Por Fernando Suarez.
En este mismo blog ya hablamos alguna vez sobre el desconcertante eclecticismo del que hizo gala SST, el sello discográfico fundado por Greg Ginn de Black Flag. Puedo imaginar los gestos incrédulos de aquellos Punks recalcitrantes al toparse con un disco como “Sasquatch rock”. La propuesta de Lawndale partía del más fresco Surf-Rock instrumental y poco tenía en común (más allá de la intensidad y el desenfado) con los crudos rugidos del Hardcore de aquellos años. Lo interesante es que el cuarteto tampoco se quedaba en la mera repetición de los típicos esquemas soleados del Surf. A la par con el espíritu ecléctico de su sello, los tipos condimentaban sus canciones con infinidad de elementos exóticos, por así llamarlos. Tenemos épicos punteos casi metaleros, la guitarra invitada del gran Ginn deshaciéndose en sus típicos solos disonantes, importantes toques de Folk (no sólo norteamericano, también hay Folklore mexicano y alemán), guitarrazos y aceleradas Punks, elaboradas contracturas Jazzeras (saxofones en llamas incluidos), arreglos circenses (por momentos recuerdan al primer Mr. Bungle, sólo que unos años antes de que Patton y los suyos se dieran a conocer), sensuales incursiones en un sincopado groove Funky/Soulero, románticas melodías casi Poperas, acústicas guitarras Flamencas, percusiones caribeñas y hasta un claro guiño al “Whole Lotta Love” de Led Zeppelin. Todo encarado con un buen gusto notable y una clara atención por las canciones, aún en su constante estado de esquizofrenia creativa. Digamos que la música de Lawndale tiene tanto que ver con leyendas surfers como Dick Dale como con la locura frenética de John Zorn. En especial ciertos vertiginosos cambios estilísticos (del Country al Jazz, de ahí al Punk, de ahí al Surf y luego al Soul, por ejemplo) dejan en claro la importancia de Lawndale para entender lo que luego haría Zorn al frente de Naked City. En cualquier caso, lo que aquí encontrarán son diez excelentes canciones, concebidas e interpretadas con un grado de imaginación superlativa y una energía controlada pero siempre infecciosa. Ideal para agarrar la tabla de Surf y rompérsela en la cabeza al primero que se te cruce.
-Sister Double Happiness “Sister double happiness” (1988)
Tras la disolución de los legendarios Dicks, su vocalista Gary Floyd se quedó con el baterista Lynn Perko (también encargado de teclados varios) y, junto al guitarrista Ben Cohen y al bajista Jeff Palmer dieron forma a la primera encarnación de Sister Double Happiness. Ya en los últimos tiempos de Dicks, Floyd buscaba incorporar elementos del Blues y del Funk a su marca registrada de efervescente Punk Rock, pero es aquí donde dicha combinación se profundiza del todo. En primer lugar, el Punk de Sister Double Happiness baja las revoluciones, adentrándose en ritmos más lentos y cadenciosos, por momentos hasta rozando el Hard-Rock, pero siempre manteniendo la intensidad y la crudeza. Las guitarras raspan entre mugrientos riffs rockeros, melancólicos arpegios y arreglos de pura cepa Bluesera, pero es la voz de Floyd la que más remite a la desazón del Blues con interpretaciones cargadas de sentimiento y melodías creadas con el corazón (roto) en la mano. Es curioso, pero el resultado final del disco recuerda notablemente a los primeros pasos de Pearl Jam. Desde el sonido de guitarras hasta los mismos riffs, ásperos pero empapados de Funk, Blues y cierto regusto psicodélico e inclusive las líneas vocales remiten inevitablemente a esas inflexiones entre épicas, emotivas y soñadoras de Eddie Vedder. Digo remiten porque es más probable que (como me sucede a mí) hayan conocido antes a Pearl Jam. En rigor de verdad son los de Seattle los que remiten a Sister Double Happiness. La mayoría de las canciones se mueven en ese terreno de Hard-Rock-Punk-Blues-Funk, fundiendo los elementos mencionados en un todo absolutamente personal y compacto, pero también hay lugar para algún que otro Blues cien por ciento tradicional. En fin, si les gusta Pearl Jam, he aquí una banda a la cual los ex Mother Love Bone le han tomado prestada más de una idea. Pero más allá de eso, si disfrutan de un buen disco rockero, que logre conjugar sin problemas la visceralidad del Punk y esa sensibilidad quebrada tan típica del Blues, este “Sister Double Happiness” no los va a defraudar.
-The Denison/Kimball Trio “Soul machine” (1995)
Jim Kimball era baterista en bandas como Laughing Hyenas y Mule, ambas enroladas en una suerte de Blues-Punk garagero y ruidoso. Duane Denison era el guitarrista de The Jesus Lizard (actualmente forma parte de Tomahawk, junto al demente Mike Patton, entre otros), probablemente la banda definitiva del Noise-Rock de los noventas. Durante las pausas en sus respectivos grupos se juntaron para dar rienda suelta a su pasión por el Jazz (los dos poseen un background académico) en este falso trío. No esperen voces quebradas, distorsiones enfermizas ni ritmos agresivos, aquí casi no hay rastros de su linaje Noise-Rockero. Tampoco se trata de un ejercicio estéril de coolismo jazzero, ojo. Queda claro que los tipos dominan sus instrumentos a la perfección y que poseen una química envidiable que los lleva a generar vívidos paisajes nocturnos sólo con lo que puedan extraerle a dichos instrumentos. Por momentos suenan ideales para disfrutar en la mesa de un barsucho con el cenicero a punto de rebalsar y la botella de whisky a medio vaciar, en otros se sumergen en misteriosas abstracciones casi minimalistas inclusive jugando con elementos del Dub y la Música Electrónica. La guitarra de Denison lleva la batuta con dedos hábiles e imaginativos, demostrando que sus flirteos Jazzeros en The Jesus Lizard no son casualidad, dibujando bellísimos e intrincados acordes y punteos pero sin perder nunca de vista el gancho y la intensidad. Kimball aporta un marco rítmico sumamente versátil y energético a dicha faena. Hay algunos invitados, entre los que podemos destacar a David Wm. Sims (bajista de The Jesus Lizard, que en esta ocasión dibuja colchones armónicos con su teclado) y a Ken Vandermark que pone su picante saxofón en la efervescente “Blueball avenue” y luego se incorporaría al proyecto como miembros fijo en el posterior “Neutrons” editado en 1997. Lo curioso tal vez sea que este “Soul machine” logra evocar esa misma sensación decadente tan característica de The Jesus Lizard pero a través de elementos musicales mucho más sutiles y hasta, por momentos, opuestos. Formalmente estaríamos hablando de un disco de puro Jazz, con todo lo que eso implica, pero debajo de la superficie se sigue escondiendo esa pasión insana que Denison tan bien sabe encarnar con sus seis cuerdas.
-Handsome “Handsome” (1997)
Por si no lo habían notado, les comento que nos encontramos en pleno auge (o, cuando menos, en las puertas) de un notable revival noventoso. Los más sensibles rescatan el Grunge y ciertos popes del Indie-Rock, los más inconformistas se revuelcan con placer sádico en el lodo del Noise-Rock y los que vestían bermudas y equis en sus puños se adentran en los intelectuales terrenos del Post-Hardcore. En ese contexto, es casi obligatorio rescatar del olvido al que tal vez haya sido el único supergrupo (si tal cosa es posible) del Post-Hardcore neoyorquino. Contando en sus filas con ex miembros de Helmet, Quicksand, Cro-Mags y Murphy’s Law no es de extrañar que este único disco del quinteto suene como la cruza exacta entre los dos primeros grupos. Los riffs secos y cortantes, el groove entre trabado y Sabbathero de los liderados por Page Hamilton sumados a las melodías emotivas y las texturas Noise-poperas con nervio Hardcore de Quicksand, resumen casi con exactitud el sonido de Handsome. Lo que dicha descripción no alcanza a explicar es la enorme calidad de estas canciones. Instrumentalmente cada elemento está aceitado a la perfección, las guitarras proveen un catálogo de riffs siempre al rojo vivo, ya sea en sus momentos más pesados o cuando entran las melodías y las elaboraciones más rebuscadas, el bajo sostiene esos fundamentos con una interpretación sólida y ubicada, y la batería aporta un swing irresistible, tan brutal como inteligente. Pero es la voz de Jeremy Chatelain (quien luego sería bajista de Jets To Brazil, junto al gran Blake Schwarzenbach, ex líder de los legendarios Jawbreaker) la que se lleva las palmas por sus intensas melodías, sus sentidas interpretaciones y una versatilidad (que no es lo mismo que eclecticismo, aquí no hay ningún Mike Patton) que le permite adaptarse sin problemas a la más aplastante pesadez o a los estribillos más Poperos según se lo requiera. Claro, este es un álbum que, antes que abrir nuevos caminos o romper paradigmas, se encarga de pulir al máximo aquellos ya existentes poniéndoles su sello personal y con una especial atención por las canciones propiamente dichas, más allá de géneros y tendencias. En ese sentido, “Handsome” es un ejemplo perfecto de espíritu noventoso y, de paso, una gran colección de joyas rockeras.
-Consonant “Consonant” (2002)
A esta altura nadie debería sorprenderse por que el ex Mission Of Burma Clint Conley (compositor de algunos de los temas más memorables de dicha banda, como “That’s when I reach for my revolver”, “Academy fight song” o “That’s how I escaped my certain fate”) sea capaz de despacharse con panzadas de excelentes canciones, sea con la banda que sea. Casi en simultaneo con la reunión de Mission Of Burma, Conley rompió su silencio discográfico de casi veinte años al formar Consonant junto a diversos miembros de luminarias del Indie bostoniano como Codeine, Bedhead, Come y Silkworm. Si están pensando que el resultado sería, básicamente, un conglomerado del costado más Pop de la ex banda de Conley (teniendo en cuenta que ese era su fuerte allí), no están mal rumbeados. Los trece temas que componen este debut son de clara estirpe Missionofburmesca, esa especie de Post-Punk nerd plagado de ideas sutiles, ciertas extravagancias rítmicas y armónicas, y dominado por guitarras (aquí Conley deja de lado el bajo y se aboca a las seis cuerdas) que conjugan magistralmente un alto vuelo creativo con un marcado sentido de la ubicación y la economía musical. La diferencia está en que las melodías vocales se encuentran más trabajadas que nunca, con resultados de una belleza enceguecedora y un espíritu Beatle que calza a la perfección con el alto octanaje emotivo de las canciones. Por otro lado, las tangentes desencajadas que abundaban en Mission Of Burma aquí se encuentran absolutamente controladas, de forma que nunca interfieran con el natural fluir melódico de las composiciones. Son Punks adultos, de inevitables inclinaciones nerds y hasta artys, y poseen un desarrolladísimo instinto para componer canciones perfectas que apelen tanto al corazón como a la mente, ¿qué más pueden pedirle a la vida?
-Todd “Comes to your house” (2006)
Contando con ex miembros de Hammerhead (una de las bandas más sucias y representativas del Noise-Rock de los noventas) en su formación es de esperar que la música de Todd no sea un apacible paseo por la campiña. Efectivamente, este cuarteto (dos guitarras, una batería, un teclado y varias voces) hace de la incomodidad, la mugre y la enfermedad casi una religión. Esto es Noise-Rock de primer nivel, con toda la mala leche y la locura correspondiente y hasta con diversas variantes dentro del género, como para no aburrirse nunca. Tenemos esa densidad asfixiante (casi Sludge) en algún lado entre Zeni Geva y Melvins, el Rock achicharrado de LSD de Butthole Surfers, los samples groseros, las bases trabadas y los alaridos deformes de Today Is The Day, las guitarras chirriantes del primer Sonic Youth, los ritmos taladrantes y el humor negro de Big Black, la decadencia embotadora de The Jesus Lizard, las bolas de ruido rítmicas de Helmet, los riffs surrealistas de Melt Banana, las cascadas de feedback de Cows, los contrapuntos disonantes de Arab On Radar, guiños al Grunge más reventado y violento de Tad, voces femeninas gritadas a la Silverfish, el toque de virulencia Hardcore de grupos como Deadguy o Rorschach, ciertos climas cercanos al Ministry más rabioso, puras erupciones de estridencias sonoras a la Merzbow y el ruidismo riffero y los gritos distorsionados de Unsane, como para que se hagan una idea. Todo condensado en trece canciones que pegan donde más duele, siempre con los niveles de distorsión a punto de saturación y la intensidad en carne viva. Con personalidad propia a pesar de las referencias y con una furia que deja en ridículo a todas las bandas de Death Metal del mundo. Esto es material sumamente extremo y pesado sin ser necesariamente Metal, aquí no hay poses rudas ni épicas demostraciones de virtuosismo. Todd te patea en las bolas cuando menos te lo esperás y no detiene su golpiza aún cuando estés tirado en el piso llorando y rogando por piedad.
-Chuck Ragan “Gold country” (2009)
No puede ser sólo casualidad que músicos destacados provenientes de distintas vertientes del Hardcore-Punk americano encuentren en el Folk y el Country un excelente lugar para expresarse fuera del estruendo de las guitarras distorsionadas y los ritmos taquicárdicos. ¿Quieren ejemplos? Ahí tienen a Greg Graffin (Bad Religion), Mark Lanegan (Screaming Trees), Lou Barlow (Dinosaur Jr. y Sebadoh), Matt Pryor (The Get Up Kids), Mike Ness (Social Distortion) y los dos cantantes de Neurosis, Scott Kelly y Steve Von Till como excelente prueba de lo dicho. En esa lista podemos poner a Chuck Ragan, cantante y guitarrista de Hot Water Music, una de las bandas más relevantes del Punk de los noventas, de esas pocas que logran conjugar la inteligencia y la sensibilidad del Post-Hardcore con los himnos crudos e inmediatos del más clásico Punk-Rock. Ragan no es ningún novato en esto de los climas rurales y las guitarras acústicas, “Gold country” es ya su cuarto disco solista (sin contar la colaboración con Austin Lucas en el disco “Bristle ridge” editado el año pasado ni aquel viejo proyecto Folk llamado Rumbleseat) y lo encuentra expandiendo su paleta sonora sin por ello ceder un solo milímetro en sus convicciones estéticas. Por el contrario, el agregado de pianos, violines, coros femeninos, tenues baterías, Lap Steel y demases no hace más que acercarlo a las formas más tradicionales del Country, al tiempo que aportan un sólido soporte para las magníficas melodías vocales del buen Chuck. Sólo con su característica voz rasposa el tipo logra trasladarnos a diversos paisajes campechanos, a veces con la mirada clavada en el piso y las lágrimas pujando por escapar de los ojos y en otros con una alegría sincera y saltarina, ideal para bailar imitando la caricatura más estereotipada de un Hillbilly. Y, aún practicando un tipo de música totalmente diferente (al menos en lo formal, no así en su esencia) al de su banda principal, Ragan mantiene intacta su capacidad para emocionar de forma urgente y absolutamente descarnada, con una intensidad que se siente en los huesos y un instinto melódico que resulta un bellísimo arrullo para el alma. Por supuesto, es absurdo pretender novedades o innovación en este tipo de material, aquí el objetivo no es sorprender ni descolocar si no emocionar. Y, en ese sentido, “Gold country” es, sin duda alguna, un disco ganador.
-Chris Wollard & The Ship Thieves “Chris Wollard & The Ship Thieves” (2009)
Ya que hablamos del más reciente disco de Chuck Ragan, es justo también ocuparnos del proyecto solista (bueno, casi solista ya que está acompañado de diversos músicos, entre los que encontramos a George Rebelo, baterista de Hot Water Music) del otro cantante y guitarrista de Hot Water Music. Wollard ya había liderado The Draft unos pocos años atrás, cuando su grupo principal estaba disuelto, siguiendo, justamente, esa misma línea musical de puro y emotivo Punk Rock con aristas Post-Hardcore. Aquí la cosa pasa por otro lado. No es sorpresivo que encontremos en este debut homónimo preciosas gemas de puro Folk-Rock, con las guitarras acústicas al frente y la voz de Wollard desgranando las más melancólicas melodías con su tono grave y reposado (y bastante menos rasposo que el de su barbudo co-equiper), pero lejos está este hombre de simplemente repetir lo hecho por su camarada Ragan. En primer lugar, no se trata de un álbum sólo de Folk, si no que se suman otros ingredientes y lo que predomina es una suerte de Indie-Rock cadencioso, sentimental y maduro. El toque rural está presente, pero de la misma forma en que aparece en bandas como Pavement o Sebadoh, sólo que aquí está despojado de todo atisbo de ironía o desganada desprolijidad. Por otro lado, el tono de las composiciones, si bien hace gala de una emotividad superlativa (algo casi inevitable para esta gente), no resulta tan solemne y tradicional como el de “Gold country”, si no que está encarado desde una perspectiva más Rockera, por así llamarla. Precisamente, el entramado instrumental de guitarras acústicas, eléctricas, bajo, batería y teclados dibuja pinturas de tintes psicodélicos (por momentos, hasta rozando una especie de Grunge a la Screaming Trees) alejadas de la ortodoxia Country pero siempre con la vista puesta en crear melodías certeras y sensibles arreglos. El punto, como siempre, son las canciones y les aseguro que aquí encontrarán diez ejemplos de perfección artesanal en ese sentido, de un nivel capaz de competir con los mejores momentos de Hot Water Music, aunque en otra frecuencia, claro está. Ok, sigo esperando ansioso nuevo material discográfico de Hot Water Music pero, por ahora, lo hecho por sus cabecillas sirve como excelente paliativo para calmar la sed de buenas canciones.
-The Swine “Flock of pigs” (2009)
Por fin. Si hay algo que la escena dumbeta actual (desde el Doom tradicional al Post-Metal, el Sludge, etc.) estaba necesitando era sacudirse un poco tanta solemnidad y tanta grandilocuencia épica. The Swine es un proyecto unipersonal comandado por un tal Aaron M. y, si bien no se puede decir que esto sea material humorístico ni nada por el estilo, el tipo se las arregla para darle a su abrasivo Sludge-Noise-Industrial una frescura y un desenfado inéditos. En lo estrictamente musical resuenan los ecos de bandas como Swans, Godflesh, Melvins, Eyehategod, Unsane y hasta algo de The Jesus Lizard, lo cual nos da la pauta de que no se trata de un agradable y sonriente paseo por verdes praderas. Un parsimonioso groove mecanizado sostiene algunos de los riffs más podridos de los últimos tiempos (todos generados por un bajo saturadísimo de distorsión y sin guitarras), mientras diversos samples aportan los climas opresivos y la voz se debate entre gruñidos a la Justin Broadrick, hipnóticas letanías melódicas a la Michael Gira y psicóticas diatribas alcoholizadas que remiten inevitablemente a David Yow. Nada especialmente original, claro, pero entregado con un profundo conocimiento del terreno y una desfachatez que espantan el aburrimiento y las acartonadas poses metaleras sin concesiones. Hasta tenemos una genial versión de “In A Gadda Da Vida” donde aquel legendario riff principal se retuerce en gruñidos distorsionados y los solos interminables son reemplazados por una breve y mucho más certera lluvia de feedback y ruido blanco. Y, como si esto fuera poco, The Swine ofrece este y otros discos para descargar de forma absolutamente gratuita en su myspace, www.myspace.com/uglydirge. Yo no me lo perdería.
-Warrior Soul “Destroy the war machine” (2009)
Warrior Soul siempre fue una banda a la cual se le hizo imposible encajar del todo en las tendencias rockeras. Nacieron a fines de los ochentas con un sonido que rescataba la crudeza Proto-Punk de Stooges y MC5 (de estos también tomarían sus fuertes posiciones políticas), el épico sentido riffero y la soltura Hard-Rockera de Led Zeppelin, algo de densidad BlackSabbathera y ciertos aires exóticos entre la Psicodelia y el Post-Punk. Así, resultaron demasiado experimentales y virulentos para la superficialidad del Hair-Metal y demasiado épicos y politizados para la subsiguiente Nación Alternativa. Con el tiempo su veta más reventada, por así llamarla, ganó protagonismo y el grupo se disolvió a mediados de la década pasada sin alcanzar el suceso comercial esperado. Varios años, compilados y proyectos después, Warrior Soul retorna con la energía renovada y retomando las atmósferas casi apocalípticas y la rabia politizada de sus primeros trabajos. De hecho, este “Destroy the war machine” estaba pensado para editarse el año pasado bajo el nombre de “Chinese democracy” como clara chicana a Guns N’ Roses. Siempre bajo el atento liderazgo del vocalista Kory Clarke (actualmente también cantante de los dumbetas Trouble), el ahora quinteto se mueve entre una crudeza Punk-Rockandrollera, una solidez casi metálica, algo de groove Hard-rockero y el obligado toque de oscuridad psicodélica en las melodías. Las letras, como era de esperarse dados los tiempos que corren, encuentran a Clarke explayándose con una lucidez siempre rabiosa sobre diversos tópicos políticos, con su particular estilo entre mesiánico, amargado e irónico. Las guitarras suenan afiladas y poderosas, escupiendo riffs tan potentes como gancheros, deslumbrando con arreglos de una sensibilidad melódica irresistible y manteniendo a rajatabla el nervio rockero al rojo vivo. La base rítmica pega duro y firme, con el grado de groove necesario y una fuerza inhumana, y la voz del melenudo Kory adorna todo con su tono cascado y desenfadado, casi como un Iggy Pop con piedras en la garganta. Son sólo ocho canciones que sirven como delicioso aperitivo para saborear lo que esta nueva encarnación de Warrior Soul puede ofrecer.
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