29 de junio de 2009

Gran Cuervo - Polisessions Vol.1



En palabras textuales de Alfredo Guzmán, a.k.a. Farookh Bulsara:

Después de meses...despues de discusiones...después de mil movidas, de mil putas movidas, acá está el puto disco de Gran Cuervo.

Gracias a todos lo que ayudaron, de una u otra forma, a que esto sea una realidad (virtual por el momento)...el 10 de julio Gran Cuervo toca en Pura Vida y presenta el Volúmen 1.
LA CONCHA DE LA MADRE!



Las Polissessions fueron grabadas durante Enero del 2009 en la casa de Marcos Conte, a.k.a. The Poli, el baterista de Gran Cuervo. Las iremos posteando de a volumenes a medida que las vaya terminando. El hermoso arte de tapa estuvo a cargo de Agostina Pazzia. La grabación estuvo a cargo de quien les escribe y en la mezcla participaron también Fernando Quintella (de Human Garbage) y Fernando Bozzini (de Miasma).
Vol.1 en particular cuenta con la participación de Fernando Amaya en voz y Gastón Hermann en saxo.

Verán que tiene sus defectos, pero también tiene muchas virtudes, es más, creo que las magias que se volcaron en las Polisessions compensan y con creces cualquier defecto de grabación y/o producción que pueda existir.
Porque a fin de cuentas estos pendejos hermosos tienen la música en la sangre... y en el culo claro.

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24 de junio de 2009

Reviews

Por Fernando Suarez.


-Wilco “Wilco (The album)” (2009)
Es fácil odiar a Wilco, lo sé. Son señores exitosos pero con perfil bajo, su público suele apestar de snobismo Indie y encima la prensa más “cool” los infla constantemente, llegando inclusive a llamarlos los “Radiohead norteamericanos”, lo cual es uno de los peores agravios que se me podrían ocurrir para defenestrar a un grupo. Por suerte, detrás de los anteojos nerds y las poses afectadas están las canciones. Y ahí toda la chachara se deshace y sólo resta endulzarnos los oídos. Ah sí, amantes intransigentes de los blast-beats, las guitarras como motosierras, las voces de monstruo y el ruido en general, siéntanse libres de detener ahora mismo la lectura y pasar a otra cosa. La música de Wilco no tiene nada que ver con agresión ni extremismo y sin embargo sólo una mente obtusa podría negar su intensidad. No hace falta chillar como un marrano para transmitir el más profundo de los dolores y, ciertamente, un certero slide guitarrero puede resultar tan punzante y movilizador como el más enfermo de los riffs. Este homónimo disco número ocho mantiene ese sutil equilibrio entre reposadas cadencias Indie-Folk (casi como un Pavement rural y más prolijo) y esa eterna búsqueda sonora que bebe tanto de John Cale como de Ornette Coleman y Robert Wyatt, sin olvidar nunca las enseñazas psicodélicas de Beatles, Beach Boys y demás luminarias del costado más lisérgico y volador del Pop. Entonces, los suaves rasgueos acústicos y las tenues brisas rítmicas se ven acompañadas por un sinfín de texturas y timbres adicionales (desde cuerdas y pianos hasta deformes teclados y distorsiones de procedencia incierta) sin perder nunca de vista la apabullante belleza melódica que, en definitiva, es el alma de las canciones. De eso se trata, claro. Once canciones redondas que recorren una vasta gama de emociones y paisajes sin necesidad de apelar a golpes bajos ni a trucos baratos. Simples en su estructuración pero endiabladamente complejas en lo que hace a la arquitectura armónica y melódica de las mismas. Si no temen bajar la guardia por un rato, he aquí un delicioso bocado para disfrutar con la cara enfrentando al sol.


-Masakari “Eden compromised” (2009)
Desde hace un buen tiempo quedó claro que el Hardcore puede ser algo más que una mera excusa para hacer mosh y reprochar defectos ajenos con el puño en alto y las bermudas bien puestas. Claro, aquí hablamos de Crust, que siempre fue la cara más seria y combativa del género, aquella que estaba más preocupada por las atrocidades del capitalismo antes que por la hermandad Hardcore. Masakari es un joven conjunto oriundo de Clevenland que presenta este ep debut cargado de rabia hacia un mundo hostil. Las guitarras raspan con infinita suciedad pero no pierden de vista ciertos amagues melódicos, siguiendo la escuela de clásicos modernos como His Hero Is Gone y sus sucesivos satélites. Las bases golpean incansablemente con su típico tupá tupá y no falta algún que otro blast-beat por allí, el bajo está enterrado en la mezcla y la voz es un gruñido cascado y ominoso que nos envuelve en cascadas de pura violencia. Hay lugar también para algún que otro rebaje y ciertas atmósferas apocalípticas que hacen honor a la escena de su ciudad natal, eternamente marcada por la virulenta oscuridad de Integrity y demás sucesores. Ok, con sólo cuatro temas en casi nueve minutos no hay demasiado para analizar, pero tampoco queda lugar para el aburrimiento. Pero si están necesitando una breve descarga de adrenalina, una fugaz catarsis violenta, este “Eden compromised” viene como anillo al dedo.


-Final “Reading all the right signals wrong” (2009)
Ok, ya habrán notado que Justin Broadrick es uno de nuestros niños mimados aquí en Zann. Pergaminos no le faltan (si acaso necesitan una introducción a este personaje ni siquiera entiendo qué hacen leyendo esto) y encima se da el lujo de contar con una hiperactividad y un apetito creativo inagotable. Por si no lo sabían, Final es el viejo (sus primeras elucubraciones sonoras, aún anteriores a su ingreso a Napalm Death, fueron bajo este nombre) proyecto unipersonal de Justino, donde da rienda suelta a su más sesuda pasión por las abstractas ambientaciones de pioneros Industriales como Throbbing Gristle o Lustmord, entre otros. Aquí no hay ritmos aplastantes, riffs apocalípticos ni voces desesperanzadoras. En su lugar tenemos combinaciones de texturas (a veces abrasivas y en otros momentos flirteando con tenues líneas melódicas) generalmente creadas a partir de un cuidadoso procesamiento de diversos sonidos de guitarra. El resultado es un tridimensional paseo cinematográfico por diversas emociones, desde la más asfixiante desesperación, hasta el más punzante de los miedos, sin olvidar esos melancólicos remansos de introspección psicodélica. Por momentos hasta es posible detectar ciertas melodías que no desentonarían en los pasajes más letárgicos de Jesu. La diferencia es que el tratamiento sonoro en este caso es eminentemente minimalista, dejando que los sonidos vayan mutando de forma orgánica y obligándonos a poner todos nuestros sentidos en estricta concentración para aprehender el incesante flujo musical aquí desplegado. Podría decirse que la música de Final es como un cuadro pintado con pocos colores. Visto desde la distancia parece ser simple y anodino pero, al acercarnos a él y enfocar la vista, empezamos a descubrir los sutiles trazos que lo conforman, la delicada arquitectura de esas formas aparentemente azarosas. Claro, todo esto es chachara pseudo intelectual y de nada sirve si uno no se entrega plenamente a este viaje. Apaguen las luces, cierren los ojos y sumérjanse sin prejuicios en otro de esos únicos universos musicales a los que Don Broadrick nos tiene acostumbrados.


-White Buzz “Book of whyte” (2009)
Alto, estamos volando muy alto. Nuestras alas están construidas con la lava derretida que desprenden estos riffs. Luego nos sumergimos en lo más recóndito a través de profundas líneas de bajo y etéreas voces. Esos graves que rugían se repliegan en delicados punteos brillando como estrellas sobre un telón nocturno. Pero el poder del riff no ha de ser subestimado. Su grandeza se impone como pisadas de elefante, alterando las percepciones a cada paso. Oh sí, estos tres alemanes tomaron su buena dosis de alucinógenos y lo batieron junto a sus discos de Sleep, Melvins, Electric Wizard y Om, dando como resultado este viaje donde la aplastante pesadez hace las veces de relajador muscular, apagando el costado racional de nuestros cerebros y trasladándonos a paisajes de onírica reflexión. La guitarra regurgita los riffs más graves de la escuela Sabbáthica y los estira en eternas letanías lisérgicas. La batería marca el cadencioso ondular de las composiciones con golpes certeros y espaciados. El bajo nos hipnotiza con frecuencias subterráneas, reptando lentamente dentro de nuestras neuronas. Las voces elevan tenues plegarias hacia un firmamento de colores irreales. Queda más que claro que esto no es material para cazadores de hits inmediatos o gente con poco poder de concentración. Cuatro temas que se mueven entre los trece y los diecinueve minutos y pico, más un track escondido de cinco minutos. Y no hablamos de composiciones extensas sobrecargadas de partes, cambios, idas y venidas. Estos son rituales de narcótico minimalismo donde el trance repetitivo adornado con limpios punteos se da la mano con los riffs tamaño montaña y todo se mueve en cámara lenta. El sorete es un viaje de ida, pero a veces es tan rico.


-Brainworms “II: Swear to me” (2009)
Las cosas que duelen, los días que raspan en las entrañas y se niegan a darnos respiro alguno. Las canciones de Brainworms son gritos, son frentes arrugadas cubiertas de sudor, son jornadas inciertas entre voces mudas. Angustia y liberación, urgencia, ideas que queman las manos, danzas fracturadas, himnos para aquellos que nunca recibirán laureles. Punk Rock, claro. Pero nada de poses ni de superficiales modismos genéricos. Melodías descarnadas chocando contra ritmos desprolijos y catárticos, guitarras en carne viva, estirándose en acoples insistentes, dibujando ángulos enmugrecidos con dedos torpes, voces erosionadas por tanto dolor, trazando las formas de un nuevo lamento, una nueva pequeña victoria para generaciones enteras de desclasados. Las enseñanzas de Fugazi, Fucked Up y demás visionarios retransmitidas desde el más polvoriento de los sótanos. Asimiladas como una fuerza espiritual antes que como un manual de reglas y vueltas a escupir entre huesos contracturados y remeras empapadas de sudor. Gestos de júbilo, una pasión que arde sin concesiones y nos eleva. Música de liberación, una búsqueda constante por respuestas y la formulación de nuevas preguntas. Canciones afiebradas y sensibles, riffs desencajados y certeros, una calma nerviosa que estalla inevitablemente con cada abrir de ojos. Las visiones surrealistas proporcionadas por la realidad misma, la batalla constante contra el sinsentido de nuestras horas. Bombas molotov construidas con guitarras eléctricas y encendidas por nuestro desencanto. El presente roto de aquellos que saben que el mañana nos pertenece pero no descansan, nunca descansan. Esto es arte despojado de mayúsculas y entregado con los nudillos descarnados.

-Obituary “Darkest day” (2009)
Veamos, la tapa se revuelca en los más bobalicones clichés metaleros, las guitarras suenan como comprimidas bolas de odio, las bases apuntalan lo dicho con cadenciosos golpes, las canciones tienen esa impronta Celticfrostera elevada a la enésima potencia y la voz es el gruñido afónico de un dogo rabioso. Sí, es un disco nuevo de Obituary y no hay más que agregar. ¿Qué es exactamente igual a los anteriores? Más vale, ahí está el chiste. ¿Qué inclusive los temas se parecen entre sí? Claro, es la única opción que queda si queremos seguir disfrutando de ese mórbido manual de riffs regurgitados. Si quieren variantes, busquen en otro lado, esto es Obituary y aquí el único objetivo es sonar pesados, aplastantes y ominosos. Si nunca fueron (ni por asomo) la banda más técnica del Death Metal, no veo por qué eso habría de cambiar ahora. El enorme poderío de los floridenses no pasa por ahí, pasa por ese groove arrastrado y maléfico, por esos riffs pegajosos y embarrados, por esas súbitas aceleradas taquicárdicas, por esas canciones simples y gancheras y, claro, por la inigualable voz de John Tardy. Sólo escuchar una y otra vez esos desgarrados alaridos provenientes de las más negras entrañas del más abyecto infierno lovecraftiano ya vale la pena. Ok, también tenemos algún que otro solo de guitarra más bien melódico y hasta ciertos arreglos percusivos que recuerdan al Sepulturesco “World demise”, pero nada que se salga del libreto habitual. Por supuesto, a pocos discos les cabe tan bien la definición de sólo para fans pero, si alguna vez disfrutaron del mejor Death Metal (es decir, el de principios de los noventas) en Obituary tendrán un eterno bastión de extrema pesadez.


-Gnaw Their Tongues “All the dread magnificence of perversity” (2009)
Esto es más, mucho más que un mero ejercicio de Black Metal con ambientaciones macabras. Mories (tal el nombre del sujeto detrás de esta pesadilla sónica) ha creado el soundtrack más opresivo y enfermizo, una auténtica sesión de tortura emocional y auditiva dividida en doce abyectas composiciones. Claro, meter esto en la bolsa del Negro Metal es sencillamente denigrante, la maldad aquí contenida reduce los blast-beats, los riffs chillones y los alaridos de bruja Cachavacha a irrisorios clichés para asustar adolescentes conflictuados y viejas chotas. Esto es un viaje de pura oscuridad lisérgica a través de los más cavernosos pasadizos de la mente humana. Si muchos grupos Black pretendieron recrear (inspirados tal vez por King Diamond) la literatura terrorífica de clásicos como Poe o Lovecraft, Gnaw Their Tongues hace que dichas atmósferas se corporicen con su música, da un paso más allá y logra que la fantasía macabra se vuelva una asfixiante realidad. Ok, ustedes me dirán que Abruptum ya venía ensayando tales cualidades desde principios de los noventas pero, si bien la influencia es innegable, este holandés está dispuesto a tomar ese legado y llevarlo al extremo máximo de perdición. Una orquesta digital de almas en pena recita los más escabrosos pasajes de esta historia sin final feliz a la vista. Cuerdas quebrándose bajo erupciones sonoras y latigazos metálicos, oxidados campanazos que anuncian nuestra condena. Grotesca magnificencia degradada por una mente rota, un fluir sinfónico de abrasivas abstracciones musicales cubiertas por una gruesa capa de polvo. Alaridos de pura dicha sadomasoquista ahogados en océanos de alquitrán. Si Sunn 0))) se expandió hacia la negrura cósmica con su reciente (y genial) “Monoliths & dimensions”, Gnaw Their Tongues se dedica a rasgar la piel y escarbar en lo más profundo de nuestra humanidad, descubriendo el vacío nihilista que nos atormenta. Pero esto no es Drone, a lo sumo se podría trazar cierto paralelo con los momentos más violentos y cinematográficos de Swans, en especial en lo que hace a ritmos lentos e hipnóticos y bajos distorsionados y desafinados. Agónicas visiones con los ojos inyectados en sangre y el gesto desencajado en el rostro. La crueldad transformada en arte, eso es este disco. Atrévanse a experimentarlo.


-Poison The Well “The tropic rot” (2009)
Ya desde el magnífico “You come before you” (de 2003), Poison The Well demostró que estaba más allá de términos como Emo-Core y similares aberraciones. Sí poseían (y todavía lo hacen) marcados elementos melódicos derivados del Post-Hardcore y lograban combinarlos con extrema virulencia Metalcorera, pero al mismo tiempo contaban con un vuelo creativo que los alejaba del montón. El siguiente “Versions” (editado cuatro años después) agudizó aún más dicha brecha con la incorporación de influencias aún más exóticas y una críptica emotividad que, de alguna forma, los coloca en la misma categoría que bandas como Deftones, Glassjaw, Cave In o los desaparecidos Snapcase. Es decir, bandas pesadas, con corazón Hardcore, sensibilidad melódica bien desarrollada y miras artísticas altas. Así, luego de una serie de ep’s, llegamos a este “The tropic rot” y los floridanos demuestran estar en esplendido estado. La placa abre con “Exist Underground” y la impronta Deftonera dice presente en ese groove cansino e hipnótico, mientras que Jeff Moreira se retuerce entre desgarrados gruñidos y etéreas melodías y las guitarras dibujan riffs aplastantes entre delicadas texturas. Desérticos rasgueos nos introducen a “Sparks It Will Rain” que estalla entre guitarras ruidosas, ritmos afiebrados y un estribillo cargado de una psicodélica dulzura que no hace más que acentuar el paralelo con la banda del Chino Moreno. La taquicardia Hardcorera dice presente en “Cinema” pero, mientras el tupá tupá nos sacude las entrañas y los alaridos nos hacen estallar la cabeza, los riffs se escapan hacia planicies de ensoñación cósmica. Dicho clima se acentúa en la mitad del tema con un pasaje que remite a la más Beatlesca de las fantasías lisérgicas. Y, si hablamos de Pop retorcido, no queda otra que mencionar a la extrañísima “Pamplemousse” donde las melodías flotan sobre bases insistentes y guitarras voladoras pero no exentas de oscuridad. Y el resultado logra ser sumamente pesado sin apelar ni por un segundo a ningún tipo de modismo metálico. Le sigue “Who Doesn't Love a Good Dismemberment?” que bien podría ser una suerte de reinterpretación en clave de narcótico Metalgaze (sí, ya sé que es un término estúpido, pero en fin) de los momentos más tensos de los Dead Kennedys. Suena raro, sí, pero allí reside la gracia. Y les puedo asegurar que el resultado sigue siendo tan compacto como un puño cerrado. “Antarctica Inside Me” remite inevitablemente a Cave In, con su cruza de melodías espaciales y agresión Hardcore-metalera. Aunque, claro, esas guitarras casi blueseras que se cuelan en el medio echan por la borda cualquier tipo de referencia. El sol arde en las guitarras acústicas de “When You Lose I Lose as Well”, un Folk con toques Flamencos y elegantes líneas vocales que demuestran una vez más que el instinto melódico de Moreira se encuentra unos cuanto pasos por delante del de sus contemporáneos. Y encima hacen que el tema implote (en lugar de explotar) cuando la distorsión dice presente sin pelearse con el delicado entramado melódico de la canción. Como si no quisieran que nos pongamos demasiado cómodos, el quinteto nos tira en la cara el frenético andar de “Celebrate The Pyre”, un tema que escupe mala onda por los cuatro costados, aún en sus momentos melódicos. Siguiendo ese movimiento pendular, las aguas se calman en “Are You Anywhere?”, que recuerda al tipo de canción que Radiohead dejó de componer luego de “Ok computer” para hundirse en ese snobismo sin forma que practican hoy en día. Aunque, claro, cuando entran los riffs monolíticos y los gritos masivos, la cosa se pone en línea con lo más intenso de Neurosis y aledaños. Y cuando la psicodelia nos comienza a embotar la cabeza llega esa patada en los dientes que es “Makeshift Clay You”, a puro Hardcore con riffs deformes y gritos quebrados. El final llega con “Without You and One Other I Am Nothing”, una laberíntica pieza de complejidad Progresiva y sísmica pesadez que pondría verde de envidia a los muchachos de Mastodon. En fin, once tremendas canciones donde el gancho, la profundidad emocional y la imaginación sin límites conviven en perfecta armonía, hechas por un grupo que sigue abriendo nuevos caminos sin perder nunca sus sellos distintivos. Sencillamente imprescindible.


-Dial “Dial” (2009)
Debo reconocer que mi única experiencia musical previa con Nueva Zelanda (al menos que recuerde en este momento) es a través de los geniales Shihad, una gran banda totalmente recomendable para aquellos que disfruten del Grunge de calidad. Lo de Dial (aún cuando las conexiones noventosas son evidentes) pasa por otro lado. Este ep debut no es más que el demo del trío ahora reeditado por Robotic Empire y en él podrán encontrar cinco temas del más enfermo, violento y agobiante Noise-Rock. Oh sí, el revival Noise-rockero no se detiene. Y, mientras mantenga este nivel, por mí que siga así. A ver, ¿quieren guitarras que chorrean distorsión y vomitan riffs tan espesos como disonantes? ¿Acaso buscan esos ritmos mareantes a la Shellac? ¿O prefieren golpes epilépticos que taladren la mente? ¿Se les moja la bombacha de sólo pensar en puras bolas de feedback lanzadas con la precisión rítmica de una ametralladora? ¿Buscan también una voz femenina totalmente desquiciada, quebrada e histérica? ¿Y la prefieren acompañada por coros masculinos en forma de salvajes alaridos? ¿Y qué me dicen de ese bajo que induce una inmediata diarrea con cada intervención? Ok, tenemos referencias, como corresponde. Unsane, The Jesus Lizard, los mencionados Shellac, Helmet, Silvefish (el indispensable referente para toda banda del género con una chica al frente), lo más crudo de Neurosis y hasta algo de la violencia irrestricta de bandas como Rorschach o Deadguy, pioneras en eso de acercar el Noise-Rock al Hardcore más pesado. Pero ninguno de esos nombres logra opacar la promisoria personalidad del grupo. Y, ciertamente, el hecho de que las canciones sean semejantes exhibiciones de intensidad y psicosis desencajada ayuda bastante. Comprueben (una vez más. Y van…) que la música más pesada y extrema no tiene por qué ser Metal.


-Goatwhore “Carving out the eyes of god” (2009)
Los supergrupos no existen pero que los hay, los hay. Para aquellos que no están enterados, Goatwhore es la criatura craneada por Sammy Duet (ex guitarrista de Acid Bath y Crowbar) donde dicho caballero sureño da rienda suelta a su amor por Celtic Frost junto a luminarias como Ben Falgoust (también vocalista de los mufados Soilent Green) y Zack Simmons que comparte su tiempo aporreando tambores en los Blackadélicos Nachtmystium. Ya dije que aquí hay bastante Celtic Frost, el de la primera época para ser más exactos. Eso no sería demasiado particular, en definitiva la influencia de Tom Warrior y compañía se ha sentido desde siempre en todo el Metal extremo y en el Black en particular. Lo que separa a Goatwhore de tanto pelele con corpsepaint tratando de regurgitar esos riffs carnosos es que de ninguna forma se conforman con la mera copia. En primer lugar, el sonido (la producción corrió por cuenta del pequeño gran Erik Rutan) es sencillamente perfecto. Sucio, violento, compacto, avasallante. Estas infernales canciones parecen escaparse de los parlantes y ahorcarnos con gruesos dedos. Por otro lado, tenemos aquí interpretaciones sobresalientes. Falgoust posee una de las voces más personales y versátiles de la actualidad metalera, capaz de cubrir una amplia gama de gruñidos, berridos y demás torturas a las cuerdas vocales sin dejar nunca de sonar articulado y conciso. Simmons es un jodido reloj suizo, marcando implacablemente el afiebrado pulso de las composiciones con golpes certeros y salvajes. Y Duet se despacha una vez más (tengan en cuenta que este ya es el cuatro disco del grupo) con un sublime catálogo de riffs en llamas, donde hay lugar tanto para los vertiginosos machaques Thrashers como para las empantanadas referencias al Sludge y hasta ciertos modismos de pura cepa Deathmetalera. Por supuesto, todo eso sería pura cáscara sin las canciones que le den sustento a tanto despliegue de agresión misantrópica. No se preocupen, “Carving out the eyes of god” viene cargado con diez balas que se clavan en la mente sin miramientos y la hacen estallar de puro placer malsano. La violencia no baja nunca pero está presentada con un alto conocimiento de dinámica, logrando pasajes de hipnótica tensión que estallan inevitablemente en sangrientas arremetidas. No falta tampoco algo de ese groove violento que los sureños manejan tan bien y que obligan a mover la cabecita con cara de malo. En definitiva, Metal puro Metal desde las entrañas del infierno mismo (bueno, New Orleans, que es más o menos lo mismo) y con toda la energía puesta en partirnos el cráneo. ¿Qué más le pueden pedir a la vida?

-Paint It Black “Amnesia” (2009)
Un riff de pura cepa Sabbathera (gordo, oscuro y denso) súbitamente se acelera para luego volver a su asfixiante lentitud. Así comienza, con “Salem”, este pequeño entremés entregado por Paint It Black. No conformes con haber editado el año pasado una obra maestra del Hardcore contemporáneo, estos ex miembros de Lifetime y Kid Dynamite se despachan con esta breve joyita de apenas diez minutos de duración donde siguen dando vuelta las convenciones del género y empujándolo a un nuevo estadio de evolución. Luego de tan particular comienzo, “Homesick” tira la casa por la ventana a un ritmo acelerado y esas guitarras melódicas que nos hacn pensar en un Gorilla Biscuits puesto al día con sonido e interpretación impecables. La adrenalina se mantiene alta en “Nicotine”, aunque esta vez las guitarras ensayan riffs disonantes y entrecortados sobre el reglamentario tupá tupá de la batería. Y hasta tenemos una especie de breakdown que pondría orgulloso a Greg Ginn. “Amnesia” sostiene la velocidad y el desenfreno, siendo el tema más convencional de la placa pero sin bajar de ninguna forma la tremenda intensidad aquí desplegada. El final llega con “Bliss”, un tema a medio tiempo que logra conjugar voces cascadas, melódicas guitarras Post-Hardcoreras y cierto groove rozando el Grunge más Punky. Ok, hay una contra y es que el disco se termina demasiado pronto y te deja con ganas de más, pero eso habla a las claras de la refrescante energía desplegada por el cuarteto. En cualquier caso, si creían que el Hardcore sólo se trataba de repetir clichés y poses oligofrénicas, Paint It Black sigue demostrando que la esencia del mismo tiene que ver con la pasión antes que con los manuales genéricos. O que, al menos, así debería ser.


-Likwid “Likwid” (2005)
Esto no es disco nuevo y, de hecho, este grupo ya no existe como tal. Pasado ese pequeño escollo, nada nos impide disfrutar de lo aquí plasmado por este cuarteto cordobés. Sí, ya sé que las últimas dos palabras en una misma oración invocan horribles visiones en la mente, pero lejos está esto de la mera pachanga etílica. Y, en cualquier caso, La Mona Gimenez bien podría ser considerado el Frank Zappa del Cuartetazo. En fin, volvamos a lo nuestro. Se nota que los muchachos de Likwid pasaron sus años formativos (musicalmente hablando) durante los noventas y que aún guardan con cariño aquellas camisas a cuadros y esos jeans gastados. Lo cual, he de admitir, ya hace que me caigan bien. Por suerte tenemos algo más que simpatía y un paladar similar en estos trece (bueno, son doce y un bonus track) temas. Ok, sí, esto es Grunge con todas las letras. De hecho no es difícil encontrar referencias bastante obvias del género (Nirvana, Pearl Jam) pero eso no llega a atentar contra la identidad del grupo. Claro, tenemos las canciones que empiezan despacito y explotan en el estribillo tal como nos enseñaron los Pixies (y luego Kurt Cobain se convertiría en leyenda usando ese mismo esquema), tenemos los riffs mugrientos que nadan entre la crudeza Punk, la pesadez casi metálica y la psicodelia setentosa, tenemos algo de Funk endurecido tal como se hacía a principios de la década pasada, tenemos esas melodías torturadas, a veces introspectivas y a veces alcanzando esa suerte de emoción épica patentada por Eddie Vedder y los suyos. Antes de que pongan el grito en el cielo, déjenme decirles que Martín Yofre (vocalista) elude elegantemente la copia a Don Vedder. Posee también un timbre grave pero evita esos modismos histriónicos a partir de los cuales peleles como Scott Weiland o el cantante de Creed (no me pidan que me acuerde del nombre de ese señor) construyeron una carrera. De hecho, me recuerda bastante a Justin Sullivan, cantante de los vejetes Post-Punks de New Model Army. Por lo demás, los temas manejan un nivel bastante parejo (personalmente, mis preferidas son la soñadora “Code green”, la hipnótica “Say”, la pesada “You” y las más Punkys “Happy place” y “Set him free”) y el suficiente grado de variedad para no aburrir, la guitarra de Santiago Acosta cuenta con ideas interesantes y un innegable buen gusto que lo aleja de cualquier tipo de autoindulgencia o exhibición estéril, y la base rítmica conformada por Carlos Calveiro (batería) y Federico Martorell (bajo) se muestra sólida y con la soltura necesaria como para que mover la patita sea inevitable. En fin, si, como yo, creen que los noventas son lo mejor que le pasó al Rock en general, no dejen pasar un disco hecho con el corazón envuelto en camisas a cuadros.


-Infernal Poetry “Nervous System Failure” (2009)
La intro ya nos lo advierte, esto no es un disco de Metal convencional. Y, si bien suena algo engreído que el propio grupo haga semejante apreciación, los hechos les dan la razón. Infernal Poetry es un quinteto italiano que ya lleva doce años de carrera y en este tercer álbum logra su (hasta ahora) pico creativo. Ellos definen su sonido como Schizo-Metal, pero eso no nos dice demasiado. Bueno, los tipos están del marulo. Las canciones son laberintos construidos sobre bases absolutamente esquizofrénicas (bueno, ahí tiene sentido la definición), constantes cambios de ritmo, cortes abruptos, guitarras dementes con los dedos enroscados sobre el diapasón, tempos irregulares, punteos casi circenses, ruiditos varios y una gran variedad de gritos, aullidos y gruñidos por parte del vocalista Paolo Ojetti. Les dejo unos segundos para reírse de ese apellido. Ok, prosigamos. Está claro que estos tipos mamaron bastante Mr. Bungle, pero el corazón de esta criatura es eminentemente Deathmetalero. Puestos a nombrar influencias, también podemos detectar algo de Meshuggah, The Dillinger Escape Plan, Cryptopsy, Nine Inch Nails, el System Of A Down menos irritante y hasta cierto groove ganchero que podría ser catalogado como Death N’ Roll o bien remitir a las últimas épocas del Sepultura de Max Cavalera. El truco está, por supuesto, en combinar dichas influencias de maneras inesperadas, superponiendo elementos aparentemente dispares hasta darle una forma propia. En cualquier caso, el resultado final es sumamente personal, los temas se disparan en todas las direcciones lanzando afiladas esquirlas y lo peor es que uno nunca sabe por dónde vendrá cada ataque. Obviamente, saben también como emplear pasajes de tensa calma (por momentos acompañados de atmósferas Industriales) que no hacen más que acentuar la histeria y el frenetismo que dominan la placa en su totalidad. Por momentos hasta se hace un tanto difícil seguirles el tren, tanta es la información condensada en cada tema, pero bien vale la pena hacer el esfuerzo. Amantes del Metal extremo en su estado más psicótico y estrafalario, a por ellos.


-We’ll Go Machete “We’ll go machete” (2009)
Ah, sí, el Post-Hardcore. Esas guitarras que se entrecruzan en angulares contorsiones, esos ritmos que invitan a una acalorada y fracturada danza, esas voces declamatorias, crudas pero que nunca pierden de vista cierta frescura melódica. Y, por sobre todas las cosas, esa magistral combinación de intelectualidad y nervio rockero. We’ll Go Machete es una joven banda oriunda de Texas, pero bien podrían haber sido parte del catálogo de Dischord de mediados de los noventas. Si hablamos de influencias, también es menester mencionar a popes como Quicksand y Drive Like Jehu, pero de ninguna manera crean que esto es una copia barata ni nada por el estilo. Frescura es la palabra clave. Las seis canciones aquí presentadas poseen un groove contagioso apuntalado por riffs imaginativos, variantes rítmicas y melodías vocales entre la sobriedad y el quiebre emotivo. De alguna manera, hablamos de un género que no parece envejecer, ya que, sin salirse de los parámetros antes mencionados, el cuarteto suena tan actual como el que más. Y más cuando hablamos de composiciones tan redondas. Prueben las melodías irresistibles y saltarinas de “Number 12”, la trabada pesadez de “Archibald” (el hijo que Fugazi y Helmet nunca tuvieron), la disonante tensión de “The Old Beast Will Crumble” (casi un The Jesus Lizard Washingtoneado), la sudorosa energía y los riffs entrecortados de “Thatch” y “Red Maddens the Bull” y el cadencioso maremoto emocional de “All At Sea” si no me creen. Por supuesto, ni hace falta aclarar que se trata de uno de mis géneros predilectos y que, cuando está hecho con semejante nivel compositivo e interpretativo, se me hace absolutamente irresistible. Sólo queda esperar con ansias un próximo larga duración.


-Reign Supreme “Testing the limits of infinite” (2009)
Pareciera que el sello Deathwish Inc. (fundado por Jakob Bannon, vocalista de Converge) está dispuesto a presentar la camada más selecta del Hardcore metálico (no estoy seguro de que el término Metalcore sea aplicable en este caso) de esta generación. Fíjense si no en los magníficos últimos trabajos de bandas como Pulling Teeth, Carpathian, Life Long Tragedy o Blacklisted, todos aportando miradas personales al manual de los machaques y el mosh. Justamente, un ex Blacklisted (Jay Pepito. Sí, se llama Pepito. Yo todavía me estoy riendo) es quien formó esta aplanadora conocida como Reign Supreme. Tal vez un tanto más convencionales que las bandas mencionadas, este cuarteto tiene bien internalizadas las lecciones de clásicos como Earth Crisis, Integrity, Unbroken y Pro-Pain. La guitarra machaca incansablemente, las bases pegan siempre donde más duele, acelerando cuando es necesario y entregándose a un aplastante groove para liberar la tensión, y las voces gritan y arengan con los pulmones al rojo vivo y el odio en carne viva. Pero eso no es todo. Los riffs (aún dentro de su simpleza) se animan a aventurarse en terrenos…no diría desconocidos, pero sí bastante refrescantes. Así, encontramos cierta extrema suciedad rockera muy a la Entombed, rebajes pantanosos con toques melódicos bien Crowbarescos y hasta ciertas extravagancias rítmicas y armónicas que no hubieran desentonado en los discos más experimentales de grupos como 108, Turmoil o Bloodlet. Todo esto teñido de una violenta oscuridad que, por momentos, hiela la sangre a pura intensidad. Que quede claro, esto no se trata de posar como pandilleros y poner cara de oler caca. Esta virulencia sale de las entrañas, este fuego se alimenta de pura pasión antes que de bronca sin dirección. Claro, no faltan los clichés Hardcoreros de ayer y hoy, pero eso de ninguna manera le resta frescura al producto final. De hecho, es ese equilibrio entre la tradición y las ideas ajenas (por así llamarlas) lo que mantiene en pie la gran labor dinámica del grupo. Y, si sólo quieren golpear sus cuerpos contra gordos sudorosos y tatuados o hacer headbanging hasta que se les salga el cuello, esto también les vendrá como anillo al dedo. Pero sin duda se estarían perdiendo de una profundidad no muy común en estos casos.

23 de junio de 2009

Gabe Toxic - Leaving the Dream




Gabe
, el hombre orquesta, está de vuelta. Esta vez nos presenta su disco solista, Leaving the Dream, con algunos matices extra que lo separan de su vieja y querida Psychotoxic, aunque no demasiado. Es cierto que siguen estando el flequillo de Casey Chaos y los ojos maquillados de Alice Cooper supervisando todo desde el cielo, pero se nota la progresión hacia composiciones cada día más interesantes por la que está pasando el muchacho, característica más que bienvenida. Si ya con Psychotoxic Gabriel mostraba su capacidad de componer excelentes canciones, en su proyecto solista, y suelto de las restricciones estúpidas de los géneros y el rock, el talento florece a nuevas alturas. Eso sí, Gabe me pidió que postee según sus palabras "una gacetilla chota" que ud. puede leer a continuación, si es que le interesa la boludez de las gacetillas:

En Diciembre de 2007, Gabe Toxic dió por terminada su banda Psychotoxic para dar paso a su proyecto solista (que en definitiva era lo en que se había convertido la banda tras los reiterados cambios de formación). Este debut da el puntapié inicial a una serie de lanzamientos independientes planificados para los próximos meses, conformados por material que Toxic acumuló durante los últimos años.


... en efecto, una gacetilla muy chota.



Download Leaving the Dream by Gabe Toxic here


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22 de junio de 2009

Asociación Libre de Ideas








Asociación Libre de Ideas (A.L.I.) es un grupo de músicos de Buenos Aires que han armado un espacio propio para sus creaciones audiovisuales, que conjugan elementos acústicos, eléctricos y electrónicos. En esta ocasión nos presentan sus dos trabajos, El Misterio de Los Reos y Cuarto Secuestro, en una amalgama muy interesante de sutiles climas oscuros, ritmos lentos y una dinámica que hace acordar mucho al trip hop de Tricky y Massive Attack pero con una sutil diferencia (que los eleva por encima de cualquier aspirante a Beth Gibbons): El sentido del humor. Hete aquí que entonces podemos encontrar algunas cosas que bien podrían haber encajado en las composiciones de Zappa si el susodicho hubiese sobrevivido los 90´s, y hasta algunos toques jazzeros que no terminan de encuadrar en lo que todos conocemos hoy en día como música electrónica (por suerte). La impredictibilidad y el inconformismo hacen de A.L.I. una entrada más que meritoria en Zann's Music, a quienes les damos la bienvenida con orgullo.

Download El Misterio de los Reos by A.L.I. here
Download Cuarto Secuestro by A.L.I. here


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Milica Live in La Plata



16 de junio de 2009

Y no se olviden






Reviews

Por Fernando Suarez.


-Kong “What it seems is what you get” (2009)
Hoy en día no parece nada revolucionario pensar en un grupo de Metal instrumental que conjugue rebusques Progresivos, profundidad cinematográfica y hasta ciertos elementos ambientales/electrónicos. Pero eso mismo en 1988 y viniendo desde Holanda ya es otro cantar. O no cantar, en este caso. Ok, es probable que el nombre de Kong no signifique nada para ustedes, pero hablamos de una banda que estuvo visiblemente adelantada a su época y hoy vuelve para reclamar lo que le corresponde. Por suerte, el cuarteto evita el camino fácil de subirse al vagón del Post-Metal, aún cuando dicho género le debe un par de ideas. La música de Kong es pesada pero lejos está de las erupciones de distorsión volcánica, los riffs raspan y se enroscan pero siempre cuentan con un groove contagioso. Para orientarlos, podríamos decir que aquí conviven la metálica deformidad espacial de Voivod, el colorido gancho electrónico de White Zombie y una gama de sutilezas instrumentales y compositivas que van del Robert Fripp más rockero hasta el Mr. Bungle más oscuro. Y eso es sólo una referencia, la personalidad de estos holandeses es indiscutible y claramente reconocible. Las estructuras y texturas de este sexto disco manejan un grado de complejidad apabullante, los samples y efectos sonoros varios se conjugan a la perfección con las guitarras distorsionadas creando vívidos paisajes y situaciones sin perder nunca de vista el nervio rockero. Esta gente parte de postulados eminentemente cerebrales para llegar a resultados sumamente emotivos, con una imaginación superlativa y atrapante y un instinto compositivo envidiable. Quiero decir, detrás del espeso entramado de arreglos y la variedad de climas se esconden canciones redondas con el alma y la mente enfocadas como un rayo láser. Los riffs invitan al headbanging mientras las texturas electrónicas nos llevan de paseo a mundos desconocidos, los pasajes calmos nos envuelven en atmósferas de tensa ensoñación y el orgánico fluir de las composiciones invoca un sinfín de visiones psicodélicas. Hay tanta música (y de la buena) encerrada en estos doce temas que no hay forma de hacerle justicia con palabras. Baste decir que, si son de aquellos que buscan propuestas originales, con ideas claras y un altísimo vuelo creativo, este “What it seems is what you get” tiene todo eso (y más) para ofrecerles. Firme candidato a ocupar las listas de los mejor del año.



-Bears! “Bad news” (2009)
Parece ser que hay más que pollo frito en Kentucky. ¿Hay algo menos sureño acaso que el Screamo? Bueno, eso es lo que nos ofrece este cuarteto en este ep debut que, en rigor de verdad, se trata de un demo re-editado este año como entremés mientras preparan su primer larga duración. Screamo, sí, pero nada de mariconadas, como diría Torrente. ¿Les suena Pg. 99? ¿City Of Caterpillar, tal vez? Ok, no es que lleguen al nivel de semejantes bandas, pero no están mal rumbeados. Ritmos frenéticos, disonancias varias, alaridos desgarrados por doquier (tenemos tres personas encargadas de las voces), erupciones de puro ruido, estructuras caóticas, guitarras inquietas, energía inclaudicable y, claro, emotividad en su estado más violento y crudo. En su mayor parte, se trata de material agresivo y la melodía sólo dice presente en el último tema, “Again”, donde las guitarras dibujan sensibles punteos casi Post-Rockeros sobre un histérico desparramo de gritos pelados y bases entrecortadas. En fin, no se trata de ninguna revolución musical, pero la intensidad aquí desplegada es innegable y hasta se pueden percibir algunas ideas (en especial en los momentos más ruidosos) que, de ser desarrolladas como es debido, pueden llegar a dar a luz resultados más que interesantes. Por ahora, una promesa que de seguro gustará a los fans del estilo.


-Suffocation “Blood oath” (2009)
Ahora sí. Después del bache que representó el disco anterior, Suffocation vuelve al ruedo con un disco que hace justicia a sus pergaminos. Y no es que dicho álbum homónimo haya sido un producto desechable, pero para éste grupo, casi el modelo a seguir para toda una generación de Deathmetaleros, las exigencias no son las mismas que para los del montón. Por supuesto, a esta altura no espero que re-escriban el manual del Death Metal (eso ya lo hicieron con el monumental “Pierced from within”), pero sí pretendo buenas ideas y canciones atrapantes. Y, en ese sentido, “Blood oath” no falla. Terrance Hobbs y Guy Marchais pusieron toda la carne al asador, afilaron las hachas y se despacharon con un compendio de intrincados y geniales riffs que se enroscan y escupen veneno como una legión de serpientes asesinas. Hasta los solos brillan (y esto lo dice alguien que suele detestar los solos de guitarra en el Metal extremo) con ciertas reminiscencias a los momentos más brillantes de Bill Steer. Todo eso sostenido por el inhumano pulso marcado por Mike Smith, que reparte golpes a diestra y siniestra con una soltura digna del más cool de los jazzeros y una energía capaz de iluminar ciudades enteras. Frank Mullen no se aleja del profundo gruñido que ya es su marca registrada y el bajo de Derek Boyer…bueno, está ahí pero no le pidan demasiado. Esto no es Primus, al fin de cuentas. Claro, ya sabíamos que estos tipos manejan sus instrumentos con maestría, pero no sólo con excelencias técnicas se logra un buen material. Ahí están las canciones, entonces, para aplastarnos lo poco que nos queda de cerebro. Se nota un palpable incremento de pasajes lentos, de atmósferas tensas y ominosas que no hacen más que acentuar el salvajismo de las partes más aceleradas. Vamos, que se puede tener dinámica y variantes sin por ello dejar de ser brutales. Y les aseguro que si algo no le falta a este disco es fuerza bruta. Tal vez no esté presentada con el embarrado salvajismo de antaño, pero esta suerte de refinación sonora del quinteto le aporta una nueva dimensión a la propuesta sin que ello vaya en detrimento de la intensidad. Claro, si sólo buscan velocidad por la velocidad misma y desparramos incoherentes de dedos y golpes, esto les dejará sabor a poco. Pero si realmente les interesa la música (más allá de prejuicios y etiquetas) y están preparados para sentir emociones fuertes, entonces sumérjanse en este auténtico baño de sangre musical y comprueben, de paso, como una de las bandas más relevantes en la historia del Death Metal recupera sus laureles a fuerza de puro talento.


-Pigface “6” (2009)
Aquellos familiarizados con el vasto universo que rodea a Ministry habrán escuchado alguna vez hablar de Pigface. El grupo tiene como único miembros fijo al baterista/productor/remixador Martin Atkins (ex miembro de los liderados por Al Jourgensen y de leyendas del Post-Punk como Public Image Ltd. Y Killing Joke, entre tantos otros proyectos), quien se rodea de diversas luminarias para cada disco. En sus diecinueve años de errática carrera, Pigface contó con gente como Steve Albini, Paul Barker (ex mano derecha de Jourgensen en Ministry y Revolting Cocks), Jello Biafra, Danny Carey (Tool), Chris Connelly, Hanin Elias (Atari Teenage Riot), F.M. Enheit (Einstürzende Neubauten), Flea, Frank Black, Michael Gira, Mick Harris, Chris Haskett (Rollins Band), Lydia Lunch, Genesis P. Orridge, Paul Raven, Trent Reznor, J. G. Thirlwell y diversos miembros de bandas como The Jesus Lizard, KMFDM, Skinny Puppy y Ween (por sólo nombrar a algunos. La lista sería interminable) como colaboradores, logrando así una personalidad basada principalmente en el caos y la demencia aportada por esa gente y ordenada por Atkins. Seis años después de su último trabajo de estudio (no cuento los discos de remixes), el proyecto se pone en marcha nuevamente. ¿Y qué nos trajo esta vez el tío Atkins? Veamos. “Electric knives club” inaugura el viaje entre erráticos ritmos letárgicos, una densa maraña de guitarras, teclados y distorsiones varias, y la inconfundible voz de Chris Connelly (si no saben quién es, chequeen su trabajo con Ministry, Revolting Cocks, Murder Inc., The Damage Manual o sus más que recomendables discos solistas) con ese irresistible tono de perverso cancherismo. Le sigue “6.6.7.11” con el más podrido y degenerado clima de partuza Industrial. Guitarras en llamas, bases insistentes, voces deformes y un sinfín de samples para rebotar contra las paredes. Con los ánimos calmados pero aumentando la tensión llega “Fight the power”, una suerte de Hip-Hop entre narcótico y revolucionario, con Hanin Elias debatiéndose entre rapeos con los dientes apretados, melodías declamatorias y arreglos fantasmales. “KMFPF” (Kill Mother Fuckers Pig Face), como su nombre lo indica, es un homenaje (¿o parodia?) a la virulencia marchosa de KMFDM, contando inclusive con la participación de En Esch, ex miembro de dicha banda. Un desparramo de riffs thrashers sobre beats electrónicos bailables y arreglos lisérgicos. El baile se mantiene en “Mercenary”, aunque esta vez el caótico entramado de secuencias y sonoridades Industriales se tiñe de un negro melodicismo que roza el Post-Punk. Ese mismo impulso bailable se transforma casi en Grunge en “Sanctify”, con las estrofas en cavernosa tensión y el estribillo liberándolas a pura distorsión. “I hate in real life too” es casi un himno de odio en clave de Hard-Rock electrocutado y lanzado a la más sucia de las pistas de baile. Como un baldazo de refrescante ácido en la cara llega “The good, the bad and the druggly”, un turbulento paseo instrumental entre afiebradas brisas caribeñas, desencajadas guitarras Funkys, crujientes teclados, coritos oligofrénicos, relajadas líneas de bajo y envolventes percusiones de todos los colores. Vuelven los riffs rockeros y las melodías gancheras con “Work to come”, siempre sostenidos por un groove bailable y un sinfín de texturas digitales que harán las delicias de los nerds de los botoncitos y las máquinas. El clima se torna espeso y asfixiante en “Dulcimer”, con sus ominosos tambores rituales, sus macabras voces susurradas y una ambientación sonora que nos traslada al más oscuro y solitario de los bosques. “Up and down” cierra la placa con un maremagnum de frenéticas baterías superpuestas, teclados juguetones, antipáticos recitados y una tensión casi insostenible. De alguna forma podríamos decir que este “6” retoma la energía y la urgencia de los primeros años de Pigface y la filtra a través de la madurez, la cohesión y el alto grado de detallismo que adquirieron en sus últimos trabajos más volcados hacia la Electrónica. El resultado, como era de esperar, es sencillamente genial. Pocas bandas pueden hacer alarde de semejante grado de imaginación y locura sin caer en el más patético de los ridículos. Absolutamente recomendado para mentes abiertas.

-Incubus “Monuments and melodies” (2009)
El principal problema de Incubus siempre será aquel glorioso “S.C.I.E.N.C.E.”. ¿Cómo? Claro, ese álbum fue tan bueno que todos los posteriores movimientos de la banda fueron juzgados por ese estándar (uno, por cierto, no muy fácil de igualar). Entonces, discos más que correctos pero alejados de la magnífica virulencia de su antecesor, como “Make Yourself” o “A crow left of the murder” fueron defenestrados por la crítica y los fans “old school”, simplemente por dejar de lado el Funk adrenalínico de sus primeros trabajos y concentrarse más en las melodías y las texturas. Por supuesto, Brandon Boyd y los suyos vienen haciendo oídos sordos a dichas críticas y, si bien es cierto que muchas veces su sonido (e inclusive su imagen) ha pecado de un exceso de azúcar, la calidad de las canciones es innegable. Buena prueba de ello es este “Monuments and melodies”, un doble cd que recopila (en el primer disco) sus greatest hits y (en el segundo) algunas rarezas, inéditos y lados B. Como para dejar bien en claro lo cómodos que se sienten estos chicos con sus discos más exitosos y accesibles, el primer cd omite todo tema anterior a “Make yourself” y nos regala las melodías más moja-bombachas del bonito Brandon. También encontramos dos temas nuevos (“Black heart inertia” y “Midnight swim”) que, sin aportar nada realmente nuevo, se pueden sumar sin problemas al catálogo de melodías y riffs tarareables del quinteto. Lo mismo puede decirse del segundo disco, que si lo hubieran editado como un disco con material nuevo nadie hubiera notado la estafa. Bueno, tal vez la reversión en clave de Soul-Pop acústico de “A certain shade of green” y el cover de “Let’s go crazy” de Prince nos hubieran dado una pista, ya que constituyen el único lejano punto de contacto con el eclecticismo rabioso y burbujeante de “S.C.I.E.N.C.E.”. ¿Vieron? No pude terminar el comentario sin volver a mencionar aquel disco. En fin, si no son tan cabezaduras y pueden apreciar el virtuosismo de estos tipos puesto al servicio de bellas canciones sin más pretensiones que pasar un buen rato, “Monuments and melodies” no los va a defraudar.

-The Chariot “Wars and rumours of wars” (2009)
Ok, vamos con la parte fea. Estos chicos son cristianos y cuentan, como único miembro fundador desde 2003, con el ex cantante de Norma Jean, Josh Scogin. No los culpo si se están imaginando el más genérico y pedorro de los Metalcores, pero desde ya les advierto que este tercer álbum de The Chariot les deparará alguna que otra sorpresa. Tal como en su ex banda, se nota que Scogin tienen en alta estima los sonidos creados por bandas como Botch, Deadguy y Coalesce. Lo cual, a esta altura, no es ninguna novedad. Pero lo que queda al desnudo en este “Wars and rumours of wars” es el nexo entre dichos grupos y el (hoy en día tan mentado) Noise-Rock de los noventas. El masivo sonido de batería remite inevitablemente a las grabaciones de Steve Albini, mientras que el groove trabado, los acoples, los riffs disonantes y angulosos y esa aura de desquiciamiento rockero ciertamente pueden rastrearse hasta clásicos como The Jesus Lizard e inclusive The Birthday Party. Todo, por supuesto, revestido de la precisión instrumental y la virulencia extra (en especial en el terreno de las voces, que nunca se alejan de los más desgarrados alaridos) que aportan el Metal y el Hardcore. Casi una definición pormenorizada del Mathcore, si se fijan. Y si bien, como ya establecimos anteriormente, las influencias son claras, también se nota la voluntad del conjunto por establecer su identidad a través de ciertas digresiones genéricas. Así, es posible toparnos con temas como “Evolve:” (que suena como un Jesus Lizard a punto de autoinmolarse con el riff de “Naked in front of the computer” de Faith No More), “Need:” (un Hardcore disonante y caótico pero de aceleración moderada), “Impress.” (con esos punteos Country/Western), “Abandon.” (una suerte de Blues desfigurado a golpes de pura distorsión y gritos) o el final a pura densidad ruidosa de “Mrs. Montgomery Alabama III.”. Entiendo perfectamente todos los prejuicios que puedan tener con respecto a este tipo de grupos (a mí también la idea de Metalcore cristiano me genera como una sensación…feita, digamos), pero les puedo asegurar que si dejan eso de lado, aunque sea sólo por esta vez, se van a encontrar con una más que interesante patada en los dientes.


-Anaal Nathrakh “In the constellation of the black widow” (2009)
Mierda, siempre me pasa lo mismo con estos tipos. Me entusiasmo como un mogólico cuando vienen los taladrantes blast-beats a repetición, me estalla el cerebro con los chillidos distorsionados, mis oídos sangran con las sucias texturas escondidas debajo del maremagnum de riffs vertiginosos, el corazón se me acelera con los pasajes de pura cepa Grindcorera…y todo se me viene abajo cuando, de la nada, se mandan con esos ridículos estribillos melódicos que rozan lo más burdo y épico del Metal tradicional. Ustedes dirán que es un pequeño detalle como para empañar el impecable quehacer de estos amigotes de Shane Embury. Y tal vez tengan razón. Es sólo que no me entra en la cabeza como esta gente no se da cuenta de que si eliminaran esos elementos y se concentraran en el costado más virulento y abrasivo de su propuesta, lograrían de una vez por todas la excelsa obra maestra de puro odio nihilista a la que parecen apuntar. Para peor, la combinación de Black Metal, Grindcore y Música Industrial que el dúo viene practicando desde hace ya unos cuantos años es infalible y única. Violencia asegurada o le devolvemos su asco por la raza humana. Pero no, el globo de pura energía negativa se pincha indefectiblemente cuando hacen su aparición las guitarritas de calesita y esas voces limpias que provocan risa antes que miedo. En el disco anterior (“Hell Is Empty, And All the Devils Are Here”) habían reducido bastante la melodía y tenía esperanzas de que este “In the constellation of the black widow” siguiera ese camino. Error. De todas formas, nada me impide disfrutar de los momentos de rabia indiscriminada que (a pesar de todo) abundan siempre en la música de Anaal Nathrakh. En fin, si ya los conocían, sabrán qué esperar y si no, ahora tienen una idea de a qué atenerse. Yo, por mi parte, seguiré esperando que mantengan el enojo por un disco entero.

-Prurient “Rose pillar” (2009)
Dominick Fernow es el hombre que, detrás del nombre Prurient, ya lleva más de diez años e infinidad de discos (alguno en colaboración con diversos nombres del universo Noise) de auténtico terrorismo musical. Su trabajo se basa principalmente en el empleo de micrófonos, pedales de efectos y amplificadores, aunque no se ha privado de utilizar diversos objetos (cables pelados, monedas, chatarra) a la hora de construir sus asfixiantes sinfonías de ruido. Lejos de crear crípticos conceptos alrededor de sus obras, Prurient desnuda hechos de su vida personal y los atraviesa por su personal prisma artístico. Así, este “Rose pillar” cuenta con un libro de 180 páginas donde conviven diversos collages de Fernow con textos escritos por su propia madre acerca de la muerte de Stephen, el excéntrico hermano mayor de Fernow. En lo musical la cosa es, como podrán imaginarse, ruidosa. Pero lejos está de ser un compendio incoherente de feedback y abstracciones varias. El disco está dividido en dos partes, la primera comienza con tenues sonidos que, poco a poco, van tomando forma. Un fúnebre teclado es ahogado bajo una insistente fritura mientras Fernow escupe sus alaridos distorsionados escondido en grutas insondables, generando así un helado horror, una inevitable pulsión de muerte que ni el más true de los Blackmetaleros podría llegar siquiera a imaginar. La segunda parte es aún más sobrecogedora. Comienza con saturados golpes de batería que logran fracturados ecos fantasmales mientras la voz parece hundirse aún más en su deformidad distorsionada. La tensión sube a medida que gruesos estratos sonoros se van sumando a la ominosa pintura y vuelve a replegarse en abismales profundidades cuando los teclados retoman sus pinceladas de negro vacío. La voz, siguiendo ese mismo recorrido, mantiene su suciedad pero cambia el tono violento por un recitado moribundo y solemne. Pocas veces un artista dedicado al Noise logró semejante grado de emotividad. Y vuelven los gritos, pero esta vez no es odio lo que traen consigo, si no la más desoladora de las angustias, un dolor punzante, tangible. El viaje culmina casi en silencio, con una suave brisa nocturna cubriéndolo todo y dejándonos solos para lidiar con nuestras propias pérdidas. Desde ya, esto no es material fácil, no se supone que lo sea y en ello radica gran parte de su encanto. Pero de ninguna forma se trata de una complejidad formal, aquí lo realmente abrasivo son las emociones desplegadas. Especialmente contraindicado para gente con tendencias suicidas.


-Voivod “Infini” (2009)
¿Cómo se hace un minuto de silencio escrito? Pensándolo bien, mucho mejor que el silencio son estos cincuenta y ocho minutos y pico de excelsa música entregados por última vez por estos legendarios canadienses. Sí, lloren todo lo que necesiten, éste es el último trabajo de estudio de Voivod, con las últimas guitarras grabadas por el entrañable Denis "Piggy" D’Amour antes de muerte. Y si necesitan que les describa cómo suena esto ni siquiera deberían estar leyendo, impíos. Voy a ponerlo claro (y no me interesan los debates que ello pueda sucitar), Voivod es, sencillamente, una de las bandas más relevantes, creativas e influyentes de toda la historia de la música pesada en general. Habrán comenzado como un grupo de Thrash pero en seguida se elevaron a un universo único de imaginación musical. Y gran parte del merito se debe al increíble e innovador trabajo de D’Amour con las seis cuerdas. Un tipo que logró que en sus riffs convivan la siniestra pesadez de Black Sabbath, los crudos machaques de Venom, las contracturadas arquitecturas de Robert Fripp, el desparpajo rockero de Motörhead, las épicas elucubraciones de Rush y el vuelo cósmico de Pink Floyd. Y eso es sólo una referencia, el sonido del grupo nunca tuvo paralelos en ningún subgénero rockero y siempre se las ingeniaron para sonar adelantados a todas las épocas. No es casualidad que sus discos estuvieran recubiertos de conceptos futuristas, es allí (en el futuro) donde estaban más a gusto. Sin ellos, la idea de un Metal “inteligente” jamás hubiera sido posible. Y eso sólo, en mi opinión, ya los hace merecedores de un respeto infinitamente mayor que el noventa y nueve por ciento de todo lo que es considerado metálico. En “Infini” no encontrarán nada demasiado diferente a lo ya expuesto en los anteriores “Voivod” y “Katorz”, aunque tal vez se perciba un aire más oscuro en las composiciones, en especial en la voz de Denis "Snake" Bélanger que parece haber adoptado una modalidad un tanto más rasposa, sin por ello abandonar su tradicional nasalidad. Por lo demás, son trece temas perfectos, con esa indeleble capacidad para trasladarnos a entrópicos paisajes de ciencia ficción mientras nos patean duro en la entrepierna. Nada más que agregar, el Metal pierde a uno de sus visionarios más destacados, pero los discos siempre estarán allí para servir de inspiración a generaciones de músicos que no se conformen con la cáscara de las cosas y quieran ir más allá. Gracias Voivod por tanto, perdón por tan poco.

-Make Do And Mend “Bodies of water” (2009)
“Bodies of water” se llama el disco y, casualmente, Hot Water Music resuena en mi cabeza. Sí, estos cuatro muchachos oriundos de Connecticut han absorbido su buena ración de esa cruza entre melódico nerdismo Post-Hardcore y cruda urgencia Punkrockera patentada por los liderados por Chuck Ragan y Chris Wollard. Originalidad cero, por supuesto. De hecho las voces suenan tan iguales a las de los mencionados floridanos que da miedo. Dejando ese (no tan) pequeño detalle de lado, lo que aquí tenemos son seis tracks pletóricos de pura emoción, con bases potentes y elaboradas, guitarras que conjugan poderío y sutilezas melódicas de forma impecable y, bueno, esas gargantas quebradas capaces de estrujarle el corazón hasta al más indiferente amante del Rock Progresivo. Y buenas canciones, a pesar de todo. Con un excelente trabajo melódico (tanto en el departamento vocal como en las seis cuerdas) que mantiene ese frágil equilibrio entre la sensibilidad, la inteligencia y el salvajismo. Canciones dinámicas y gancheras, con un afiliadísimo instinto a la hora de plantear estructuras simples y profundas al mismo tiempo. En fin, vuelvo al principio, si (como yo) caen rendidos ante los geniales himnos Punks de Hot Water Music, aquí tienen una excelente opción para mitigar el apetito mientras esperamos su nuevo trabajo discográfico.


-Weekend Nachos “Unforgivable” (2009)
Aquellos que disfrutaron rabiosamente de aquel “This comp kills fascists” (el compilado de Grindcore-Powerviolence ideado por el gran Scott Hull) habrán tomado nota del nombre Weekend Nachos. Y no es para menos. Si tuviéramos que forzar paralelos dentro de esta suerte de revival Powerviolence, podríamos decir que Iron Lung ocupa el lugar de los experimentales Man Is The Bastard, Magrudergrind el de los caóticos Crossed Out y los muchachos que hoy nos ocupan serían algo así como la versión moderna de Lack Of Interest. Claro, las comparaciones son forzadas ya que hablamos de bandas con marcada personalidad a pesar de las influencias. Entonces, en “Unforgivable” encontrarán bastante de esa especie de Thrash/Hardcore acelerado al máximo, con riffs embarradísimos y rudos gruñidos que me recuerdan a los momentos más violentos de Integrity. Pero eso no es todo, gran parte del álbum se sumerge en espesos rebajes Sludge donde los riffs mantienen la esencia Hardcore pero la trasladan a opresivas atmósferas de lentitud Sabbathera. Vamos, el viejo truco de ralentizar los típicos riffs del Hardcore y descubrir que eran muy parecidos a los concebidos por Tony Iommi. Todo eso condimentado por un bajo volcánico y obsesivo (el sonido que le sacan a dicho instrumento es sencillamente increíble), una batería inquieta y una guitarra que chorrea distorsión por los cuatro costados y no le teme a los acoples y el feedback en exceso. Es con argumentos tan sencillos como contundentes que estos muchachos logran colarse entre los nombres más personales y destacados del mencionado revival. Si buscan intensidad, excitación y pudrición sonora, he aquí lo que necesitan.

-Clutch “Strange cousins from the west” (2009)
Algunos los preferirán en su faceta más rockera, otros querrán mover el esqueleto con sus modismos más Funkys y no faltarán los que extrañen la retorcida densidad de sus primeros trabajos. De cualquier forma, el poder de Clutch es irresistible. Llevan el groove en la sangre y saben exactamente cómo hacer para contagiarlo. Vamos, el que no mueve la patita con estas bases infecciosas es porque está muerto en vida. Tim Sult es una maquina de escupir riffs gancheros y enroscados, con los grandes nombres del rock pesado de los setentas como guía ineludible, pero provisto de una frescura que no sabe de épocas ni géneros musicales. Y qué decir de Neil Fallon, un tipo al que la palabra onda le queda chica y que, encima, es capaz de despacharse con letras donde conviven sin problemas la inteligencia más aguda y los delirios lisérgicos más volados. “Strange cousins from the west” es su disco número nueve y todo está en su lugar. Las cadencias rítmicas se meten en los huesos y los hacen moverse aún en contra de su voluntad, las guitarras dibujan pinturas surrealistas con un puño de acero y la personal voz de Fallon acompaña ese proceso con esa típica rasposidad semi-melódica. Y, claro, está también la perlita para los que vivimos en estos australes parajes. Me refiero a la versión de “Algo Ha Cambiado”, compuesta originalmente por Norberto “Pappo” Napolitano (¿les suena?) y cantada en ese castellano americanizado que resulta tan divertido como entrañable. Definir si este álbum es mejor o peor que los anteriores es una tarea complicada y absolutamente supeditada a los gustos personales. Si me preguntan a mí, yo diría que es superior al anterior “From Beale street to oblivion”, pero un tanto inferior a “Robot hive/Exodus”, aunque mi preferido siga siendo aquel disco autotitulado de 1995. En fin, si son fans de la banda ya sabrán a qué atenerse y seguramente lo disfrutarán con ganas. En caso contrario, este es tan buen comienzo como cualquier otro. Como decían Los Brujos, entréguense al ritmo ya.


-Caïna “Caïna” (2009)
“The Approaching Chastisement” abre el disco con celestiales acordes Post-Rockeros pintando idílicas visiones en la mente. Le siguen los siete minutos “Drilling the Spire” donde el tatuado Andrew Curtis-Brignell (único miembro del grupo) logra conjugar paredes de guitarras reverberantes con ritmos irregulares, teclados atmosféricos y cascadas voces llenas de maldad ritual. Ok, ya sabemos que esto de mezclar Black Metal y Post-Rock se ha puesto en boga últimamente, pero el crédito está abierto. Por un lado, Caïna ya lleva unos cuantos años y un par de discos ensayando dicha cruza y, ciertamente, los resultados hasta ahora no dejan de ser más que auspiciosos. De alguna forma, las épicas y melancólicas texturas de bandas como Godspeed You! Black Emperor o Mogwai y la omnipresente maldad del Black parecen haber sido concebidas para convivir sin problemas. Contemplen si no la muralla de distorsión melódica que nos envuelve en “To Pluck the Night Up By Its Skin”, casi como lo que hubiera sucedido si My Bloody Valentine se hubiese dedicado a quemar iglesias en Noruega a principios de los noventas. Y esos sórdidos pasajes de ambientación casi Industrial no hacen más que incrementar la inmensa desazón cinematográfica que propone este inglés. La sangre se hiela y la mente se llena de imágenes sacrílegas, transformando la dulzura de las melodías en algo más perverso. La película culmina con “You Worship the Wrong Carpenter” (serio candidato a mejor título del año), entre teclados espaciales, melódicas nebulosas guitarreras cargadas de delay, ritmos flotantes y fantasmales arreglos. El más negro de los viajes astrales, una mini sinfonía cósmica de perdición que se desata en avasallantes cabalgatas melódicas y vaivenes dinámicos. Mucho más conciso que el anterior “Temporary Antennae”, este ep autotitulado pone a Caïna en la primera línea de esto que podríamos llamar Post-Black. Y sí, ahora los Blackmetaleros tienen sentimientos.


-Dinosaur Jr. “Farm” (2009)
“Beyond” (2007) ya había marcado el triunfal regreso de la formación original de Dinosaur Jr. y, para no dejarnos con las ganas, Mascis, Barlow y Murph mantienen el paso con este genial “Farm”. Todo aquel que haya pasado sus años formativos (al menos en materia musical) durante los noventas debería saber que estamos hablando de una de las bandas más relevantes, personales e influyentes de su tiempo, algo así como el perfecto emblema de la Generación X, con la ironía, las camisas a cuadros y las guitarras sucias bajo el brazo. No esperen sorpresas ni abruptos cambios de dirección, aquí el mayor sobresalto es comprobar (una vez más) que el instinto compositivo de estos viejitos se conserva intacto. De alguna forma, este disco número nueve continúa con la línea del mencionado “Beyond”, es decir una amalgama entre la ruidosa crudeza de sus primeros trabajos y la delicada sensibilidad melódica que desplegaron en la década pasada. J. Mascis sigue lanzando rayos mágicos con su guitarra, entre ácidos solos (¿podríamos llamarlo el Slash del Indie-Rock?), riffs mugrientos y melodías que estrujan el corazón. Y sí, su voz (aunque él se queje de la comparación) sigue sonando tan nasal y quebrada como la del maestro Neil Young. Lou Barlow y Murph cumplen con su papel a la perfección, sosteniendo con gracia, soltura y clase los rugidos guitarrísticos del pelilargo líder. Hasta hay lugar para dos composiciones de Barlow (“Your weather” e “Imagination blind”) cantadas por él mismo y que no hubieran desentonado en los discos menos Low-Fi de Sebadoh, pero con una cuota extra de psicodelia en las seis cuerdas. Claro, todo se reduce a eso, las canciones. Doce perfectas canciones, con corazón Punk, vuelo setentoso y una sentida solidez melódica en algún lugar entre la efervescencia Pop y la aridez rural del Folk. Canciones para apreciar sin distracciones y trasladarnos a coloridas realidades paralelas, canciones para observar como la lluvia empaña las ventanas en un nublado atardecer de domingo o simplemente para bailar y canturrear como si todavía tuviéramos quince años. Me niego a creer que esto es un mero ejercicio de nostalgia, las grandes canciones son atemporales y las de Dinosaur Jr. en particular siempre eludieron elegantemente las clasificaciones fáciles. Demasiado dulces para el Grunge, demasiado mugrientos y Folkys para el Shoegaze, muy hippies para ser llamados simplemente Punks, excesivamente virtuosos para los parámetros del Indie-Rock y, sin embargo resultaron tremendamente influyentes en todas esas escenas. Las buenas canciones siempre ganan.

8 de junio de 2009

Gran Cuervo Live in La Plata





14 de Junio en La Casa de la Trova (diag. 79 y 57), La Plata.
Empieza puntual a las 21 hs.

7 de junio de 2009

Cruzdiablo - MegaloDoom



"El Rock muchas veces nos decepciona, nos aburre e inclusive nos indigna. Pero cuando está hecho con convicción, honestidad, talento y grandes canciones, se torna imbatible. Tal es el caso de Cruzdiablo que con MegaloDoom afianza aún más su identidad en un maremagnum de riffs aplastantes, groove contagioso y melodías inolvidables. Si todavía no los escucharon, dejen de papar moscas y entréguense a una de las propuestas más destacables que nuestra pobre escena vernácula tiene para ofrecer."

Fernando Suárez
Download MegaloDoom here
Descargá MegaloDoom aquí


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4 de junio de 2009

Reviews: Especial Sludge/Post-Metal/Doom/Drone y todo eso

Por Fernando Suarez.


-A Storm Of Light & Nadja “Primitive north” (2009)
¿Otra vez Nadja? Y sí, el barbudo Aidan Baker es un tipo prolífico. Y no sólo tiene buen gusto a la hora de componer, también cuando se trata de elegir colegas con quienes compartir material. A Storm Of Light es un proyecto liderado por Josh Graham (miembro también de Neurosis, Red Sparowes y Battle Of Mice. O sea, el tipo sabe lo que hace) que el año pasado nos había deslumbrado con un álbum debut (“And we wept the black ocean within”) cargado de adoración Neurosiesca bien entendida. “Primitive north” cuenta con dos temas de A Storm Of Light, uno de Nadja y dos remixes, uno a cargo de cada banda. Los de Graham arrancan el viaje con “Brother” y “Sister”, dos canciones que rescatan esa particular combinación de pesadez extrema y cuidadísimas texturas cinematográficas que ya nos había conmovido en Battle Of Mice. Claro, la voz de Graham lejos está del histrionismo despegado por Julie Christmas en dicho grupo, pero su tono austero y melancólico le aporta otra dimensión al denso entramado instrumental. Es imposible no notar la similitud entre la forma de cantar de Graham y sus melodías con lo hecho por Steve Von Till y Scott Kelly a partir de aquel monumental “A sun that never sets” y aún así la identidad nunca está comprometida. De alguna forma esto podría ser considerado como el punto de convergencia de las demás bandas de Graham. Aquí tenemos bastante de las dinámicas y el misticismo melódico de Neurosis adornado con el narcótico y retorcido sentido del dramatismo de Battle Of Mice y presentado con la tridimensionalidad fílmica de Red Sparowes. Y sin clichés Post-Rockeros a la vista. Por el lado de Nadja, “I Make From Your Eyes the Sun” es una de esas típicas canciones del dúo donde el más cansino y aletargado de los ritmos programados sostiene una marea de feedback y graves que rajan la tierra mientras las líneas vocales flotan sobre el terremoto como fantasmas, logrando así que el clima apocalíptico se transforme en una experiencia sumamente emotiva e intima. Nada nuevo, claro, pero mientras mantengan este nivel compositivo quién necesita variaciones. Casualmente, la sección de remixes comienza con Nadja poniendo sus manos sobre “Brother” y transformándolo en una negra pesadilla sónica, removiendo las voces y concentrándose en los climas más sórdidos y tenebrosos del tema. Les puedo asegurar que cuando entra el riff principal acompañado de esos monolíticos golpes de batería, van a sentir a La Maldad (y no me refiero al grupo) corporizándose frente a sus ojos. Por su parte, A Storm Of Light toma el mencionado tema de Nadja e intensifica su cualidad hipnótica removiendo capas de ruido, poniendo la voz al frente y sumando baterías orgánicas que terminan dándole un nada despreciable aire de esoterismo ritual al asunto. En definitiva, dos de las bandas más interesantes de la vanguardia Metalera contemporánea unieron fuerzas y parieron este suculento entremés musical, ideal para abrirnos el apetito.


-Bloodhorse “Horizoner” (2009)
Lejos de lo que su pedigree podría indicar (sus miembros pasaron por bandas como The Red Chord, Shelter, 454 Big Block, Premonitions Of War y American Nightmare), el sonido de Bloodhorse poco y nada tiene que ver con el Hardcore o el Death Metal. Ya los casi diez minutos iniciales de “A good son” (que, muy lentamente, construyen un clima que suena como el equivalente musical para la más tortuosa y cansina marcha por un eterno desierto), con sus enormes riffs, su crudo y natural sonido empapado de graves, su tempo marchoso, su gruñidor bajo y sus voces casi heroicas marcan fuertes lazos con los más áridos modismos Sabbáthicos. De hecho, un tema como el que le sigue (“A Passing Thought To The Contrary”) suena casi como un “Children of the grave” embarrado y levemente acelerado, inclusive culminando en un riff casi Slayeriano. “The Old Man” sigue con la estampita de Tony Iommi junto a la púa de la guitarra, agregando un toque de oscuridad, un groove y unas líneas vocales que no hubieran desentonado en los momentos más densos del viejo Life Of Agony. Y, si de oscuridad hablamos, ahí llega la maldad hecha riff con “Nonhossono”, donde el baterista Alex Garcia-Rivera da rienda suelta a su pasión por Bill Ward mientras circulares riffs con los graves en once nos marean hasta dejarnos estúpidos. El tempo levanta sin perder esa impronta setentosa en “Close, But Never So”, una suerte de Stoner-Punk ideal para imaginar polvorientas rutas a toda velocidad. Pero ni siquiera eso nos prepara para el ritmo frenético de “Aphoristic”, dos minutos y medio de pura energía que suenan como la cruza exacta entre Black Flag, Entombed y un Deep Purple merqueado y sin teclados. “The Morning Burial” nos muestra cierto costado Progresivo, con firuleteados riffs e hiperkinéticos golpes de batería que remiten inevitablemente al Mastodon de “Leviathan”. Eso, claro, hasta que todo se detiene en un sórdido y cavernoso remanso instrumental que oficia de conector con el posterior arranque a puro clima funerario que cierra el tema. Como para levantarnos de golpe, el trío se manda con “Paranoiac”, casi un homenaje en forma de Hardcore desgarrado a los eternos Eyehategod. Hasta el rebaje a mitad del tema remite a los sureños, si no fuera porque las voces no llegan al alarido amorfo de Mike Williams, si no que se quedan en modalidades rasposas en algún lugar entre Clutch y Amebix. El disco cierra con los Zeppelinsescos riffs de “In Horror”, donde las voces ensayan melodías casi de cancha y hasta hay lugar para un arenoso solo de bajo. De alguna forma, esto podría resumirse como el más pesado Rock setentoso pasado por la amplificación y el espíritu mugriento del Sludge/Crust y sin dejar de lado la necesaria cuota de (aunque sea, rústica) melodía. Y si con eso no les basta para buscarlo y revolear esas mugrientas melenas, entonces no hay nada más que yo pueda hacer por ustedes.

-Hull “Sole lord” (2009)
Por un lado podría afirmar, sin temor a equivocarme, que Hull en este disco debut toma la vasta gama de influencias del así llamado Post-Metal y las condensa en canciones propiamente dichas que rara vez superan los cinco minutos de duración. Por otro lado, queda claro que la intención de estos vecinos de Biohazard (“si estás en el jodido Brooklyn, mejor mirá tu puta espalda”) es crear una obra con un claro hilo conceptual, lo que hace que los temas sean más bien partes de un todo mayor antes que entidades independientes. De hecho, si uno escucha el disco sin mirar la lista de temas es imposible determinar cuando empieza o termina cada uno. En ese sentido, aquellos que no cuenten con un (aunque sea ínfimo) rincón en su corazón para las más épicas pretensiones Progresivas se encontrarán irremediablemente perdidos entre tantos cambios de climas, intrincados pasajes instrumentales y majestuosas voces anunciando el fin de los tiempos. Bueno, tampoco es que esto sea una lección de King Crimson, aún cuando ciertas excentricidades rítmicas parecen indicar lo contrario. En definitiva aquí siguen prevaleciendo los enormes riffs Sabbáthicos, los ritmos atronadores y esas típicas dinámicas incrementales del Post-Rock. Las voces se debaten entres los esperables rugidos y ciertos coros melódicos cargados de una particular mística ritual, pero (como suele suceder) son las guitarras las que se llevan las palmas en este “Sole lord”. Los muchachos no descartan nada en pos de generar sus majestuosas visiones, colchones de puro ruido, colgados punteos empapados de delay, delicados arpegios entrecruzados, aplastantes erupciones de graves, áridos rasgueos acústicos, soñadores remansos Pinkfloyderos y una inabarcable gama de riffs que van desde la más podrida oscuridad Sabbathera hasta los más contracturados firuletes setentosos, sin olvidar los amagues disonantes y el corazón Punk que nos legaron bandas como Melvins, Neurosis e inclusive Black Flag. Ok, no es un desparramo de originalidad, eso está claro, pero al menos esta gente logra sonar variada sin salirse nunca de su propio libreto. Y, en el estado de ánimo adecuado, estos cuarenta y cuatro minutos de música son capaces de envolvernos en un vívido viaje por ancestrales montañas, turbulentos descubrimientos espirituales y oscuros rituales cósmicos. Sólo necesitan cerrar los ojos y dejarse llevar.


-Moss “Tombs of the blind drugged” (2009)
“¿Cuáles son sus demandas?”, preguntó el oficial encargado de la negociación. “Sólo necesitamos cuatro canciones”, respondieron los hombres de Moss. “Bueno, si sólo es un ep, no creo que se trate de material que ponga en peligro la integridad física de los rehenes”, pensó el agente de la ley. Grave error, con sólo cuatro tracks estos ingleses son capaces de sumergirnos en la más espesa marea de alquitrán sonoro que jamás hayan imaginado. Cuarenta minutos de lenta tortura, rebanando la carne como si se tratara de un moderno Leng T'che. Cuatro canciones que llevan la idea de Doom a nuevas planicies de hipnótica densidad. Guitarras que dibujan espesas brumas de asfixia narcótica, ritmos marcando un insistente pulso moribundo, voces que reptan abrasivas como mares de lava sobre las rocosas grutas que conforman las composiciones. Aquellos que contemplan estos rituales no pueden evitar sentir como sus párpados se cierran, entrando en un desesperante trance sin esperanzas de escapatoria. Dedos huesudos y leprosos se posan sobre un siniestro órgano, celebrando este auténtico funeral eléctrico. Demasiado apegado a los climas Sabbatheros de lisérgico horror para ser Drone, demasiado extremo y opresivo para ser metido en la bolsa del Doom tradicional, demasiado crudo y dinámico para considerarlo Funeral-Doom, y sin embargo tomando cuotas de dichos estilos para construir su propia monstruosidad a base de sonidos graves y ritmos letárgicos. “También exigimos el derecho de versionar a Discharge”, dijeron los músicos. “Perfecto, algo de viejo Hardcore-Crust aportará un poco de aire a este encierro”, imaginaron los rehenes. Ilusos. Este “Maimed And Slaughtered” comprueba que todo se resume en los dedos de Tony Iommi, inclusive los más cáusticos riffs del más contestatario de los Hardcores. Sólo basta con ralentizar al máximo los tempos y afinar las guitarras en trueno para comprobar dicha teoría. Así, de paso descubrimos como, con ese simple recurso, una banda como Eyehategod inventó el Sludge. Del sub-templo a las tumbas de los ciegos drogados, este viaje se pone cada vez más jodido y tenebroso. Esperemos que así continúe.


-Pelican “Ephemeral” (2009)
¿Tiene algún sentido, a esta altura seguir repasando las diversas etapas por las que pasó Pelican a lo largo de su carrera? Ya sabemos que su debut autotitulado y luego “Australasia” marcaron puntos altos en lo que a sonidos monolíticos hace (de paso inaugurando esa suerte de sub tendencia de Post-Metal instrumental), y también estamos al tanto de sus flirteos con el Post-Rock (en “The fire in our throats will beckon the thaw”) y de sus más recientes intenciones cancioneras, en el anterior “City of echoes”. Si este “Ephemeral”, en su condición de ep, sirve como indicador de una nueva etapa, entonces tendríamos que hablar de cierto rescate de las atmósferas más sobrecogedoras de sus primeros trabajos, pasado por el filtro más concreto y el sonido de “City of echoes”. O sea, los riffs vuelven a cargarse de maldad y tensión, abandonando las melodías casi poperas pero sin llegar al estruendo que generaban antaño. También se mantiene el componente Stoner de aquel álbum, sólo que aquí los infinitos desiertos son reemplazados por siniestras arquitecturas abismales. Por otro lado, las estructuras fluyen alejadas de la dinámica Post-Rockera y se acercan a cierto clasicismo rockero/setentoso, sin resignar el gancho ni la emoción pero con una firme sensación de dientes apretados. Para ponerlo en término genéricos, esta sería la versión Pelican del Doom más tradicional. Con la visión intelectual que siempre ostentó el cuarteto (los contrapuntos guitarrísticos siguen deslumbrando y esa innata capacidad de generar paisajes e imágenes con sus instrumentos se mantiene intacta) pero esta vez empapada de una suciedad emocional extra y con las guitarras en sintonía con el mismísimo Lucifer. Aunque, claro, la energía nunca se desborda, de alguna forma se encuentra contenida (o, mejor dicho, dosificada) por la cuidadosa carga cerebral de las composiciones. Pero eso no es ninguna novedad en este grupo. Y vuelvo a lo primero, no vale la pena lamentarse por logros pasados, al fin y al cabo Pelican es de esas bandas que marcan un nuevo camino con cada disco y no veo por qué habrían de dejar de lado ese insaciable apetito creativo. Si les siguieron los pasos hasta ahora, sería una pena que dejen pasar este nuevo estadío en la constante evolución de una de las bandas más inquietas del Metal contemporáneo.


-Universe 217 “II” (2009)
Alguien que sabe mucho del tema alguna vez dijo “fuera teclados y gordas góticas de mi Doom”. No hace falta aclarar que aquí en Zann apoyamos al cien por ciento dicha máxima. Pero no es menos cierto que ciertas beldades han logrado conmovernos con intensas performances. Ahí tienen a la japonesa Yoshiko Ohara demoliendo las armonías con Bloody Panda, a la angelical Runhild Gammelsæter escarbando en las tinieblas de proyectos tan destacados como Thorr’s Hammer (junto a Stephen O’Malley y Greg Anderson, los monjes del Drone), Khlyst (bajo el mando del genial James Plotkin) o su propio disco solista (“Amplicon”), o la demente Julie Christmas con las retorcidas melodías de Made Out Of Babies y Battle Of Mice, por sólo nombrar a algunas. Claro, hablo de chicas que se dedican a cantar más que a gritar (bueno, algunas hacen las dos cosas), siempre en un contexto del más opresivo Doom, pero a años luz de cualquier atisbo de melodrama gótico y/o pompa sinfónica. Universe 217 viene de Grecia y cuenta con la virtuosa garganta de Tania (no confundir con…bueno, ya se imaginan) que lanza melodías como serpientes sobre las asfixiantes capas de graves que genera el resto del grupo. El rango vocal de esta señorita es realmente apabullante, pero todo ese despliegue está manejado de forma absolutamente enfermiza, casi como si se tratara de una Diamanda Galas del Doom. Y la música acompaña perfectamente, con guitarras como erupciones volcánicas, atmósferas de pura desesperación surrealista y un insistente ritmo al borde del colapso. Ellos lo llaman “No-Tempo Rock” y no sería una mala definición de la propuesta. Hasta los eventuales teclados que aparecen esporádicamente se dedican a dibujar tensas melodías siempre al borde de la cacofonía, antes que a suavizar los ríspidos ángulos que conforman las composiciones. Este segundo trabajo se trata más bien de un ep (son cuatro temas en poco más de veinte minutos) y logra hundirnos sin concesiones en el más pegajoso de los viajes. Si no le temen a la oscuridad y se sienten con la valentía suficiente como para enfrentar cara a cara a sus más horribles fantasmas internos, sumérjanse en “II”, pero yo no me hago responsable por lo que dicha travesía pueda hacerle a sus almas.


-Blackwaves “0130” (2009)
Cada vez queda más claro que aquello que, entre principios y mediados de los noventas, se conoció como Metal Progresivo (de la mano de bodrios insostenibles como Magellan, Threshold y, claro, Dream Theater) poco tenía de auténtico espíritu Progresivo. ¿Dónde está el progreso, si no, en repetir (a veces cayendo en el plagio más descarado) las fórmulas de los setentas con un sonido levemente más pesado? Por suerte, la aparición, a fines de la década pasada, de bandas como Isis o Mogwai y la subsiguiente reivindicación de los indestructibles Neurosis demostró que se podía llevar los conceptos más sesudos y la elaboración más épica y barroca a nuevos terrenos de pesadez e intensidad, siempre bajo la atenta mirada de un pasado Punk que tomaba como referente a Black Flag, Swans, Melvins y demás bandas que tampoco se contentaban con el escueto manual de los tres acordes y el ritmo derecho. Por supuesto, hoy en día dicha amalgama de estilos (a la cual se le dio el ridículo mote de Post-Metal) es moneda corriente y hasta se asoma cierto tufillo a saturación. Blackwaves bien podrían ser definidos como unos Isis (de “Oceanic”, bien vale la aclaración) instrumentales y con eso quedarían automáticamente descartados entre tanto clon. Ok, no hay en este segundo disco nada revolucionario ni innovador, y aún así encontramos un inagotable caudal de ideas musicales llevadas a cabo con absoluta maestría y conocimiento de causa. El bajo gruñe incansablemente sin por ello perder la capacidad de adaptarse a las diferentes atmósferas y texturas aquí propuestas, la batería sigue el legado Bonham (un legado que sería rescatado en los noventas por las producciones de Steve Albini. Chequeen el sonido de batería de Shellac o The Jesus Lizard si no me creen) de grandes y resonantes golpes entregados siempre con un una técnica y un groove que nunca se excluyen mutuamente. Y las guitarras, claro, ellas son la vedette en este tipo de bandas. Masivas y rasposas cuando las subidas de volumen así lo requieren, frágiles y llenas de sutilezas cuando las aguas se calman y siempre jugando con arreglos, contrapuntos y diversas sonoridades que conforman una espesa arquitectura en la cual es necesario sumergirse sin distracciones a fin de aprehender todos sus detalles ocultos. Claro, de alguna forma se repite una fórmula conocida, yendo de los típicos paisajes reflexivos del Post-Rock (con sus arpegios y punteos entrecruzados y sus melodías siempre al borde del melodrama. Y el delay, nunca se olviden del delay) hasta los estallidos de pedregosa distorsión enmarcados en los riffs más malignos y enroscados que Tony Iommi jamás imaginó (al menos, es seguro que no los imaginó con semejante y arrasador sonido) y repitiendo ese vaivén de todas las formas posibles. Ahora bien, si basándonos en la frescura y la diversión, podemos aceptar sin problemas que exista un subgénero entero de clones de Carcass (por poner un ejemplo) no veo cuál es el problema en que estos muchachos de Blackwater se guíen por las enseñanzas de sus mayores, en especial cuando los resultados cuentan con tal grado de energía, inventiva y musicalidad. En definitiva (y como suele suceder) todo se reduce a una cuestión de gustos y de tolerancia por determinados estilos musicales. Y, no les voy a mentir, a mí todavía me atrapan estos (por momentos) tortuosos viajes musicales. Si a ustedes les pasa lo mismo, en “0130” encontrarán algunos buenos argumentos para despegar.


-Dark Castle “Spirited migration” (2009)
No hay tiempo para analizarlo, sólo resta intentar guarecernos. Y aún así sabemos que esta bestia nos alcanzará. Dark Castle hace que la música de este, su primer larga duración, se corporice frente a nuestros ojos y nos envuelva en impenetrables capas de negra distorsión. Guitarras como una manda de rinocerontes que respiran fuego, gruñidos extraídos de las gargantas de cósmicas deidades Lovecraftianas, bases sísmicas que atacan con la fluidez de un tsunami. Doom, por supuesto, en su grado más alto de densidad, pudrición y violencia lisérgica. Pero ojo, hay mucho más bajo la superficie. Interludios acústicos de aires flamencos, espiralados riffs que pondrían verde de envidia a los guitarristas de Mastodon, revulsivas arquitecturas de enfermedad herederas de los momentos más abrasivos de los viejos Swans, momentos de pantanosa emotividad que harían lagrimear al mismísimo Kirk Windstein, acuosos remansos psicodélicos que transforman el mero Post-Rock en una pesadilla surrealista y una intensidad no exenta de inventiva que los acerca a las horas más oscuras de Neurosis. Por supuesto, todo ese rejunte de nombres no hace más que hablar a las claras de la fuerte identidad que ostenta el grupo, a pesar de su corta carrera. Demasiado malvados y brutales para meterlos en la bolsa del Post-Metal, demasiado cancioneros para el Drone, demasiado elaborados y sutiles para ser Sludge y, ciertamente, demasiado extremos y (a la vez) variados para calzar al cien por ciento en el Doom tradicional. Tal vez por momentos se acerquen a una versión oscura de Ufomammut, algo así como la peor contracara de un profundo viaje de ácido. Como ya hicieran alguna vez (cada una tomando diferentes caminos) bandas como Unearthly Trance o Tombs, Dark Castle empapa la espina dorsal de su visión dumbeta con pinceladas de diversos colores musicales, logrando así que las sensaciones lleguen de forma sumamente efectiva y conmovedora. Ok, todavía les falta camino por recorrer hasta arribar a las sublimes alturas creativas de dichas bandas, pero sin duda alguna esta gente va por el buen camino. Yo que ustedes no les perdería los pasos.


-Arktika “Heartwrencher” (2009)
Estas gélidas construcciones en las que nos hemos transformado. Este silencioso ruido que marca el pulso de nuestra alienación. Todo estalla y, sin embargo, se mantiene intacto. Son nuestros cuerpos los que dibujan estas combustiones en blanco y negro. Las líneas del cosmos se alinean en geometrías de puro dolor. Borrosos caleidoscopios que intentan explicar estos hilos que se rompen inevitablemente. Imágenes de color sepia ardiendo en el viento. Bolas de fuego negro quebrando el firmamento. Engranajes que chillan y lanzan peligrosas esquirlas. Ventanas cubiertas de polvo y un gris océano de nada. Un desierto multiforme y esquizofrénico. Tanto y sin embargo tan poco. Un hombre desnudo grita, suplicando, tratando de entender. Soñando en secreto con gotas de una esencia que reclame su lugar. Líneas de asfalto acercándose en cámara lenta. Fotografías rasgadas, negativos de un tiempo sin tiempo. Esta electricidad nocturna lanzando cosquillas en nuestros huesos. Visiones de un futuro sin rostro. Curvas hacia ningún lugar. Ojos cargados de rencor, sentados frente a frente, temerosos de ya no reconocerse unos a otros. No hay nada aquí que merezca ser salvado. Pechos que se abren de par en par. Elevados. Hundidos. Confundidos y buscando desesperadamente un rastro de coraje dentro de tanta miseria. Espasmos de liberación. Aullidos que ruegan redención. La fuerza inhumana de aquellos que están acorralados dentro de sí mismos. Las mentiras y los planes pensados a la mitad. La inocencia que rasga la piel. Las verdades a medio camino que nadie conoce. Y aquellos que construyen las puertas cerradas, ellos esconden los clavos esperando que las nubes de nuestras almas nos impidan reconocerlos.


-Monkeypriest “Defending the tree” (2009)
Cuando disco comienza con un acople seguido de una colección de riffs casi calcados del catálogo de Black Sabbath y a eso le suma un sonido embarrado de graves al tiempo que reemplaza las voces por alaridos amorfos, sabemos que todo va a estar bien. Más si el nombre del grupo puede traducirse como Mono Sacerdote. Por si no lo pescaron, esto es Sludge con todas las letras y las referencias necesarias. Guitarras que se derriten bañadas en whisky, ritmos moribundos, densas capas de distorsión y un irredimible asco por todo lo que nos rodea. El nombre remite, obviamente, a los próceres Iron Monkey, pero el sonido asfixiante, la voz que suena como saliendo de una radio descompuesta y el impenetrable aura de absoluta desazón los acercan más a Grief. Claro, para aquellos no iniciados en las pantanosas aguas del género dicha descripción puede sonar tan vacía como las publicidades de Francisco De Narvaez. Digamos que estos españoles (por cierto, es de destacar el buen nivel que está adquiriendo el Sabbathismo extremo de la península ibérica. Sólo basta chequear los trabajos de bandas como Moho, Orthodox, Lords Of Bukkake o Loan como buen ejemplo de esto) también se permiten alguna que otra levantadita de tempo que no desentona con la mugre Crusty que, como corresponde, inunda los instrumentos. También es posible detectar cierto aire al Celtic Frost más dumbeta y hasta una intro con sample de película en “gallego” que, ya desde los geniales Machetazo, es un éxito asegurado. Por supuesto, si buscan variantes, originalidad o vértigo creativo, están en el lugar equivocado. Ahora, si se conforman con veinticinco minutos de música realmente pesada y entregada con un alto nivel de intensidad, he aquí una excelente opción.


-Kongh “Shadows of the shapeless” (2009)
¿Quieren sonidos masivos? ¿Buscan guitarras del tamaño de la vía Láctea y golpes de batería como terremotos cósmicos? ¿Necesitan gruñidos que devoren planetas enteros? ¿Están buscando estructuras épicas que harían palidecer a todo fan de Tolkien con guitarritas? Han llegado al lugar indicado, entonces. Segundo disco y estos suecos ya se perfilan como una de las caras nuevas más interesantes y refrescantes del así llamado Post-Metal. Bueno, eso de Post es relativo, por suerte poco y nada hay aquí de los clichés Post-Rockeros que tan en boga están hoy en día. Las composiciones son extensas (tenemos cinco temas en poco menos de una hora) y los climas van fluctuando entre pasajes reposados y estallidos de violencia, manteniendo esa cuidadosa arquitectura dinámica que ya es la marca registrada del género, pero Kongh se las arregla para eludir con gracia ciertas obviedades y capitalizar otras en su beneficio. Los riffs ostentan un grado de inventiva que hacía tiempo parecía perdido entre amalgamas de Mogwai/Isis sin demasiada imaginación, explorando los recovecos escondidos entre Black Sabbath, Melvins, Neurosis y Electric Wizard con un poderío sonoro inaudito. Inclusive la voz de David Johansson (también encargado de las seis cuerdas) en combinación con esos riffs que se deslizan lentamente como océanos de lava, remite por instantes a lo más denso de Zao. Por otro lado, los momentos de calma retienen la tensión antes que deshacerse en delicadas construcciones de melodramatismo melódico, animándose inclusive a adentrarse en terrenos setentosos donde hasta se puede percibir cierto tufillo Bluesero que calza a la perfección en el entramado de opulenta agresión en cámara lenta que propone el trío. De hecho, el mismo Johansson se permite alguna que otra incursión melódica donde resuenan lejanos ecos de Only Living Witness o Corrosion of Conformity (salvando las distancias, las líneas nunca llegan al nivel de emotividad ni de interpretación que alcanzaban aquellas legendarias bandas) antes que los de Steve Von Till, Scott Kelly o Aaron Turner. Si, a esta altura, están pensando en un puente entre los sonidos Neurosiescos y la más bastarda tradición dumbeta, no están mal rumbeados. Y, volviendo al principio, si estaban detrás de algo de Post-Metal con más Metal (del tipo Sabbathero, claro. Aquí la velocidad no vale nada y gente como Mustaine y Hetfield reciben el respeto que se merecen. O sea, ninguno. Aún cuando, por el final del disco, se cuelen algunos machaques a la High On Fire) que Post, entréguense sin miedos a este monolítico “Shadows of the shapeless”.


-Flipper “Love” (2009)
Es probable que sólo conozcan el nombre Flipper por un amigable delfín o por las remeras de cierto no muy amigable rockero de cabellos dorados, mirada glacial y una particular forma de resolver conflictos. En fin, para aquellos que no lo sabían, estamos hablando de una auténtica leyenda del Punk más abrasivo y enfermo, que (junto a otros como Black Flag, Swans y Melvins) dio vuelta de adentro hacia fuera los postulados del género, revolcándose en las más psicóticas, ruidosas, degeneradas y opresivas letanías que el mundo hubiera escuchado en ese entonces. Bien vale aclarar que hablamos de fines de los setentas/principios de los ochentas, cuando palabras como Sludge, Noise o Grunge todavía no tenían nada que ver con el vocabulario rockero. Dieciséis años después de su último trabajo (“American Grafishy”), Flipper vuelve al ruedo, contando con un tal Krist Novoselic (solía tocar en una banda que causó cierto revuelo durante la década pasada) en el bajo y la energía intacta. Sólo basta con escuchar el opresivo choque de instrumentos de “Learn to Live” para comprobarlo. El bajo marca algo así como un riff absolutamente enmugrecido mientras las guitarras zumban incesantemente, la batería repite sus hipnóticos golpes en cámara lenta y el bueno de Bruce Loose escupe sus diatribas con todo el asco del mundo. Si eso no les basta, ahí tienen el comienzo a puro descaro de “Be Good, Child!” (menos de dos minutos que suenan como unos Circle Jerks con los instrumentos descompuestos), la envolvente pesadilla sónica de “Only One Answer”, los tensos y taladrantes medios tiempos de “Live Real” y “Triple Mass” (Steve Albini daría un brazo por temas así), las cadenciosas líneas de bajo atravesadas por guitarras disonantes y descontroladas de “Love Fight”, el himno en vías de desintegración de “Transparent Blame”, la espesa bola de ruido sostenida por cuatro interminables acordes de “Why Can't You See?” (si el mencionado Albini hubiera metido unas guitarras extras en la segunda mitad de aquel colosal “My war” de Black Flag, el resultado hubiera sido muy similar a lo expuesto en este tema), el groove perverso de “Night Falls” (algo así como un Hard-Rock pasado a través de una licuadora), y los casi nueve minutos de “Old Graves” que cierran la placa con una pesadez que excede lo meramente genérico (chiste sólo para entendidos) y se inscribe directamente en lo orgánico. ¿Creían que la mejor forma de hacer música extremadamente pesada era a través del Metal? No me hagan reír, cualquier canción de Flipper derrite todas las voces de monstruo, los dobles bombos, los riffs machacantes y las caras de malo que tengan por ahí. Ahora, si realmente están preparados para algo de verdadera brutalidad, pongan este “Love” y soporten la golpiza. Les aseguro que vale la pena.


-Blindead “Impulse” (2009)
Con siete personas en su formación (entre las que se cuentan miembros de Antigama, Behemoth y Yattering, entre otros), Blindead nace en 2003 tras cambiar su viejo nombre, Incorrect Personality, bajo el cual sólo habían llegado a editar un par de demos. Es lógico que, con semejante curriculum, nos topemos con una vulgar exhibición de Grind-Death de alto nivel técnico. Bueno, olvídense de la lógica porque nada de eso es lo que tienen estos polacos para ofrecer. Claro, si yo hubiera aclarado al principio que, entre las filas del grupo, se cuentan (aparte de los tradicionales instrumentos rockeros-bajo, guitarras, batería y voz) dos personas encargadas de los samples y el aspecto visual, ahí las cosas se hubieran empezado a acomodar. ¿Pensaron ahora en Neurosis? Hicieron bien. “Impulse” es un ep (precedido por dos larga duración) que consta de sólo tres temas en treinta y un minutos y medio. No hace falta aclarar que se trata de extensas composiciones (con excepción de “Between”, un interludio ambiental que apenas supera los cinco minutos), con múltiples cambios de clima, tensas ambientaciones electrónicas, gigantescos riffs, ritmos aplastantes e introspectivos remansos melódicos. De hecho, los temas están construidos con un grado de detallismo apabullante, a veces inclusive asfixiando la emotividad en tal cerebral despliegue de ideas y sutilezas. En ese sentido se notan también las influencias de grupos como Red Sparowes (en especial en los momentos de ensoñación Post-Rockera), Isis (lo cual es bastante esperable en este contexto), el Earth de los últimos discos (chequeen el flirteo con el Western al comienzo de, precisamente, “Distant Earths”) y hasta Tool. Por supuesto, lo que uno podría reclamar en términos de intensidad se ve compensado (al menos en parte, y dependiendo de los gustos de cada uno, claro) por importantes cuotas de imaginación e ideas y la capacidad de llevarlas a la práctica de forma sumamente precisa. En cualquier caso, esto material altamente recomendable, tanto para las nuevas generaciones metaleras como para aquellos que aprecian el costado más Progresivo del Rock Pesado en general.