos, colaboraciones, splits, dvd’s y vaya uno a saber qué más, se despacharan con un disco doble. No teman, no se trata de uno de esos soporíferos ejercicios de autoindulgencia a la Billy Corgan o Trent Reznor. Siguiendo la tradición Neurosiesca (ver “Times of Grace” y su acompañamiento ambiental “Grace”, realizado por Tribes Of Neurot), el objetivo principal de este “Under the Jaguar sun” es que ambos discos sean escuchados al mismo tiempo. Por supuesto, la idea no es nueva. Aparte de Neurosis, los Post-Metaleros Rosetta utilizaron el mismo formato en su disco debut (“The Galilean satellites”) e inclusive The Flaming Lips llevó esa propuesta a un disco cuádruple con su alucinógeno “Zaireeka” en 1997. “Under the Jaguar Sun” consta, entonces, de dos discos. El primero (subtitulado “Tezcatlipoca (Darkness)”) cuenta con el sonido esperable del dúo. Baterías programadas a un tempo baboso y arrastrado, gruesas capas de guitarras que se superponen generando texturas tan melódicas como abrasivas, graves que retumban en el corazón mismo de la tierra, tenues melodías fantasmales flotando sobre el océano de distorsión y esa constante sensación de dicotomía entre la elevación espiritual y la más aplastante densidad emocional y sonora. El segundo (“Quetzalcoatl (Wind)”), como era de esperar, se concentra en texturas y arreglos absolutamente ambientales, lejanos ecos y reverberancias, ondulantes letanías de puro magma sónico. Lógicamente, este último funciona mejor como complemente del primero que como entidad separada, aunque los climas logran generar una tensión bastante interesante. Inclusive hay lugar para alguna que otra melodía, una movida un tanto arriesgada si tenemos en cuenta que la sincronización a la hora de escuchar dos cd’s al mismo tiempo nunca será perfecta. En cualquier caso, queda claro que, por más atractivas que resulten las partes individuales de este trabajo, su verdadera magnitud se aprecia al unirlas en una única escucha. Allí, la parte Ambient (por llamarla de alguna manera) suma una profundidad abrumadora a la, ya de por sí, sobrecogedora propuesta de los canadienses, moviéndose como una serpiente entre los recovecos que la dinámica de las composiciones ofrece, sin alterar el natural desarrollo de las mismas y hasta proponiendo una gama de arreglos, timbres y sonoridades (podrá ser una comparación facilista, pero más de un pasaje me recordó a la veta ambiental de Ulver) inexploradas aún por el grupo. En fin, todavía me cuesta creer que gente tan prolífica todavía mantenga la reserva de ideas frescas al día pero a las pruebas me remito. Escúchenlo, como corresponde, sin distracciones.
-Nadja/Black Boned Angel “Nadja/Black Boned Angel” (2009)
Ahí arriba tenemos a Black Boned Angel y a Nadja, cada uno por su lado, ¿no sería una picardía dejar pasar esta segunda colaboración (tras el ep “Christ send light” editado el año pasado) entre ambos grupos? Como podrán imaginarse, si juntamos el trueno melódico de Nadja con los opresivos zumbidos de Black Boned Angel, el resultado no es precisamente un alegre y distendido paseo por la campiña. La pausada, casi agónica, evolución de las dos composiciones (promediando los veinticinco minutos cada una) aquí presentadas se acerca a los minimalistas terrenos explorados por los neocelandeses, mientras que las envolventes cascadas de distorsión melodiosa tienen el sello inconfundible de Aidan Baker. Claro, ambos grupos comparten una pasión por los tempos ultra lentos, las paredes de feedback, los graves que rajan la tierra y las atmósferas siniestras, elementos que aquí se ven desarrollados con un profundo conocimiento de causa. Queda claro, también, que esta gente tiene una particular concepción de la música pesada. Una donde transformar las guitarras en turbinas de avión amplificadas a todo volumen es más importante que vomitar un intrincado riff, donde los fantasmas y las visiones más angustiantes son evocados con una frágil melodía o una tenue textura antes que con berridos varios (de hecho, este material es completamente instrumental), donde la muerte misma avanza a un paso tortuoso y fúnebre (dejando profundos huecos en la superficie) antes que cabalgando sobre dobles bombos repiqueteantes. Es necesario despojarse de la idea más tradicional y metálica (en lo formal, sería más apropiado meter a este proyecto en la bolsa del Noise o el Ambient, pero su núcleo mismo es de una pesadez tal que trasciende lo genérico) para disfrutar plenamente de este tipo de discos. Insisto, aquí no se trata de buscar nuevas formar de ensuciar los viejos riffs de Tony Iommi, aquí partimos de paradigmas totalmente diferentes, donde el sonido mismo, encapsulado y comprimido en su expresión más primitiva y luego trabajado con una minuciosidad casi científica, es más importante que la destreza instrumental o las poses rudas. En fin, pueden simplemente llamarlo Drone y todos contentos pero, en cualquier caso, sería una pena que se pierdan un viaje musical tan intenso.
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