24 de julio de 2009

No meás, whatever



NoMeansNo

Fecha: 23 de julio del 2009
Lugar: Gebäude 9, Colonia, Alemania

Jueves a la noche en Siegen, tren a Colonia, hay que volver temprano. Ni siquiera sabía si encontraría entrada (10 euros de gastos de envío... me, poor sudaca, not so many euros). Pero en definitiva, aquí estamos. No estaría posteando esto de otro modo. A no ser que lo esté inventado todo, ah nunca lo sabrán. Bah en realidad si, se ve en las fotos, son sacadas por mi propia y barata camarita.

En fin, el lugar del toque era un galpón industrial con un ambiente muy cool, algo que por primera vez encuentro en Alemania, incluyendo mi viaje anterior: un lugar en el que dando la vuelta a la esquina podés encontrarte un trava tranzando con un chongo y amigos tomando cerveza al costado mientras charlan trivialidades como si nada. No, nada de Bruce LaBruce o Fassbinder que haya visto en mis viajes por tierras teutonas, hasta este momento, claro. Al parecer el lugar era un galpón reciclado donde vivían diferentes personajes típicos alemanes como salidos de películas de los mencionados directores de cine.



Entre paredes pintadas, bolsas de basura y viejitos punks tatuados caminé con la esperanza de conseguir entrada, y en efecto, no estría aquí escribiendo si no lo hubiese logrado. Como dije, viejitos punks tatuados: nadie de entre la gente que me crucé mientras esperaba para entrar bajaba los 30 años de edad. Está bien, ya dentro del boliche había algunos veinteañeros nerds, pero el core era definitivamente 30 para arriba.
Bien ahí (?)

Ampersand, la banda local que hizo de soporte superó ampliamente las expectativas (considerando que eran nulas no parece un logro tan importante, pero estuvo muy bueno, posta), desplegando una mezcla de rock muy groovero e infeccioso con mucha actitud punk y toda una gama de ritmos gancheros para mover la patita y hacer headbanging con cara torcida a lo Billy Idol.



Oriundos de Colonia, el trío hace todas las canciones en inglés, en una clave de rock riffero con una base entre funk y blusera que te obliga sin piedad a mover el esqueleto. Y en efecto algunos lo hicieron. Un gordo borracho que tenía a mi lado terminó haciendo un despliegue de pasos ridículos que eventualmente me hicieron desviar la mirada y me sacaron un par de sonrisas. Creo que todos saben que los alemanes borrachos son MUY diferentes a los alemanes sobrios.



Terminado el despliegue de canciones gancheras de Ampersand subieron los viejitos canadienses con sus bermudas, sus camisas a cuadros (bueno, al menos el batero John Wright no faltó a la premisa de la camisa a cuadros y los lentes culo de botella) y sus canas y no pude evitar acordarme de un amigo que seguramente vaya a leer este artículo.



Esos Marshalls con los recubrimientos de cuerina rotos, ese bajo gastado de tanto cascarlo, y ojalá se pueda ver en las fotos el cabezal que estaba usando Rob Wright, toda una pieza digna de un local de antigüedades rockeras, que dicho sea de paso, sonaba como un serrucho, como debe ser. Y no solo sonaba, sino que acoplaba y aturdía cuando era necesario. En efecto así arrancó el show, mientras los hermanos Wright decían un par de chistes de la calaña a la que nos tienen acostumbrados ("no se preocupen, tenemos un set bastante corto, miren sino" decía John mostrando la lista de temas), Tom Hollinston se dispuso a conjurar una serie de acordes lentos que fueron construyendo una hermosa y épica melodía (Creo que era "Faith", disculpen mi ignorancia de la discografía de la banda) que debo reconocer, fue lo más lindo de la noche. Por supuesto, el arranque en crescendo terminó en un duelo de acoples que enganchó inmediatamente con los clásicos punkies más conocidos del trío, "Oh no, Bruno!", "The Day Everything Became Nothing", "Every Day I Start to Ooze", "Dead Souls", "All Lies"... hasta el bizarro "Mondo Nihilismo" con sus letras cáusticas cantadas por el mismo Hollinston y su voz nasal al servicio de la ironía (que es una escena muerta, ya lo sabemos).



En el medio del show y para tomar un respiro, el trío de canosos improvisó un diálogo muy a lo Spinal Tap que arrancó varias carcajadas teutonas de la audiencia, en el que Tom Holliston trató de pedirle a John Wright que introdujera el siguiente tema ("Madness and Death"), cosa que el baterista no podía hacer por hacerse el distraído, de modo que la introducción rimbombante quedaba caduca. En el proceso Rob Wright le iba dictando a Hollinston lo que tenía que decir, indicándole las clásicas frases hechas de los conciertos de rock: "preguntales si la están pasando bien"... "la están pasando bien?!"... "ahora preguntales si están listos para rockear"... "están listos para rockear?!". Qué genios, quise abrazarlos. Mientras hacían el sketch Hollinston se fijaba detrás de la guitarra, como si todas las preguntas estúpidas estuviesen escritas allí.



Finalmente "Slugs are Burning" y "Kill Everyone Now" hicieron de cierre, y tuve que partir a las apuradas para tomar el último tren de vuelta a Siegen. Por supuesto, no sin antes dejarle a Hollinston una copia del disco de Gran Cuervo (El cholulismo no para. Aún así no lo veo al canadiense escuchando cuelgues sabbatheros psicodélicos, pero quien sabe). Me perdí los bises desgraciadamente, si no quería quedarme a dormir en la estación de tren.

De todas formas a quién le importa, yo me quedo con este momento incrustado en el corazón. No todos los días se puede disfrutar de un show de una de las bandas más inteligentes, variadas y talentosas del punk, que bien pueden meter en la misma canción a los Ramones, Miles Davis y Minutemen como si fuera lo más natural del mundo. Tarea que no creo que pueda hacer cualquiera.



En efecto, no meás, no.

1 invocaciones del cosmos:

Abuante.

Los canosos tocando Punk le ganan a todo el mundo.