Por Fernando Suarez.
-Vaka “Kappa Delta Phi” (2009)
Dramáticos pianos y timbales sirven de introducción en “The Ship” para este disco debut de Vaka, ni más ni menos que el seudónimo detrás del que se esconde Karl Daniel Liden, un sueco que alguna vez fue parte de los stoners Dozer y Demon Cleaner. Antes de que pregunten, no, esto no tiene nada que ver con Kyuss, el desierto ni los setentas. Aquí el bueno de Liden (acompañado por músicos invitados provienientes de ignotas bandas como Lowrider, Landberk, Morte Macabre, Come Sleep, Ghost Brigade, I Are Droid, A Swarm Of The Sun y los mencionados Dozer) da rienda suelta a su pasión por los sonidos más monolíticos y elaborados del Metal actual. Ya desde el primer tema propiamente dicho, “Born to secrecy” quedan claras esas intenciones. Nueve minutos de desarrollo para riffs tamaño montaña, rugidos bestiales, melodías épicas y oscuras, teclados varios, subidas y bajadas de intensidad y un certero clima de Apocalipsis inminente. Una sensación que persiste en “I of everyhting”, aunque con elementos diferentes. Un ritmo trabado sobre el que se entrecruzan majestuosos teclados y pianos, acompañados por una voz que ensaya una suerte de rústica melodía sin dejar de ser rasposa y desgarrada. Entran las guitarras y antes que emular los típicos estallidos del Post-Metal, se genera una sensación de profunda melancolía. Parece increíble pero todavía hay lugar para que dicho subgénero escupa alguna que otra propuesta con personalidad propia. Se notan intenciones casi progresivas en este “Kappa Delta Phi”, algo que queda demostrado en las rebuscadas melodías generadas por diversos teclados vintage de “Sigma Omega”, que conviven sin problemas con una explosiva batería y un tenso colchón de graves distorsionados. ¿El hijo no reconocido de Opeth y Neurosis? Sería injusto caer en tal definición. Si bien las influencias son detectables, también lo es la personalidad y las intenciones vanguardistas de Vaka. Con “At the Hands of Loss” queda claro que el eje de la composición lo manejan los diversos teclados que Liden emplea (piano, mellotron, órgano, sintetizador, etc.), siempre apuntalados por enormes y aplastantes riffs. Por otro lado, la estructura compositiva se aleja del típico crescendo Post-Rockero en pos de desarrollos que logran ser fluidos y retorcidos al mismo tiempo. “Glacialis” hace las veces de pequeño interludio ambiental que desemboca en el viaje espacial de “Like an Astronomer”, una especie de Vangelis con sangre en las venas y los dientes apretados. Puro barroquismo melancólico es lo que nos ofrece “Somersaults”, aún cuando se trata tal vez del tema más simple, en cuanto a estructura, del disco. La maldad crece y hiela los huesos en “Stalemates”, donde la influencia de Neurosis (en especial en la melodía vocal) se hace más presente que nunca. Una sórdida procesión de fantasmas leprosos envolviendo nuestras almas con oscuros lamentos. Llega el final con “For Redemption”, donde las teclas dibujan majestuosas pinturas de infernal desolación con una profundidad netamente sinfónica. No es común que un grupo con miras musicales tan ambiciosas logre sus objetivos sin atragantarse con curvas innecesarias que no hacen más que diluir los resultados finales. Y encontrar grupos de Metal que se salgan de lo común siempre es algo para destacar. No quisiera sonar pretencioso (bah, a esta altura…) pero aquellos que aprecien la buena música (¿vieron que iba a sonar pretencioso?) más allá de rótulos y etiquetas, deberían darle una oportunidad a este sobrecogedor “Kappa Delta Phi”.
-Parlamentarisk Sodomi “De Anarkistiske An(n)aler” (2009)
No sólo de Black Metal vive el noruego extremo, por suerte. Para contrarrestar tanto flirteo con el nazismo llegan estos tipos (bueno, en realidad es un tipo solo, un tal Papirmøllen, que se encarga de todo) que se apropian del logo de los legendarios CRASS y citan a los Dead Kennedys como influencia, más allá de que su sonido pase completamente por otro lado. Ah sí, esto es Grindcore. Claro, estarán pensando que, dado el fuerte contenido político de la propuesta, lo que aquí encontrarán es el costado más vieja escuela y Crusty del género. Bien, la cosa no es tan simple. La voz que alterna entre gruñidos mugrientos y taladrantes chillidos, los momentos Hardcore/Thrasheros y esa rabia directa y sin adulterar sin duda alguna tienen bastante de discos como “Holocaust in your head” y “Scum”. Pero los blast-beats entrecortados, los riffs enroscados, las variantes rítmicas y esa constante hiperactividad instrumental los alinean con el costado intelectual de Discordance Axis o Pig Destroyer. A eso súmenle algo de Nasum y bastante de las erupciones sonoras de Sore Throat y Anal Cunt y ya se estarán acercando al sonido de Parlamentarisk Sodomi. Y tengan en cuenta que hablamos de un proyecto unipersonal, algo que jamás imaginarían al escuchar estos doce temas repletos de una dinámica fluida y natural. Hasta se permiten hacer un tema que ronda los diez minutos de duración y sin necesidad de bajar los decibeles ni la velocidad. Esto es material con un grado de inventiva e intensidad comparable a los momentos más catárticos del Free-Jazz y aún así sigue siendo Grindcore de pura cepa. Otro más para sumar al excelente año que le está tocando pasar al género.
-Food “Food” (2009)
Una guitarra gruesa y saturada, un bajo que gruñe y retumba, una voz desesperada y distorsionada, una batería inquieta y robusta. Riffs gordos, violentos, circulares. Densidad Sabbáthica, corazón Hardcore y esa pegajosa esquizofrenia Noise-Rockera que parece estar resurgiendo del arcón de los recuerdos. Son varios los grupos que buscan rescatar los sonidos que próceres como Melvins, Unsane o Fudge Tunnel patentaron en décadas pasadas. Food se encuadra en dicho esquema y pega duro con cinco extensos temas que, como ellos mismos se encargan de aclarar, no están concebidos como canciones individuales si no como parte de un todo, un único cuerpo de trabajo con ocasionales pausas. Claro, son gente rara. En primer lugar, se trata de un trío con cada componente ubicado en un estado diferente, uno en Virginia, uno en Montana y el otro en Indiana. No se consideran religiosos pero sí espirituales, no hacen planes, se dejan llevar y rechazan el uso de drogas, con excepción de la ocasional experimentación con peyote. Este debut autotitulado ha sido editado únicamente en vinilo por el sello Molsook, luego de años de insistencia. Hay que admitir que, musicalmente hablando, los tipos no son tan extravagantes. Esto es básicamente material lento, pesado y ruidoso. Con riffs como montañas, acoples varios, masivos golpes de batería y un cantante al que pareciera que en cualquier momento le va a explotar la cabeza. El sonido es crudo y natural, siguiendo la tradición de Steve Albini de que todo suene sucio y en tu cara pero sin perder las formas. Tal vez la más destacable particularidad del grupo sea capacidad para sonar cien por ciento espontáneos, casi como si sus enroscadas composiciones estuvieran siendo improvisadas. De los Melvins aprendieron cómo hacer que lo simple parezca complicado y viceversa, de Unsane tomaron esa persistente sensación de asfixia urbana y de Fudge Tunnel heredaron la clave para fundir a los tres Blacks (Black Sabbath, Black Flag y Big Black) en una única e impenetrable marea de graves distorsiones y punzantes alaridos. No le van a cambiar la vida a nadie, pero para aquellos que apreciamos dichas referencias, esto es un bocado sabrosísimo. Hasta cierran el disco con un tema llamado “Oxbow”. Algo así no puede fallar nunca.
-Semiosis “Pictural” (2009)
Arpegios evocadores atravesados por la parsimonia mutante de una batería electrónica. Algunos segundos de ambientación casi silenciosa. Vuelven los arpegios y los ritmos entrecortados, esta vez cargados de distorsión. El viaje culmina entre brisas sonoras y un piano escueto pintando un atardecer. Así comienza (con “Recovery”) este disco debut de Semiosis, un dúo rumano dispuesto a recuperar el espíritu vanguardista que el Post-Rock alguna vez supo tener. “One piece puzzle” nos hace flotar con guitarras empapadas de delay y una batería inquieta que los aleja del típico esquema épico a la Mogwai. Por supuesto, las cuerdas van y vienen en términos de intensidad y distorsión, pero el juego dinámico está planteado de tal forma que dichas transiciones se dan de forma absolutamente fluida. Un breve y colorido remanso de psicodelia sin malicia es lo que entrega “Color Up”, con cristalinos arpegios, una tenue base rítmica y delicadas sonoridades que devienen en el tema que da nombre a la placa. Y, efectivamente, de imágenes se trata esto. Los rasgueos urgentes y casi desprolijos de esa guitarra son como fotografías fuera de foco, escenas borrosas de un celuloide gastado. Amenazantes nubes tapan el cielo en “One for the road”, entre golpes de batería casi inconexos, percusiones electrónicas, tensas guitarras que se entrecruzan como si quisieran huir a toda velocidad de la tormenta que se avecina y una desorientadora sobrecarga de sonidos de toda índole entrando y saliendo sin previo aviso. Una tenue estática y un misterioso theremin nos hacen creer que lo peor ya ha pasado. Comienza “Between A Rock And A Hard Place” como un diálogo lejano y se corporiza con monolíticos riffs que, poco a poco, se disuelven en la suave rasposidad que abrió la canción. “Sleeping On The Floor” cierra la placa con un clima entre épico, desértico y desolador. Limpios acordes que se van degradando entre timbales mutantes, riffs transformados en graves resonancias que se van reduciendo hasta que sólo son el hilo de un suspiro. Bien vale aclarar que este disco se puede descargar de forma gratuita visitando la página de su sello, asiluum.com/site, y allí mismo la banda propone que los escuchas creen algo (fotografías, dibujos, música, texto, lo que sea) y lo compartan con ellos. Una propuesta más que interesante, una refrescante brisa de esperanza y un suculento alimento para el alma y la mente.
-Neil Young “Fork in the road” (2009)
Casi es un insulto hacer una review del gran Neil Young. ¿Qué puedo decir yo ante semejante leyenda viviente? ¿Qué puedo agregar que sus casi cincuenta años de carrera ininterrumpida no digan por sí mismos? ¿De qué forma podría yo resumir en meras palabritas lo que esconde su extensa (más de cuarenta discos) discografía? Si tienen aunque sea un mínimo interés en el Rock en general ya deberían saber todo esto. Ya deberían estar familiarizados con su voz nasal, con su guitarra rasposa, con ese ruralismo sensible con el que empapa sus composiciones. “Fork in the road” se enmarca en la línea más rockera del universo Young, aunque no faltan los eventuales toques de Folk, Gospel, Soul, Blues y demás géneros tradicionales, por así llamarlos. El disco está inspirado en el legendario automóvil de Neil, un Lincoln Continental que recientemente ha sido rearreglado para funcionar con fuentes energéticas alternativas. Sí, el espíritu jipón no se pierde y no por nada este señor es considerado el padre del Grunge, corrección política incluida. Por lo demás, aquí tenemos diez canciones con ese groove cadencioso tan típico (ese que sirvió de inspiración para Pearl Jam, Screaming Trees, Dinosaur Jr. y tantas otras luminarias del Rock de los noventas), con esas melodías que se clavan en el corazón y, según sea el caso, lo estrujan o lo refrescan. ¿Qué tiene un registro de voz limitado? ¿Qué algunos temas suenan parecidos a sus propias creaciones de antaño? Meros detalles sin importancia ante el innegable peso de las composiciones. ¿O cuántos músicos conocen que a los sesenta y cuatro años de edad mantengan semejante frescura y vitalidad? Neil tiene fibra rockera para ganarle a cualquier pelele disfrazado de Punk y, ciertamente, no necesita que un ñoño como yo lo defienda. Esto es lo que hay, si les gusta bien y si no necesitan clases urgentes de Rock.
-Devin Townsend “Ki” (2009)
“Ki” es el primero de cuatro discos que el bueno de Devin planea editar este año, dando forma a su ambicioso Devin Townsend Project, donde cada álbum contará con una formación diferente. En este caso el canadiense con la cara más rara del mundo se rodeó de músicos que poco y nada tienen que ver con el Metal, en pos de lograr un resultado más bien relajado, una suerte de aperitivo para los próximos trabajos que se anticipan como más pesados. Por supuesto, de ninguna manera significa esto que Devin se haya volcado completamente al Pop. Por otro lado, sólo un sordo negaría el enorme gancho popero de discos como “Biomech” (de Ocean Machine), “Accelerated evolution” o “Synchestra”. Ahora bien, Devin es un tipo extraño (chocolate por la noticia) y no se iba a quedar con la opción fácil de repetir sus aciertos pasados. Entonces, luego de una intro y un tema (“A Monday” y “Coast” respectivamente) que apuntan a melodías soñadoras y guitarras limpias, llega la tensa oscuridad de “Disruptr” y “Gato” que no hubieran desentonado en el primer disco de Tomahawk, aquel proyecto que juntó a Mike Patton con la enferma guitarra del ex The Jesus Lizard, Duane Denison. Como buen bipolar, el ex líder de Strapping Young Lad cambia de registro para “Terminal”, una balada cargada de bella melancolía y que remite a esa sensación tan Pinkfloydiana de estar en el medio de la nada mirando un nocturno cielo estrellado. Los casi nueve minutos de “Heaven Send” nos llevan, claro, en otra dirección. Una base rítmica que recuerda al Funk entrecortado de luminarias Post-Punk como Gang Of Four, líneas vocales dramáticas (a la siempre virtuosa graganta de Townsend se suma la voz femenina de Ché Dorval), punteos casi blueseros, un solo de guitarra surrealista y súbitos arranques metaleros. Todo condensado de forma tal que el alto grado de progresivismo del tema no ensucie su coherencia melódica. Para seguir desconcertando, nos cae del cielo el Soul/Funk de “Ain't Never Gonna Win...” para disfrutar con un trago en la mano mientras movemos el piecito con gesto canchero. Y si ese mismo clima lo pintáramos de negro, de decepción y de soledad, tendríamos a “Winter”. ¿Y qué mejor para despejar tanta pesadumbre que un Rock cincuentoso a la Elvis con estribillo lisérgico incluido? Ahí tenemos a “Trainfire”, entonces, para que el histrionismo desquiciado de Devin haga de las suyas. Como siguiendo un orden cronológico llega la beatlesca “Lady Helen” que logra llevar la grandeza melódica de los fabulosos cuatro a terrenos de una oscuridad que aquellos seguramente nunca imaginaron. Y si ahí estaban los sesentas, la década siguiente se ve representada en el tema que da nombre a la placa, con todos sus modismos Progresivos seguidos al pie de la letra. Sí, inclusive esos que rozan lo vergonzoso (¿alguien dijo voces operísticas?) y que sólo se salvan por el gran sentido del humor y del gancho del que nuestro héroe siempre hizo gala. A pesar de su nombre, “Quiet riot” nada tiene que ver con el Hard Rock. Se trata de una balada acústica en plan Folk a la Simon & Garfunkel, ideal para rasguear en la criolla y seducir hippies. “Demon League” cierra la placa a puro Pink Floyd y resulta una conclusión ideal para tanto despliegue de sensibilidad melódica. En fin, ni siquiera los fans más extremos deberían sorprenderse por las idas y venidas estilísticas de Devin. Al fin y al cabo hablamos de un tipo que no tiene problemas en pasearse por cualquier género que se le de la gana (desde el Pop al Grindcore, pasando por el Noise, el Rock Progresivo, la comedia musical y la música de Medio Oriente, entre tantos otros) sin por ello perder su sello distintivo de locura creativa. Para aquellos que aprecian dichas virtudes, he aquí otro de esos grandes trabajos a los que este buen hombre nos tiene acostumbrados.
-Obscura “Cosmogenesis” (2009)
Son alemanes y disciplinados, como corresponde. Tomaron su nombre de aquel glorioso disco de los canadienses Gorguts. Cuentan en sus filas con ex miembros de Necrophagist y Pestilence, entre otros. Jeroen Paul Thesseling toca un bajo de seis cuerdas sin trastes. Sí señor, esto es Death técnico con todas las vueltas más intrincadas, la precisión instrumental más pulcra y el más auto indulgente desparramo de notas. Con el corazón claramente puesto en la escuela de Atheist (el bajo muchas veces marca por dónde van los riffs), Cynic (en un par de temas se pueden escuchar esas voces limpias y computarizadas que patentaron los floridanos) y Death (“Incarnated” podría ser un sobrante de “Individual thought patterns”, con una impresionante imitación de la voz de Chuck Schuldiner incluida), pero sin olvidar a exponentes actuales como Origin, en especial en lo que hace a blast-beats desbocados y cierto aire espacial. Aunque esto último también tiene algo de Voivod. Y si insistimos con las referencias, tenemos ciertos pasajes melódicos que no hubieran desentonado en lo más técnico de Dark Tranquillity. Claro, hasta ahí podríamos llegar a delinear una suerte de personalidad con fragmentos de los grupos mencionados, pero lo que realmente distingue a Obscura de sus pares es el trabajo de Thesseling (una suerte de Steve DiGiorgio reloaded), aportando una dimensión extra al hiperkinético entramado de las guitarras, con armonías casi psicodélicas y un sinfín de recursos que pocas veces se escuchan en el Death Metal. De hecho, es el bajo el que salva las papas cuando la cosa amaga con ponerse aburrida o sencillamente insoportable. Esto último se torna inevitable en los innecesarios solos de guitarra que inundan la placa a puro shredding sin una pizca de imaginación, energía o emoción. Claro, podría decirse que son gajes del oficio dentro de este subgénero y no creo que los fans del mismo vayan a sufrir demasiado esas vicisitudes. Si ustedes se cuentan entre estos, he aquí un más que digno exponente del costado más elaborado del Death.
-Superdrag “Industry giants” (2009)
Muchos tal vez no lo sepan o no lo quieran reconocer pero la así llamada generación Grunge contó en sus filas con grandes artesanos de la canción Pop. Weezer o Foo Fighters probablemente sean los ejemplos más conocidos, pero ahí estaban también Matthew Sweet, The Posies, For Squirrels, leyendas de culto como Bob Mould (ya fuera en Sugar o como solista), Teenage Fanclub o Redd Kross y, claro, los oriundos de Knoxville, Tennessee que hoy nos ocupan. Tal vez como otro síntoma del inminente retro noventoso, Superdrag vuelve después de siete años de silencio discográfico (sin contar compilados y especimenes por el estilo) y pareciera que el tiempo no ha pasado realmente. Y eso es un elogio. Tal como sucede en cualquiera de sus trabajos anteriores, “Industry giants” es una impecable colección de perfectas melodías Pop adornadas con guitarras sucias y un nervio entre Punky y Hardrockero. A veces con tempos acelerados y Ramoneros, a veces con un groove irresistible y a veces con ritmos lentos y psicodélicos. Por momentos con una irónica sonrisa en el rostro, en otros con la mirada clavada en el piso y la garganta hecha un nudo. Cada una de estas odas a la redondez cancionera podría ser un hit inmediato y, sin embargo, es poco probable que algo así suceda. Oh sí, el eterno problema del Power-Pop. Ser demasiado abrasivos para el común consumidor de música Pop, demasiado melosos para la pose rockera dura y demasiado simples para la cooleza pseudo alternativa. Bueno, ellos se lo pierden. Ustedes no deberían dejar pasar la energía salvaje y desatada de “5 Minutes Ahead of the Chaos” (no hubiera desentonado en discos como “New day rising” o “Flip your wig” de Hüsker Dü), los cambios de ritmo de “Aspartame”, el desparpajo rockero de “”You’re alive”, la dinámica emotiva de “Deathblow to your pride” (otro “homenaje” al gran Bob Mould), la brisa de aire fresco en la cara de “Slow to anger”, el juego de texturas de “Live and breathe”, la mezcla de inocencia, dulzura y malicia de “I Only Want a Place I Can Stay”, la combinación de embotadora psicodelia ruidosa y emotividad melódica de “Everything'll Be Made Right”, la efervescencia chiclera de “Cheap Poltergeists” y “Ready to go”, la pared sonora Mybloodyvalentinesca de “Try” y esa especie de cruza entre Nirvana y Beatles de “Filthy and afraid”. Les puedo asegurar que con sólo un par de oídas quedarán adheridas a su cerebro irremediablemente. Dejen los prejuicios y la pose de lado y entréguense al irresistible poder de las buenas canciones y las melodías agradables. Encontrarán allí mucho más de lo que suponen.
-Harvestman “In a dark tongue” (2009)
“World ash” (el tema que inicia este segundo álbum de Harvestman) nos abre las puertas del cielo personal de Steve Von Till (si no saben quién es, no sé qué están haciendo acá) con esa guitarra que raspa y acaricia al mismo tiempo, con una melodía tan ancestral como cósmica y una profundidad que, esta vez, se aleja de la oscuridad y le da la cara al sol. Una procesión fúnebre entra en “Karlsteine”, con las guitarras (acústicas y eléctricas, limpias y distorsionadas) transformando sus melodías en fantasmas. Sería fácil decir que, de alguna manera, en Harvestman conviven las texturas abrasivas de Neurosis, la experimentación sonora de Tribes Of Neurot y el Folk de los trabajos solistas de Von Till, pero aquí hay mucho más. “Birch-Wood Bower” nos lleva a sombríos bosques de la mano de tenues resonancias que se entrecruzan conformando una inquietante melodía. Cuando menos lo esperaba, llega “By Wind And Sun” con sus trece minutos a puro Rock psicodélico y ruidoso. Miles de guitarras mugrientas y empapadas de efectos se superponen creando una nítida pintura cósmica mientras la batería sostiene el viaje con su tempo casi bluesero, y la voz cascada y rasposa repite un mantra casi en trance. Esto es más que una experiencia lisérgica, es comunicación pura con las fuerzas elementales del universo. Es el grado de despegue espiritual al que tanto hippie con más delay que ideas aspira y que sólo gente con auténtica alma, como Steve Von Till, puede lograr. Cuerdas destartaladas generan un deforme paisaje rural en “Music Of The Dark Torrent”. Casi como una mini sinfonía de guitarras distorsionadas que haría babear a nerds como Glenn Branca o Thurston Moore. Entra una melodía de corte tradicional celta en “Eibhli Ghail Chiuin Ni Chearbhail” y debajo de las seis cuerdas notamos un colchón de gaitas que apuntalan dicha tradición. “Headless Staves Of Poets” es un breve lamento estelar, una sutil lágrima derramada sobre la tierra entre solos Pinkfloydianos y cáusticas texturas subyacentes. Vuelve el ritmo firme y rockero y la pared de guitarras para “The Hawk Of Achill”, diez minutos de hipnótica cabalgata sideral y sonidos irreales. Es posible sentir como dichas cascadas sonoras se vuelven corpóreas y nos abrazan cada vez más fuerte a medida que el tema avanza. Como respiro tenemos a “Carved In Aspen” que, entre guitarras acústicas, tensos arpegios, viejos sintetizadores y efectos varios nos transporta a negros cráteres en el núcleo mismo de la tierra. Un grave rasgueo sobrio y minimalista se apodera de “Light Cycle” y casi puedo saborear una típica subida de intensidad Neurosiesca que nunca llegará. Esta pesadumbre se queda, entonces, conmigo y en ella descubro el peso de nuestra propia sangre. Un letárgico colchón de gaitas anuncia el tema que da nombre a la placa y a él se van sumando ásperas secuencias de acordes sin distorsión, deformes teclados descompuestos y una insondable fauna sonora del más allá. Cierran estos setenta minutos de pura dicha “Centre Of The World” y sus teclas ambientales elevándonos una vez más hacia un firmamento estrellado. Pero claro, ese fue mi viaje con este “In a dark tongue”. Yo recomendaría que hagan la prueba ustedes mismos y vean hasta dónde los lleva. Estoy seguro de que conocerán lugares que jamás habían osado imaginar.
-Hand Of Fatima “Obake” (2009)
“Tatari”. El sol se asoma sobre esta eternidad de arena. Avanzamos lentamente mientras el gran ojo en el cielo nos observa. Las tormentas viajan por dentro e impiden que nuestras miradas se crucen. Sólo movemos pesadamente nuestras piernas. “Goryo”. Las formas borrosas de la noche recorren estas callejuelas, inundando el aire con letárgicos vapores. Los vidrios se quiebran y aquellas apacibles escenas familiares se rompen en alaridos desencajados. La superficie misma de nuestra realidad se abre de par en par y nos engulle, saboreándonos parsimoniosamente. “Funayürei”. Un hombre sueña su vida en blanco y negro. Se imagina como espectador de la película que él mismo protagoniza. Hunde sus dedos con furia en el tejido de sus percepciones tratando de rasgarlo sin éxito. Sus ojos tiemblan enrojecidos. Su frente arrugada no puede ya contener tantas decepciones. Se escapa flotando y redescubre ese dulce dolor como una razón para mantenerse en pie. “Ubume”. La ventana eternamente empañada y esos monolitos grises enmarcando tanta soledad. Visiones en zoom de vidas desperdiciadas. Pasadizos de cemento que se enroscan, laberintos concéntricos para el alma. Un vértigo borroso en cámara lenta. Tantos colores y formas para no ver absolutamente nada. Sólo esqueletos trabados en danzas hostiles. “Onryo”. Un Blues para las estrellas que se apagan. Partículas luminosas que se desvanecen en el vacío. Caleidoscopios hechos de soles lejanos. Puntos blancos elevándose hacia un firmamento de alquitrán. Rugosas estelas ondulantes, el sensual flirteo cósmico llega al clímax de pasión. “Ofuda”. Estas rocas esconden en sus ángulos mucho más de lo que nos atreveríamos a admitir. Rugen desde el núcleo de la tierra, rasgando su corteza para alcanzar el cielo. Posan sus resquebrajadas manos sobre tanta pequeñez. Abren grietas por donde comunicarse en ecos estruendosos. Respiran grandes y reconfortantes bocanadas de aire. Fruncen el ceño y se desprenden de sí mismas para afirmar su condición ancestral. Cuentan miles de historias con sus silencios. Transmiten imágenes directamente a nuestro espíritu. He aquí las que llegaron al mío.
-Inevitable End “The severed inception” (2009)
Esto me pasa por darle bola ciegamente a todo lo que edita Relapse. Bueno, tal vez esté exagerando. Ciertamente los muchachos de Relapse han editado cosas mucho peores, como esas bazofias retro de Toxic Holocaust y Dekapitator o los Yngwie Malmsteen del Death, Necrophagist. De hecho, no es que este disco debut sea malo o que estos cuatro suecos no se manejen con soltura en el género que eligieron realizar. El problema es que es tan común y corriente que no puedo encontrar un solo motivo para destacarlos entre cientos de bandas similares. Esto es una suerte de híbrido Brutal Death/Grind, con bastantes rebusques técnicos y ciertos guiños al Hardcore más extremo. Hasta resulta gracioso que el sello los promocione como una mezcla de “musicalidad sueca y brutalidad americana”, casi el mismo parlamento que usaron para describir a Anata hace ocho años. Lo cierto es que esto tiene más que ver con cosas como Dying Fetus, Despised Icon e inclusive Cryptopsy. Tenemos miles de riffs (algunos bastante buenos, la mayoría sencillamente olvidables), doble bombo hasta por el orto, blast-beats abundantes, diversos gruñidos, alaridos y chillidos, algún que otro breakdown, mínimos amagues de melodía, cambios de ritmo caóticos y ni un solo matiz o atisbo de personalidad. Todos los temas van al palo, todos hacen de la brutalidad su única bandera (tal vez la excepción sea el casi emotivo “Firstborn Of All Dead”) y todos están pensados para sacudirte las entrañas como un martillo hidráulico. No voy a negar que, en el estado de ánimo adecuado, dicho objetivo pueda cumplirse sin problemas. Inclusive hay alguna que otra idea instrumental interesante detrás de todo el barullo. El problema es que todo me suena igual de chato, como si detrás de las caras de enojados no tuvieran nada. Algo que, de hecho, sucede con la mayoría de las bandas de Metal, así que tampoco es para rasgarse las vestiduras. En cualquier caso, si aman la brutalidad a cualquier precio y no les importa nada más, aquí tienen treinta y cuatro minutos y monedas especialmente diseñados para ustedes.
3 invocaciones del cosmos:
Manuel ñoño
Si nos vemos el miercoles en la tocata de los pajarracos negros, quiero el disco de Neil Young
Le petit
Estoy en malargüe, pero te lo llevo cuando vaya pallá.
Igual venite a la feria del libro el 8 también tocamos y allí voy a estar theremineando
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