Por Fernando Suarez.
-Japanische Kampfhörspiele “Luxusvernichtung” (2009)
Lo que estos germanos presentan en este delirante trabajo son “cincuenta y cuatro poemas serenos” comprimidos en diecinueve minutos, a los que se suma un track extra que aglutina todos los riffs del álbum. Claro, esto es Grindore y la influencia del “Altered States of America” de Agoraphobic Nosebleed es más que evidente, aunque más no sea en el espíritu con el que esta obra fue concebida. La diferencia es que aquí no hay baterías programadas ni opresivas atmósferas de ruido Industrial. De alguna forma esto se asemeja más a aquel clásico “Torture garden” de Naked City, pero sin el Jazz y con un approach claramente más metálico, por así llamarlo. Los temas son brevísimos estallidos, retazos de canciones que desaparecen vertiginosamente en un flujo constante de ideas inconexas. Las voces de Markus "Bony" Hoff y Martin Freund (sí, tienen dos cantantes) se alternan entre gruñidos guturales y alaridos casi payasescos, mientras las guitarras se enredan en miniaturas rifferas que exploran todo lo que el género tiene para ofrecer, desde los machaques Thrashers, hasta las disonancias más incómodas, pasando por intrincadas secuencias de dedos desparramados sobre el diapasón, borroneadas erupciones de ruido y hasta cierto groove entre Hardcore y Rockero. Queda claro que el objetivo es jodernos la cabeza y dejarnos desconcertados. Prueba superada, debo decir. No falta el sentido del humor, por supuesto, pero el sexteto se las arregla para eludir la mera parodia sin sustancia de bandas como Excrementory Grindfuckers. Aquí hay mucha música y el concepto se sostiene a base de buenas ideas y un desquiciamiento sumamente personal. Es un disco contraindicado para aquellos que prefieren los desarrollos lentos y las composiciones que fluyen orgánicamente, y ciertamente hay que tener una mente abierta (aún para los parámetros del Grindcore) para desentrañar la musicalidad escondida debajo de semejante histeria compositiva. Si se sienten capacitados, metan la cabeza dentro de esta licuadora. Es un viaje agitado y seguramente terminen mareados y con nauseas, pero les aseguro que vale la pena.
-Snail “Blood” (2009)
La vanguardia metálica siempre se mueve en ciclos. A finales de la década pasada el Mathcore fue revolución con su despliegue de histeria y frenetismo. Luego llegó el turno del Post-Metal con sus paisajes abstractos y sus estallidos volcánicos. En los últimos años se fue gestando una subtendencia (en la que podríamos agrupar a bandas como Jucifer, Torche, Helms Alee y Disappearer) que rescata algo de la intelectualidad del primero, la densidad Sabbáthica del segundo y a ello le suma un profundo respeto por la melodía y la estructura de canción tradicional, casi tocándose con el Grunge, de cierta forma. A pesar de las similitudes y de su origen geográfico (Seattle), sería incorrecto meter a Snail en dicha bolsa, sobre todo si tenemos en cuenta que el grupo data de principios de los noventas, aunque hayan pasado quince años desde su anterior disco, el ep “All channels are open”. Pero, claro, tampoco hablamos de un género firmemente establecido, si no más bien de sensibilidades similares. Así, en “Blood” encontramos guitarras fuzzeras y gordas, texturas entre ruidosas y psicodélicas, bases rockeras y contundentes y líneas vocales de una sensibilidad melódica asombrosa. Por momentos la cosa se acerca al Stoner más cancionero (pueden tomar a los primeros trabajos de Queens Of The Stone Age como referencia), pero con un sonido mucho más pesado (aquí se asoma el afro de King Buzzo) y arreglos lisérgicos que toman tanto de las obsesiones cósmicas del primer Pink Floyd como de la dulzura Pop ruidosa de My Bloody Valentine. Si retomamos la idea de los ciclos no es tan extraño comprobar como aquí se van rescatando los setentas y los noventas (que ya habían rescatado aquella década a través del filtro Punk), puestos bajo un prisma de sofisticación aportado por las generaciones actuales. Más allá de estas teorías, lo importante siguen siendo las canciones y en eso el cuarteto la tiene más que clara. La figura del disco son las melodías vocales de Mark Johnson, emotivas, soñadoras, crudas o amenazantes, según la ocasión lo requiera, y siempre gancheras y creativas. Con coros exquisitos parados en algún lugar entre los Beatles y Meat Puppets, flotando sobre el espeso magma sonoro generado por las guitarras. De hecho, las seis cuerdas también aportan lo suyo, dibujando paredes sónicas (a veces a pura contundencia riffera y a veces con infinitos estratos sonoros ayudados por delays y efectos varios) que completan el cuadro con una imaginación superlativa. Alguna vez Bob Mould dijo algo así como que el Rock de los noventas buscaba conjugar ruido, melodía e inteligencia y que la mayoría de los grupos lograban mantener dos de esas cualidades pero pocos llegaban a las tres. Si ese fuera el caso, esta nueva camada de músicos paridos por la década pasada parece haber alcanzado dicho objetivo sin problemas y nos recuerda que toda la virulencia del mundo no sirve de nada sin las buenas canciones.
-Total Terror “Total terror” (2009)
Dan Swanö debe ser el tipo con más proyectos en la historia del Metal extremo. Desde la genialidad de Edge Of Sanity (probablemente la mejor y menos apreciada banda de Death melódico de la década pasada), hasta el Hard-Rock Gótico de Nightingale, pasando por el Death vieja escuela de Bloodbath e Infestdead (su homenaje a Deicide), los delirios de Pan-Thy-Monium y Karaboudjan, el Black Sinfónico de Diabolical Masquerade y hasta un disco solista (“Moontower” de 1998) donde conjugó Death y Rock Progresivo de forma única, este hombre no deja nada en el tintero. Y eso que sólo mencioné algunos de los tantos grupos en los que ha participado. Total Terror no es una nueva banda de Swanö, se trata de un viejo proyecto de principios de los noventas, donde él, junto a Andreas Axelsson y Benny Larsson (todos miembros de Edge Of Sanity en esos años) daban rienda suelta a su pasión por el más sucio Hardcore-Crust. Llegaron a grabar, entre 1993 y 1994, un demo y un disco que nunca se editó y recién ahora el bueno de Dan juntó todo ese material, lo remezcló, lo remasterizó y nos lo entrega en un cómodo pedazo de plástico. Como podrán imaginarse, esto no es material de vanguardia ni mucho menos. Claramente aquí los objetivos eran otros. Probablemente emborracharse hasta perder el equilibrio y pasar un rato ameno puteando al sistema en sueco (vaya cosa curiosa, ¿no?) y reciclando los riffs más enojones del catálogo de Discharge, Extreme Noise Terror y demás popes del género. Por supuesto, para apreciar del todo este producto hay que ponerlo en perspectiva. ¿Cuántas bandas Crust sonaban así de bien a principios de los noventas? ¿Cuántas se atrevían a meter pequeñas digresiones genéricas a fin de refrescar la propuesta? ¿Cuántas que, en esa época, combinaran la mugre intrínseca del Crust con la precisión y cierta gordura del Death Metal? Hasta es posible detectar un par de riffs que suenan sospechosamente similares a otros utilizados por Nasum en su clásico álbum debut “Inhale/Exhale”, disco (oh, casualidad) producido por el mismísimo Dan Swanö. Por lo demás, no esperen encontrar ningún punto evidente de contacto con el resto del catálogo del sueco. Su voz posee aquí una crudeza que nunca antes se le había escuchado, dejando completamente de lado los gruñidos Deathmetaleros y la oscura sensualidad de sus voces limpias. En definitiva, sin ser un material revolucionario, lo de Total Terror parece haber sido un eslabón perdido en el Crust sueco que explica mucho de lo que vendría después en dicha escena.
Si un disco abre con seis minutos de asfixiante ambientación Industrial sobre la cual un tipo con la voz absolutamente distorsionada grita como si se tratara del más violento discurso Hitleriano, ya podemos intuir que la cosa se va a poner jodida. Absentia Lunae viene de Italia, este es su segundo disco y se inscriben claramente en la línea más abrasiva del Black Metal de vanguardia de los últimos años. No le temen a las máquinas y los teclados, siempre y cuando sean empleados en pos de generar abrasivas texturas que opriman el alma e infecten los sentidos, pero el timón de sus enroscadas composiciones lo lleva la guitarra con su maremagnum de riffs ideados para alterar los sentidos con la minuciosidad de un científico loco. Olvídense, entonces, de la crudeza minimalista de DarkThrone o Mayhem y de la épica pomposidad de Emperor. La laberíntica complejidad de Absentia Lunae está más cerca del negro surrealismo de Deathspell Omega y Axis Of Perdition, aunque todavía no lleguen al nivel de deformidad de dichas bandas. Hasta el concepto que aúna el disco se aleja de los típicos tópicos satanistas o paganos (o, al menos, de las formas típicas de encarar dichos temas), en pos de rebuscadas elaboraciones crípticas de las que lo único que se puede sacar en claro es un irredimible desprecio por el mundo moderno. En lo musical, la banda suena aceitadísima, llevando su corazón Blackmetalero (esto sería algo así como el negro y apachurrado corazón del Sr. Burns en los Simpsons) a un envolvente viaje por fértiles terrenos de exploración sonora y estructural, dibujando ominosas pinturas plagadas de enfermizos detalles. Los ritmos van y vienen en caóticas arquitecturas con un trabajo percusivo que no desentonaría en el más frenético de los Mathcores, las voces apuntalan la faena con taladrantes alaridos pero no dejan de lado alguna que otra melodía bien puesta, las guitarras (como ya dije antes) dominan la situación con un impresionante despliegue de ideas siempre puestas al servicio del mal, los sonidos digitales rellenan todo aportando una profundidad tridimensional a estas infernales visiones y tomando la posta cuando la música exige algún que otro tenso respiro, hasta el bajo se escucha en más de una ocasión, proponiendo armonías poco comunes en el mundo del Negro Metal. En cualquier caso, el resultado es siempre violento y sin ninguna intención de suavizar el sonido ni nada por el estilo. De hecho, esto es mucho más difícil (por así decirlo) que cualquier cosa hecha por los próceres del sonido Noruego y eso lo logran estos tanos trascendiendo las estrictas reglas del género. Si disfrutan del Black que va más allá de las poses y los mismos temas de siempre robados a Bathory y Hellhammer, no se pierdan esta sórdida experiencia.
-Sights And Sounds “Monolith” (2009)
Hoy en día, si un disco ostenta el grandilocuente título de “Monolito”, uno inmediatamente imagina otro clon de Neurosis/Isis siguiendo al pie de la letra los manuales de dinámica Post-Metalera. Ahora bien, si el grupo en cuestión es un proyecto liderado por Andrew Neufeld, cantante de los Hardcore Comeback Kid, la cosa deja de estar tan clara. Bueno, Sights And Sounds no tiene nada que ver con el Post-Metal (bueno, tal vez un poco…ya llegaremos a eso) y mucho menos con el mosh, las bermudas, el vegetarianismo y los tatuajes. Otro dato importante es que este disco debut haya sido producido por Devin Townsend. No se ilusionen, tampoco hay Strapping Young Lad aquí, pero sí podemos tomar alguna que otra referencia de Ocean Machine o los trabajos solistas más melódicos del canadiense. Pero tampoco crean que eso es todo. Ok, tenemos esa cruza de guitarras distorsionadas y melodías entre Poperas y espaciales, enmarcadas en estructuras épicas que suelen moverse entre cristalinos remansos y emotivas explosiones. De ahí que exista alguna que otra conexión con el mencionado Post-Metal. La principal diferencia estriba en que el departamento melódico del cuarteto bebe claramente de las fuentes de lo que se conocía como Emo a principios y mediados de los noventas. Las influencias de bandas como Sunny Day Real Estate o Elliott son claras, pero aquí están trabajadas de forma claramente Progresiva, sumando teclados, coros y diversas texturas que hacen aún más difícil la categorización de la propuesta. Justamente, otra comparación que acude a mi mente es con grupos como Cave In o Poison The Well, tomando bastante de la combinación de gancho melódico, profundidad emotiva, vuelo cósmico y virulencia Hardcore-Metalera de los mismos. Sin entrar en terreno virgen, Neufeld y los suyos se las arreglan para ofrecer un producto sumamente personal, esquivando con gracia lo predecible sin por ello olvidar el poder de las canciones. Claro, algunas melodías pecan de cierto exceso de dramatismo y la falta de definición del grupo hace que su propuesta por momentos se disperse demasiado, pero esas son características fácilmente atribuibles a un entusiasmo exacerbado, algo que sólo el tiempo puede corregir. Claro, la gente más cerrada del Hardcore y el Metal odiará este disco por sus melodías dulces, sus composiciones complejas y su pulidísima producción. Al mismo tiempo, es difícil que el público mainstream se enganche con un disco tan imprevisible y ecléctico, aunque a esta altura todo es posible. En fin, esto no es material para rudos muchachotes, ni para frágiles adolescentes maquillados, ni para adultos cargados de ácida ironía nerd. Pero, de alguna forma, todos ellos podrían encontrar algo aquí que los satisfaga. Es sólo cuestión de darles una oportunidad.
-Asphyx “Death... The brutal way” (2009)
En el comentario de Snail hablamos de los ciclos que se suceden dentro del Metal y pareciera que ha llegado el momento de volver a las jodidas canciones de una buena vez. Bueno, desde hace unos años el Death Metal viene contraatacando la nauseabunda marea de peleles conocida como Deathcore con propuestas que se remontan a lo más simple y directo del género, demostrando que la técnica y la brutalidad sin las buenas canciones, son pura paja. Así, grupos como Cretin, Death Breath (con Nicke Andersson, ex Entombed y The Hellacopters) o los japoneses Coffins rescataron esa mugre embarrada de clásicos como Entombed, Repulsion, Obituary, Bolt Thrower o Autopsy y la trajeron al presente con una frescura inédita. Entre las bandas de la nueva camada podríamos mencionar a Hail Of Bullets quienes, liderados por Martin Van Drunen, editaron el año pasado el excelente “…Of frost and war”. Tal vez la buena recepción que obtuvo dicho álbum hizo que Van Drunnen (un tipo que también paseó su rota garganta por grupos como Pestilence, Comecon y los mencionados Bolt Thrower) decidiera reunir a una de sus bandas principales, los holandeses Asphyx. Casualmente, un grupo que siempre (desde sus inicios en 1987) se caracterizó por condimentar su ominosos Death Metal con toques de Doom y un groove que los acercaba inevitablemente a Obituary. Lo que trae, entonces, este séptimo disco es algo más que mera nostalgia. Es otra prueba definitiva de que enroscarse los dedos en el diapasón, apilar un riff arriba de otro como oligofrénicos y reemplazar los ritmos por ametralladoras a repetición sin ningún tipo de matices más allá del, a esta altura, insoportable breakdown, sólo lleva al más profundo de los aburrimientos. Aquí mandan las canciones, los riffs son certeros y carnosos y NUNCA se pasan de rosca metiendo más notas de las que hacen falta, la batería acelera e invita al más desaforado headbanging pero también entiende la necesidad de dejar espacios para respirar. Vamos, que no hace falta ir a mil por hora para transmitir violencia. Y hay más. Los aplastantes y lisérgicos (sí, el Death Metal solía tener un marcado componente psicodélico debajo de las inefables capas de grave distorsión y los dobles bombos afiebrados) rebajes dumbetas, los machacosos medios tiempos escupidos con un odio casi marcial y la cascada voz de Van Drunnen, una especie de mezcla entre John Tardy y Chuck Schuldiner pero con una personalidad pocas veces escuchada en el mundo de los gruñidos. Por supuesto, esto no es material de avanzada (aunque el sonido deja de lado la desprolijidad de antaño, con resultados contundentes y refrescantes) ni mucho menos. Y está más que claro que el objetivo es otro. El Death Metal si no es entretenido no tiene razón de ser. ¿O acaso alguien busca significados profundos en la literatura de Lovecraft o el cine Gore? Si quieren cincuenta minutos de pura diversión violenta, he aquí un más que suculento plato.
-Chord “Flora” (2009)
Veamos, la explicación técnica (por llamarla de alguna forma) sería más o menos así: Chord (acorde) es un colectivo de Drone minimalista compuesto por un núcleo de cuatro guitarristas (miembros de Pelican, Unfortunaut, Anatole y X-Bax) que buscan, justamente, alcanzar un acorde a través de la conjunción de notas individuales. O sea, cada acorde está compuesto de varias notas (en este caso hablaríamos de cuatro, obviamente) y cada guitarrista se concentra en una sola de esas notas con el fin de que la amalgama de las mismas de cómo resultado el acorde deseado. Lo que hace interesante a esta búsqueda (claramente inspirada por Glenn Branca y sus sinfonías para orquestas de resonantes guitarras eléctricas) son los, por momentos, azarosos factores rítmicos y estrictamente sonoros (es decir, referentes a las texturas de cada instrumento) que quedan expuestos en la construcción del bendito acorde y que hacen que su supuesta rigidez desaparezca en un orgánico ondular. Hasta ahí vamos bien y es más que entendible que la gente de Neurosis (tan afectas a este tipo de experimentos, como bien demostraron con Tribes Of Neurot) haya editado este disco debut en su propio sello, Neurot Recordings. Pero más allá de las sesudas elucubraciones, lo que aquí tenemos es un relajante viaje por cósmicas postales de pura abstracción. No hace falta tener conocimientos académicos (ni de ningún tipo) para disfrutar plenamente de estos acordes. Claro, ustedes dirán que esto es básicamente música Ambient o New Age pero tocada con guitarras distorsionadas. Y tal vez tengan razón, pero ciertamente las imágenes aquí invocadas poco tienen que ver con los collages sónicos de la primera y los idílicos paisajes de la segunda. Digamos que si el Drone reduce al Doom a su elemento más primigenio (el riff), Chord busca concentrarse aún más en el minimalismo, desnudando así no sólo el vasto universo tímbrico que se esconde en las formas musicales más básicas si no también (y más importante aún) la vasta gama de sensaciones y visiones que dichos sonidos pueden generar en el oyente sin necesidad de ningún tipo de artificio. Si, tal como dicen los manuales, la música es el arte de combinar los sonidos en el tiempo, entonces este “Flora” es música en estado puro. Pero no es bueno guiarse por manuales. Escúchenlo y descubran por su cuenta lo que estos sonidos disparan en sus propias almas.
-Darkest Hour “The eternal return” (2009)
Esto va a sonar bastante idiota, pero mi relación con Darkest Hour siempre fue un tanto complicada. Por un lado son una banda que me cae simpática, su actitud en reportajes y sobre las tablas siempre está teñida de un saludable e inteligente sentido del humor y sus conexiones con grupos como Refused o Frodus me hacen pensar que los tipos son buena gente, por así decirlo. Por el lado musical la historia es distinta. No son una banda sumamente original ni nada por el estilo, pero en general se las arreglan para ponerle su propio sello a la, a esta altura, trilladísima combinación de Death melódico sueco, Thrash y Hardcore que ellos mismos ayudaron a imponer a fines de la década pasada. Mi problema es que suelen ser bastante irregulares, tienen discos aceptables (“So sedated, so secure”), algunos sencillamente chatos y soporíferos (“Undoing ruin”) y otros con un nivel que supera ampliamente la media aún sin llegar (ni por asomo) a ser obras maestras. En ésta categoría pondría al anterior “Deilver us”, donde estos washingtonianos lograron condimentar los machaques de ayer y hoy con melodías que iban más allá del esquema sueco y se adentraban en terrenos de profundidad emocional poco comunes en sus pares. Así, llega este “The eternal return”, álbum número seis y el primero sin la presencia de Kris Norris, reemplazado por Mike Carrigan, ex guitarrista de At All Cost. Debo reconocer (no sin cierto grado de congoja) que he comprobado una vez más que nunca hay que creer a las gacetillas cuando hablan de “una pieza maestra del Thrash moderno”. Me duele ser cruel con esta banda pero más me duele que hayan tirado casi completamente por la borda los avances expuestos en “Deliver us” en pos de la misma copia de At The Gates que ya escuchamos quinientas millones de veces. Lo peor de todo es que si se tratara de algún grupito mediocre de los que abundan en dicho subgénero, no me haría problema. Directamente los ignoraría y seguiría feliz con mi vida. Pero no. Darkest Hour no deja de mostrar la hilacha de un potencial que pareciera que nunca logran cristalizar del todo. El sonido es impecable, lo mismo las interpretaciones, las guitarras dejan caer alguna que otra buena idea y hasta me atrevería a decir que las canciones están construidas decentemente y tienen cierto gancho. La principal contra (a mí parecer, claro) es que cuando uno se va entusiasmando con un tema cualquiera, en seguida meten algún riff absolutamente genérico o esos punteos de calesita que, como mucho, pueden provocar risa. Y esto sucede en todos los temas de este disco. En fin, calculo que los incondicionales disfrutarán sin problemas de “The eternal return” y estoy seguro de que los detractores lo odiarán con ganas. En mi caso (que no me considero en ninguno de esos extremos) seguiré esperando el día en que Darkest Hour se decida a poner toda la carne al asador y entregar un disco que le haga justicia a sus latentes capacidades.
-Vicious Cycle “Pale blue dot” (2009)
Sinceramente, me llena de satisfacción que del Hardcore todavía surjan bandas que, manteniendo la energía primigenia del género, aporten buenas ideas y una mirada inteligente que sobrepase la pavada del Straight Edge y las poses de chicos rudos. En definitiva sería un grave desperdicio que el legado de auténticas leyendas como Minor Threat, Bad Brains o Black Flag se diluya en la mera repetición de clichés y dogmas genéricos. Vicious Cycle (no se asusten por el nombre, aquí a nadie le interesa lo que coman los demás) es un cuarteto canadiense que mantiene viva la llama del espíritu revolucionario del Hardcore, siguiendo de alguna forma los pasos de sus compatriotas Fucked Up (Damian Abraham, de dicha banda, aparece como invitado) pero acentúa aún más la relación con la salvaje crudeza de los abuelitos de toda esta historia: MC5 y The Stooges. Ojo, no se trata de Rock And Roll acelerado y podrido, aunque haya bastante de ese desparpajo y esa soltura en las canciones. El sonido, que va por la naturalidad a toda costa, y el afiebrado groove de la base rítmica ciertamente remiten a los años formativos del Rock, pero con la electricidad corriendo por las venas incansablemente y una frescura que nos impide negar la contemporaneidad del producto final. La cosa es rabiosa, rockera y mugrienta pero de ninguna forma genérica. Las canciones nos obligan a movernos como epilépticos hasta que la última gota de sudor ha tocado el piso y las letras hacen que nos detengamos a reflexionar. Las guitarras raspan, apropiándose tanto de los fantasmas de Greg Ginn y Lyle Preslar como de los de Pete Townshend, sin olvidar nunca el quiebre que significó el trabajo de Fugazi en dicho terreno. Las gargantas se quiebran a puro grito pelado, pero de ninguna forma están echándonos en cara nuestras miserias (aquí no se aplica la máxima de “tu error”) si no que nos están invitando a dejar que nuestra sangre hierva, a sacarnos de la cómoda apatía en la que vivimos. En otras palabras, lo que sería el Hardcore si en algún momento no se hubiera transformado en un mero club social con la mente cerrada donde las ideas no importan, como dijera alguna vez el gran Jello Biafra. Si están cansados de ser “cagones conformistas como sus padres” y no saben cómo escapar de ese influjo, aquí tal vez encuentren algo de inspiración para refrescarse la mente y el alma.
-Ingrowing “Aetherpartus” (2009)
A principios de la corriente década, Checoslovaquia se erigió en los más fétidos círculos del underground metalero extremo, como una de las embajadas más destacadas del Grindcore mundial. Bandas como Negligent Collateral Collapse, Cerebral Turbulency, Ahumado Granujo, Carnal Diafragma o los delirantes Contrastic ayudaron a construir dicha reputación en base a sonidos que, sin olvidar las embarradas enseñanzas de los primeros Carcass y Napalm Death, no temían dar una retorcida (justamente) vuelta de tuerca al viejo y querido Grind. Ingrowing es uno de los grupos más veteranos de dicha escena (llevan catorce años de carrera), siempre enfrascados en una imaginería futurista y una propuesta musical tal vez no tan experimental como la de algunos de sus pares pero igualmente personal. “Aetherpartus” es un ep de siete temas que llega tres años después de su último larga duración, “Cloned & enforced”, y nos muestra al cuarteto más afilado que nunca. La pista importante para entender de qué se trata este álbum está en su último tema, un cover de “Cut to the fit” de los desaparecidos Nasum. No es que Ingrowing haya dejado su identidad en pos de sumarse a los clones de los suecos, pero ciertamente la influencia de la ex banda de Mieszko Talarczyk se nota en más de una ocasión. Las guitarras escupen esos carnosos riffs Hardcoretas a toda velocidad de siempre, pero también se permiten amagues melódicos, estratégicas disonancias y hasta esas retorcidas construcciones que Bill Steer patentó en clásicos como “Reek of putrefaction” y “Symphonies of sickness”, pero filtradas a través de un sonido crudo y moderno al mismo tiempo. Las bases van a las chapas (como corresponde) pero no ignoran el poder dinámico que aportan unos rebajes aquí y allá. La clave, como suele suceder en estos casos, está en la frescura. Estas canciones están entregadas con tal pasión y entrega (valga la redundancia) que cualquier falta de originalidad pasa a segundo plano. Por otro lado, un par de escuchas atentas terminan por revelar la personalidad de Ingrowing, escondida bajo gruesas capas de blast-beats y gruñidos varios. En cualquier caso, esto es Grindcore y aquí lo único que importa es ver cómo estallan cerebros y se quiebran huesos, el implacable ataque a los sentidos que debe ser el género. En ese sentido, Ingrowing tiene las cosas más que claras y cumple sin problemas con los objetivos propuestos.
-Dysrhythmia “Psychic maps” (2009)
Taquicardia. Geometrías del absurdo. Contracturas en la mente. Eso es lo que ofrece Dysrhythmia. Eso es lo que viene ofreciendo desde hace diez años y no hay motivos a la vista para cambiar tal cosa. Claro, sería fácil decir que el trío es la versión instrumental y pesada del King Crimson más frenético y riffero, pero eso sería casi un insulto a tanta música contenida en este “Psychic maps”. Ya desde el anterior “Barriers and passages” se notaba un endurecimiento de la propuesta, con riffs que afilaban sus enroscadas vueltas para generar cortocircuitos en nuestras neuronas. Este quinto disco avanza aún más en esa dirección, con el enorme (literalmente) bajo de Colin Marston latiendo sísmicamente, generando un impenetrable colchón de graves para las sesudas elucubraciones guitarrísticas de Kevin Hufnagel. Como era de esperarse, la guitarra de este muchacho es la figura indiscutida del álbum, disparándose en todas las direcciones posibles, desdoblándose en laberínticos riffs y abruptos cambios de ritmo, estallando en disonantes secuencias de envolventes acordes, replegándose en breves remansos melódicos sin nunca perder de vista el crujir rockero que los aleja del mero exhibicionismo instrumental. Bueno, esto tampoco es Punk-Rock pero es imposible no encontrar ciertos puntos de contacto con bandas de raíces Punks como Don Caballero e inclusive Shellac o The Jesus Lizard. Esto es material eminentemente cerebral, de eso no cabe ninguna duda. Cada detalle está cuidado al máximo, cada golpe entra a la perfección, cada contrapunto está interpretado con una maestría superlativa y aún así el grupo mantiene en todo momento una fuerte sensación garagera, en el sentido de que suena como si estuvieran los tres juntos en un sótano sudando y retorciéndose como espásticos, con una naturalidad poco común en bandas con semejante grado de virtuosismo. Por dios, la intensidad que alcanzan estos tipos en ciertos pasajes especialmente virulentos es digna del más catártico de los Hardcores o del más elevado Free-Jazz. El frenético desparramo de dedos y brazos cobra un certero sentido cuando está puesto en pos de sacudir las entrañas, de estimular tanto el cuerpo como la mente en su afiebrado y caótico devenir. Dysrhythmia desafía los géneros y las clasificaciones (demasiado virulentos para el Rock Progresivo, demasiado virtuosos para el Punk, demasiado pesados para el Math-Rock, demasiado sueltos y variados para el Metal) y se concentra exclusivamente en entregar un producto musical de excepción, donde la impecable interpretación y la imaginación por las nubes nunca disminuyen la energía cruda y urgente de las composiciones. Para amantes de la buena música, ni más ni menos.
-The Human Quena Orchestra “The politics of the irredeemable” (2009)
El estómago de esta máquina cruje con odio. El polvoriento paisaje de vigas retorcidas y derruidos bloques de concreto se impone ante nuestros ojos. Pantallas rotas que lanzan las últimas transmisiones de esta era. Las quebradas voces del fin resonando en nuestras cabezas mientras tratamos de evitar respirar el enviciado aire que nos rodea. Azarosos shocks de electricidad moviendo serpenteantes como látigos en este eterno atardecer post apocalíptico. Zumbidos fúnebres son lo único que nuestros oídos reconocen en esta sinfonía de desolación mecánica. Lejanos mantras, sacerdotes enterrados bajo las ruinas de sus propias mentiras. Este silencio ensordecedor jugando con nuestros sentidos. El coro de insectos hambrientos intensifica su lineal melodía. La superficie se quiebra, revelando el oxidado esqueleto metálico que la sostiene. Mareas de carne humana transformadas en carbón. El estruendoso latido que forja nuestra perdición. Dedos huesudos estirándose entre las llamas. Explosiones de lava cambiando el rostro de la geografía. Las manos sobre nuestros oídos tratando de contener la espesa sangre que brota de ellos. Los dientes apretados hasta quebrarse. El vacío flotando sobre nuestras cabezas, abriéndose hasta tragarnos. Los recuerdos se desfiguran como fotografías ardiendo, la pesadilla se hace sólida y retumba en nuestros estómagos. Las lágrimas queman y dejan profundos surcos en nuestras ajadas mejillas. Todo esto que nunca nos perteneció ahora ha desaparecido y no hicimos nada para detenerlo. Fuimos las ovejas que se entregaron dócilmente en la puerta del matadero, preguntándonos qué significarían esas sonrisas cínicas. Nuestra humanidad fue mutilada por conceptos, por meras palabras diseñadas en la más abyecta de las penumbras. Las falacias de la naturaleza humana se transformaron en cadenas y tan sólo nos dejamos acostumbrar a su peso restringiendo nuestros movimientos. Y estos gritos desgarrados que sobrevuelan como fantasmas nos atormentarán, recordándonos por siempre que fuimos nosotros mismos quienes dejamos que esto sucediera.
-Freaknation “7x3” (2009)
¡Poder violencia, tíos! Oh sí, la plaga se extiende a toda velocidad (cómo corresponde) y hasta la península ibérica se suma al revival del Powerviolence con este cuarteto que no tiene nada que envidiarle a sus pares norteamericanos. Veintiún temas en dieciséis minutos y medio. No hay tiempo para descansar pero tampoco para aburrirnos. Breves erupciones de pura paranoia exacerbada, blast-beats caóticos, una guitarra en llamas y salvajes alaridos que hacen hervir la sangre. El Hardcore empujado con saña a su estadio más extremo, acelerado y rabioso. Cantado en castellano, pero los desafío a entender una sola de las palabras escupidas por estos hiperactivos muchachos. Ni siquiera hay lugar para rebajes Sludge aquí, esto es puro vértigo con el medidor de intensidad en un millón. Ni siquiera podemos reflexionar sobre la originalidad del producto, Freaknation pega primero y lo hace dónde más duele. Como rareza, se lanzan a versionar a los geniales Disharmonic Orchestra, aunque, claro, toman un tema de su legendario split con Pungent Stench, es decir la época más Grindcorera de los suizos. En fin, no hay mucho más que agregar. El sonido cumple con las expectativas básicas para este tipo de trabajos (es decir, es crudo sin perder claridad y pone siempre la fuerza como principal objetivo), las interpretaciones son ajustadísimas (algo no tan simple como puede parecer a simple vista. Mantener tanta velocidad y agresión sin decaer ni por un segundo requiere de un gran esfuerzo físico y de una concentración superlativa) y las canciones son perfectas bolas de odio vomitadas a toda velocidad. Ideal para descargar el odio en estas jornadas post electorales.
-Thou “Through the empires of eternal void” (2009)
No es la más original de las ideas, pero a quién le importa. Si, como dijo alguna vez Rob Zombie, Black Sabbath ya inventó todos los buenos riffs que existen, no tiene nada de malo homenajearlos eternamente. Estos sureños llevan cuatro años, dos discos y unos cuantos ep’s rindiendo pleitesía a las más oscuras enseñazas rifferas de Tony Iommi a través de un sonido que se mueve entre lo más espeso del Doom, el Sludge, algo de Black Metal y cierto corazoncito Crust (en su Myspace puede leerse la sentencia “Hay una violencia que libera y hay una violencia que esclaviza”). Y sí, aquí decidieron lanzar este ep con cuatro covers de Black Sabbath como para que no queden dudas de su linaje. “Into the void”, “Sweat leaf”, “Lord of this world” y “Black Sabbath” se encuentran aquí trasladados a la pantanosa suciedad de Louisiana, con las guitarras saturadas de graves, el bajo emitiendo constantes frecuencias sub-acuáticas y la voz transformada en un quebrado alarido de pura desesperación. Por supuesto, son reinterpretaciones fieles (más allá de las diferencias señaladas y la obvia distancia sonora que dan más de treinta años de diferencia) y sin sobresaltos. Hablar de ideas u originalidad en estos casos es absurdo, está más que claro que los objetivos de un trabajo de este tipo pasan por otro lado. Vamos, son temas de Sabbath hechos Sludge, no puede fallar nunca. Todas las bandas de Metal deberían estar obligadas a editar algo así al menos una vez en su vida.
-Pre “Hope freaks” (2009)
Huesos que se doblan como gelatina, miradas desorbitadas y un universo infinito de cosas horribles caminando sobre nuestra piel. La risotada desencajada de aquellos que están del otro lado. El Rock apaleado y cubierto de vomito ajeno. Pre se arranca el chaleco de fuerza con los dientes y nos muestra sus encías cubiertas de pus y sangre. Una base instrumental que dibuja la más degenerada orgía surrealista con frenéticos golpes de batería y una guitarra que estira sus capacidades sonoras hasta el límite, crujiendo, chillando y lanzando dardos envenenados hacia nuestras indefensas mentes. Una voz (la de la desquiciada japonesa Akiko Matsuura) que se retuerce con melodías de enfermiza festividad y estalla en declamaciones con la mandíbula tensionada y el cuerpo magullado. Ok, a simple vista las similitudes con los gloriosos Melt Banana son evidentes, en especial en el terreno vocal. Pero estos británicos dejan de lado la velocidad casi Hardcore de los mencionados nipones en pos de ritmos casi bailables. Bueno, se podrían bailar si uno se dedicara a destruirse las articulaciones a martillazos. ¿Dije Noise-Rock? No, no lo dije pero es obvio que la cosa viene por ese lado. Hasta encontramos al Señor de todas las cosas ruidosas, el eterno Steve Albini, tras las perillas de este segundo disco. La enfermedad de Pre, no obstante, poco tiene que ver con el sórdido submundo de The Jesus Lizard o las opresivas pesadillas urbanas de Unsane, tal vez las dos referencias que más se repiten en esta suerte de revival del género. Esto es mucho más crudo, una locura salvaje que se presenta escondida detrás de una perversa inocencia falaz. Las desencajadas letanías disonantes de Arab On Radar son otra buena referencia para aquellos que están en el tema. Histeria pura, guitarras que raspan como navajas oxidadas, ritmos entre catárticos y ridículos, y una voz que no acepta medias tintas en su gloriosa desafinación. “Hope freaks” revela una dicha masoquista y sudorosa, abraza el abismo y lo cubre de colores psicodélicos mientras danza con él. Atrévanse a mirarlo a los ojos y descubran todo aquello que nunca hubiesen querido saber sobre ustedes mismos.
1 invocaciones del cosmos:
Fer hay veces que mencionas cada banda en las reviews que me emociona.
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