8 de mayo de 2009

Reviews

Por Fernando Suarez.


-Ramesses “Baptism of the walking dead” (2009)
Claro, teniendo al guitarrista y al baterista que grabaron esa pieza fundamental del Doom llamada “Dopethrone”, la cosa es fácil. Pero no sólo de pergaminos (gente, hablamos de Electric Wizard, por si no se dieron cuenta) vive Ramesses, y este ep de tres temas así lo demuestra. Canciones enormes, sobrecogedoras, aplastantes y profundamente oscuras. Con voces que se debaten entre gruñidos guturales, alaridos distorsionados y desgarrados lamentos. Con riffs contundentes, arrastrados, malignos y siempre imaginativos. Con arreglos que aportan nuevas dimensiones en forma de arpegios, samples, teclados y hasta un punteo (el de “Another Skeleton”) que remite inequívocamente al de “American Jesus” de Bad Religion. Y aún así esto sigue siendo Doom de pura cepa. Con los sonidos graves y los ritmos lentos al frente. Con esas atmósferas macabras que te retuercen el espíritu. Claro, no se despegan del todo de la influencia de su anterior banda, pero aquí la obsesión marihuanera es reemplazada por una eternamente negra energía negativa. El viaje de Ramesses duele, raspa en las entrañas y nos obliga a retorcernos en espasmos hipnóticos. Las visiones aquí evocadas hielan el alma con sus escabrosos detalles. No hay lugar aquí para bizarras referencias cinematográficas ni caricaturas pseudo satánicas. Y no es que haya nada de malo en eso, pero la propuesta de este trío pasa por otro lado. De hecho, una buena referencia (no tanto en lo formal, si no en la esencia misma de estas canciones) sería esa asfixiante sensación de desazón que transmitía aquel “Forest of equilibrium” de Cathedral. En cualquier caso, está claro (ya desde sus trabajos anteriores) que estamos en presencia de un grupo con identidad propia. El único problema es que la cosa se termine tan rápido, tan sólo diecinueve minutos es lo que dura el disco. Pero bueno, si esto es sólo el aperitivo, no puedo esperar para saborear el plato principal.


-Insect Warfare “Insect Warfare” (2009)
¿Qué se puede decir de un disco póstumo que consta de un solo track de menos de diez minutos de duración? ¿Cuántas veces tendría que escuchar esto hasta que mi cerebro quede reducido a un ínfimo charco de pus? Grindcore que me hiciste mal y sin embargo te quiero. A pesar de su corta carrera y de contar con un solo larga duración (bueno, larga para los parámetros Grind, claro), estos texanos dejaron una fuerte impresión en el undeground extremo gracias a una propuesta que logró suplir la originalidad con altas dosis de frescura y una potencia avasallante. Rescatando el legado de los próceres (Napalm Death, Terrorizer), pero sin olvidar la carga politizada del Crust ni el caos primigenio del Power-Violence y envolviendo el paquete en un sonido crudo, sucio y directo como patada en la entrepierna. No es casualidad que hayan compartido un split con Agoraphobic Nosebleed y que el mismo Scott Hull los seleccionara para “This comp kills fascists”, esa especie de rescate del Power-Violence en forma de compilado. ¿Qué mejor testamento que estos nueve minutos de puras erupciones sonoras? Acá los muchachos tiran las formas por la ventana y abrazan el costado más ruidoso, enfermo y confrontacional del género. Una miniatura de acoples, feedback, distorsiones que no llegan a ser riffs, golpes azarosos de batería y alaridos desencajados, tal como nos enseñó Anal Cunt. Un tiro a quemarropa en la rodilla del arte. El disco ideal para hacer una fugaz catarsis y seguir con la vida cotidiana mucho más relajados.


-Manic Street Preachers “Journal for plague lovers” (2009)
“Journal for plague lovers” vendría a ser la despedida definitiva del grupo a su desaparecido guitarrista, Richey James Edwards, a cuya autoría pertenecen todas las letras del mismo. No es casualidad que le arte de tapa esté a cargo de Jenny Saville, quien también contribuyera en “The Holy Bible”, el último disco que Edwards grabó antes de su misteriosa retirada de la vida pública. Pero no se ilusionen, no estamos en presencia de la parte dos de aquel clásico. El medio tiempo de “Peeled Apples” abre el disco con un clima entre tenso y épico, con el nervio rockero y las grandes melodías intactas. Un tema cien por ciento Manic, para cantar con los dientes apretados. “Jackie Collins Existential Question Time” se sumerge en una suerte de Pop sofisticado, como el que ensayaron en aquel “Lifeblood”, aunque aquí está tratado (probablemente gracias a la producción del gran Steve Albini) de forma más cruda y Punky. Llega el Power-Pop efervescente de la mano de “Me and Stephen Hawking” y ese estribillo que en vez de estallar se repliega nos remite inevitablemente a unos Pixies con una cuota extra de glamour británico marxista. Guitarras acústicas y un clima casi Folk se apoderan de “This Joke Sport Severed”, hasta que una extraña progresión de acordes se lleva la canción a terrenos de psicodelia Beatlesca, casi siguiendo los pasos más melancólicos del “Sgt. Pepper”. Llega el tema que da nombre a la placa con una energía entre el Hard-Rock y el Pop más emotivo que no hubiera desentonado en alguno de sus primeros discos. O en alguno de la etapa intermedia de The Replacements. “She Bathed Herself in a Bath of Bleach” es una suerte de himno rockero y puedo imaginar a estadios enteros coreándolo y saltando al son de ese movedizo dinamismo. Vuelven las acústicas y la calidez para “Facing Page: Top Left”, una balada cargada de urgencia y amargo sarcasmo. Baterías programadas y guitarras procesadas nos dan la bienvenida a “Marlon J.D.”, un guiño a la New-Wave entre el homenaje y la parodia. Casi un paralelo a lo que hicieran con la Música Disco en “Miss Europa Disco Dancer” de “Know your enemy”. “Doors Closing Slowly” retoma la calma, entre limpios rasgueos, un tempo aletargado y una fuerte tensión que solo estalla hacia el final de la canción, dando paso a los arpegios noctámbulos de “All Is Vanity”. Ya con el primer riff acuden a la mente los fantasmas de aquel glorioso “The Holy Bible” (sin dudas, el punto más alto de la discografía Preacher), esa desazón infinita, esa bronca afilada y enfocada como un láser y esa sordidez melódica tan irresistible. Para levantar el ánimo llega “Pretension/Repulsion” y otra vez el desparpajo Hard-Rockero se cruza con esa suerte de intelectualidad Post-Punk y con un definitivo respeto por la melodía Pop. Y, si hablamos de Pop, no podemos pasar por alto las bellísimas líneas de “Virginia State Epileptic Colony”, con esas guitarras que invitan al movimiento, esos arreglos casi descuidados (que, por supuesto, nada tienen de descuido) a la Pavement. “William's Last Words” cierra el disco (al menos oficialmente) a pura dulzura, entre guitarras acústicas, arreglos de cuerdas y un James Dean Bradfield volcándose al costado más grave y reposado de su registro. Como verdadero final tenemos el track oculto de “Bag Lady”, una suerte de Funk-Punk retorcido muy en la línea de clásicos Post-Punks como Gang Of Four o Wire, aunque con la impronta melódica indeleble de los Preachers. En fin, noveno disco del (ahora definitivamente) trío, tal vez sin el impacto inmediato que tuvo el anterior “Send away the tigers”, pero sin por ello resignar la calidad compositiva ni caer en baches como “This is my truth tell me yours”. Si las buenas canciones son lo suyo, siempre es obligatorio prestar oídos a lo que esta gente tiene para ofrecer.


-HKY “HKY” (2009)
Rostros amenazantes que se esconden en ángulos irreales. El tiempo es este polvo que invade el aire. Fuego negro cayendo desde un cielo furioso. Los edificios colapsan y sólo quedan fragmentos de metal retorcidos como recuerdo de lo que alguna vez fue. “Construyendo planes de escape hacia la atmósfera”, así definen estos franceses su propuesta y no seré yo quien los contradiga. Música para flotar sobre oscuras nebulosas o para perderse en turbulentos agujeros negros. Música para que el cuerpo entre en un trance tembloroso, con los huesos en fricción y los párpados como bloques de cemento. Música para viajar dentro de uno mismo y encontrar esas cosas que no hubiésemos querido enfrentar. Guitarras como cascadas de lava derritiendo todo a su lento paso, voces que imploran rugiendo a dioses sordos, zumbidos de otras dimensiones infectando el sonido, ritmos que marcan el pulso moribundo de montañas resquebrajándose. Graves distorsiones, tan violentas que quiebran el prisma mismo de las percepciones, invaden el espacio, se vuelven tangibles y luego se repliegan en tenues pero insistentes colchones de estática. Caricias ambientales de formas ondulantes tragadas por riffs del tamaño del universo. Melodías en forma de espiral elevándose hacia mundos de cegadora luz y mazazos que las hunden en tumbas de roca sólida. Pueden llamarlo Drone, Sludge, Doom, Post-Metal o cómo quieran. Por lo que a mí respecta pueden llamarlo Polka-Post-Industrial-Cosmopolita, a quién le importa eso. Lo importante es que, si son de los que disfrutan de la música con un alto grado de pesadez sonora y emocional, libre de cualquier atisbo de superficialidad o innecesarias poses exageradas, ya mismo deberían estar buscando este monolítico pedazo de disco.


-Mottron P. “P P Intervals” (2009)
Un disco compuesto con “generadores de frecuencias bajas, errores analógicos, señales eléctricas y residuos sonoros”, tal como lo describe su propio creador, el francés Pierre Mottron. Claro, hasta ahí conocemos los elementos pero no el resultado final. El viaje comienza con las dos partes de “Mellow”, entre suaves beats distorsionados, inquietantes pitidos y una compleja arquitectura de sonidos electrónicos moviéndose como medusas bajo el agua. “Resonance” propone un clima un tanto más relajado, casi lúdico. Hasta se permite ciertas digresiones melódicas que remiten al Aphex Twin más amable. Aunque, por supuesto, dicha amabilidad sea una mera pantalla para la sordidez que se esconde en los muchos resquicios sonoros aquí presentes. Insistentes zumbidos agudos se explayan mientras caen desencajadas gotas sonoras de nubes multiformes y multicolores en “Elastic video”, mientras que “27 modulations” se regodea en una penetrante línea recta con interrupciones casi imperceptibles. Para “Sonus”, Mottron transforma el Funk en un afiebrado juego de chillidos cibernéticos y texturas superpuestas, sin perder nunca el aire de espesa intelectualidad que inunda el disco. Dos minutos y medio de histérico collage sonoro es lo que trae “Untitled”. Algo así como la banda de sonido para las pesadillas de un robot descompuesto. “Schole” da la última estocada entre ritmos angulares, suaves sonidos acuosos de fondo y un sin fin de chirridos y silbidos que se van sumando a esta pintura cubista pintada sobre microchips y fórmulas matemáticas. No tengo que aclarar que si sólo conciben la intensidad en base a guitarras eléctricas, baterías sudorosas y demás elementos rockeros, esto no es para ustedes. Para aquellos con un rincón del corazón puesto en la electrónica más sesuda y, bueno, musical, les recomendaría visitar la página del sello que edita este álbum (www.asiluum.com), donde podrán descargarlo de forma gratuita. Una oferta para no desaprovechar.


-Birds Of Prey “The Hellpreacher” (2009)
La tercera es la vencida para Birds Of Prey. Después de dos discos correctos pero poco sobresalientes, los sureños se pusieron las pilas y se mandaron con un material a la altura de sus pergaminos. Claro, con miembros de Baroness, Kilara, Axehandle, Alabama Thunderpussy, Beaten Back To Pure y el gran Dave Witte tras los parches, sería absurdo conformarse con poco. Aquí el quinteto mantiene su marca registrada de Death N’ Roll, pero escarba hasta encontrar los mejores riffs que dio el género desde los años dorados de Entombed. Y encima se encargan de revitalizar al subgénero con diversas ideas y encares. Tenemos el violento medio tiempo y las aceleradas Punks de “Momma” que abre el disco a toda marcha, el machacante groove Hardrockero de “Juvie”, el Thrash hipnótico de “Alive Inside!”, el empantanado Sabbathismo de “Tempt the Disciples”, el Hardcore Motörheadizado de “Taking on Our Winter Blood” con guiño a Suicidal Tendencies incluido, los riffs enroscados (como si mezclaran Melvins, Baroness y Led Zeppelin) de “The Excavation”, los frenéticos cambios de ritmo y la atmósfera siniestra de “Blind Faith”, el monumental clima oceánico de “False Prophet” que no hubiera desentonado en “Leviathan” de Mastodon, esa suerte de Converge gordo, barbudo y redneck de “Warriors of Mud... The Hellfighters” y ese final a puro riff Slayeriano con sonido Sludge y corazón Crust de “Giving Up the Ghost”. Si eso no les basta tienen dos breves interludios instrumentales, el primero (“As the Field Mice Play”) oficiando como oscuro nexo entre Birmingham y New Orleans y el segundo (“The Owl Closes In”) transformando aquel “Kaiowas” de Sepultura en un sórdido ritual vudú. Doce canciones redondas, violentas, dinámicas, gancheras y creativas. Con las guitarras serruchando sin misericordia, la voz gruñendo de forma siempre articulada (en algún lugar entre L.G. Petrov y Jan-Chris De Koeijer de Gorefest) y las bases manteniendo a toda costa ese groove violento tan contagioso. En definitiva, si necesitaban material extremo pero que, al mismo tiempo, les permitiera mover la patita, aquí termina su búsqueda.


-The Plague Mass “Living among meat eaters” (2009)
Exceptuando a las leyendas Deathmetaleras Pungent Stench y Disharmonic Orchestra no recuerdo demasiada Metal extremo proveniente de Austria. Bueno, The Plague Mass posee su necesaria cuota de Metal pero llevan el Hardcore en el alma. El innegable punto en común con las bandas mencionadas es la forma única que tienen de encarar el género. Estos muchachos (que ya cuentan con dos discos previos al que nos ocupa) logran algo que, hoy en día, parece una proeza inalcanzable: juntar At The Gates y Hardcore sin sonar a Metalcore berreta y aburrido. Claro, en primer lugar habría que aclarar que cuando decimos Hardcore nos referimos más bien a un sonido entre el Crust más melódico (Tragedy, From Ashes Rise) y el Converge más crudo y, bueno, Hardcoroso. Nada de breakdowns, fallidos intentos de Thrash de segunda mano, toscos clichés metaleros ni flirteos Emo. Hay lugar para la melodía, sí, pero esta se manifiesta en forma de pasajes hipnóticos, casi psicodélicos, hasta atreviéndose a meter guitarras limpias y ominosos coros marítimos. Al mismo tiempo, la influencia de los suecos se encuentra principalmente en la chillona voz de Christian, cuyos alaridos desbocados remiten inevitablemente a las performances más rabiosas de Tomas Lindberg. También hay lugar para esos riffs melódicos pero, otra vez, eluden el lugar común desechando cualquier atisbo de Maidenismo y rescatando el costado más exótico de dichas melodías. Las canciones fluyen con extrema violencia pero sin perder de vista el dinamismo, la emoción y las variantes. Hasta hay lugar para ritmos entrecortados y ruiditos taladrantes que no desentonarían en cualquier disco de Noise-Rock. Las guitarras despliegan un vasto arsenal de ideas, logrando fundir influencias diversas (a los grupos mencionados pueden sumarle nombres como Neurosis y hasta Refused) en un sonido propio, una suerte de Crust emotivo, disonante y sumamente pesado. Inteligencia, originalidad y una intensidad capaz de quebrar al más obstinado de los escépticos. Sumamente recomendado.


-Meat Puppets “Sewn together” (2009)
Veintinueve años de carrera, separaciones, tragedias, adicciones, cruces con la ley, reuniones, flirteos con la fama (aún cuando fuera de rebote) y estos títeres de carne siguen dando batalla. Para los desmemoriados, esta es la banda que Nirvana versionó e invitó a participar en su famoso unplugged, la misma que (gracias a ello) tuvo un hit en la forma de “Backwater” a mediados de los 90’s, la misma que dio sus primeros pasos practicando un Hardcore-Punk ruidoso y caótico, la que luego incorporaría un vasto abanico de influencias (Folk, Psicodelia, Pop, Hard Rock, Funk) a sus raíces Punks, transformándose en uno de los pilares para ese sonido que luego se conocería como Grunge. “Sewn together” es el segundo disco de la última reunión del grupo y los hermanos Kirkwood se mantienen en excelente forma. Con sus voces generando constantemente hermosas armonías en algún lugar entre el Country, los Beatles más psicodélicos y hasta ciertos amagues casi Progresivos. Con la virtuosa guitarra de Curt (vaya casualidad) dibujando las más deformes pinturas, ya sea en forma de riffs mugrientos y enrevesados, de cristalinos arpegios caleidoscópicos o de sensibles rasguidos de aire rural. Con doce canciones repletas de magníficas melodías e ideas, donde la profunda emotividad siempre se entrecruza con espesas atmósferas de maliciosa psicodelia. Claro, pueden encontrar más de una similitud con discos anteriores (más con la etapa de SST que con la suciedad Hardrockera que adquirirían en los noventas), pero a esta altura no les pido más que buenas canciones. Y en eso no fallan nunca. Ahí tienen el Punk-Country alucinógeno de “Rotten shame”, la melancólica reflexión campechana de “Go to your head”, la elevadora y majestuosa pared de sonido (guitarras acústicas, eléctricas, piano, voces) de “Clone”, la candidez lisérgica de “Smoke”, los firuletes Zeppelinianos de “S.K.A.”, la alegría achicharrada por el sol de “Nursery rhyme”, la inocencia multicolor de “The Monkey And The Snake”, la aridez Neilyoungesca de “Blanket of weeds”, la frenética danza redneck de “I’m not you” o los cambios de clima de “Sapphire” como perfectos ejemplos. En definitiva, otro desparramo de grandes canciones por parte de una de las bandas fundamentales para entender el Rock americano de las últimas décadas. No lo dejen pasar.


-Manatees “Icarus, the sunclimber” (2009)
Sería exagerado afirmar (como ya están haciendo algunos medios) que este trío británico le está dando una nueva perspectiva al Sludge, pero sin duda alguna estamos ante material auspicioso y personal. En primer lugar, aclaremos que no se trata de recién llegados, este es su tercer álbum y hasta cuentan en su haber con una colaboración junto a Eugene Robinson, cantante y golpeador de los dementes Oxbow. Ahora bien, queda claro que estos muchachos escucharon Neurosis, que tomaron nota de sus riffs más grandilocuentes, de sus texturas más abrasivas, de sus ritmos tribales y de ese épico sentido de la dinámica. Hasta ciertos pasajes acústicos tienen la marca indeleble de Steve Von Till y compañía. Y, sin embargo, no sería del todo correcto poner a Manatees en la, a esta altura, saturada bolsa del Post-Metal. Esto es material mucho más sucio y oscuro. Acoples, riffs tan graves como disonantes, guiños casi Industriales y momentos donde el ruido se apodera de todo. Claro, yendo hacia atrás nos encontramos con Swans como claro referente para, bueno, casi todos los que se dedican a hacer música pesada, lenta, oscura, ruidosa y enferma. Entonces no es de extrañar que este “Icarus, the sunclimber” suene por momentos a una cruza entre las babosas erupciones desafinadas de los neoyorquinos y la empantanada desesperación de Eyehategod. Pura catarsis ruidosa moldeada a golpes de riffs y alaridos distorsionados. Pero aquí hay mucho más que Sabbathismo en versión Core, de hecho los desafío a encontrar algo parecido a un riff en “False sun” y su caótico desparramo de feedback. Básicamente, Manatees logra condensar sus claras influencias de formas poco convencionales sin por ello resignar el hilo compositivo ni la energía. Logra conmover sin necesidad de apelar a los lugares comunes del Post-Rock y pueden sonar extremadamente violentos y opresivos eludiendo siempre el golpe obvio y predecible. Todavía les falta un empujoncito extra en el departamento de las ideas propias, pero sin duda alguna da para ponerles algunas fichas. Mientras tanto, deléitense sin culpas con estas volcánicas composiciones.

-Zao “Awake?” (2009)
No voy a insistir con discusiones sobre si el Metalcore esto o aquello. Cualquiera con un mínimo de criterio musical podrá sacar sus propias conclusiones y sabrá separar la paja (je) del trigo. Lo cierto es que Zao ya lleva dieciséis años y nueve discos demostrando a cada paso por qué es una de las bandas más relevantes que dicho género nos ha legado. Claro, la eterna duda en estos casos es si corresponde colocar a una banda tan personal y, de alguna forma, ecléctica en esa categoría. “1,000,000 Outstretched Arms Of Nothing” abre las hostilidades sin preámbulos y con un monolítico riff disonante que deviene en densidad Sludge mientras Daniel Weyandt gruñe como si su garganta estuviera hecha de pura lava. Y ese baboso pasaje a mitad de la canción suena tan infernal y tenebroso que resulta increíble que haya sido concebido por un grupo cristiano. El paso lento y aplastante se mantiene en “Entropica”, aún cuando se ve interrumpido por riffs entrecortados y un estribillo que chorrea emoción sin necesidad de caer en burdas exageraciones melodramáticas. Si alguna vez pensaron que mezclar la excentricidad de Botch, las atmósferas malignas del Black Metal, el groove de Pantera y las melodías más gancheras de Faith No More sería imposible, chequeen “The Eyes Behind The Throne” y descubran cuán equivocados estaban. La tierra se abre de par en par con cada machaque de “Human Cattle Masses Marching Forward”, uno de los temas más convencionales del disco, rescatando ese Metalcore apocalíptico de mediados de los noventas pero con el agregado siempre enroscado de estos chupasirios. Las guitarras siguen dibujando deformes pinturas melódicas en “Romance Of The Southern Spirit”, que no es otra cosa que la regrabación de aquel tema que apareciera como bonus track de la edición japonesa de “The funeral of god”. Y, tal como lo hicieron en aquel álbum, siguen demostrando que el manejo que tienen estos tipos de la melodía los sitúa a años luz del maremagnum de clones Metalcoreros sin ideas y con aspiraciones mainstream. No hay lugar para la superficialidad ni los lugares comunes aquí. Llega una patada en la entrepierna con el frenético “What Will You Find?”, entre guitarras inquietas, oscuras nubes noruegas y breakdowns que nada tienen que ver con ningún tipo de arte marcial. Casi una versión psicodélica del Napalm Death más groovero de mediados de los noventas es lo que trae el tema que da nombre a la placa, con el agregado de otro de esos estribillos melódicos que simplemente trascienden lo genérico y apuntan directamente al alma, de forma implacable e inteligente. Pura rabia destila Weyandt en “Quiet Passenger Pt. 1”, acompañado de un bajo arenoso y un riff tamaño elefante. Hasta que llega, claro, el estribillo y transforma el pantano en un paisaje lisérgico que no hubiera desentonado en el repertorio de bandas como Deftones. “Reveal” se retuerce entre irregulares riffs Messhugescos, sórdidos punteos Noise-Rockeros y rebajes que pegan duro en el estómago. Y si eso no les basta, ahí tienen un final a puro Doom capaz de convencer al más duro de los poseros. Como broche de oro tenemos a “Quiet Passenger Pt. 2/The World Caved In”, con una primera parte donde riffs en forma de cascadas de gruesa distorsión sobrevuelan tambores tribales y sensibles líneas vocales atraviesan la epilepsia de la base rítmica, y una segunda que se repliega dejando al desnudo una guitarra acústica y un tenso y descorazonador recitado. Bien podríamos afirmar que “Awake?” vuelve a abrir el abanico estilístico del cuarteto, luego de aquella (no tan) vulgar exhibición de poder que fue “The fear is what keeps us here”, pero lo cierto es que Zao, sin perder nunca su sonido distintivo, siempre mantuvo un saludable apetito creativo, logrando llevar a la práctica ideas con las que la mayoría de sus pares jamás podrían siquiera soñar. A esta altura no importa si esto es o no Metalcore. Es excelente música, pesada, original, emotiva y extremadamente imaginativa. En mi libro, eso ya es motivo suficiente para prestarles oídos.


-Oranssi Pazuzu “Muukalainen Puhuu” (2009)
Las iglesias que antes ardían ahora se disuelven lentamente en cápsulas lanzadas al espacio exterior. El terror viene desde ese impenetrable cielo estrellado, ya nos lo enseñó el buen Howard Phillips. Lo que me resulta curioso es que los adoradores del Rock más alucinógeno hayan tardado tanto en comprender las bondades hipnóticas del Black Metal. Claro, ustedes me dirán que Enslaved ya viene ensayando desde hace tiempo su propia versión cósmica del negro Metal. Y tienen razón. Lo mismo si mencionamos los últimos trabajos de Nachtmystium, que dieron lugar a un término tan estúpido (y, de alguna forma, acertado) como Blackadelia. Pero, en definitiva, se trata de casos aislados. Y, antes de que siquiera lo mencionen, esto no tiene que ver con la cruza de Post-Rock y Black que últimamente resulta tan común. Ok, estos finlandeses aman el delay casi tanto como los alaridos desesperados y no temen generar paisajes casi cinematográficos con instrumentación rockera, pero eluden con gracia esa melancolía entre épica y reflexiva del Post-Loquesea. No resulta para nada erróneo que, entre las influencias citadas por el propio grupo, convivan sin problemas DarkThrone, Can, Electric Wizard y Pink Floyd, por sólo nombrar algunas. El truco reside en poder encontrar esas zonas donde la cruza de géneros resulte natural y orgánica antes que un pastiche forzado. El quinteto logra dicho objetivo sin problemas, desplegando una personalidad que no se condice con su corta existencia. Alguien podría aventurar que poco hay de genial en adornar drogadas zapadas setentosas (teclados vintage incluidos) con graznidos satánicos y ambientaciones tenebrosas. Sin embargo, muchas veces son esas ideas simples las que mejor funcionan. Tal es el caso en este disco debut. Violentos blast-beats se cruzan con melodías lisérgicas, pasajes de Blues espacial se pervierten en malvadas invocaciones, extensos trances Kraut-Rockeros generan un helado terror, guitarras Sabbatheras se desintegran entre sonidos espaciales, riffs taladrantes flotan sobre nebulosas percusiones latinas. Yo sé que suena extraño, pero les aseguro que los resultados están trabajados con inteligencia y solidez compositiva. Hasta los pasajes puramente ambientales remiten más a viejos soundtracks de films de terror, antes que a desencajados cuelgues marihuaneros sin sentido. En fin, como alguna vez dijera alguien que sabe mucho de todo, “el negro Metal no sólo es guerra, también es droga”. Consumir con moderación.


-Disbelief “Protected hell” (2009)
¿Podríamos hablar de una New Wave of European Thrash Metal? Bueno, yo pongo mis fichas en bandas como Taste Of Insanity (de Holanda), Scarve (de Francia) y los alemanes que hoy nos ocupan. Claro, no son bandas nuevas, todas cuentan con más de diez años de carrera, y no obstante desde hace tiempo que vienen proponiendo variantes mucho más avanzadas que la mayoría de sus pares americanos y suecos. El caso de Disbelief es sumamente curioso porque ya desde sus primeros trabajos, allá por finales de los noventas, lograban una personal combinación de brutalidad Deathmetalera, groove Thrashero y una oscura excentricidad mezcla de Voivod y Neurosis. “Protected hell” es su disco número ocho y la cosa no ha cambiado tanto. La música mantiene un constante clima oscuro y épico, jugando en mayor parte entre medios tiempos y ritmos trabados y tensos y logrando un sonido envolvente y sobrecogedor. Las influencias Thrashers esta vez vienen por el lado de Lamb Of God, tomando bastante de ese groove violento y enroscado de los liderados por Randy Blythe. Por otro lado, el costado monolítico, por así llamarlo, se ve también incrementado y los ecos de Isis, Neurosis y Switchblade resuenan con fuerza, pero sin opacar nunca la identidad del cuarteto. Y en medio de semejante despliegue de desgarradora magnificencia hasta es posible percibir algunas gotitas de Black Metal a la Emperor (En especial en lo que hace a voces melódicas) que no hacen más que acentuar dichas atmósferas. Y esto no debería resultar tan extraño si tenemos en cuenta que, en definitiva, tanto el Black como el Post-Metal suelen apoyarse en escalas menores para construir sus disonantes acordes. En definitiva, tal vez no sea el mejor trabajo de Disbelief (a medida que avanza el disco se huele cierto tufillo a repetición de esquemas), pero bien vale como introducción al grupo y como prueba de que lo único que mata a los géneros es la falta de ideas.

-SoiSong “xAj3z” (2009)
Peter Christopherson tiene cincuenta y cuatro años de edad y treinta y cuatro de carrera musical. Fue miembro fundador de Throbbing Gristle (la banda que inventó el concepto y las formas de la Música Industrial) y, luego de un breve paso por Psychic TV (grupo liderado por Genesis P. Orridge, principal ideólogo de Throbbing Gristle), formó Coil, el conjunto al cual dedicó veintidós años de experimentación sonora sin concesiones. SoiSong es un proyecto que nació el año pasado con la colaboración del ruso Ivan Pavlov, también conocido como CoH. Ahora bien, si piensan que lo más raro de este material es que venga presentado en un cd octagonal, están lejos, demasiado lejos de la luz. Como era de esperar las deformidades electrónicas están a la orden del día, pero poco tiene que ver esto con áridos climas Industriales ni abstractos soundtracks de pura oscuridad. El referente más cercano que se me ocurre es Einstürzende Neubauten en su faceta más cancionera y accesible, por así llamarla. Los ritmos están bien definidos y, si bien son generados con sonidos poco convencionales, mantienen un andar llevadero e hipnótico. La melodía abunda, pero está manejada con un grado de profundidad que trasciende los toscos parámetros del Rock en general y sus derivados. Con Christopherson residiendo en Bangkok, era de esperar que algo del Folklore de dicha región se colara en estas canciones. Efectivamente, el británico suma a sus voces artificiales una vasta gama de instrumentos (para nosotros) exóticos, mientras que Pavlov hace y deshace con sus máquinas. Por supuesto, intentar una definición formal (he leído cosas horribles como Lounge-Core o digital World Music) no haría más que desmerecer y denigrar semejante pieza de pura música. Esto es un paseo por decadentes callejones alumbrados tenuemente por una luna borracha, serenatas maliciosas en cortocircuito, valses para ahogarse eternamente en océanos de alquitrán, el cadencioso respirar de la carne transpirada chocando con salvaje indiferencia, Trip-Hop de alcantarillas e inodoros vomitados o simplemente la banda de sonido perfecta para una noche en aquella Interzone de William Burroughs. No me gusta usar estos términos pero si realmente se consideran amantes de la buena música, sí o sí tienen que prestarle atención a esta maravilla.


-The Blinding Light “Junebug” (2009)
A pesar de su nombre, “White flag” llega con cara de pocos amigos, blast-beats hiperkinéticos y dedos volando sobre el diapasón. Sólo un minuto y monedas como introducción al caos que es este demorado (cinco años pasaron desde la edición del anterior, “The ascension attempt”) segundo larga duración de The Blinding Light. ¿Dije caos? Sí, eso dije. Si bien estos americanos no son completamente ajenos a las frenéticas idas y venidas del Mathcore, no sería del todo acertado meterlos en esa bolsa. Claro, llamarlos simplemente Metalcore sería dejar afuera demasiadas aristas y variantes aquí presentes. Dejemos, entonces, los rótulos de lado. Lo que aquí tenemos son nueve canciones donde conviven de forma muy personal diversas corrientes extremas. Hay algo de la trabazón mecánica de Meshuggah, esa firuleteada densidad que patentara Mastodon en sus primeros trabajos, machaques típicamente Thrashers, alaridos Hardcorosos, rebajes dumbetas cargados de emoción a la Crowbar, riffs angulares de pura extracción Mathcorera, salvajes aceleradas entre Suffocation y Napalm Death, violentos pasajes de puro groove redneck, medios tiempos mosheros a la Earth Crisis y hasta ciertos toques de psicodélica melodía. Y lo mejor es que no se trata de un Frankenstein sin sentido, cada momento está colocado con sabiduría, logrando inclusive combinaciones poco convencionales dentro de dichas variantes. Entonces, el resultado final suena increíblemente homogéneo y sólido, con composiciones intrincadas y detallistas, y un trabajo de guitarras que busca constantemente un sano equilibrio entre el despliegue de ideas y la contundencia. Si bien el tono predominante del álbum es inevitablemente violento, el quinteto comprende a la perfección la necesidad de incluir variantes melódicas que aporten a la dinámica final de los temas. No teman, no me refiero a burdos estribillos Emo ni a mariconas guitarritas Powermetaleras, esto está más cerca de los momentos más reposados de bandas como Converge, The Dillinger Escape Plan e inclusive Isis o Cave In. En fin, no es un disco fácil, requiere escuchas atentas hasta poder fluir sin problemas con el tortuoso entramado de las canciones. Si están dispuestos a hacer el esfuerzo, les aseguro que puede resultar una experiencia realmente reconfortante e intensa.


-Disappearer “The clearing” (2009)
Preparen las camisas a cuadros porque los noventas vuelven con todo. Claro, muchos se conformarán con la cáscara de aquellos años dorados y no faltará quien crea que Blind Melon y Soundgarden pertenecían a la misma tradición musical. No importa, mientras bandas como Helms Alee, Torche o Big Business sigan rescatando algunos de los momentos más interesantes de la década pasada sin perder de vista las enseñanzas musicales contemporáneas (casi como replicando la reinterpretación de los setentas que hicieron las bandas noventosas), todo va a estar bien. En dicha categoría podríamos meter a este trío bostoniano, aún cuando de ninguna manera estemos hablando de un nuevo subgénero ni de otra bolsa de gatos donde encerrar a bandas con sonido propio. Claro, hay algo que une definitivamente a las bandas mencionadas, algo llamado Melvins. Lo cual no es ninguna novedad, hace años ya que la influencia de King Buzzo y compañía es ineludible a la hora de hacer música extremadamente pesada que no sea necesariamente Metal. Entonces, acá tenemos esas guitarras gordas, esos riffs surrealistas y esa densidad encarada con innegable espíritu Punk. Y no hablamos de Sludge, Drone ni Post-Metal. El punto clave es el uso de melodías que logran ser al mismo tiempo emotivas, urgentes, gancheras y elaboradas. Canciones propiamente dichas, antes que puros temblores sonoros y cerebrales tratados de dinámica. Con un vuelo creativo tridimensional pero sin perder nunca de vista la soltura rockera, monolíticas pero sin llegar nunca a pasarse de épicas o pomposas, construidas con la mente y el alma en perfecta armonía y fundiendo de forma única diversas corrientes del pasado no tan lejano (entre las muchas influencias reconocidas por el mismo grupo figuran nombres como Fugazi, Smashing Pumpkins, Sonic Youth, Yo La Tengo y Kyuss) con la perspectiva actual del nerdismo Post-Hardcore-Metalero. Alguna vez el gran Bob Mould dijo que el Rock en los noventas trataba de conjugar tres elementos básicos, el ruido, la melodía y la inteligencia. “The clearing” tiene todo eso pero dobla la apuesta en el terreno de la pesadez, eludiendo con gracia la estupidez del retro y entregando diez canciones redondas y contundentes que harán las delicias de todos aquellos que crean que el Rock puede dar más que la misma pavada superficial de siempre.

-Sonic Youth “The eternal” (2009)
Regresan los catedráticos de la disonancia, los sacerdotes del chirrido, los cuatro (bueno, con la incorporación del ex bajista de Pavement, Mark Ibold, pasaron a ser cinco, pero eso me arruina el chiste) fantásticos del Noise, la banda que, desde hace veintiocho años viene redefiniendo los alcances de la guitarra eléctrica. Por supuesto, nada de lo que yo pueda escribir se acercaría a explicar la importancia del trabajo de estos tipos. ¿Cuántas bandas conocen, acaso, que con semejante historia sobre sus espaldas sigan entregando material relevante y excitante? ¿Cuántas que logren mantener su identidad sin por ello perder el apetito creativo y la absoluta libertad a la hora de componer? ¿Cuántas que logren condensar instrumentaciones de una complejidad sinfónica en canciones cien por ciento rockeras sin trastabillar? ¿Cuántas que sean citadas como influencia en prácticamente todas las corrientes rockeras habidas y por haber y sin embargo no se duerman sobre sus laureles? Claro, “The eternal” podría ser visto como un disco más, si no fuera porque no hay material de relleno en la vasta discografía Sonicyouthera. Es obvio que, a esta altura del partido, no causarán el mismo impacto que tuvieron discos como “Evol”, “Dirty” o “A thousand leaves”, pero nadie con un par de oídos y un mínimo criterio musical puede negar la enorme calidad de estas doce canciones. Pueden ser inmediatas, urgentes, movedizas y rockeras, y aún en esos momentos más efervescentes el escucha atento podrá percibir una vasta gama de ideas que harían sonrojar a tanto pelele con pretensiones artísticas. Tenemos también las soñadoras incursiones melódicas que hicieran su aparición en “Murray street”, con Thurston Moore y Kim Gordon finalmente despojándose del miedo a entonar dulces líneas vocales (tarea que siempre parecía relegada al bueno de Lee Ranaldo) sin resignar la tradicional crudeza de sus voces. Y, claro, no podían faltar esos temas deformes e indefinibles, con desarrollos mutantes y entramados instrumentales sencillamente deslumbrantes. Y aún así me estoy quedando corto. ¿Cómo explicar este artesanal trabajo de arrancarle a las seis cuerdas sonidos irreales sin que ello se transforme en una experiencia onanista ni en burdos divagues drogones? ¿Cómo reducir a palabras el gigantesco caudal emotivo que transmiten estos temas a pesar de su extremo detallismo? La verdad es que, si nunca experimentaron esto, tienen un hueco importante en su educación musical. “The eternal” puede ser un excelente comienzo para revertir esa vergonzosa situación.

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