Por Fernando Suarez.
-Sunn 0))) “Monoliths & Dimensions” (2009)
Puntos negros latiendo sobre un lienzo sepia. Fragmentos de tejido espacio-temporal desprendiéndose en espasmódicas implosiones. La caja torácica del universo se quiebra bajo tanta presión y centenares de insectos corren por las grietas. Esqueletos crujientes, leprosas manos alzadas al más oscuro de los firmamentos. Estos monjes se rezan a sí mismos, su poder es ilimitado. Ventanas torcidas cubiertas de ancestral polvo. Pequeños ojos rojos que brillan en la impenetrable oscuridad de estas cuevas. ¿Acaso estas visiones son reales? ¿Es posible que la misa negra de “Dømkirke” haya sido sólo un preámbulo? Estas dagas melódicas que atraviesan mi cuerpo no pueden ser de este mundo. Estos temblores dejaron atrás todo atisbo de brusquedad terrenal, se elevan hacia la más sórdida de las espiritualidades. Estas arquitecturas alcanzaron tal grado de complejidad y detalle que fue necesario construirlas en otras dimensiones. Brumas dentadas danzan cadenciosamente alrededor de nuestros adormecidos sentidos. Fue necesario maximizar una propuesta minimalista para lograr la banda de sonido perfecta para la nada. Contemplen el más profundo de los vacíos y sientan como su piel se desprende con cada latido de esta renacida criatura. ¿Creían que sabían lo que era una sinfonía de destrucción? Están lejos, muy lejos. Este poder trasciende nuestras pequeñeces mundanas. Esta abstracción es lo más concreto que jamás hayamos experimentado. Nuestras entumecidas articulaciones así lo demuestran. Cada segundo de esta obra es un minucioso trabajo de artesanía sonora, cada una de las infinitas láminas musicales que componen esta odisea está colocada con objetivos certeros y aún así misteriosos. ¿Sunn 0))) era un grupo de sacerdotes negros invocando a las más abismales deidades con subterráneos gruñidos eléctricos? Ahora son algo más, algo que se escapa de nuestras manos, algo que se funde en el núcleo mismo de nuestra existencia, algo que vibra más allá de nuestros sentidos, algo que va más allá de las imágenes y los viajes y nos envuelve transformando nuestra esencia. No se lo pierdan.
-Tortoise “Beacons of Ancestorship” (2009)
“High Class Slim Came Floatin In”. Rasposos teclados setentosos juegan y se superponen sobre bases que pasan de la orgánica soltura jazzera a los golpes digitales con una fluidez implacable. La suciedad avanza y lo que, en principio, parecía un clima relajado se va saturando, cobrando amenazantes formas y hundiéndonos en un pesado mareo. “Prepare Your Coffin”. Una frenética base Kraut-Rockera adornada con riffs entrecruzados, solos desquiciados y un entramado de teclas que sería el orgullo de Robert Wyatt. Puro Rock Progresivo condensado en tres minutos y medio y sin necesidad de excesos auto indulgentes. “Northern Something”. ¿Tecno caribeño con secuencias ruidosas haciendo las veces de riffs y las batucadas más malignas del mundo incitando a una danza fracturada? Sólo estos tipos pueden lograr semejante combinación y quedar bien parados. “Gigantes”. ¿Más combinaciones extrañas? Aquí tenemos seis minutos de guitarras acústicas con un dejo de Flamenco enterradas bajo desencajados arreglos electrónicos y percusiones que se debaten entre el Free-Jazz más epiléptico y los ritmos latinos más acalorados. Los estratos sonoros van intercambiando posiciones y efectos, mutando como si se tratara de organismos vivientes y elevando el nivel de intensidad sin necesidad de apelar a baratos trucos rockeros. “Penumbra”. Un minuto y monedas de bases digitales entrecortadas y teclados que suenan como una versión pasada de ácido de Keith Emerson. “Yinxianghechengqi”. Un bajo saturado y una base de puro Punk Rock. Guitarras chirriantes aportando arreglos disonantes. Se incorporan teclados al riff principal y en lugar de suavizarlo, lo ensucian. Las guitarras también se acoplan y si alguna vez pensaron que Robert Fripp, el Dub y Steve Albini no tenían nada en común, piensen otra vez. Un final a pura tensión flotante y ruidosa así lo confirma. “The Fall of Seven Diamonds Plus One”. Una perversa Bossa-Nova a la que sólo le faltaría la voz de Mike Patton para ser digna de aquel glorioso “California” de Mr. Bungle. Una mini orquesta de guitarras, teclados y percusiones varias para transformar las cálidas brisas veraniegas en noches de sórdida reflexión y misteriosos acontecimientos. “Minors”. Un ritmo sincopado para que guitarra, bajo y teclados jueguen en contrapuntos, construyendo imágenes abstractas, deformes geometrías musicales. Demostrando, de paso, cómo ser complejos basándose exclusivamente en la repetición y las sutiles alteraciones de pequeños detalles. “Monument Six One Thousand”. Una cadenciosa marcha Industrial donde logran convivir un bajo Funky y una guitarra que no para de escupir arpegios, punteos y acordes disonantes sin necesidad de apelar a la distorsión. Y ese zumbido en el fondo tornando el aire aún más tenso e incómodo. “de Chelly”. Una miniatura melódica de teclados entre sinfónicos y espaciales, acompañados por la más melancólica de las guitarras. Un breve paseo por profundidades cósmicas insondables. “Charteroak Foundation”. Un arpegio exactamente igual al de “Zombie eaters” de Faith No More (¿será casualidad?) se deforma poco a poco junto a una batería que marca un ritmo firme y sólido y a teclados que raspan los puntiagudos ángulos de la canción. Un lento proceso de descomposición hecho música. Sólo se trata de eso, de música. Aquí tienen once nuevas canciones de Tortoise, eso es lo único que debería importar. Nada de Post-Rock, Punk-Progresivo o pavadas por el estilo. Música en estado puro, con un apabullante conocimiento del pasado pero la vista siempre puesta en el futuro. Tal como nos lo vienen ofreciendo desde hace diecinueve años. Sería criminal desaprovechar semejante oferta.
-Last Lights “No past, no present, no future” (2009)
“No past, no present, no future” (un título no exento de cierto macabro sentido del humor) reúne la totalidad del material registrado por este quinteto oriundo de Massachusetts, cuya carrera se vio bruscamente interrumpida por el fallecimiento de su líder, el cantante Dominic Mallary. No se trata de un catálogo extenso, son sólo once temas en poco más de veinte minutos, pero con eso basta para lamentarse por la pérdida de un músico con un enorme potencial, aún en los márgenes estrictos del Hardcore. La música de Last Lights era el resultado de una personal combinación de diversos elementos del Hardcore de todas las épocas. El grupo absorbió la frescura inocente y desbocada de Minor Threat, la oscura densidad de Unbroken, la frustración agobiante de Black Flag, la efervescencia moshera de Gorilla Biscuits, la emoción desgarrada del viejo Hüsker Dü y hasta algunos de los rasgos musicales más disonantes de bandas modernas como The Hope Conspiracy, fundiendo todos esos elementos en canciones breves y contundentes, con una energía avasallante a flor de piel y sin bajar ni por un segundo la intensidad. Con un trabajo de guitarras ubicado en los parámetros del género pero siempre dispuesto a condimentar lo suyo con ideas poco tradicionales. Con estructuras que privilegian la velocidad pero no cierran la puerta a variantes rítmicas con mayor dinámica. Y con un cantante que sabía suplir su falta de matices con una energía salvaje y visceral y con letras tan inteligentes como incendiarias y emotivas. Vamos, esto es Hardcore, no Rock Progresivo ni experimentos sonoros de vanguardia. Cálcense las bermudas y, en lugar del solemne minuto de silencio, ofréndenle unos cuantos gritos al aire con el puño en alto a una de las promesas truncas más interesantes y conmovedoras de los últimos tiempos.
Diez años tuvimos que esperar desde aquel glorioso “0:12 Revolution in just listening”, pero finalmente tenemos nuevo material de Coalesce para deleitarnos. Claro, hablamos de una de las bandas pilares del Mathcore. Sí, de aquellas que lo empezaron todo. Curiosamente, estos kansenses nunca fueron una banda tan imitada como Botch, Converge o The Dillinger Escape Plan. Probablemente sea porque esa combinación de furia Hardcore, precisión metálica, groove setentoso, psicosis Noise-Rockera y complejidad progresiva sólo funciona en sus manos. En cualquier caso, la expectativa era alta y también lo era mi ansiedad por saber si los tipos se mantenían en forma. “The Plot Against My Love” arranca con la energía de siempre, los medios tiempos trabados, los riffs circulares y reptantes y los eternamente desgarrados gruñidos de Sean Ingram. Le sigue “The Comedian in Question” con un paso más lento y la primera sorpresa, Ingram se manda con voces limpias y una melodía casi oriental que calza a la perfección con los sinuosos surcos que dibujan los instrumentos. Si con eso no les bastó, “Wild Ox Moan” comienza con un pasaje acústico de puro Blues sureño y la voz vuelve a sorprender. Ingram no sólo canta más que bien, si no que lo hace sin que dichas melodías suenen forzadas o toscas. En seguida entra la distorsión y Jes Steineger se encarga de demostrar por qué es uno de los mejores guitarristas de los últimos tiempos. Acordes entrecortados, disonancias, erupciones de ruido, punteos esquizofrénicos, texturas psicodélicas y demás recursos se dan cita en esos prodigiosos dedos. Más laberínticos devaneos guitarrísticos se suman a “Designed to Break a Man” y también notamos que el bajo de Nathan Ellis cumple una función importante, sosteniendo todo con su grave rugir pero también proponiendo contrapuntos y apuntalando la demencia rítmica que Nathan "Jr." Richardson despliega tras los parches. “Where Satire Sours” es un descanso instrumental de delicados arpegios que pintan un atardecer rural sin caer necesariamente en típicos modismos Folk. Vuelve la rabia con “The Villain We Won't Deny” y sus vaivenes rítmicos, demostrando que no hace falta ir a toda velocidad para resultar frenéticos y desquiciados. Una importante lección para bandas como Psyopus o aquellas que sólo se apoyan en el exceso de notas y golpes sin respiro. Y si quieren groove, violencia e ideas, nada mejor que “The Purveyor of Novelty and Nonsense”. No es casualidad que el cuarteto alguna vez versionara a Led Zeppelin, temas como éste llevan las enseñanzas rifferas de Jimmy Page a nuevas dimensiones. Chequeen el épico pasaje al final de la canción, si no me creen. Ruiditos agudos y fantasmales falsetes nos dan la bienvenida a “In My Wake, For My Own”, hasta que la bestia se desata en una amorfa bola de distorsión y rugidos. Le sigue un pasaje tenso y entrecortado que deviene en atmosféricos cánticos rituales, sólo para retomar la agresión inicial con más bríos. “New Voids in One's Resolve” podría ser un típico tema Coalesce, con el bajo dibujando riffs atravesados por las afiladas intervenciones de la guitarra y manteniendo siempre ese ritmo irregular y flotante. Vamos, casi una versión con coraza metálica y corazón Hardcore del Noise-Rock de Shellac o The Jesus Lizard. Llega el segundo interludio instrumental en la forma de “We Have Lost Our Will”, y esta vez se trata de una suerte de vals siniestro y casi Jazzero, donde la guitarra acústica se hace acompañar por pianos y campanas para lograr otra de esas pinturas tan bellas como descorazonadoras. Los dedos de Steineger siguen encontrando combinaciones irreales en “Questions To Root Out Fools”. Si creían que todo estaba dicho en materia de riffs rockeros es porque nunca escucharon a este tipo. Desde las más punzantes disonancias hasta los más robustos machaques y sin olvidar esas melodías angulares que pegan en el estómago. Todo eso tenemos en “By What We Refuse”. E insisto con la base, les aseguro que pocas veces van a encontrar un grupo tan complejo y pesado con semejante manejo del swing. “Dead is Dead” ve interrumpida su brusca e indecisa caminata en zig zag por un tenue pasaje entre heroico y campechano, adornado por cristalinos punteos, arpegios y una suave brisa percusiva. Casi como una pequeña marcha fúnebre que culmina con los riffs y los gritos más aplastantes de los últimos tiempos. Cierra la placa “There is a Word Hidden in the Ground”, entre enroscados riffs Zeppelianos pasados de ácido, épicos coros, gritos distorsionados y un tempo lento y contundente. Nada más que agregar, Coalesce volvió en excelente forma con un disco que logra ponerse a la altura de sus propios clásicos e inclusive abre nuevas puertas creativas para el (esperemos que lo haya, aunque con esta gente nunca se sabe) futuro. Imprescindible para todo aquel que aprecie la música pesada.
-Black Math Horseman “Wyllt” (2009)
¿Ya habíamos hablado de la vuelta de los noventas? En fin, todo va en ciclos en el mundo del Rock y ahora es el turno de aquellos años. Black Math Horseman sería algo así como lo que pasaría si la P.J. Harvey más oscura y decadente hubiera tenido en su banda a miembros de The Jesus Lizard y Melvins. Las guitarras se debaten entre riffs graves y rasposos y arreglos desencajados, pero no pierden de vista esas humeantes melodías sacadas del más turbio de los barsuchos. Las bases juegan con cadencias blueseras pervertidas cuando las turbias aguas se calman y no temen desplegar un Sabbathero arsenal de golpes cuando los bríos arrecian. Siguiendo la tradición Noise-Rockera, la voz de Sera Timms está enterrada en la mezcla, dando la sensación de que estos son sus últimos suspiros antes de ahogarse definitivamente. Claro, siendo una chica al frente de un grupo actual con referencias al Noise-Rock de la década pasada, es lógico que las comparaciones con Julie Christmas (Made Out Of Babies, Battle Of Macie) se hagan presentes. Bueno, olvídenlas. En primer lugar, la música de este cuarteto es mucho menos pesada que la de las bandas lideradas por Christmas. Digamos que la densidad de este “Wyllt” tiene que ver más con brumosas atmósferas que con atronadoras guitarras. Por otro lado, Timms se presenta como una cantante menos histriónica, dándole a sus melodías un aire de hipnótico mantra suicida. Para qué negarlo, aquí todavía resuenan ecos del Post-Punk más oscuro y arty de los ochentas y hasta ciertos pasajes remiten ineludiblemente a la narcótica parsimonia sexual de The Velvet Undeground en canciones como “Venus in furs”. Bueno, tal vez no sea del todo acertado meterlos en la bolsa del revival noventero, especialmente si a todo lo expuesto le sumamos una fuerte presencia psicodélica (algo que no es de sorprender si tenemos en cuenta que el encargado de producir el disco es ni más ni menos que Scott Reeder, ex mimebros de The Obsessed, Kyuss y Goatsnake) y hasta ciertos trucos minimalistas típicos del Kraut-Rock. En conclusión, más allá de la ensalada de influencias, estos californianos logran resultados tan compactos como embriagadores y personales, proponiendo de paso uno de los viajes más tenebrosos y asfixiantes en lo que va del año.
-Toundra “Toundra” (2009)
Postales grises moviéndose en cámara lenta, descubriendo detalles ocultos que disparan las más profundas sensaciones. Guitarras como cámaras fotográficas retratando silenciosos paisajes con colores opacos. Cascadas de distorsión que se elevan hacia el firmamento, melodías punzantes que se enroscan sobre la mente y la hacen girar. ¿Post-Rock? Sí, por qué no. Algo sucede en la península ibérica para que aparezcan bandas de este tipo que resultan todavía interesantes aún cuando, en líneas generales, se apegan a las lecciones de pilares como Mogwai, Slint, Explosions In The Sky o Pelican. Ahí tienen a OdeOnDreams, Hand Of Fatima o (en menor medida) The Happiness Project como ejemplos. Y a Toundra, claro. Siete canciones instrumentales donde mandan las seis cuerdas y sin embargo no escucharán ningún solo. Siete viajes donde esos típicos arpegios se entrecruzan empapados en delay, colocando los cimientos para monolíticos estallidos. Siete sólidas esculturas plagadas de misteriosos recovecos. Toundra maneja a la perfección el manual de dinámica del género, con todas sus subidas y bajadas de intensidad, y no teme adentrarse en terrenos de explosiva pesadez rockera. Por momentos rescatan esa calurosa densidad desértica que poseían los legendarios Kyuss, en especial cuando los riffs gordos y firuleteados dicen presente. Y eso sucede con bastante frecuencia. No sería del todo erróneo afirmar, entonces, que Toundra pone el énfasis en el Rock antes que en el Post, sin por ello perder de vista las texturas, la emotividad y los contrapuntos que exige el género. O sea, esto no se trata simplemente de remansos introspectivos que se transforman en volcánicos guitarrazos, esta gente explora los terrenos en el medio de esos extremos y hasta se animan con temas que en ningún momento bajan la energía ni la distorsión. Y lo mejor es que dichas características no hacen más que delinear la identidad del grupo e intensificar la nitidez de las imágenes evocadas. En definitiva, si necesitan una buena dosis de guitarras voladoras y contundentes al mismo tiempo, si disfrutan de esos trips musicales que se sienten tanto en el cuerpo como en la mente y el alma, he aquí una excelente opción.
-Narrows “New distances” (2009)
Punzantes sonidos en lo más agudo del diapasón, esa inconfundible voz rasposa y salvaje, y un riff simple, disonante y entrador. Así arranca “Chambered”, el primer tema de este disco debut de Narrows, dos minutos y monedas de pura epilepsia nerd desatada y explosiva. Sin respiros llega “Sea Witch” con su acalorada marcha Punk, su bajo arenoso y mugriento, sus rebajes desencajados y sus guitarras punzantes dibujando ángulos imposibles. Ok, déjenme respirar. Había muchas fichas puestas para este álbum, y no es para menos. Para los que no estaban al tanto, Narrows es la banda donde Dave Verellen (ex cantante de los inmortales Botch) vuelve a la música extrema, luego de sus flirteos Indie-Folk en Roy. Y encima lo hace acompañado por miembros de These Arms Are Snakes (banda donde milita Brian Cook, casualmente ex bajista de Botch. Todo queda en familia), Unbroken y Some Girls, entre otras. Está claro que esperar una secuela de aquel glorioso “We are the romans” estaría fuera de lugar, más teniendo en cuenta el carácter distendido con el que esta gente ha encarado el proyecto. De hecho, estamos en presencia de material notablemente visceral, aún cuando el pedigree de los músicos hace imposible dejar de lado esa visión casi intelectualizada del Hardcore, el Punk o el Rock en general. Luego de tan brutal comienzo, “A Restoration Effort” calma las aguas con épicos rasgueos y arpegios que dan vueltas amenazantes sobre nuestras mentes en una hipnótica letanía. Sabrán disculparme si peco de fanático, pero esta atmósfera embotadora y envolvente tiene mucho de los mencionados Botch. Y eso es un elogio, desde ya, y una inevitable referencia. “I Give You Six Months” retoma los ritmos frenéticos y es imposible no sacudirse como un poseso con cada golpe, cada uno de esos geniales riffs. Los dientes apretados con cada taladrante punteo y Verellen dejando en claro que no ha perdido ni un poquito así de rabia, cada uno de sus gritos se sienten en lo más profundo de las entrañas. ¿Y qué decir de ese pasaje casi silencioso que cierra el tema? Efectivamente, cuando la violencia Hardcore es manejada con una dinámica inteligente, sus resultados son mucho más concisos. Las guitarras crean una pared de distorsión melódica en “Changing Clothes” y el hecho de que los ritmos resulten entradores y convencionales (por así llamarlos) no va en detrimento del vuelo creativo ni de la potencia. Pero si querían esos tiempos lentos y mareantes de antaño, ahí tienen a “Newly Restored”, con las seis cuerdas multiplicándose en un denso entramado de melodías evocadoras y malvadas. ¿Es eso una descarga de catarsis Neurosiesca lo que escucho en la sección intermedia de la canción? Pocos pueden alcanzar semejante grado de intensidad sin sonar exageradamente teatrales, y este es uno de esos casos excepcionales. Emoción al rojo vivo y cascadas de guitarras ruidosas enchufadas a una torre de alta tensión es lo que encontramos en “Gypsy Kids”. Algo así como el matrimonio ideal entre la sensibilidad Post-Hardcore de Washington DC y la locura enfermiza del Noise-Rock de principios de los noventas, todo llevado a un nuevo nivel de virulencia expresiva. Para recuperar el aliento, llega la lentitud bluesera/espacial de “The Fourragere”, que mantiene su atmósfera noctámbula y melancólica aún cuando las guitarras rugen y la garganta se rasga en cada alarido. Y el que no siente un nudo en el estómago es porque está muerto en vida. “Marquis Light” nos despide continuando esa misma sensación a través de delicados arpegios atravesados por un insistente zumbido y voces que resuenan lejanas, como si el mundo nos dejara atrás mientras nos sumergimos en estas hermosas melodías. En definitiva, más allá de comparaciones y pergaminos, lo que aquí tenemos son treinta y dos minutos de pura imaginación violenta desplegada con la magistral soltura que sólo poseen aquellos con ideas musicales claras. Firme candidato a lo mejor del año.
-Graves Of Valor “Salarian gates” (2009)
La cosa siempre es cíclica en el mundo del Rock, y en especial en el Metal, donde la incesante carrera por la extremidad siempre toma nuevos matices. Hace algunos años, la única salida que parecía haber encontrado el Death Metal para subsistir fue incrementar la técnica y la brutalidad a cualquier precio. A eso se le sumaron ciertos ingredientes provenientes del Metalcore y tuvimos como resultado el tan mentado Deathcore. Bueno, hoy en día pocas cosas resultan más aburridas que dicha combinación, en especial teniendo en cuenta el hecho de que la mayoría de las bandas enroladas en dichas categorías son incapaces de concebir algo que no sea un amontonamiento de intrincados riffs y blast-beats sin sentido, sin siquiera contar con la locura o la amplitud de miras que sí poseen otros géneros extremos como el Grindcore o el Mathcore. Tal vez como una reacción ante esto es que parecen estar surgiendo (aunque aún de forma tímida) bandas que, sin dejar de lado la brutalidad, rescatan el valor de una buena canción. Sin dudas, una idea refrescante. Así resulta este álbum debut de Graves Of Valor, que se las ingenia para trazar algunas miradas propias sin salirse nunca del libreto Deathmetalero. Ok, esto tampoco es un rescate de la simpleza casi minimalista de próceres como Obituary o Autopsy, pero ciertamente está lejos de ser una mera exhibición de pirotecnia guitarrística. De alguna forma podríamos decir que estos ex miembros de Through The Eyes Of The Dead (banda que, en su disco “Malice”, ya había intentado un camino similar con resultados bastante atendibles) se mueven entre el malvado sentido épico de Morbid Angel, las melodías más violentas de Carcass y At The Gates (no teman, dichas influencias están tratadas con buen gusto y sin caer en la copia burda), el gancho retorcido y embarrado de Cannibal Corpse y ese no sé qué de variedad Core (en especial en el terreno vocal, que aporta una amplio rango de gruñidos, chillidos, alaridos y demás torturas gargantísticas que exceden la tradicional voz de monstruo) que aportaron bandas como The Red Chord o Premonitions Of War. Lo bueno de todo esto es que logran condensar sus ideas en canciones propiamente dichas, con riffs retorcidos y memorables al mismo tiempo, y con estructuras que entienden bastante de dinámica. Aquí hay aire para respirar, algo que parecía olvidado hacía bastante tiempo. El quinteto no teme inclusive meterse en terrenos absolutamente ajenos al Death, como bien lo demuestran los interludios instrumentales de “Letter On The Blind” y “Diderot”, e inclusive ese tema final llamado “No Gods Left” que suena como una versión Deathmetalrea del Killing Joke más tenebroso. Claro, no se trata de una revolución musical ni mucho menos. Pero, para un género como el Death (a esta altura tan manoseado), poder encontrar una vuelta de tuerca, por más pequeña que ésta sea, es algo bastante meritorio. Esperemos que los muchachos no pierdan el entusiasmo.
-Black Sea “It’s all about our silence” (2009)
Los tecermundistas nos conformamos con poco y más si de Rock se trata. En Argentina, por ejemplo, todavía hay quienes creen que el Metalcore es “la sangre nueva del Metal” o que una banda como The Black Dahlia Murder es material de vanguardia. En ese contexto, decir que Black Sea son los Isis brasileños es todo un halago, aunque en principio no lo parezca. Claro, hoy en día se supone que ciertas barreras se han cruzado gracias a la tecnología. Es cierto, con sólo una buena computadora uno puede grabar cosas más que decentes. Y no menos cierto es que este tipo de música exige un sonido perfecto y orgánico al mismo tiempo, algo que no se logra con tanta facilidad. Entonces, que un grupo de tercermundistas logren resultados tan auspiciosos como los desplegados en este debut discográfico, es algo digno de admiración. Ok, no pretendan originalidad ni nada por el estilo. Salvado ese pequeño detalle, deslúmbrense con esas guitarras que van de los etéreos punteos Post-Rockeros a las masivas erupciones rifferas, con esa batería inquieta y siempre sólida, con esos gruñidos que hacen temblar las entrañas. Sumérjanse en estas mareas compositivas y finjan cara de sorpresa con los vaivenes dinámicos y los arreglos lisérgicos. Cierren los ojos y contemplen visiones celestiales, oceánicas o de las que prefieran. Les aseguro que, en lo que hace a resultados concretos, estos muchachos no tienen nada que envidiarle a nadie. Como primer paso es más que alentador y si, en lo sucesivo, logran despegarse de la atenta mirada de Aaron Turner y compañía pueden llegar a dar mucho que hablar. Por ahora, obsérvenlos desde el panóptico.
-Glorior Belli “Meet us at the southern sign” (2009)
Desde hace un tiempo ya hemos presenciado como el Black Metal ha ido dejando de lado varios de sus prejuicios más cabezaduras y se atrevió a incorporar diversos elementos ajenos en pos de refrescar su siempre maligno sonido. Hoy en día yo no resulta tan extraño que términos como Post-Rock, Industrial, Sludge, Progresivo, Noise, Psicodelia, Punk e inclusive Grunge se inmiscuyan en las reviews de los más diversos exponentes del Negro Metal. ¿Acaso las formas tradicionales del género han sido dejadas de lado? Por supuesto que no, si hay algo que le sobra a éste, y a todos los géneros en general, es un incesante flujo de grupos repitiendo hasta el hartazgo las mismas ideas que ya venimos escuchando desde hace años. Lo que no abunda son bandas que logren encarar dichas tradiciones con miradas personales y cierto grado de frescura y entusiasmo. Glorior Belli llegan de Francia (tierra de, justamente, bandas tan vanguardistas como Deathspell Omega o Blut Aus Nord) y se niegan a incluir ningún Post en sus canciones. “Meet us at the southern sign” es su tercer álbum y resulta un delicioso bocado para aquellos que alguna vez disfrutaron de bandas como DarkThrone, Mayhem, Immortal, Khold e inclusive los primeros Dissection, pero que se niegan a tragar otra comida con mucho Corpsepaint y poco sabor. ¿Y cómo logran semejante cosa? En primer lugar, con un sonido excepcional que, en lugar de intentar esconder la falta de vuelo creativo con toneladas de reverb y suciedad, resalta los instrumentos (¡hasta el bajo se escucha bien!) y los convierte en sólidos bloques sonoros, sin por ello resignar los climas ominosos y opresivos que el género exige. Pero, claro, eso es sólo la cáscara. El núcleo, como siempre, está en las canciones. Once desquiciados himnos a la más penetrante de las oscuridades, construidos sobre excelentes riffs y dotados de una dinámica muy particular. Los temas suenan compactos y coherentes a pesar de los cambios de ritmo y la abundancia de riffs y arreglos. El trabajo de guitarras se destaca, rescatando la melodía como un valor imprescindible a la hora de generar sensaciones verdaderamente abyectas y malvadas y sin necesidad de apoyarse en teclados para erigir monumentos satánicos de pura distorsión. También ayuda el hecho de que, si bien seguimos hablando de puro y estricto Black Metal, la variedad dice presente en forma de diversos ritmos (cubren toda la gama, desde los blast-beats desbocados hasta los babosos rebajes dumbetas, y sin olvidar los medios tiempos cargados de tensión) y hasta alguna que otra voz limpia que, por suerte, elude el almibarado goticismo y las pretensiones histriónicas de bandas como Dimmu Borgir o el último Emperor. En definitiva, Glorior Belli logra invocar paisajes alucinógenos de profunda misantropía sin necesidad de salirse de los nerviosos estamentos del Black más tradicional. Sólo con buenas ideas y un afilado instinto compositivo. Para salir a quemar iglesias como si fuera 1992.
-Limp Wrist “Limp Wrist” (2009)
Empecemos por las obviedades formales. Limp Wrist es un cuarteto que cuenta en sus filas con ex miembros de los legendarios Los Crudos, aquella banda que le dio un empujón de intensidad al Hardcore/Punk más acelerado, extremo y activista a principios de los noventas. Con semejante curriculum, es lógico que Limp Wrist mantenga la línea de las composiciones cortas, directas y brutales, al tiempo que acentúan su compromiso político asumiendo abiertamente su condición homosexual sin por ello dejar de lado otros tópicos donde desplegar sus visiones en contra del sistema. Lo que aquí tenemos es un ep de siete temas en poco más de diez minutos y, cómo podrán imaginar, todo sigue en su sitio. La energía rebalsa de los parlantes y se corporiza con riffs como motosierras con esa suciedad Crusty tan característica, bases vertiginosas y gritos a viva voz. No hay lugar para sutilezas ni demasiadas vueltas, aunque es posible notar un leve descenso de velocidad en pos de tempos Punkrockeros que remiten al Black Flag más enojado y, claro, crudo. En cualquier caso, este cuarteto encarna de forma intransigente el espíritu revolucionario que el género alguna supo tener, transformando cada canción en un manifiesto de pura bronca dirigida de forma estratégica y no como mero vehículo de odio por el odio mismo. Nada de poses pandilleras ni superficialidad, Limp Wrist invita al mosh pero lo sostiene con ideas y eso hace que su propuesta suene siempre fresca y contagiosa. No hay más que agregar, si realmente aman el Hardcore (y más si aman a los chicos Hardcore), Limp Wrist es un requisito de indispensable escucha. Y si no les gusta, que les den por culo.
-Heirs “Alchera” (2009)
“Plague Asphyx” cae sobre nuestras cabezas como una tonelada de cemento sólido, con bajos y guitarras que retumban en su hipnótica repetición, con estruendosos golpes de batería que se confunden con graves zumbidos apocalípticos. Ok, queda claro que estos australianos tomaron su dosis de Swans y Godflesh, y no están dispuestos a dar concesiones. También pueden ponerse ruidosamente melódicos, como en “Mockery”, donde conjugan los bajos profundos y mugrientos de las bandas mencionadas con etéreas brisas guitarrísticas que no desentonarían en el repertorio de My Bloody Valentine. Entonces, tenemos Justin Broadrick, tenemos Michael Gira y tenemos algo de Shoegaze. ¿Es esta otra banda siguiendo los pasos de Jesu, Nadja y demás representantes de esa suerte de subgénero que la prensa ha dado en llamar Metalgaze? La cosa no es tan simple, digamos que hay momentos donde el cuarteto cae sin dudarlo en dicha categoría, pero aún así cuentan con ciertas inflexiones propias que los alejan de la mera copia. En primer lugar, hablamos de música totalmente instrumental, hecho que, en los pasajes más melódicos, los acerca indefectiblemente al Post-Rock. Si el Post-Rock contara con bajos que rajan la tierra y bases que pondrían verde de envidia al más barbudo de los dumbetas, claro. “Cabal” es un buen ejemplo de esto. Por otro lado, una intensa marcha fúnebre como la desplegada en “Mandril” no resulta de fácil categorización. Una guitarra lanzando mortuorios arpegios, la otra aportando un impenetrable colchón de graves, el bajo dominando la situación con su inmenso crepitar y la base marcando un duro paso marcial. ¿Qué decir de un tema cien por ciento melódico como “The White Swell”, donde las ambientaciones macabras conviven con las celestiales guitarras? ¿Y qué decir del gutural océano de lava ruidosa que cierra el disco en “Russia”? En fin, no estarán inventando la pólvora, pero al menos se las arreglan para darle su propio sabor a la cosa. Amantes de los graves, la lentitud y los climas opresivos, a por ellos.
-Brutality Will Prevail “Forgotten soul” (2009)
No sólo de dientes torcidos y malos émulos de los Beatles vive Gran Bretaña. Tal vez no sea un país con una gran tradición de Hardcore metálico y oscuro a la Integrity, pero eso a los chicos de Brutality Will Prevail no parece importarles. Tampoco tienen intenciones de seguir al pie de la letra el manual de Slayer con bermudas impuesto por la mencionada banda de Cleveland. Sí, la influencia es clara y estas visiones apocalípticas le deben bastante a los eternamente liderados por Dwid Hellion, pero aquí el quinteto se concentra específicamente en los ritmos lentos y los medio tiempos, manteniendo siempre una violenta tensión a base de riffs gordos y aplastantes. No se puede decir que estén descubriendo la pólvora, de hecho en el recientemente editado “Paranoid Delusions/Paradise Illusions”, Pulling Teeth ya ensayó esta especie de acercamiento dumbeta al Hardcore más pesado y enojón con resultados deslumbrantes. No podría afirmar que el quinteto que nos ocupa alcanza tal nivel de excelencia, pero se las arregla para entregar un material más que auspicioso. Ocho temas en veinticinco minutos donde la oscuridad nos agarra del cuello y no nos suelta hasta que nuestros huesos se vean reducidos a polvo. Breves interludios instrumentales pintan los desoladores paisajes que se corporizan cuando entran las guitarras arrasando con todo. Hasta es posible notar algún que otro guiño Blackmetalero en el departamento de los riffs, en la forma de disonantes arpegios escondidos entre los graves machaques y los gruñidos que hacen temblar el centro mismo de la tierra. Inclusive un tema como “No conviction”, que cierra el álbum a pura densidad épica/monolítica, no hubiera desentonado en los discos más abrasivos de bandas como Isis o Cult Of Luna. Y, como si esto fuera poco, todo este despliegue de opresiva misantropía musical está entregado con una convicción apabullante y una energía que nunca decae. Tal vez resulte demasiado lento y ominoso para el público Hardcore, demasiado violento para el Doom y, ciertamente, poco teatral y chillón para los seguidores del Black Metal, pero si son capaces de apreciar una buena combinación de virtudes de esos géneros, “Forgotten soul” es un disco para no dejar pasar.
-Maudlin Of The Well “Part the second” (2009)
En 2003 y luego de editar tres discos, esa especie de pequeña orquesta extrema conocida como Maudlin Of The Well decidía cambiar su nombre por el de Kayo Dot, llevando, de paso, su sonido a nuevos estratos de experimentación metálico/vanguardista. Seis años y otros tres discos después, Toby Driver (mente maestra detrás de estas elucubraciones) decide revivir Maudlin Of The Well en formato estrictamente digital y ofreciendo su nuevo material en forma gratuita a través del website www.maudlinofthewell.net. Hasta ahí la frialdad de los datos, ¿qué pasa con la música? Bien, si alguna vez se interesaron por las propuestas de esta gente sabrán que hablamos de material que, a pesar de sus claras raíces en el Metal extremo, gusta de explayarse en barrocas composiciones de infinitos matices sonoros y estilísticos. Para ponerlo de forma clara, no era de extrañar que un mismo disco de Maudlin Of The Well convivieran géneros como el Death, el Jazz, la Música Clásica, el Doom, la Psicodelia y diversas corrientes de vanguardia contemporáneas. La experiencia de Kayo Dot sirvió para adentrarse en terrenos no tan eclécticos pero mucho más abstractos y difíciles de categorizar. Así, este “Part the second” es ni más ni menos que lo que sucede cuando juntamos los caóticos paseos compositivos de los primeros con el cuidadísimo manejo de texturas y dinámicas de los segundos. Pocos rastros quedan de los gruñidos Deathmetaleros y las graves erupciones guitarrísticas, lo cual no es de extrañar si seguimos la línea de sus últimos álbumes. De ninguna manera piensen que eso les quita fuerza, habría que ser demasiado obtuso para creer que la única forma de lograr intensidad es a través de la distorsión y los decibeles. Aquí hay música, mucha música y de la buena. Podrán acusarlos de pretenciosos y artys, pero lo cierto es que no hay rastros de superficialidad ni de insulsa pirotecnia instrumental en estas canciones. Melodías lisérgicas guían este viaje de formas irreales, enroscándose sobre estructuras mutantes que nos abren las puertas a un universo musical desconocido. Todo puede suceder aquí pero nada está librado al azar. No me alcanzan las palabras para empezar siquiera a describir la inmensa cantidad de detalles y sutilezas que componen esta obra, y no pienso aburrirlos con un pormenorizado recuento de las imágenes que evoca en mi mente semejante despliegue de ideas, sonidos y sensaciones. Si se sienten de humor como para viajar hacia donde ningún otro hombre había llegado antes, denle una oportunidad. Maudlin Of The Well es un viaje de ida.
1 invocaciones del cosmos:
Monoliths & Dimensions
Meet us at the Southern Sign
Dos delicias del presente año.
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