Por Fernando Suarez.
-The Posies “Frosting on the beater” (1993)
Los eternos Minutemen alguna vez lanzaron la máxima “nuestra banda podría ser tu vida”, estableciendo así una forma de encarar el Rock que determinaría lo sucedido en la materia durante los noventas. En el caso de The Posies deberíamos decir que una buena melodía puede contarnos nuestra vida. Nunca fueron los más originales, nunca se propusieron quebrar paradigmas musicales ni maravillarnos con extravagancias compositivas y sin embargo eran capaces de pintar con suma simpleza las más exactas postales cotidianas. El fuerte de este cuarteto eran las canciones redondas, de clara extracción Beatlesca y empapadas de esa energía mugrienta que abundaba en la década pasada. Claro, los muchachos venían de Seattle, pero antes que adherir al rasposo catálogo del Grunge se acercaban al Power-Pop de grupos como Teenage Fanclub o Superdrag. O sea, las camisas a cuadros estaban en su lugar, pero hasta cuando expresaban angustia o frustración lo hacían a través de bellísimas melodías Poperas adornadas con el necesario nervio Punk (en su disco siguiente, “Amazing disgrace”, contaban con un tema llamado “Grant Hart” en obvio homenaje al ex baterista/vocalista de Hüsker Dü) y las necesarias guitarras distorsionadas. Tampoco faltaban los eventuales momentos de catarsis ruidosa, pero el eje del disco estaba en las preciosas líneas vocales concebidas por Ken Stringfellow y Jon Auer, con unos coros capaces de sensibilizar al más duro de los metaleros y la versatilidad suficiente como para no aburrir nunca. Por supuesto, si no tienen aunque sea el más mínimo aprecio por las melodías agradables, es probable que no encuentren nada aquí que los motive. Ahora, si aparte del ruido y los gritos son capaces de disfrutar de algo de música, “Frosting on the beater” tiene doce sólidos argumentos para llamar su atención.
-Planes Mistaken For Stars “Up in them guts” (2004)
Tengo que hacer una confesión: me encantan los discos difíciles de encasillar y/o describir. Esas placas que, ante la eventual pregunta de “¿qué onda esto?”, te dejan balbuceando un montón de frases sin sentido. Tal es el caso de este tercer lp de Planes Mistaken For Stars. Pero, y esto lo hago sólo por ustedes, intentaré darle forma a mi balbuceo. La música de este cuarteto oriundo de Illinois se nutre de variadas influencias, a saber: partiendo de una base entre el Hardcore y el Metal, incorporan elementos del Noise (acoples, disonancias, colchones de feedback), ritmos cambiantes (de la soltura rockera a la síncopa jazzera pasando por momentos de tensión casi tribal), guitarras con alto grado de inventiva (incluyendo pasajes acústicos, riffs aplastantes y melodías de clara extracción Washingtoniana), una enorme voz rasposa que suena agresiva y melódica al mismo tiempo (por momentos me recuerda a Carl McCoy de los legendarios darks Fields Of The Nephilim) y estructuras compositivas que se pasean por todos los climas posibles. Pero lo mejor es que todas estas cualidades las presentan de forma cohesiva, es decir que las canciones no dejan cabos sueltos y dan como resultado una personalidad distintiva y original. De alguna forma, el grupo logra resumir la intelectualidad del Post-Hardcore con una suciedad cruda, garagera y desafiante, casi como si tomaran el costado más experimental de Black Flag y lo empaparan de whisky barato. Emoción, rabia, inventiva, urgencia y buenas canciones, ¿qué más le pueden pedir a la vida?
-Zao “The Funeral Of God” (2004)
“¿Que pasaría si Dios decidiera que la humanidad lo ha rechazado de forma tan definitiva que Él debe desaparecer? ¿Qué sería de la humanidad si Dios eligiera morir?”. De esta forma presenta Zao el concepto detrás de este, su octavo disco. Y nada mejor para acompañar tan ominosa teoría (el hecho de que sean cristianos no se contradice con su oscura visión del mundo) que la enorme música que el quinteto ha sabido entregarnos una vez más. Y aquí viene el problema porque dicha música es cualquier cosa menos fácil de describir. En ella encontramos guitarras que van desde trabados machaques a enfermizas disonancias, sin olvidar nunca la inmediatez salvaje del Hardcore, una voz que gruñe como el mejor Jeff Walker pero no se priva de entonar deliciosas melodías Pop/Psicodélicas, una base rítmica ajustada y versátil y climas que van de la tensión a la violencia para desembocar en un absoluto Apocalipsis musical. Como siempre, el truco consiste en concebir estos elementos en canciones construidas de forma espontánea e inteligente al mismo tiempo, evitando así convertirse en un mero pastiche de elementos inconexos. En definitiva, si la herencia del Dios muerto es este tipo de discos, ¡bienvenida sea su defunción!
-Don Caballero “World class listening problem” (2006)
Cada instrumento (esto es, guitarras, bajo y batería. Para el siguiente disco, “Punkgasm”, incorporarían por primera vez voces a la propuesta) es un pincel. Inquietos, se cruzan dibujando líneas inconclusas sobre el lienzo de las canciones, se empapan de diversos colores para formar otros nuevos. A veces dan pinceladas sutiles, casi invisibles y, no obstante, imprescindibles. A veces se estrujan con fuerza, deformando los trazos. Son capaces de pintar paisajes de un realismo abrumador (casi desesperante), así como de improvisar formas abstractas, geometrías de otros mundos. Eso es lo que Don Caballero siempre se preocupó por ofrecer. Un mundo de imágenes musicales, despojado de palabras, complejo hasta la exasperación pero sin caer nunca en divagues innecesarios ni en exhibicionismos técnicos estériles y sin perder de vista la emoción, un ítem que, en sus cinco discos anteriores, no llegaba a brillar del todo. Por supuesto, uno podría simplemente meter a Don Caballero en la bolsa del Math-Rock (ese subgénero donde los experimentos rítmicos y sonoros de King Crimson y Sonic Youth reciben una fuerte inyección de crudeza Punk) junto a nombres como June Of 44, Dazzling Killmen o los míticos Slint, pero eso sería lo mismo que decir nada. Lo que importa aquí es la música y en “World…” tienen 45 minutos de eso. No es una oferta para despreciar.
-Foetus “Damp” (2006)
Cuando uno es talentoso puede hacer lo que carajo quiera. Puede editar un disco de rarezas, colaboraciones y demás temas sueltos, y aún así lograr que el resultado esté al mismo nivel de sus obras principales. Puede contar con diversos proyectos de toda índole (chequeen Steroid Maximus y Wiseblood como dos buenos ejemplos de la amplitud de miras de este señor) y puede mantenerse fresco y con el apetito creativo intacto después de veintiocho años de carrera ininterrumpida sin contar con una sola mancha en su historial discográfico. Tal es el caso de J. G. Thirlwell, el cerebro detrás de esta institución conocida como Foetus. Un tipo que se transformó en icono indiscutido de la Música Industrial transgrediendo constantemente las supuestas reglas del género, ofreciendo siempre ideas innovadoras y personales y sin retroceder ni un milímetro en sus convicciones artísticas. Como ya dimos a entender, este “Damp” reúne diversas perlas sueltas de la discografía Foetusiana a partir del año 2003, desde regrabaciones de viejos temas y canciones en conjunto con otros músicos (The The, Melvins, Rotoskop) hasta composiciones previamente inéditas. Si están familiarizados con el trabajo de este maniático australiano sabrán que lo único que se puede esperar de él es lo inesperado. ¿Cuánta gente conocen capaz de convertir el Jazz de una Big Band en un paseo por el más abyecto infierno urbano o de manipular los sonidos de forma obsesiva y perturbadora hasta tornarlos irreconocibles? ¿Cuántos que logren dotar de una profunda oscuridad a la música caribeña y de un infernal calor humano a la más sesuda de las electrónicas? ¿Y qué puedan meterse con todos esos géneros (y más) sin caer en el más patético de los ridículos y sin perder su sonido distintivo? Si encima tenemos en cuenta que este buen hombre no sólo compone todo su material, si no que, en la mayoría de los casos, también se encarga de la completa interpretación del mismo (Trent Reznor, chupame la chota), entonces queda claro que el mote de talentoso es más que apropiado para Mr. Thirlwell. En fin, si nunca habían tenido el placer de disfrutar de la música de Foetus, he aquí una buena introducción (aunque siempre incompleta, debido a la ecléctica y prolífica hiperactividad del hombre) a una de las mentes más brillantes de la música de los últimos tiempos.
-Mission Of Burma “The obliterati” (2006)
Las bandas de culto no existen, pero que las hay, las hay. A Mission Of Burma le bastó con un mini lp (“Signals, calls and marches”, 1981) y un lp (“Vs.”, 1982) para adquirir tal estatus. Luego vendría la separación (debido a los problemas auditivos del guitarrista/vocalista Roger Miller), el disco en vivo (“The horrible truth about Burma”, 1985) y la reunión con el genial “OnOffOn” en 2004. ¿Y qué tiene esta gente para que músicos como Bob Mould, Moby o los Melvins, entre otros, los cuenten entre sus grupos de cabecera? Bueno, digamos que estos bostonianos se erigen como un emblema de ese Post-Punk que, aparte de mamar de popes como Ramones o The Stooges, sumó el crudo minimalismo de The Velvet Underground, la rabia del (en esa época) incipiente Hardcore americano y una vuelta de tuerca experimental heredada de clásicos psicodélicos como Can o Captain Beefheart. Siguiendo esta línea (y sin convertirse en una auto parodia), “The obliterati” nos entrega catorce canciones perfectas donde el grupo logra transformar su música en una experiencia física, intelectual y emocional, con un sonido despojado de artificios, melodías siempre agridulces y un trabajo excepcional de la guitarra y la base rítmica que nos hace entender de dónde sacaron muchas de sus ideas bandas como Nirvana o Fugazi. Si pensaban que los viejitos nerds ya no podían hacer Punk de alto nivel, entréguense a esta maravilla y atragántense con tanto talento.
-Thralldom “A shaman steering the vessel of vastness” (2006)
Tengan miedo, tengan mucho miedo. No intenten escapar, es imposible. No traten de entender, nada aquí es lo que parece ser. En teoría, Thralldom es el proyecto Black de Ryan Lipynsky, líder de los dumbetas experimentales Unearthly Trance, pero en esta dimensión su alter ego, Killusion, toma el mando, secundado por Jaldagar y Wolfmaster. Este es su tercer y último lp (aunque desde su nacimiento, en 1997, ya anunciaron dos veces su disolución) y ellos dicen practicar Dark Death Metal. ¿En qué quedamos entonces? Bueno, esta gente es complicada y ni hablar de este disco. Un ritual sórdido donde un chillido distorsionado narra invocaciones insanas sobre guitarras que taladran y bases que levantan una pared de grave tensión. Y todo es infectado por ruidos constantes que van contaminando el aire en capas de negra y enmugrecida Psicodelia Industrial. Hasta el acústico “Narrow road” se ve invadido por sonidos fantasmales merodeando sobre esos desesperantes arpegios. Ok, acá hay algo del espíritu más opresivo del Black Metal, pero géneros como el Noise, la Electrónica, el Drone y la música Industrial están más que presentes y algunas letras tocan temas políticos, algo poco habitual en el Metal Negro. Por supuesto, no es un disco fácil pero en esa hostilidad a los sentidos es donde reside, precisamente, gran parte de su enfermo encanto.
-Neurosis “Given to the rising” (2007)
Black Sabbath. Slayer. Napalm Death. Carcass. Today Is The Day. Eyehategod. Converge. Hitos del Metal extremo, bandas que generaron, casi sin querer, escenas enteras basadas en sus respectivas propuestas musicales. Cualquiera que dude siquiera que el nombre de Neurosis debiera formar parte de dicha lista de iluminados necesita un cambio de oídos. Urgente. Desde hace un tiempo el sonido “cool” dentro del undeground metálico es el que estos seis gordos barbudos inventaron hace más de quince años. El mismo que se encargaron de reinventar con cada disco que editaban. Y, cuando todos sus clones se regodean en el abuso de etéreos climas Post-Rockeros y Progresivos, Neurosis se pone un paso adelante y trae de vuelta la mala onda. Si “A sun that never sets” era un viaje de descubrimiento personal y “The eye of every storm” era la banda sonora de las fuerzas de la naturaleza, este “Given to the rising” es el ritual esotérico más oscuro, torturado y violento que puedan imaginar. Los riffs aplastan en su rebuscada simpleza, la percusión hace acelerar los latidos del corazón, los ruidos corrompidos infectan cada resquicio sonoro, las voces invocan, reclaman y sufren con esa intensidad, ese fuego interno que sólo ellos parecen portar. Hasta los momentos calmos se vuelven turbios y cavernosos, haciendo que las voces graves y limpias que Steve Von Till y Scott Kelly ensayaran en sus discos solistas tomen un cariz perverso. Algunos han vislumbrado en este noveno álbum una vuelta al sonido abrasivo del mítico “Through silver in blood” pero, si bien algo del espíritu maligno de aquel clásico se cuela en este cd, Neurosis nunca fue una banda tan burda y predecible. El sonido (cortesía de otro prócer, Steve Albini) sigue la línea de “naturalidad a toda costa” de sus predecesores e inclusive las estructuras mantienen el juego de balancear lo hermoso con lo horrible. La diferencia es que aquí hasta lo hermosos se ve horrible. Y eso lo hace más hermosos todavía. Un disco necesario y revelador, como todos los de Neurosis.
-The Locust “New erections” (2007)
¿Alguna vez se sintieron, ya no al borde, si no totalmente sumergidos en la locura? ¿Alguna vez contemplaron los fugaces y amenazantes rostros de esta ciudad con el corazón latiendo en sus cabezas a un ritmo ensordecedor? ¿Alguna vez percibieron la apabullante fragilidad de los hilos que mantienen toda esta farsa unida? ¿Alguna vez pensaron que todo eso podría ser hermoso? Si es así, acá tienen el soundtrack perfecto. Cuarto disco y estos pibes disfrazados de langostas siguen entregando canciones llenas de ideas y con el talento suficiente como para llevarlas a la práctica de forma intensa e impecable. En menos de media hora (una costumbre que arrastran desde sus primeros días), el cuarteto de San Diego escupe su combinación de Hardcore lisérgico, experimentos sonoros, rebajes ultra densos y descoordinados, increíbles juegos de voces gritadas, habilidad técnica sobrehumana, actitud nerd e irónica y alusiones políticas, administrando esta vez de forma más sabia el tiempo para lograr clímax violentos y cinematográficos al mismo tiempo. No por nada gente como Mike Patton o Dave Lombardo los tienen entre sus bandas actuales de cabecera. Y por discos como este es que (de acá a diez o veinte años) serán recordados como una de las bandas más creativas e influyentes de nuestro tiempo.
-Cave In “Planets of old” (2009)
Yo sé que este tipo de comparaciones suelen ser injustas y tiradas de los pelos, pero no puedo evitar ver (o, mejor dicho, escuchar) en Cave In algo así como los Voivod del Metal contemporáneo. No porque sean una copia, si no porque comparten un espíritu afín. Ambas bandas comenzaron con propuestas extremas (Voivod con su Thrash crudo y desprolijo, Cave In con su Mathcore áspero y monolítico) que fueron puliendo (chequeen el cambio entre “Rrröööaaarrr” y “Killing technology en el caso de Voivod y entre “Beyond hypothermia” y “Until your heart stops” en el de Cave In) y enrareciendo hasta alcanzar un sonido único, empapado de cósmica psicodelia pero sin perder la pesadez, algo que quedó demostrado en sus respectivas obras maestras, “Nothingface” y “Jupiter”. Siguiendo la línea temporal vemos que los dos grupos tuvieron a continuación su momento más alejado del Metal (“Angel rat” de Voivod y “Antenna” de Cave In) y su posterior regreso al mismo con renovada virulencia y un approach refrescado. En el caso de Voivod, se trató de un acercamiento al Metal Industrial (con “Negatron” y “Phobos”) y en el de Cave In con esa suerte de Sludge-Post-Metal expuesto en “Perfect pitch black”. Por supuesto, la evolución de Voivod se dio de forma gradual, mientras que la de Cave In (en parte debido a los largos períodos entre discos) contó con algunos cambios de rumbo más bruscos, pero en ambos casos es imposible encontrar dos discos que suenen a repetición de esquemas. Hasta ahí llega la comparación, Voivod tuvo sus últimos años de carrera signados por un sonido híbrido entre la pesadez retorcida del mencionado “Nothingface” y la soltura casi Hard-Rockera de “Angel Rat” y ahora Cave In vuelve (luego de que sus miembros se pasearan por diversos proyectos entre los que se cuentan los geniales Zozobra, Clouds y los melódicos trabajos solistas del vocalista/guitarrista Stephen Brodsky), con este desconcertante ep de sólo cuatro temas que deja la puerta abierta para cualquier tipo de posibilidad musical que el cuarteto quiera encarar. La cosa arranca con “Cayman's Tongue” que resume de forma esquizofrénica las diferentes etapas del grupo, alaridos desgarrados, voces melódicas, riffs atronadores, texturas ruidosas, ritmos frenéticos y climas entre espaciales, apocalípticos y progresivos. Le sigue “Retina Sees Rewind” que suena como un outtake de “Jupiter” interpretado a velocidad Hardcore, con la voz de Brodsky elevándose hacia la estratósfera y las guitarras dibujando riffs Zeppelianos con una cuota extra de distorsión. Como para no quedarnos varados en el espacio exterior, “The Red Trail” nos patea la nuca con su base epiléptica, sus riffs disonantes y los violentos gritos del bajista Caleb Scofield. “Air Escapes” cierra la placa manteniendo el tempo taquicárdico, los riffs enroscados y las atmósferas voladas, pero se vuelven a imponer las melodías de Brodsky que, casualmente, recuerdan bastante a los pasajes más psicodélicos de…sí, adivinaron, Voivod. En fin, se trata apenas de un entremés y puede significar otro cambio de timón en la propuesta de los bostonianos (en resumen, sería algo así como una reconciliación entre el frenetismo de sus primeros trabajos y la sensibilidad melódica/espacial de “Jupiter” y “Antenna”) o simplemente una postal de su actualidad compositiva. En cualquier caso, los tipos siguen demostrando por qué son de esas bandas que serán recordadas como clásicas de aquí a veinte años.
-Next Life “The lost age” (2009)
Sinceramente, había pensado que el chiste del así llamado Nintendo-Core (sí, ya sé que suena estúpido pero tómenlo simplemente como una referencia) se había acabado demasiado pronto. Horse The Band se quedó sin ideas, Genghis Tron avanzó musicalmente hasta desmarcarse del género y detrás de eso sólo encontramos una opresiva marea de ñoños sin talento ni ideas propias repitiendo el mismo esquema de soniditos de video juegos “vintage” reproducidos a toda velocidad y de forma, supuestamente, extrema. Bueno, estos noruegos toman la posta con este segundo disco y demuestran que, cuando hay talento y voluntad de entregar algo personal, cualquier género puede funcionar. El material de Next Life es completamente instrumental y caótico, más cerca de Genghis Tron que de Horse The Band, pero posee suficientes ideas propias como para distinguirse. Por supuesto, el corazón de esta criatura es eminentemente electrónico (todas las bases están compuestas en diversas computadoras) pero el enorme grado de demencia e imaginación aquí desplegados es claramente humano. Hay guitarras, claro, fundiéndose con el hiperkinético entramado digital de las composiciones, escupiendo riffs intrincadísimos y misteriosos arpegios cuando así se lo requiere o simplemente adornando las gruesas capas de distorsión electrónica con sucios acordes. Y, si bien las canciones son evidentemente frenéticas, no hablaría de violencia. De hecho, la referencia que más resuena en mi cabeza es aquel primer disco de Fantômas, donde Mike Patton y los suyos musicalizaban un comic en clave de miniaturas extremas, opresivas y absolutamente inclasificables. Next Life parece recorrer ese mismo camino pero en su propio universo de microchips y cables pelados. Hasta los momentos melódicos poseen un aire macabro que los aleja de las inocentes progresiones melódicas tipo Mario Bros.. En cualquier caso, se nota a las claras la intención de estimular la imaginación a toda costa, con infinidad de ritmos imposibles de seguir y arreglos sonoros surrealistas inundándolo todo. No le teman a las maquinitas, se sorprenderían del enorme caudal musical (por momentos hay claras reminiscencias de Rock Progresivo) contenido en este genial “The lost age”.
-The Posies “Frosting on the beater” (1993)
Los eternos Minutemen alguna vez lanzaron la máxima “nuestra banda podría ser tu vida”, estableciendo así una forma de encarar el Rock que determinaría lo sucedido en la materia durante los noventas. En el caso de The Posies deberíamos decir que una buena melodía puede contarnos nuestra vida. Nunca fueron los más originales, nunca se propusieron quebrar paradigmas musicales ni maravillarnos con extravagancias compositivas y sin embargo eran capaces de pintar con suma simpleza las más exactas postales cotidianas. El fuerte de este cuarteto eran las canciones redondas, de clara extracción Beatlesca y empapadas de esa energía mugrienta que abundaba en la década pasada. Claro, los muchachos venían de Seattle, pero antes que adherir al rasposo catálogo del Grunge se acercaban al Power-Pop de grupos como Teenage Fanclub o Superdrag. O sea, las camisas a cuadros estaban en su lugar, pero hasta cuando expresaban angustia o frustración lo hacían a través de bellísimas melodías Poperas adornadas con el necesario nervio Punk (en su disco siguiente, “Amazing disgrace”, contaban con un tema llamado “Grant Hart” en obvio homenaje al ex baterista/vocalista de Hüsker Dü) y las necesarias guitarras distorsionadas. Tampoco faltaban los eventuales momentos de catarsis ruidosa, pero el eje del disco estaba en las preciosas líneas vocales concebidas por Ken Stringfellow y Jon Auer, con unos coros capaces de sensibilizar al más duro de los metaleros y la versatilidad suficiente como para no aburrir nunca. Por supuesto, si no tienen aunque sea el más mínimo aprecio por las melodías agradables, es probable que no encuentren nada aquí que los motive. Ahora, si aparte del ruido y los gritos son capaces de disfrutar de algo de música, “Frosting on the beater” tiene doce sólidos argumentos para llamar su atención.
-Planes Mistaken For Stars “Up in them guts” (2004)
Tengo que hacer una confesión: me encantan los discos difíciles de encasillar y/o describir. Esas placas que, ante la eventual pregunta de “¿qué onda esto?”, te dejan balbuceando un montón de frases sin sentido. Tal es el caso de este tercer lp de Planes Mistaken For Stars. Pero, y esto lo hago sólo por ustedes, intentaré darle forma a mi balbuceo. La música de este cuarteto oriundo de Illinois se nutre de variadas influencias, a saber: partiendo de una base entre el Hardcore y el Metal, incorporan elementos del Noise (acoples, disonancias, colchones de feedback), ritmos cambiantes (de la soltura rockera a la síncopa jazzera pasando por momentos de tensión casi tribal), guitarras con alto grado de inventiva (incluyendo pasajes acústicos, riffs aplastantes y melodías de clara extracción Washingtoniana), una enorme voz rasposa que suena agresiva y melódica al mismo tiempo (por momentos me recuerda a Carl McCoy de los legendarios darks Fields Of The Nephilim) y estructuras compositivas que se pasean por todos los climas posibles. Pero lo mejor es que todas estas cualidades las presentan de forma cohesiva, es decir que las canciones no dejan cabos sueltos y dan como resultado una personalidad distintiva y original. De alguna forma, el grupo logra resumir la intelectualidad del Post-Hardcore con una suciedad cruda, garagera y desafiante, casi como si tomaran el costado más experimental de Black Flag y lo empaparan de whisky barato. Emoción, rabia, inventiva, urgencia y buenas canciones, ¿qué más le pueden pedir a la vida?
-Zao “The Funeral Of God” (2004)
“¿Que pasaría si Dios decidiera que la humanidad lo ha rechazado de forma tan definitiva que Él debe desaparecer? ¿Qué sería de la humanidad si Dios eligiera morir?”. De esta forma presenta Zao el concepto detrás de este, su octavo disco. Y nada mejor para acompañar tan ominosa teoría (el hecho de que sean cristianos no se contradice con su oscura visión del mundo) que la enorme música que el quinteto ha sabido entregarnos una vez más. Y aquí viene el problema porque dicha música es cualquier cosa menos fácil de describir. En ella encontramos guitarras que van desde trabados machaques a enfermizas disonancias, sin olvidar nunca la inmediatez salvaje del Hardcore, una voz que gruñe como el mejor Jeff Walker pero no se priva de entonar deliciosas melodías Pop/Psicodélicas, una base rítmica ajustada y versátil y climas que van de la tensión a la violencia para desembocar en un absoluto Apocalipsis musical. Como siempre, el truco consiste en concebir estos elementos en canciones construidas de forma espontánea e inteligente al mismo tiempo, evitando así convertirse en un mero pastiche de elementos inconexos. En definitiva, si la herencia del Dios muerto es este tipo de discos, ¡bienvenida sea su defunción!
-Don Caballero “World class listening problem” (2006)
Cada instrumento (esto es, guitarras, bajo y batería. Para el siguiente disco, “Punkgasm”, incorporarían por primera vez voces a la propuesta) es un pincel. Inquietos, se cruzan dibujando líneas inconclusas sobre el lienzo de las canciones, se empapan de diversos colores para formar otros nuevos. A veces dan pinceladas sutiles, casi invisibles y, no obstante, imprescindibles. A veces se estrujan con fuerza, deformando los trazos. Son capaces de pintar paisajes de un realismo abrumador (casi desesperante), así como de improvisar formas abstractas, geometrías de otros mundos. Eso es lo que Don Caballero siempre se preocupó por ofrecer. Un mundo de imágenes musicales, despojado de palabras, complejo hasta la exasperación pero sin caer nunca en divagues innecesarios ni en exhibicionismos técnicos estériles y sin perder de vista la emoción, un ítem que, en sus cinco discos anteriores, no llegaba a brillar del todo. Por supuesto, uno podría simplemente meter a Don Caballero en la bolsa del Math-Rock (ese subgénero donde los experimentos rítmicos y sonoros de King Crimson y Sonic Youth reciben una fuerte inyección de crudeza Punk) junto a nombres como June Of 44, Dazzling Killmen o los míticos Slint, pero eso sería lo mismo que decir nada. Lo que importa aquí es la música y en “World…” tienen 45 minutos de eso. No es una oferta para despreciar.
-Foetus “Damp” (2006)
Cuando uno es talentoso puede hacer lo que carajo quiera. Puede editar un disco de rarezas, colaboraciones y demás temas sueltos, y aún así lograr que el resultado esté al mismo nivel de sus obras principales. Puede contar con diversos proyectos de toda índole (chequeen Steroid Maximus y Wiseblood como dos buenos ejemplos de la amplitud de miras de este señor) y puede mantenerse fresco y con el apetito creativo intacto después de veintiocho años de carrera ininterrumpida sin contar con una sola mancha en su historial discográfico. Tal es el caso de J. G. Thirlwell, el cerebro detrás de esta institución conocida como Foetus. Un tipo que se transformó en icono indiscutido de la Música Industrial transgrediendo constantemente las supuestas reglas del género, ofreciendo siempre ideas innovadoras y personales y sin retroceder ni un milímetro en sus convicciones artísticas. Como ya dimos a entender, este “Damp” reúne diversas perlas sueltas de la discografía Foetusiana a partir del año 2003, desde regrabaciones de viejos temas y canciones en conjunto con otros músicos (The The, Melvins, Rotoskop) hasta composiciones previamente inéditas. Si están familiarizados con el trabajo de este maniático australiano sabrán que lo único que se puede esperar de él es lo inesperado. ¿Cuánta gente conocen capaz de convertir el Jazz de una Big Band en un paseo por el más abyecto infierno urbano o de manipular los sonidos de forma obsesiva y perturbadora hasta tornarlos irreconocibles? ¿Cuántos que logren dotar de una profunda oscuridad a la música caribeña y de un infernal calor humano a la más sesuda de las electrónicas? ¿Y qué puedan meterse con todos esos géneros (y más) sin caer en el más patético de los ridículos y sin perder su sonido distintivo? Si encima tenemos en cuenta que este buen hombre no sólo compone todo su material, si no que, en la mayoría de los casos, también se encarga de la completa interpretación del mismo (Trent Reznor, chupame la chota), entonces queda claro que el mote de talentoso es más que apropiado para Mr. Thirlwell. En fin, si nunca habían tenido el placer de disfrutar de la música de Foetus, he aquí una buena introducción (aunque siempre incompleta, debido a la ecléctica y prolífica hiperactividad del hombre) a una de las mentes más brillantes de la música de los últimos tiempos.
-Mission Of Burma “The obliterati” (2006)
Las bandas de culto no existen, pero que las hay, las hay. A Mission Of Burma le bastó con un mini lp (“Signals, calls and marches”, 1981) y un lp (“Vs.”, 1982) para adquirir tal estatus. Luego vendría la separación (debido a los problemas auditivos del guitarrista/vocalista Roger Miller), el disco en vivo (“The horrible truth about Burma”, 1985) y la reunión con el genial “OnOffOn” en 2004. ¿Y qué tiene esta gente para que músicos como Bob Mould, Moby o los Melvins, entre otros, los cuenten entre sus grupos de cabecera? Bueno, digamos que estos bostonianos se erigen como un emblema de ese Post-Punk que, aparte de mamar de popes como Ramones o The Stooges, sumó el crudo minimalismo de The Velvet Underground, la rabia del (en esa época) incipiente Hardcore americano y una vuelta de tuerca experimental heredada de clásicos psicodélicos como Can o Captain Beefheart. Siguiendo esta línea (y sin convertirse en una auto parodia), “The obliterati” nos entrega catorce canciones perfectas donde el grupo logra transformar su música en una experiencia física, intelectual y emocional, con un sonido despojado de artificios, melodías siempre agridulces y un trabajo excepcional de la guitarra y la base rítmica que nos hace entender de dónde sacaron muchas de sus ideas bandas como Nirvana o Fugazi. Si pensaban que los viejitos nerds ya no podían hacer Punk de alto nivel, entréguense a esta maravilla y atragántense con tanto talento.
-Thralldom “A shaman steering the vessel of vastness” (2006)
Tengan miedo, tengan mucho miedo. No intenten escapar, es imposible. No traten de entender, nada aquí es lo que parece ser. En teoría, Thralldom es el proyecto Black de Ryan Lipynsky, líder de los dumbetas experimentales Unearthly Trance, pero en esta dimensión su alter ego, Killusion, toma el mando, secundado por Jaldagar y Wolfmaster. Este es su tercer y último lp (aunque desde su nacimiento, en 1997, ya anunciaron dos veces su disolución) y ellos dicen practicar Dark Death Metal. ¿En qué quedamos entonces? Bueno, esta gente es complicada y ni hablar de este disco. Un ritual sórdido donde un chillido distorsionado narra invocaciones insanas sobre guitarras que taladran y bases que levantan una pared de grave tensión. Y todo es infectado por ruidos constantes que van contaminando el aire en capas de negra y enmugrecida Psicodelia Industrial. Hasta el acústico “Narrow road” se ve invadido por sonidos fantasmales merodeando sobre esos desesperantes arpegios. Ok, acá hay algo del espíritu más opresivo del Black Metal, pero géneros como el Noise, la Electrónica, el Drone y la música Industrial están más que presentes y algunas letras tocan temas políticos, algo poco habitual en el Metal Negro. Por supuesto, no es un disco fácil pero en esa hostilidad a los sentidos es donde reside, precisamente, gran parte de su enfermo encanto.
-Neurosis “Given to the rising” (2007)
Black Sabbath. Slayer. Napalm Death. Carcass. Today Is The Day. Eyehategod. Converge. Hitos del Metal extremo, bandas que generaron, casi sin querer, escenas enteras basadas en sus respectivas propuestas musicales. Cualquiera que dude siquiera que el nombre de Neurosis debiera formar parte de dicha lista de iluminados necesita un cambio de oídos. Urgente. Desde hace un tiempo el sonido “cool” dentro del undeground metálico es el que estos seis gordos barbudos inventaron hace más de quince años. El mismo que se encargaron de reinventar con cada disco que editaban. Y, cuando todos sus clones se regodean en el abuso de etéreos climas Post-Rockeros y Progresivos, Neurosis se pone un paso adelante y trae de vuelta la mala onda. Si “A sun that never sets” era un viaje de descubrimiento personal y “The eye of every storm” era la banda sonora de las fuerzas de la naturaleza, este “Given to the rising” es el ritual esotérico más oscuro, torturado y violento que puedan imaginar. Los riffs aplastan en su rebuscada simpleza, la percusión hace acelerar los latidos del corazón, los ruidos corrompidos infectan cada resquicio sonoro, las voces invocan, reclaman y sufren con esa intensidad, ese fuego interno que sólo ellos parecen portar. Hasta los momentos calmos se vuelven turbios y cavernosos, haciendo que las voces graves y limpias que Steve Von Till y Scott Kelly ensayaran en sus discos solistas tomen un cariz perverso. Algunos han vislumbrado en este noveno álbum una vuelta al sonido abrasivo del mítico “Through silver in blood” pero, si bien algo del espíritu maligno de aquel clásico se cuela en este cd, Neurosis nunca fue una banda tan burda y predecible. El sonido (cortesía de otro prócer, Steve Albini) sigue la línea de “naturalidad a toda costa” de sus predecesores e inclusive las estructuras mantienen el juego de balancear lo hermoso con lo horrible. La diferencia es que aquí hasta lo hermosos se ve horrible. Y eso lo hace más hermosos todavía. Un disco necesario y revelador, como todos los de Neurosis.
-The Locust “New erections” (2007)
¿Alguna vez se sintieron, ya no al borde, si no totalmente sumergidos en la locura? ¿Alguna vez contemplaron los fugaces y amenazantes rostros de esta ciudad con el corazón latiendo en sus cabezas a un ritmo ensordecedor? ¿Alguna vez percibieron la apabullante fragilidad de los hilos que mantienen toda esta farsa unida? ¿Alguna vez pensaron que todo eso podría ser hermoso? Si es así, acá tienen el soundtrack perfecto. Cuarto disco y estos pibes disfrazados de langostas siguen entregando canciones llenas de ideas y con el talento suficiente como para llevarlas a la práctica de forma intensa e impecable. En menos de media hora (una costumbre que arrastran desde sus primeros días), el cuarteto de San Diego escupe su combinación de Hardcore lisérgico, experimentos sonoros, rebajes ultra densos y descoordinados, increíbles juegos de voces gritadas, habilidad técnica sobrehumana, actitud nerd e irónica y alusiones políticas, administrando esta vez de forma más sabia el tiempo para lograr clímax violentos y cinematográficos al mismo tiempo. No por nada gente como Mike Patton o Dave Lombardo los tienen entre sus bandas actuales de cabecera. Y por discos como este es que (de acá a diez o veinte años) serán recordados como una de las bandas más creativas e influyentes de nuestro tiempo.
-Cave In “Planets of old” (2009)
Yo sé que este tipo de comparaciones suelen ser injustas y tiradas de los pelos, pero no puedo evitar ver (o, mejor dicho, escuchar) en Cave In algo así como los Voivod del Metal contemporáneo. No porque sean una copia, si no porque comparten un espíritu afín. Ambas bandas comenzaron con propuestas extremas (Voivod con su Thrash crudo y desprolijo, Cave In con su Mathcore áspero y monolítico) que fueron puliendo (chequeen el cambio entre “Rrröööaaarrr” y “Killing technology en el caso de Voivod y entre “Beyond hypothermia” y “Until your heart stops” en el de Cave In) y enrareciendo hasta alcanzar un sonido único, empapado de cósmica psicodelia pero sin perder la pesadez, algo que quedó demostrado en sus respectivas obras maestras, “Nothingface” y “Jupiter”. Siguiendo la línea temporal vemos que los dos grupos tuvieron a continuación su momento más alejado del Metal (“Angel rat” de Voivod y “Antenna” de Cave In) y su posterior regreso al mismo con renovada virulencia y un approach refrescado. En el caso de Voivod, se trató de un acercamiento al Metal Industrial (con “Negatron” y “Phobos”) y en el de Cave In con esa suerte de Sludge-Post-Metal expuesto en “Perfect pitch black”. Por supuesto, la evolución de Voivod se dio de forma gradual, mientras que la de Cave In (en parte debido a los largos períodos entre discos) contó con algunos cambios de rumbo más bruscos, pero en ambos casos es imposible encontrar dos discos que suenen a repetición de esquemas. Hasta ahí llega la comparación, Voivod tuvo sus últimos años de carrera signados por un sonido híbrido entre la pesadez retorcida del mencionado “Nothingface” y la soltura casi Hard-Rockera de “Angel Rat” y ahora Cave In vuelve (luego de que sus miembros se pasearan por diversos proyectos entre los que se cuentan los geniales Zozobra, Clouds y los melódicos trabajos solistas del vocalista/guitarrista Stephen Brodsky), con este desconcertante ep de sólo cuatro temas que deja la puerta abierta para cualquier tipo de posibilidad musical que el cuarteto quiera encarar. La cosa arranca con “Cayman's Tongue” que resume de forma esquizofrénica las diferentes etapas del grupo, alaridos desgarrados, voces melódicas, riffs atronadores, texturas ruidosas, ritmos frenéticos y climas entre espaciales, apocalípticos y progresivos. Le sigue “Retina Sees Rewind” que suena como un outtake de “Jupiter” interpretado a velocidad Hardcore, con la voz de Brodsky elevándose hacia la estratósfera y las guitarras dibujando riffs Zeppelianos con una cuota extra de distorsión. Como para no quedarnos varados en el espacio exterior, “The Red Trail” nos patea la nuca con su base epiléptica, sus riffs disonantes y los violentos gritos del bajista Caleb Scofield. “Air Escapes” cierra la placa manteniendo el tempo taquicárdico, los riffs enroscados y las atmósferas voladas, pero se vuelven a imponer las melodías de Brodsky que, casualmente, recuerdan bastante a los pasajes más psicodélicos de…sí, adivinaron, Voivod. En fin, se trata apenas de un entremés y puede significar otro cambio de timón en la propuesta de los bostonianos (en resumen, sería algo así como una reconciliación entre el frenetismo de sus primeros trabajos y la sensibilidad melódica/espacial de “Jupiter” y “Antenna”) o simplemente una postal de su actualidad compositiva. En cualquier caso, los tipos siguen demostrando por qué son de esas bandas que serán recordadas como clásicas de aquí a veinte años.
-Next Life “The lost age” (2009)
Sinceramente, había pensado que el chiste del así llamado Nintendo-Core (sí, ya sé que suena estúpido pero tómenlo simplemente como una referencia) se había acabado demasiado pronto. Horse The Band se quedó sin ideas, Genghis Tron avanzó musicalmente hasta desmarcarse del género y detrás de eso sólo encontramos una opresiva marea de ñoños sin talento ni ideas propias repitiendo el mismo esquema de soniditos de video juegos “vintage” reproducidos a toda velocidad y de forma, supuestamente, extrema. Bueno, estos noruegos toman la posta con este segundo disco y demuestran que, cuando hay talento y voluntad de entregar algo personal, cualquier género puede funcionar. El material de Next Life es completamente instrumental y caótico, más cerca de Genghis Tron que de Horse The Band, pero posee suficientes ideas propias como para distinguirse. Por supuesto, el corazón de esta criatura es eminentemente electrónico (todas las bases están compuestas en diversas computadoras) pero el enorme grado de demencia e imaginación aquí desplegados es claramente humano. Hay guitarras, claro, fundiéndose con el hiperkinético entramado digital de las composiciones, escupiendo riffs intrincadísimos y misteriosos arpegios cuando así se lo requiere o simplemente adornando las gruesas capas de distorsión electrónica con sucios acordes. Y, si bien las canciones son evidentemente frenéticas, no hablaría de violencia. De hecho, la referencia que más resuena en mi cabeza es aquel primer disco de Fantômas, donde Mike Patton y los suyos musicalizaban un comic en clave de miniaturas extremas, opresivas y absolutamente inclasificables. Next Life parece recorrer ese mismo camino pero en su propio universo de microchips y cables pelados. Hasta los momentos melódicos poseen un aire macabro que los aleja de las inocentes progresiones melódicas tipo Mario Bros.. En cualquier caso, se nota a las claras la intención de estimular la imaginación a toda costa, con infinidad de ritmos imposibles de seguir y arreglos sonoros surrealistas inundándolo todo. No le teman a las maquinitas, se sorprenderían del enorme caudal musical (por momentos hay claras reminiscencias de Rock Progresivo) contenido en este genial “The lost age”.