16 de septiembre de 2009

Reviews

Por Fernando Suarez.


-Ambassador Gun “When in hell” (2009)
Ambassador Gun me pone en un aprieto. Uno de los buenos. Que un disco debut represente una tarea complicada a la hora de explicarlo y/o definirlo siempre es una buena noticia. Más si hablamos de Grindcore, un género que, a pesar de contar con el potencial para dispararse en cualquier dirección (tal como demuestran las propuestas de bandas como Agoraphobic Nosebleed, Cephalic Carnage o S*ilent Green) no siempre es muy amigo de la incorporación de elementos ajenos a su virulenta tradición. Ambassador Gun se las arregla para aportar frescura e ideas personales sin olvidar cierta ortodoxia Grind. O sea, los elementos que uno espera en cualquier disco Grindcore que se precie de tal, están presentes. Blast-beats insistentes y frenéticos, guitarras embarradas, profundos gruñidos combinados con taladrantes chillidos, mugre Crusty, rebajes Hardcorosos y esa intransigente sensación de violencia grosera y sin sentido. Inclusive se nota que este trío tomó buena nota de las enseñanzas de Napalm Death y Nasum, especialmente en lo que hace a dinámica y gancho. Cada una de las dieciséis canciones que componen “When in hell” cuenta con su propia impronta, con algún elemento (por más pequeño que sea, en definitiva, a estas velocidades no vamos a pretender desarrollos pausados) que la hace memorable. Siguiendo con las influencias, es necesario notar que Nasum y Napalm no sólo aparecen aquí en su rol más “vieja escuela”, si no que Ambassador Gun rescata también su costado menos convencional, tanto en la construcción de enroscados riffs (aquí también podemos detectar algo de Morbid Angel y, especialmente, Carcass. Inclusive hay algún que otro guiño al “Heartwork”, un disco no tan venerado por los Grinders más conservadores) como en esos flirteos melódicos que adornaban discos como “Diatribes” o “Helvete”. Y si eso les suena a herejía, qué dirán entonces de los pasajes donde la guitarra ensaya texturas que no desentonarían en discos de Isis o de las aproximaciones a modismos típicos del Post-Hardcore y el Grunge. Por supuesto, todo esto adaptado al vértigo enardecido y salvaje del más puro Grindcore. En fin, ante el estancamiento del Death Metal (que hoy en día se ve empujado a rescatar la crudeza cancionera de sus inicios ante tanta brutalidad sin alma), el Grindcore sigue abriendo nuevas puertas para expandirse sin perder en el proceso ni un ápice de su característica intensidad. Una más que grata sorpresa.

-Blindoldfreak “1” (2009)
Algunos tal vez reconozcan el nombre de Alessandro Cortini en relación con su participación en Nine Inch Nails entre 2005 y 2008. Blindoldfreak es el alias que este italiano eligió para su primer proyecto en solitario y si están esperando algo de las letanías autocompasivas de su antiguo empleador (Reznor, ¿no estás un poquito viejo y millonario ya para insistir con eso de que estás deprimido y de lo dura que es tu vida?) ya mismo pueden buscar en otro lado. “1” es un trabajo de texturas abstractas construidas principalmente en base a la utilización de un complejo sintetizador modular llamado Buchla 200e. Las seis piezas (no sería del todo correcto llamarlas canciones) que lo componen son sumamente minimalistas y climáticas, señales sonoras que ondulan lentamente y van mutando con una parsimonia embotadora y misteriosa. Aún así, Cortini le escapa a la monotonía y propone una variada paleta de colores digitales, adornados con sutiles arreglos y hasta algunas melodías y ritmos un tanto más definidos que aportan una dinámica fluida a estas ambientales elucubraciones. Hay momentos hipnóticos de calma espiritual, tensos paseos dominados por abrasivas erupciones sónicas, paisajes de ensoñación surrealista y hasta secciones dominadas por una profunda y cavernosa oscuridad ritual. Todo esto sin caer nunca en la tentación facilista de sobrecargar cada composición con miles de ruiditos, manteniendo siempre una elegancia sobria y enfocada. Por supuesto, esto no es material animar fiestas (a menos que sea una fiesta donde los invitados están muuuuuy drogados), si no más bien para contemplar en soledad, preferentemente con luces tenues y nada de distracciones.

-Dead Swans “Sleepwalkers” (2009)
Teniendo en cuenta que, en un ep previo a este larga duración, Dead Swans versionaba a Black Flag y My Bloody Valentine, es de esperar que su visión del Hardcore no sea de las más convencionales. Ojo, tampoco esperen ninguna revolución ni un absoluto cambio de paradigmas para el género. De alguna forma, lo de estos ingleses puede asociarse con bandas como Give up The Ghost, Paint It Black, Blacklisted o The Hope Conspiracy, es decir un puente entre la virulencia tradicional del Hardcore y ciertas tangentes un tanto más exóticas, por así llamarlas. Tenemos la voz que grita dejando los pulmones en cada estrofa, los coros multitudinarios, los riffs poderosos y agresivos, la velocidad correspondiente, los rebajes metaleros y el esperable desparramo de energía salvaje y desbocada. También tenemos canciones con abundantes cambios de ritmos, guitarras que exploran terrenos más amplios (en términos de melodías y texturas) que el típico riff Hardcore sacado del manual Minor Threat/Bad Brains, atmósferas entre la introspección y la Psicodelia y un sentido de la dinámica bastante desarrollado. El quinteto maneja su propia intensidad con sabiduría, logrando conjugar sin problemas la agresión urgente y física con los paisajes más abstractos, y manejando siempre una tensión ajustadísima que estalla con las venas del cuello a punto de explotar. Todavía les falta despegarse de ciertos clichés genéricos un tanto molestos (al menos para aquellos que no creemos en la intransigencia estilística del Hardcore) y terminar de delinear una identidad completamente propia, pero lo expuesto en este turbulento “Sleepwalkers” deja la puerta abierta para alimentar auspiciosas expectativas.

-Do Make Say Think “The other truths” (2009)
Son compatriotas de Godspeed You! Black Emperor, hacen música principalmente instrumental, sus composiciones cuentan con extensos desarrollos (por ejemplo, este sexto álbum contiene sólo cuatro temas que van de los ocho a los doce minutos de duración) y, si bien la base de su sonido es eminentemente rockera (es decir, construido sobre guitarras, bajo y baterías), no se privan de sumar vientos, pianos, coros, teclados, violines y demás instrumentos exóticos, por así llamarlos. Adivinaron, esto es Post-Rock. En casi cualquier otro caso, ya estaríamos hablando de lo aburrido que se tornó dicho género y de cómo la mayoría de las bandas se conformaron simplemente con repetir las enseñanzas de sus mayores (Mogwai, Tortoise, Slint, Bark Psychosis, los mencionados Godspeed You! Black Emperor) en lugar de honrar el espíritu experimental que alguna vez fuera su bandera. Con sus catorce años de carrera y su imaginación siempre fresca y vivaz, Do Make Say Think escapa a tales planteos. Su música evoca imágenes y paisajes de todo tipo, a veces abstractos y a veces de un realismo abrumador. Sus bases mantienen un pulso firme, de contundencia rockera y libertad Jazzística, sus guitarras estallan entre extrañas combinaciones de acordes, contrapuntos surrealistas y soñadores arpegios, se retuercen en catárticas cascadas de ruido y se elevan hacia el firmamento con hermosas melodías empapadas de delay y demás efectos. Sus composiciones manejan un sentido de la dinámica y la profundidad sumamente sinfónico, con gruesas capas de orquestación generando sentidas armonías y eludiendo con vigor el mero papel de colchón al que suelen estar relegadas. La palabra emoción es clave en este entramado y sin embargo estos canadienses le escapan, al menos la mayor parte del tiempo, a las típicas melodías melodramáticas del Post-Rock. Por supuesto, hay elementos que podríamos llamar tradicionales (para los parámetros Post-Rockeros) dentro de su sonido. Las ondulantes subidas y bajadas de intensidad, los momentos de improvisación libre, la interminable gama de detalles armónicos, las instrumentaciones recargadas en contraposición a los pasajes de puro minimalismo y, claro, esa sensibilidad siempre a flor de piel, esa urgencia emotiva que ni toda la intelectualidad del mundo puede esconder. En cualquier caso, Do Make Say Think no es, de ninguna manera, una banda más del montón. Y este enorme pedazo de MÚSICA (así, con mayúsculas) llamado “The other truths” así lo demuestra.


-Eagle Twin “The unkindness of crows” (2009)
Se ve que después de colaborar con Greg Anderson (ya saben, uno de los amos del trueno, miembro de Sunn 0))), Goatsnake, Burning Witch y un montón de proyectos con guitarras graves y ruidosas) en el monumental disco debut de Ascend editado el año pasado, a Gentry Densley (un músico con un background ligado tanto al Free-Jazz como al Hardcore y el Noise) le picó el bichito del Doom. Puso a un tal Tyler Smith a cargo de la batería y él mismo se encargo de rellenar todo lo demás sólo con su arrastrada voz (por momentos suena como una cruza entre Tom Waits y King Buzzo) y su masiva guitarra. Bien vale aclarar que Densley pasó la mayor parte de su carrera musical como miembro de Iceburn (luego conocidos como The Iceburn Collective, a medida que su propuesta se tornaba más extraña, orquestada y Jazzera), uno de los mejores grupos en eso de combinar energía rockera, instrumentaciones Jazzeras y complejidad sinfónica, por ende es de esperar que su visión del Doom no sea de las más tradicionales qué digamos. Efectivamente, las canciones de este álbum debut de Eagle Twin se mueven entre ritmos lentos pero con dinámicas más cercanas a King Crimson que a Black Sabbath y sus riffs, atronadores y gordos como Satán manda, van más allá de la mera recreación del abecedario creado por Tony Iommi. De alguna forma, el dúo tiende un puente entre la típica densidad de bandas como Saint Vitus, Sleep o el primer Cathedral y los experimentos ruidosos de Earth (en algunos pasajes hasta resuenan los ecos de sus actuales modismos Folkys), Sunn 0))), Melvins y Swans. Lo que quiero decir es que, más allá de los condimentos exóticos, la atmósfera general de “The unkindness of crows” rescata al pie de la letra esa épica cavernosa, aplastante, hipnótica y desoladora con la que se supone que cualquier grupo Doom que se precie de tal debe contar. Por supuesto, la comparación inmediata es con los mencionados Ascend pero, para ser completamente, esa es una comparación en la que Eagle Twin sale perdiendo, en especial en lo que hace a frescura y sorpresa. Más allá de eso, lo que aquí tenemos es un disco sólido, con más de una idea interesante y con un profundo conocimiento de qué fibras tocar para conmover a cualquier dumbeta.

-Every Time I Die “New junk aesthetic” (2009)
En el cíclico mundo del Rock, todo lo que alguna vez fue novedoso en algún momento se estanca y se establece como una variante más en el juego de los encasillamientos. Tal suerte sufrió el Mathcore, luego de verse invadido por incontables nerds con mucho dedo y poca alma repitiendo hasta el hartazgo las enseñanzas de Botch, Converge y The Dillinger Escape Plan sin siquiera molestarse en aportar, aunque sea, una mínima mirada personal. Claro, este no es el caso de Every Time I Die. En primer lugar, con sus más de diez años de carrera, bien se los puede considerar cercanos a la primera generación del género y, por otro lado, ya desde sus inicios mostraban intenciones de desmarcarse del mero entramado de riffs caóticos, tempos complejos y alaridos histéricos. Con el tiempo fueron profundizando sus flirteos con las voces melódicas, la crudeza primitiva del Punk-Rock y el groove movedizo del más roñoso Rock And Roll, llegando así a este presente que los encuentra con la energía intacta y ocupando por derecho propio su indiscutido lugar dentro de las propuestas más personales del Mathcore. Si hay algo que queda claro en este quinto disco es que estos neoyorquinos están más preocupados por escribir canciones que por desparramar riffs enroscados sin ton ni son. Aún con sus bruscos cambios de ritmos y sus malabares instrumentales, el quinteto nunca pierde de vista el gancho ni la energía inmediata, física y salvaje. Asimismo, se aprecia un approach notablemente más rockero (ya desde la densidad ruidosa del inicial “Roman Holiday”, que suena como un Helmet en versión Sludge), no sólo en el terreno instrumental, si no también en el cuidado trabajo de las voces melódicas que esta vez se alejan del fantasma de Glassjaw para sumergirse en tonalidades que rozan el Stoner-Rock. Lo mismo sucede con algunas de las composiciones, donde las guitarras (gordas y rasposas) escupen riffs que saben suplir su falta de excentricidad con una onda sumamente contagiosa. Esto no quiere decir que Every Time I Die dejó de lado ese nerdismo extremo y frenético de siempre, si no que, como ya venían haciendo en sus discos anteriores, logran dosificarlo y adaptarlo a este contexto más bien descontracturado y grasiento. Visto desde otro lugar, bien podríamos decir que “New junk aesthetic” es un disco plagado del más violento y enardecido Rock And Roll, con el toque justo de extravagancia disonante como para no resultar aburrido ni convencional.

-OOIOO “Armonico Hewa” (2009)
No es ningún secreto que, por lo general, aquellos que tenemos cierto aprecio por las expresiones más ruidosas y deformes del Rock contamos con un irresistible fetichismo por todo lo que venga desde Japón en términos musicales. En definitiva, verdaderos maestros del Noise más creativo, como Zeni Geva, Merzbow, Melt Banana o los eternos Boredoms (por sólo nombrar algunos) nos dan la razón. Justamente, OOIOO es el proyecto que, desde 1995, lidera Yoshimi P-We, la baterista de Boredoms que inspiró el título de aquel “Yoshimi battles the pink robots” de The Flaming Lips. Si bien aquí Yoshimi deja de lado los tambores por la guitarra (y la voz, aunque esta tarea la comparte con la bajista Aya y la otra guitarrista Kayan), la música del cuarteto cuenta con una impronta eminentemente rítmica, moviéndose entre intrincados entramados tribales (aquí hay más de un paralelo con la espiritualidad que invadió los últimos trabajos de Boredoms), densas poliritmias Kraut-rockeras, frenéticos ataques casi Jazzeros y hasta ciertos flirteos electrónicos, todo cortesía del impecable trabajo percusivo de Ai. Las composiciones en sí son absolutamente retorcidas, a veces proponiendo arduos viajes plagados de cambios de climas y géneros que rozan el caos y, en otras ocasiones, partiendo de bases simples a las que se van sumando un sinfín de instrumentaciones y voces absolutamente delirantes. Justamente, el trabajo a tres voces es sencillamente increíble, generando un colchón casi constante de coros y juegos vocales extrañísimos, por momentos estridentes pero siempre afinados (hasta hay momentos donde quedan a capella y demuestran que saben muy bien qué están haciendo) y apoyados en complejas melodías. El resto de las instrumentaciones no deja idea sin probar. Ruidos electrónicos, acoples, guitarras Funkys, teclados psicóticos, punteos desorbitados, riffs laberínticos, texturas Kingcrimsonianas, climas espaciales, rasgueos cristalinos, melodías jazzeras, contrapuntos mutantes, algo de pesadez setentosa, arreglos circenses, vientos y una constante sensación de psicodelia quebrada y enfermiza. Lo que en manos de otra gente sería un soporífero devaneo autoindulgente de hippies sin ideas claras, aquí es una auténtica experiencia extrasensorial donde la crueldad y la inocencia se funden en efervescentes capas de orquestaciones superpuestas siempre al servicio de una espontaneidad a prueba de balas. En todo momento se percibe un elemento lúdico (hay secciones donde parece que cada músico está tocando una canción distinta, hasta que en un segundo se vuelven a acomodar como si nada hubiera sucedido) que aleja cualquier atisbo de solemnidad o pompa Progresiva, aún cuando haya puntos musicales en común. En cualquier caso, se nota que el costado Progreta de OOIOO tiene más en común con los delirios lisérgicos de The Soft Machine, Gong o Magma que con la épica pretenciosa de Yes o Emerson Lake & Palmer. Claro, como buenos japoneses que son, la palabra clave es locura. Cada segundo de este “Armonico Hewa” (sexto disco del grupo) es un pasaje de ida a la sorpresa y la excitación constante y eso, en una actualidad que insiste en servirnos en bandeja propuestas absolutamente superficiales y descartables, es algo para no despreciar.


-Pissed Jeans “King of jeans” (2009)
A veces una buena melodía puede contarnos nuestra vida entera y, en otras ocasiones, es un grito el que se encarga del relato. Pissed Jeans es un grito desgarrado, una herida en carne viva. Pissed Jeans es sudor, sangre y nada de lágrimas. ¿Hardcore? Bueno, sólo si confinamos dicha etiqueta al eterno legado de Black Flag. Pero si quieren referencias musicales, tendríamos que hablar también de The Jesus Lizard, Flipper, Tad o Mudhoney. Sí, aquí huele a espíritu adolescente, en el sentido más noventoso de la frase. Pissed Jeans devuelve el Rock al hombre común y demuestra, una vez más, que poco tiene de común. Ya lo expresó alguna vez el gran John Waters (director de “Pink flamingos”, entre tantas otras maravillas cinematográficas), las personas que se esfuerzan por ser raras suelen ser de lo más ordinario y vulgar, mientras que aquellos que están convencidos de su normalidad resultan ser los verdaderos freaks. Pissed Jeans expone el horror de lo cotidiano sin tomar distancia, se sumergen en la basura y resurgen quebrados y renovados al mismo tiempo. Sus ajadas manos sangran, su piel está cubierta de magullones pero no ven la necesidad de construir altares para su dolor. Sus cicatrices no son mejores que las de cualquier otro, son cicatrices y punto. No necesitan demasiados artificios. Una batería sólida y musculosa, un bajo áspero y pendenciero, una guitarra descuidada y salvaje, y una voz serpenteante y espontánea que relata los más dramáticos pasajes de la épica mundana como si fuera lo último que tiene que hacer antes de morir. Riffs simples y carnosos, a veces disonantes, a veces oscuros pero siempre listos para patearnos el culo. Ritmos que van desde opresivas letanías hasta frenéticos estallidos de pura energía. Acoples, gritos y la imperiosa necesidad de decir algo, lo que sea, cómo sea. Pueden llamarlo Noise-Rock, Grunge (casualmente, los edita Sub-Pop) o Punk si quieren, pero en definitiva esto es puro Rock con todas las letras. Hecho con una honestidad y una entrega como hace tiempo no escuchaba. Un disco (ojo que es el tercero de esta gente) para volver a creer.


-Son Volt “American central dust” (2009)
El lugar común dicta que, tras la disolución de Uncle Tupelo (una de las bandas responsables de revitalizar el Country durante los noventas) en 1994, Jeff Tweedy se quedó con el costado Pop-experimental en Wilco y Jay Farrar profundizó aún más su relación con la aridez rural en Son Volt. Bueno, por una vez el lugar común tiene algo de cierto. No es que en Wilco no haya bastante Folk, pero el fuerte lazo que une a Son Volt con sus raíces Countries es mucho más evidente. Ya desde la voz de Farrar, con su grave tono, sus inflexiones campechanas y sus melancólicas melodías, da la sensación de que esta gente está inexorablemente ligada al más tradicional linaje de la música Norteamericana. Inclusive, luego de su separación en 1999 y la subsiguiente reunión con nueva formación en 2004, han dejado de lado las incursiones Punk-Rockeras que todavía se asomaban en sus primeros trabajos y la impronta Psicodélica del anterior “The search”, concentrándose principalmente en los tempos cadenciosos y las guitarras acústicas. No faltan, claro, los pianos, slides, Hammonds, violines y esos coros que estrujan el alma con cada melodía. También hay algo de lugar para la distorsión en temas como “When the Wheels Don't Move”, que recuerdan notablemente a los momentos más ásperos de Neil Young y sus Crazy Horse. Por lo demás, este es otro de esos discos perfectos de Country/Folk/Rock que a Jay Farrar parecen brotarle sin control del alma. Rasgueos acústicos simples y certeros, sutiles arreglos de una sensibilidad abrumadora, ritmos que marcan el andar apesadumbrado y soñador de las canciones y un catálogo de excelsas melodías especialmente diseñadas para anudar gargantas y llenar mentes y corazones con doloridas evocaciones. En fin, no hay mucho más para analizar, esto es música que apela directamente a las entrañas antes que al intelecto, simples y hermosas canciones concebidas con el corazón en la mano y un cuidado casi artesanal. Otra excelente prueba de que no hacen falta gritos y ruido para resultar visceralmente intensos.


-Struck By Lightning “Serpents” (2009)
No quisiera pecar de exagerado e injusto (bueno, tampoco sería la primera vez) pero, ante lo expuesto en este “Serpents”, debo decir que es una suerte que el guitarrista/vocalista Gregory Lahm haya decidido dejar de lado a Mouth Of The Architect en pos de abocarse por completo a este nuevo proyecto. No es que aquel grupo no tenga sus meritos pero, a esta altura, el mundo no necesita más bandas siguiendo al pie de la letra las enseñanzas de Neurosis, Isis y Cult Of Luna. Pero basta de Mouth Of The Architect, que en definitiva siguen activos y hasta comparten sello discográfico con la banda que nos ocupa. Y tampoco es que la propuesta de Struck By Lightning se aleje tanto de las coordinadas Neurosiescas. La diferencia es que si en Neurosis y sus acólitos la agresión y la mugre del Crust ocupan, digamos, un veinte por ciento del sonido, aquí esa proporción se invierte. Ok, ustedes dirán que tampoco es demasiado innovadora la idea de combinar Crust con Sludge y rebusques casi Progresivos. Y tendrán razón. El punto es que el cuarteto tampoco se conforma con repetir lo hecho por Mastodon o Kylesa (por poner dos de los ejemplos más representativos) en ese terreno. Se nota que los tipos absorbieron la visión vanguardista del Crust propuesta por His Hero Is Gone hasta hacerla propia, es evidente también que sus momentos más enroscados y Thrasheros tienen más de un punto en común con High On Fire, pero lo que no muchos sospecharán es que Struck By Lightning rescata además esa cruza entre virulencia D-Beat y soltura Death N’ Rollera expuesta por Disfear en sus últimos trabajos. Entonces, si a las referencias mencionadas, le agregamos marcados guiños al mejor Entombed y hasta algo de Motörhead, la cosa va tomando su propio color. Y, en cualquier caso, es imposible argumentar contra canciones tan buenas. Envueltas en un sonido fresco y poderoso, sumamente intensas y con el toque justo de variedad (pueden pasar sin mosquearse de las aceleradas más salvajes a los climas más épicos, sin salirse nunca de su propia identidad) como para no tornarse monótonas. ¿Vieron cuando los miembros de Neurosis hablan del fuego interno, de esa llama inextinguible que arde en las entrañas de selectos artistas? Bueno, Struck By Lightning carga algo de ese fuego y eso, aún cuando todavía les quede camino por recorrer, es motivo suficiente para darles una oportunidad.


-The Wildhearts “¡Chutzpah!” (2009)
La mayoría de los periodistas de Rock, al hablar sobre The Wildhearts, terminan reflexionando sobre lo injusto que es que estos ingleses nunca hayan alcanzado el éxito comercial esperado. Bueno, el negocio musical es, justamente, un negocio y como tal, hablar de injusticias en un contexto donde lo que mandan son los números antes que el talento (un concepto desde ya sumamente subjetivo y esquivo), es una clara muestra de la ingenuidad (o el cinismo, según sea el caso) que manejan los supuestos especialistas en la materia. Sinceramente, a quién carajo le pueden importar las cifras de ventas ante semejante catálogo de excelentes canciones. En cualquier caso, no me considero capacitado para hablar de marketing y temas similares, así que pasemos a lo que realmente nos ocupa. Para aquellos que no estén familiarizados, digamos que la fórmula Wildheart consiste en una personal combinación de guitarras pesadas, melodías Beatlescas, desparpajo entre Punky y Hard-Rokero y cierto insistente toque freak que los lleva a adaptar con total naturalidad elementos de diversos géneros musicales (Grunge, Funk, Industrial, Folk, Reggae, etc.) a su propuesta. Obviando el olvidable disco de covers editado el año pasado (bueno, versionaban a Fugazi, Descendents y Helmet, pero con eso sólo no alcanza), vemos que Ginger y los suyos mantienen, a veinte años de carrera, la inspiración intacta, entregando diez composiciones (catorce para la edición japonesa) con esas líneas vocales exquisitas, esos coros perfectos, esas guitarras poderosas y afiladas, esos abruptos cambios de ritmo y esos pasajes entre la agresión y la dulzura que tan bien saben manejar. Para que se entienda, cuando los tipos se ponen pesados pueden competirle al más rudo y tatuado de los metaleros, cuando quieren diversión hacen quedar a Brett Michaels como un nene de pecho Straight Edge y cuando se ponen melódicos (todos los temas cuentan con estribillos sumamente memorables) demuestran su habilidad para concebir hits inmediatos que se clavan tanto en la mente como en el corazón. ¿Cuántas bandas conocen que sean capaces de fundir los machaques más violentos que Dimebag Darrel jamás imaginó con melodías que revivirían y volverían a matar de envidia a John Lennon sin que dicha cruza suene a un pastiche infame? Bueno, estaban los Galactic Cowboys a principios de los noventas y, en menor medida, King’s X, pero (aunque más no sea en términos de longevidad y consistencia) salen perdiendo ante el inmenso nivel compositivo y esa soltura fresca y espontánea de la que hacen gala los Wildhearts. Si son demasiado jóvenes para conocerlos o pasaron los noventas dentro de un termo, este “Chutzpah!” sirve perfectamente para introducirse en la sinuosa, pero siempre atractiva, discografía de una de las bandas más personales, creativas y certeras de la historia del Rock.

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