Por Fernando Suarez.
-Fucked Up “Singles collection” (2009)
El título no deja lugar a segundas lecturas, esto es un compilado. Algo así como el complemento perfecto para aquel “Epics in minutes” que también recolectaba material de diversos ep’s de estos canadienses. Analizarlo como un álbum propiamente dicho es, entonces, incorrecto. Para aquellos que no están familiarizados con la propuesta de Fucked Up, vale aclarar que hablamos de una de las bandas que se ha encargado de revitalizar el Hardcore/Punk en la década actual. Un sonido que rescata las raíces más crudas del género (Circle Jerks, Black Flag, Minor Threat) y las expone a diversos sonidos e influencias (Psicodelia, Garage Rock, Jazz, Noise, experimentos sonoros varios) enalteciendo así su esencia de eterna e incorruptible confrontación. Un espíritu que también se traslada a las letras, los manifiestos y las acciones del grupo. Homenajes a los anarquistas de la guerra civil española y al situacionismo de los 60’s, crípticas desviaciones místicas, juicios a la Rolling Stone y diversos actos de vandalismo se cuentan en su curriculum Punk. Con la salvedad de que, al igual que los suecos Refused y los neoyorquinos Born Against (otros bastiones del costado más lúcido y radicalizado del Punk), esta gente no se queda en la superficie del asunto y escarba siempre con la intención de que arte y mensaje se fundan en un todo conceptual sin grumos. No por nada han acompañado a leyendas vivientes como Jello Biafra y Keith Morris sobre las tablas. Entonces, lo que aquí tenemos son diecinueve canciones llenas de energía, con voces crudas y rasposas, guitarras al rojo vivo, un gancho irresistible (la virulencia no se choca con la melodía, pero no esperen estribillos poperos) y una insistente efervescencia rítmica, tan apta para el baile como para el pogo más descontrolado. Un trabajo de guitarras excepcional, donde los riffs más simples y directos se cruzan con inéditas texturas y arreglos sin perder nunca el objetivo que sigue siendo pegar duro y donde más duele. Si no los conocían, apúrense, se están perdiendo una de las apariciones más iluminadas y honestas de los últimos tiempos, en lo que a Punk se refiere. Y si ya los tenían, deberían estar en este mismo instante sacudiéndose al ritmo de estas revoluciones encapsuladas en canciones.
-Silversun Pickups “Swoon” (2009)
Comienza “There’s no secrets this year” y recordamos por qué esa reinterpretación americana de My Bloody Valentine que Smashing Pumpkins ensayó en “Siamese dream” fue, por lejos, el punto más alto de la carrera artística del insoportable Billy Corgan. Pero no piensen que esto es una copia de nada. Ahí llega “The royal we” con su ritmo trabado, sus psicodélicos arreglos de cuerdas y las inevitables guitarras que estallan en el estribillo. Ah sí, a desempolvar las camisas a cuadros y los anteojos de marco grueso, los noventas más sensibles y estilizados están de vuelta. Y no voy a ser yo el que se oponga mientras tengamos discos con tan buenas canciones como las de esta segunda entrega discográfica de Silversun Pickups. La voz de Brian Aubert tiene un tono entre tímido y cansado, apunta a los agudos pero completamente alejado de cualquier tipo de exceso Hardrockero. En algún lugar entre Matthew Pryor (The Get Up Kids, The New Amsterdams), Kim Deal y una especie de Billy Corgan afinado y sin tantas afectaciones se podría encontrar su particular sonido. Pero es sólo una referencia como para ubicarnos. Ciertamente el clima soñador de “Growing old is getting old” (aún cuando culmine en un magma de distorsión ruidosa) no desentonaría en viejos Noise-Poperos como Lush o Slowdive, mientras que “It’s nice to know you work alone” combina ese aire entre juguetón y malicioso de The Breeders con un estribillo rebosante de descarnada emoción melancólica, pianos y cuerdas incluidas. Vamos, hasta hay una chica en el bajo como para que la cosa quede bien clara. “Panic witch” pone una base funky sobre melodías que flotan y amenazan, y guitarras empapadas de efectos expandiéndose, raspando y acariciando al mismo tiempo. La tristeza más épica se hace presente en “Draining”, un paseo imaginario por negros nubarrones de la mano de suaves guitarras entrecruzadas que, por supuesto, culminan deformadas por la distorsión. La energía sube para “Sort of”, casi un reclamo hecho canción y una excelente conjugación de riffs duros y delicadeza Pop. “Substitution” tiene un dejo a Post-Hardcore, en especial en el juego entrecruzado de guitarras y batería, y hasta las líneas melódicas no se alejan tanto del material más accesible de grupos como Jawbox o Braid. Intelectualidad y emoción fundidas por un corazón punky. Un corazón que se rompe en “Catch & release”, un derroche de dramatismo en forma de balada. Para no irnos con mal sabor de boca, los californianos nos traen las melodías luminosas sobre guitarras sucias de “Surrounded”. Antídoto infalible para cualquier mal día y suculento alimento para la mente y el alma. Eso es, de hecho, lo que hay en este conmovedor “Swoon”.
-Paria “The Barnacle Cordious” (2009)
Complicado es la palabra que mejor le calza a este segundo disco de Paria. No me refiero simplemente al asfixiante despliegue instrumental ni a las laberínticas composiciones. Los tipos son virtuosos y no tienen miedo de refregártelo en la cara. Los dedos vuelan sobre las cuerdas con enroscadas trayectorias, el ritmo no es más que una excusa para generar agudos dolores de cuello. Hasta el trabajo de Dustin Treinen en las cuatro cuerdas es relevante, dejando en claro que el muchacho tiene aprendida su cuota de Les Claypool. Las canciones son torbellinos de riffs entrecortados, arreglos desencajados y constantes cambios rítmicos. Sin embargo, antes que tirar miles de riffs como ametralladoras, prefieren agotar todas las variantes que uno o dos de esos puedan aportar. Chequeen si no los dos extensos instrumentales (“Pish Posh” y “I've Never Been Here Before In A Long Time”, que cierra el disco), donde la banda parte de idílicas melodías (aquí también hay algo complicado. Y es que dichas melodías están en algún lugar entre el King Crimson de principio de los ochentas y el A.O.R. más elaborado. Así como lo leen) y van subiendo la intensidad hasta llegar a un frenético climax de dedos enroscados. Ojo, no es que no haya temas con miles de partes sucediéndose en un esquizofrénico entramado de taladrantes notas y alaridos. El tema que da nombre a la placa conjuga blast-beats, maldad a la Morbid Angel, delirio Dillingeriano, breakdowns disonantes, atmósferas espaciales y un bajo a puro slapping. “Bomb” suena como si metieran en una licuadora a Robert Fripp, Melt Banana, Pantera y Psyopus y “Circus” (como su nombre lo indica) es casi una reinterpretación en clave de Metal extremo actual del primer disco de Mr. Bungle, voces Mikepattonescas incluidas. En fin, si algo no les falta son ideas. Si tuviera que mencionar un problema sería que, en algunos casos, las canciones se alargan demasiado, atentando contra el vertiginoso fluido de imágenes que invade la mente. Por lo demás, aquí tienen un derroche de musicalidad en su estado más enfermo y delirante. Si son gente complicada se sentirán como en casa.
-Neila “Danza de niebla” (2009)
La palabra épico no les hace justicia a estos españoles. Ellos pretenden algo más que un viaje, una aventura. Quieren que sus guitarras logren fotografías exactas de las más imponentes montañas, detallando cada pequeña fractura, cada ángulo, cada grieta. Apuntan con sus melodías a resquebrajar la más sólida de las corazas metálicas pero a fuerza de intensidad, nada de mariconadas superficiales. Como si fueran sabios barbudos, se toman su tiempo para construir lentamente estas sus sórdidas y recargadas pinturas musicales. Evocan las más oscuras visiones de Hieronymus Bosch con riffs cubiertos de carbón y neblinosas atmósferas sonoras. Claro, repasaron hasta la exasperación los manuales de dinámica de Neurosis, Isis y demás exponentes del así llamado Post-Metal, sin privarse siquiera de teclados, arpegios soñadores y cierta crudeza Crust tomada de bandas como His Hero Is Gone. Si bien todavía quedan deudas en el departamento de sonido propio, la fuerza y la calidad desplegadas en este tercer álbum son innegables. Un exacto equilibrio entre introspectivos climas de negra psicodelia y sobrecogedoras murallas de distorsión que se elevan hasta perderlas de vista. Te sacuden el cuerpo con guitarras rocosas y gruñidos bestiales, te estrujan el alma con profundas melodías grandilocuentes y te encienden la mente con una vasta gama de arreglos y detalles ideales para regodearse en el nerdismo musical. ¿Otra vez sopa? Sí, pero está tan rica que sería una pena pasar al segundo plato sin haberla probado.
-Bob Mould “Life and times” (2009)
Esa guitarra acústica inconfundible. Esa voz robusta y sensible al mismo tiempo. “Life and times”, nuevo disco del mejor compositor del Rock americano abre con el tema homónimo y con sólo saborear esa melodía cargada de evocaciones y reproches ya sabemos que todo está más que bien. Y qué decir de ese orgásmico momento en el que pisa la distorsión y esa misma melodía se eleva a las alturas que el ex gordito nos tiene acostumbrados. Como en sus últimos trabajos la cosa arranca con esos sucios medios tiempos Neilyoungueros y continúa con las guitarras limpias al frente. En este caso, “The breach” con sus enroscadas melodías aporta un aire de cálida intimidad, recordando tal vez que este álbum festeja los veinte años de aquel “Workbook”, debut solista de Roberto. Pero esto no es un show de autoindulgencia complaciente. El cuidado trabajo de guitarras, coros y teclados de la noctámbula “City lights (days go by)” demuestra que todavía queda mucha tela por cortar. Y que el día que este buen hombre se quede sin excelentes melodías se acaba el mundo. Para aquellos que todavía extrañan el Power-Pop cargado de texturas distorsionadas de Sugar, acá tienen a “MM 17”, con esa dinámica rítmica tan particular e irresistible, esas capas de guitarras crujientes y esas melodías que incitan al movimiento. E inclusive es posible detectar algún que otro sonidito electrónico colándose sin entrometerse en la canción. Ahora bien, si querían ir más atrás, a los dorados años de Hüsker Dü, estarán conformes con el Punk melodioso y efervescente de “Argos” y con su explícita letra. Sin duda alguna, yo lo estoy. Las aguas se calman y se tiñen de negro en “Bad blood better”. La voz de Mould raspa, casi quebrándose sobre el denso entramado de cuerdas, guitarras acústicas y eléctricas. Ciertamente, algo se rompe en ese increíble solo de guitarra pasada la mitad del tema. “Wasted world” es un sutil e irónico ataque a las generaciones criadas por internet y es imposible resistirse a su cadencioso balanceo rítmico y esas texturas tridimensionales de las seis cuerdas. “Spiraling down” se postula al podio de hit del año y decir eso en un contexto dónde todas las canciones podrían ser hits es bastante. Pero, sin duda, el ritmo rockero y directo, la melodía casi victoriosa y esas guitarras dotadas de la única e inimitable distorsión Bobmouldera, merecen una mención aparte. Sigue otro de los puntos altos de este noveno disco solista, el bellísimo primer corte “I’m Sorry Baby, But You Can’t Stand In My Light Anymore”. Y yo no sé cómo hace este tipo, pero siempre logra conmoverme hasta lo más profundo (inserte su chiste soez aquí) con estas melodías. Esas cuerdas dibujando fotografías en blanco y negro, esas guitarras acústicas envolventes y esa voz a la que es imposible no creerle cada palabra. El corazón abierto de par en par y el alma iluminada por ese instinto melódico superlativo. Llega el final con la extraña “Lifetime”, una densa atmósfera psicodélica cargada de sonidos irreales. Un ritmo lento y letárgico, una profunda celebración musical cargada de sobriedad y, como siempre, esas melodías que pueden iluminarnos o destrozarnos, según dónde se encuentre nuestro ánimo al momento de escucharlas. Siempre insisto con las buenas canciones, lo cual en este caso sería en extremo redundante. Esto es la perfección hecha canción. Las emociones planteadas de forma cruda y hermosa al mismo tiempo. Honestidad sin concesiones y un vuelo creativo celestial. Una intensidad que deja en evidencia a tanta pose vacía disfrazada de rudeza y un brillo melódico que enceguece y ridiculiza a todo intento de Pop prefabricado. Otra obra imprescindible para sumar al catálogo de Roberta. Y van…
La escuelita Devin Townsend para jóvenes metaleros les da la bienvenida a nuestros más recientes alumnos. Se ve que el gordo Gene Hoglan se cansó de esperar que el buen Devin se decidiera a grabar material nuevo con Strapping Young Lad y decidió formar su propio grupo en esa línea. Ahora bien, imitar dicho estilo no es tarea fácil y no es casualidad que, a pesar de resultar uno de los artistas más influyentes del Metal extremo, no se encuentren demasiados clones suyos. Mechanism tiene, en lo formal, todo lo que hay que tener. Mucho Thrash, mucho Death, algunos samples, unas gotas de Black, algo de sentido del humor, prolijidad exasperante, abundancia de machaques ultra precisos, voces de mostro, alaridos taladra-tímpanos, voces melódicas de tono épico, excesos histriónicos y esas caóticas construcciones compositivas tan típicas de S.Y.L.. No sólo de esas influencias bebe el grupo, claro. También hay bastante groove noventoso (a veces de escuela Panterosa, a veces del lado mecánico de Fear Factory), tempos trabados a la Meshuggah y pasajes que remiten inequívocamente a Lamb Of God. Aún así, hablar de sonido propio no sería correcto, todavía les falta para llegar a eso. Obviamente sería injusto comparar la voz de Chris "The Heathen" Valagoa con la de Townsend. Valagoa trata de imitarlo lo mejor posible y pierde por knock out pero, en fin, casi todos perderían en dicha contienda. El problema no es con la técnica, que estos tipos dominan a la perfección. El problema se presenta cuando a la mitad del disco uno está pensando en otra cosa. Aburrimiento, que le dicen. Por supuesto, si ustedes también son seguidores de todo aquello que se relaciona con el ex joven prodigio de Canadá, denle una oportunidad. Tal vez tengan mejor suerte que yo.
-Xasthur “All reflections drained” (2009)
Malefic no descansa. Sin que se le corra el corpsepaint, el bueno (es una manera de decir) de Scott Conner se da el lujo de editar esta placa número siete (hablando sólo de lp’s, sin contar splits, ep’s ni cosas por el estilo) a través de Hydrahead y en cassette, el formato trve por excelencia. Por suerte, detrás de la infinita pelotudez Blackmetalera se esconde bastante talento. Si bien la música de Xasthur siempre se caracterizo por los tempos lentos, los teclados depresivos al borde de la desafinación, las guitarras que parecen derretirse y los chillidos más estridentes que se han escuchado desde Varg Vikerness a esta parte, “All reflections drained” logra amplificar todos esos elementos. El sonido mantiene su tozudez low-fi y ello sin duda alguna es de gran ayuda a la hora de generar atmósferas embotadoras. En algunos temas las teclas parecen invocar fantasmas suicidas, sombras que intuimos pero no podemos asegurar haber visto. Por otro lado, el sonido de batería mantiene la gordura que había logrado en el anterior “Defective epitaph”. El mayor cambio se da en el pronunciado protagonismo que han ganado los teclados con respecto a las guitarras. No teman, mis leales al kvlto, esto no es Dimmu Borgir. Si tuviera que forzar una comparación sería con lo más minimalista de los reyes del Funeral-Doom, Skepticism. Aunque, insisto, lo primitivo del sonido le aporta una capa de suciedad extra que termina de despojar a la música de cualquier atisbo de grandilocuencia heroica. Las guitarras no se han ido, sólo han bajado el habitual nivel de distorsión, reemplazándola por cascadas de reverb y delay, sumergiéndonos en el más jodido de los viajes lisérgicos. Esas melodías brumosas y nunca claras oprimen el pecho como tenazas. Al punto de que los momentos en que vuelve la distorsión resultan casi liberadores en comparación con la asfixia que transmiten los otros. También ayuda que los alaridos estén aún más enterrados en la mezcla y deformados por extraños ecos. Si logran abstraerse de la parafernalia extramusical podrán ingresar a un universo eternamente cubierto de cenizas, una realidad enmarcada por grises muros que se ciernen amenazantes sobre nuestras cabezas, visiones de almas ensangrentadas reptando sobre océanos de huesos secos. Queda claro que el acercamiento a Aaron Turner, así como sus colaboraciones con Sunn 0))) han dejado una marca en los métodos compositivos de Xasthur. El manejo de texturas superpuestas lo aleja del tradicionalismo Blackmetalero, rozando por momentos los modismos más tensos y oscuros del Ambient, el Drone y el Noise. Por favor, ni siquiera osen sugerir que esto es como esos intentos baratos que han hecho otros exponentes del género por lograr un clima de película épica o de terror. Xasthur crea sus imágenes musicales no como mera fábula para asustar adolescentes, si no con un fuerte componente emocional y tiene (aunque lo disimule) la inteligencia suficiente como para lograr resultados contundentes aún con medios restringidos. Restricciones que el mismo se impone y que, como ya dije, no hacen más que terminar de darle forma a su personal propuesta. Amantes de la música opresiva en cualquiera de sus formas, no dejen pasar esta maravilla.
-50 Foot Wave “Power + light” (2009)
Se ve que aquella reunión en 2003 de los legendarios Throwing Muses (que dio como resultado un excelente disco homónimo) renovó las ganas de Kristin Hersh de hacer Rock eléctrico y distorsionado, luego de años de performances acústicas. Así, formó este power trío con los cuales ya lleva editados cuatro discos, todos ellos disponibles para bajar de forma gratuita en 50footwave.cashmusic.org/freemusic. “Power + light” es el trabajo número cinco y la particular energía psicodélica no decae. Claro, es difícil no asociar el sonido del grupo a lo hecho por Throwing Muses en su extensa carrera desde principios de los ochentas. Melodías retorcidas, oscuras, lisérgicas, encantadoras, siempre comandadas por la personalísima voz de Hersh, cargada de dulzura, insanidad y autoridad al mismo tiempo. Bases inquietas, capaces de desatar ataques de epilepsia rockera o de crear espesas tensiones, paseándose por contracturas matemáticas pero sin perder nunca el groove. Bajo y guitarra se alternan el protagonismo, siempre dibujando riffs en forma de espirales, logrando esas deformes construcciones tan típicas de Hersh. Aquí hay psicodelia y locura para regalar pero de ninguna manera se trata de retro setentoso ni de soporíferas zapadas porreras. Es posible detectar el espíritu revulsivo de los Pixies (aunque bien podría decirse que los liderados por Frank Black tomaron ese espíritu prestado de Throwing Muses) pero teñido de negro y despojado de la alegría desencajada y juguetona de aquellos. También hay algo de esa profundidad casi cinematográfica que logra en sus mejores momentos Patti Smith, aunque los fantasmas de Hersh nada tengan que ver con pomposos poetas franceses ni mesiánicas visiones heroinómanas. Y, por supuesto, tenemos el omnipresente espíritu Post-Punk americano que inundó el mejor Rock de los noventas. Las guitarras ruidosas, las canciones directas y retorcidas al mismo tiempo, las bases sólidas sin perder fluidez y ese aura de eterno inconformismo que prácticamente definió a una generación entera de músicos y oyentes. En cualquier caso, aquí tienen casi veintiséis minutos de puro Rock adorando con grandes melodías, lleno de buenas ideas y siempre respetuoso de las canciones. Tal como se hacía en los noventas y como nunca debió dejar de hacerse.
-Church Of Misery “Houses of the unholy” (2009)
No le busquen demasiadas vueltas. Son japoneses, adoran a Black Sabbath y lo más oscuro de los setentas y cantan sobre asesinos seriales. Esto es Church Of Misery, entregando Doom de calidad desde 1995 y listos para lanzar otra tonelada de riffs sobre nuestras cabezas. No hay sorpresas ni sobresaltos. “El Padrino (Adolfo De Jesus Constanzo)” abre las hostilidades con un catálogo de riffs gordísimos y hasta ciertos juegos con feedback y texturas ruidosas no muy lejanos a lo hecho por sus compatriotas Boris. Y así se suceden temas de ritmos frenéticos donde el corazoncito punky de los nipones sale a relucir (“Shotgun Boogie (James Oliver Huberty)”, “Born To Raise Hell (Richard Speck)”), otros donde el groove manda y el baile a la Lee Dorrian se impone (“Master Heartache” con sus riffs desorbitados y “The Gray Man (Albert Fish)” que bien podría ser un outtake de “The ethereal mirror”) y, claro que sí, densos paseos chorreando pura maldad y ácido lisérgico (el pendenciero “Blood Sucking Freak (Richard Trenton Chase)” y el alucinógeno “Badlands (Charles Starkweather & Caril Fugate)”, que cierra el disco con uno de los estribillos más simples y efectivos de la historia del Doom). En todos los casos retumban los graves más podridos del universo, los riffs que ya escuchamos mil veces pero nos siguen enganchando, las voces ásperas y desprolijas (por momentos rozan el Sludge, pero en general suenan como un Lee Dorrian Punk) y los largos y drogados solos de guitarra. Se nota un énfasis particular por lograr un sonido extremadamente sucio, sin por ello comprometer el gancho de las canciones. Nada nuevo, por supuesto, pero hecho por una de las bandas que mejor comprende el terreno dumbeta. A mover las barbas.
-Ulcerate “Everything is fire” (2009)
Este viaje duele. Entumece los huesos y oprime el cerebro hasta revolver el rompecabezas de nuestras ideas. Un Cthulhu mecánico se cierne sobre nosotros. ¿Debería llamar a esto Death Metal sólo porque hay gruñidos guturales y guitarras podridas? Cualquier intento de explicar lo que lograron estos neocelandeses en este tercer disco se me hace injusto e incompleto. ¿Una cruza entre la gordura trabada de Meshuggah, la hiperactividad instrumental de Cryptopsy y la opresiva oscuridad de Neurosis? ¿Suffocation empapado en ácido lisérgico y tratando de entender los patrones rítmicos del Free-Jazz? ¿Gojira pintado de negro y llevado al extremo más extremo de asfixia y sobrecarga de los sentidos? ¿Godflesh sin las máquinas y en medio de un ataque de epilepsia? Nada de eso alcanza. No tengo dónde poner esos blast-beats jazzeados que dan una sensación de estática antes que de velocidad ni esos constantes contrapuntos entre graves riffs retorcidos y disonantes arreglos. ¿Y qué decir de esos rebajes donde la música ondula con un groove perfectamente irregular? ¿Y de los sórdidos pasajes ambientales que se entrometen aquí y allá? Sí, esto es material intrincado, recargado, denso y sumamente enfermizo. Los ritmos son inquietos y desafían las leyes de la gravedad, las guitarras se entrecruzan en impenetrables tejidos armónicos y aún así no necesitan sobrecargar de notas cada riff. Chequeen el solo de una nota al final de “Soullessness Embraced” si no me creen. Claro, aún en la simpleza son enfermos y disonantes, de eso se trata este juego. No hay lugar para sensaciones agradables, no hay respiro posible. Ni siquiera hay tiempo para aburrirnos con limitaciones genéricas. Si les gusta el Metal verdaderamente extremo, tírense de cabeza en este infierno.
-Obits “I blame you” (2009)
El poder de las guitarras, el alma pura del Rock en su máxima expresión. Sudorosas y elegantes. Sutiles y torpes. Enroscadas y directas. Teniendo en cuenta el linaje musical de Rick Froberg no debería sorprenderme. Hablamos del tipo que prácticamente fundó lo que hoy conocemos como Punk-Progresivo al frente de los legendarios Drive Like Jehu y que luego experimentaría un serio romance con las raíces más crudas del Rock And Roll en Hot Snakes. Antes de que siquiera lo sugieran, no, esto no es una secuela de dichas bandas. Sin embargo, no hay forma de hacer que esa inquieta guitarra deje de juguetear con riffs vuelteros y arreglos disonantes. Y bienvenido sea. Tal vez yo no sea un gran conocedor del tema, pero no recuerdo ningún grupo que haya encarado el Rock más garagero y surfer con tal grado de vuelo creativo instrumental. Las cuerdas raspan con el toque justo de suciedad y reverb, manejan a la perfección el alfabeto Rockandrollero tradicional y lo reivindican subvirtiéndolo con modismos oscuros y retorcidos. La base rítmica juega el juego. Mantiene una energía fluida y apta para el baile y se adapta sin problemas a las extrañas curvas que, de tanto en tanto, lanzan las guitarras. La voz de Froberg sigue siendo pura urgencia, una especie de Iggy Pop pasado por un filtro de desbocada emoción a la Guy Piccioto. Aún con más de cuarenta años este tipo suena con la frescura de un adolescente. Por suerte nunca compuso como tal. Esto queda más que claro en este disco debut de Obits. La elegancia salvaje del viejo y querido Garage-Rock, la efervescencia del Surf, la crudeza y la inmediatez del Punk, gotas de Blues retorcido, y el espíritu nerd del Indie-Post-Hardcore fundidos en un todo indisoluble y tremendamente efectivo. Con la soltura canchera de los que saben perfectamente lo que quieren y cómo lograrlo. Con la energía punzante (y sexual, claro) de aquellos que todavía sienten el fuego en sus entrañas pero no se dejan marchitar por el mismo. Con referencias al pasado pero la vista puesta firmemente en el presente. Con un sonido crudo y natural que, no obstante, no pierde ni uno sólo de los múltiples detalles aquí desplegados. ¿Cuándo fue la última vez que escucharon un disco de puro Rock And Roll que los hiciera bailar al tiempo que los estimulaba intelectualmente? A sacudirse sin culpas.
-Celan “Halo” (2009)
No tengo idea de lo que pueda contener este disco debut de Celan pero estoy muy bien predispuesto. Cómo no estarlo sabiendo que estamos en presencia de una especie de supergrupo craneado por Ari Benjamin Meyers (de Einstürzende Neubauten) y Chris Spencer (eterno líder de Unsane), al que se suman Niko Wenner (guitarrista de Oxbow) y la base rítmica de flu.ID. Sí, acá tenemos a algunos de los músicos más creativos y relevantes de la historia del Noise-Rock (aún viniendo de backgrounds bien diferenciados) trabajando en conjunto. “Safety recall notice” nos da la bienvenida con cuarenta y cinco segundos de tensión electrónica y nos pone a tiro para recibir la distorsionada voz de Spencer en “A Thousand Charms”, entre arpegios como telas de arañas y riffs como martillazos en las rodillas. Difícil tarea es determinar si la ominosa orquestación Industrial que adorna el tema es sólo producto del arsenal sonoro de Meyers o si las guitarras contribuyen con sus correspondientes efectos. No hay tiempo de discernir esos detalles, “All This And Everything” cae como un meteorito y deja un humeante cráter en la tierra. Y el insistente colchón de crepitantes sonidos no hace más que agregarle una nueva dimensión a tanta pesadez. Para que no pensemos que esto no es más que una versión arty de Unsane llega “One Minute” con sus ritmos trabados, sus arreglos minimalistas entrecruzados, sus riffs desencajados…y la inevitable impronta desesperante de los neoyorquinos. Un juego de arpegios, acoples, riffs, delicadas campanitas, gritos desgarrados y transmisiones rotas. Vuelve a sonar un bajo gordo, rasposo y profundo en “Sinking”, pero esta vez es acompañado por resonancias mínimas y la voz ensayando líneas de reposada desazón. Todo se disuelve en un estribillo que transforma el Blues en un baño de sangre y entran cuerdas y pianos relatando una plegaria que jamás será oída. Una danza contracturada desde el espacio exterior nos entrega “Weigh Tag”. ¿Alguna vez soñaron con un Frankenstein que contara con partes de The Jesus Lizard (los ritmos espásticos), Einstürzende Neubaten (el tratamiento de texturas y sonidos de diversas procedencias), Unsane (los riffs densos, angulares y repetitivos) y Hawkwind (los efectos espaciales)? Despierten y gócenlo. Casi un minuto de absoluto silencio digital y, de forma muy tenue, un evocativo piano se une a límpidas guitarras y suaves percusiones para teñir de enfermiza melancolía el clima Folk casi rural de “Washing Machine”. Un remanso de paz fingida que da paso a la tormenta de feedback y samples que abre “Train Of Thought”. Un desértico paisaje post-nuclear que se ve interrumpido por intermitentes ataques Noise-rockeros que van sumando capas de estridencias a sus retorcidos riffs con cada aparición. No podían faltar los golpes de chapas, y así comienza “It's Low”, otro de los temas donde Spencer prueba, con excelentes resultados, modismos más oscuros y relajados. Al menos hasta el cortocircuito del estribillo, donde vuelan chispas entre riffs serpenteantes, alaridos angustiados y una sinfonía de cables de alta tensión dando el toque final de dramatismo. El espíritu psicótico de The Jesus Lizard dice presente nuevamente en “Wait and See”, aunque no sería del todo erróneo mencionar la amarga rabia contenida de Cop Shoot Cop. Si disfrutan del Noise-Rock tanto como yo, ya deberían estar bañados en baba con sólo leer esa descripción. Si no, no sé que hacen todavía leyendo esto. En fin, “Halo” culmina con los doce minutos y pico de “Lunchbox”, un final que te deja temblando. Esporádicas notas de piano se repiten contando la más triste historia que puedan imaginar. Sin previo aviso entran las guitarras distorsionadas, obligando a subir la intensidad y el dramatismo de la melodía inicial. La batería compaña este proceso con un lento ritmo funerario y el bajo adorna con sutiles líneas armónicas. El aire se enrarece y se hace casi imposible contener el llanto. Sobrias cuerdas llegan para apuntalar aún más esta insondable tristeza a punto de quebrarse. Más capas de sonido se van sumando hasta llegar al paroxismo total y desvanecerse de golpe, tal como llegaron, dejándonos solos nuevamente con ese viejo y destartalado piano. Ok, sé que voy a sonar exagerado y es lógico. Vamos, se trata de un tremendo discazo concebido por miembros de algunas de mis bandas preferidas. Más allá de esto, les aseguro que el nivel de creatividad, imaginación y energía cruda aquí desatados no se encuentra hoy en día así no más. Escúchenlo y aprendan de los que saben.
-Reflections Of Internal Rain “Last flood” (2009)
De esto debería tratarse el Hardcore. Fuera las poses forzadas, el gesto pendenciero y esa farsa de enojo sin dirección. Bienvenidas la energía cruda, la emoción desgarrada y la pasión ardiendo en las entrañas. Reflections Of Internal Rain (R.O.I.R., detalle para entendidos) viene de Serbia y trae, en este primer trabajo, catorce sólidos argumentos para creer en ellos. La aproximación al género del quinteto no se ve restringida al manual de las bermudas y la homosexualidad reprimida. Hay ritmos a toda velocidad, gargantas en llamas y riffs directos como un gancho a la mandíbula, sí. Pero también hay melodías entre oscuras y emotivas, variedad rítmica, atmósferas apocalípticas, guitarras con ideas más que interesantes y energía suficiente como para iluminar ciudades enteras. ¿Influencias? Sí, cómo no. Bastante de la escuela más melódica del Crust (His Hero Is Gone, Tragedy, From Ashes Rise), algún que otro machaque metalizado entre Integrity y Earth Crisis, algo del caos epiléptico del costado más violento del Screamo (Orchid, Ampere), ciertos contrapuntos guitarrísticos en plan Washington D.C., un toque de densidad monolítica a la Fall Of Efrafa o Remains Of The Day e inclusive punteos tarareables que no desentonarían en los repertorio de Bad Religion o Iron Maiden, según la ocasión. No están reinventando la rueda, pero saben perfectamente dónde hay que pegar para que duela y empapan sus frenéticas composiciones con un dinamismo que evita a toda costa que la cosa se vuelva monótona o aburrida. La intensidad no baja nunca pero está manejada con sabiduría a pesar de la corta edad que ostentan los integrantes del grupo. Reflections Of Internal Rain demuestra que el Hardcore puede mantener su espíritu fresco y juvenil sin por ello caer en la estupidez ni en las bravuconadas sin sustancia.
-Unanimated “In The Light Of Darkness” (2009)
Desultory, Dismember, General Surgery, Merciless, Regurgitate, Entombed, Face Down, Murder Squad. Nombres destacados (en mayor o menor medida) del Metal extremo sueco. Bandas por las que pasaron (en algunos casos, todavía pasan) los miembros de Unanimated. De hecho, este proyecto data de fines de los ochentas, cuenta con dos discos anteriores y este “In the light of darkness” es el producto de la reunión que se dio en 2007, luego de once años de separación. Esto no es Grindcore Carcassero ni Death N’ Roll ni Thrash ni un revival del sonido vieja escuela de Estocolmo. Pero sigue siendo Metal extremo de pura cepa. La melodía sueca no es propiedad exclusiva de Gotemburgo y, de alguna forma, Unanimated logra ser un puente entre ambos epicentros del Death nórdico con el agregado de una fuerte influencia de la épica oscuridad de los legendarios Bathory. ¿Entonces esto es un híbrido de Death melódico y Black Metal? De alguna forma sí, pero acá hay bastante tela para cortar. Las voces mantienen el tono malvado del Black, el sonido es claro y potente pero carece de la suciedad “mediosa” tan característica de aquella primera camada de Death sueco, las guitarras tiran melodías pero no se quedan en la mera adoración Maidenesca si no que van por caminos mucho más oscuros y, por momentos, intrincados. Rítmicamente tenemos de todo, desde blat-beats desbocados hasta babosos rebajes, pasando por infalibles medio tiempos a puro doble bombo. Las guitarras no se quedan atrás con su arsenal de riffs. Vertiginosos construcciones obre escalas menores para invocar al demonio, grooveros machaques para mover la cabecita con cara de malo, emotivas melodías para tararear con el puño en alto, desencajadas disonancias con un lejano regusto jazzero, armonizaciones varias, secuencias de acordes simples a la Celtic Frost, sórdidos y helados arpegios, delicados pasajes acústicos, algún que otro espiral de notas que recuerda más a Emperor que a Morbid Angel y hasta solos que aportan un sentido melódico a las composiciones antes que apelar a la velocidad por la velocidad misma. O sea, variedad no es lo que falta. Aún así, el gran logro de la banda es conseguir que todos esos elementos se fundan de forma homogénea en sólidas canciones y sin comprometer su fuerte identidad. Y ahí es, tal vez, donde la influencia old school salga a relucir con más intensidad. El eterno arte de componer verdaderas canciones antes que incoherentes amasijos de riffs y cortes eternos. Por lo demás, el clima del disco es siempre oscuro y maligno, cosa que no es de extrañar si notamos que el logo del grupo es casi un homenaje al de los noruegos Mayhem. En fin, no quiero parecer un viejo quejoso, pero cada vez queda más en evidencia como las nuevas generaciones dedicadas al Death Metal (en todas sus variantes y con las excepciones del caso, que siempre las hay) han dejado de lado el instinto compositivo en pos del despliegue instrumental. Si quieren comprobar como los señores grandes siguen pateando culos, no se pierdan “In the light of darkness”.
-Supermachiner “Rust” (2009)
Jacob Bannon es un tipo inquieto, por decir lo menos. Lleva casi veinte años al frente de Converge, una de las bandas más relevantes de la música extrema de los últimos tiempos, tiene su propio sello discográfico independiente (Deathwish Inc., donde ha editado a grupazos como Trap Them, Pulling Teeth, Blacklisted, 108 o Coliseum, entre muchos otros), ha diseñado artes de tapa para numerosas bandas (Goatwhore, Modern Life Is War, Disfear, Cave In, Integrity, etc.) y encima se da el gusto de mandarse con proyectos musicales paralelos como el que hoy nos ocupa. En rigor de la verdad, Supermachiner nace en 1994 como una forma de plasmar influencias que, en ese momento, no calzaban con el sonido de su banda principal. “Rust” compila en dos cd’s todo el material discográfico del grupo (junto a Bannon está Ryan Parker), es decir el único larga duración (“Rise of the great machine”, originalmente editado en el año 2000 y ya descatalogado desde hace bastante tiempo) y once temas sueltos que nunca habían llegado a ver la luz del día. Antes de que pregunten, no, esto no tiene nada que ver con el Mathcore que Converge ayudó a crear. De alguna forma, Supermachiner se adelantó unos cuantos años a la tendencia actual que rescata los sonidos del Shoegaze y el Post-Rock desde una perspectiva más abrasiva y pesada. Pero eso no es todo. Predomina un componente Noise-electrónico que toma tanto de las cascadas de estática de Merzbow como de las inquietantes texturas de los legendarios Swans. El material inédito es una buena muestra de ello. Atmósferas entre lúgubres y lisérgicas, plagadas de deformes orquestaciones y construidas de forma meticulosa, apuntando siempre a las sensaciones más oscuras e introspectivas. Por momentos es posible notar un parecido con los trabajos más ambientales de Ulver. Un tema como “Grant me the strenght”, por ejemplo, no hubiera desentonado para nada en “Lyckantropen Themes”, con esas escuetas notas de piano resonando en un negro vacío de misteriosas resonancias. También hay cosas como “Avalanche” que, ya desde el título, nos remite a los apocalípticos sonidos industriales de Godflesh, aunque trabajados de forma más abstracta, pero no por eso menos intensa. “Rise of the great machine” presenta resultados un tanto más concretos y el costado amorfo de la propuesta se intercala con canciones propiamente dichas (donde la voz de Bannon suena limpia y fantasmal, completamente alejada de sus típicos alaridos, salvo contadas excepciones) y una mayor variedad rítmica. Es en temas como “I am legend” o “By the roadside” que podemos toparnos con un fiel reflejo de lo que hoy en día la prensa metalera llama Metalgaze. Es decir, bellas melodías que se entrecruzan hasta ser enterradas bajo capas y capas de distorsión, ritmos pesados y adornadas por evocadores arreglos e instrumentaciones variadas. Calculo que los fans más cerrados de Converge se les hará cuesta arriba tragar un material tan experimental. Aquellos que realmente entienden el alma de la propuesta de los bostonianos, no deberían perderse este esclarecedor documento.
-Black Kites “Advancement to ruins” (2009)
Todo el odio que entra en veintiún minutos y medio. Las guitarras más sucias, los gritos más desgarrados, los ritmos más aplastantes. ¿Cómo etiquetar semejante paliza a los sentidos? Acá hay algo de esos riffs disonantes y enfermos de los legendarios Deadguy pero esto es demasiado crudo y salvaje para llamarlo Mathcore. Tenemos suciedad Crust pero el incesante cúmulo de ideas se lleva las cosas a terrenos aún más crípticos. Hay generosas cuotas del costado más rabioso del Noise-Rock pero el corazón que late desenfrenado en estas canciones sin dudas tiene su origen en el Hardcore. Se puede detectar esa pantanosa densidad del Sludge, pero este Black es más Flag que Sabbath. Y, ciertamente, el hecho de que estos tres tipos sean straight edge no los convierte en émulos de Earth Crisis. Baños de distorsión, golpes frenéticos, alaridos con la sangre en la garganta y una increíble colección de excelentes riffs de escuela Blackflaguera. Retorcidos, mugrientos, desesperantes, liberadores, angulares, acelerados o espesos, según el tema así lo requiera. Canciones como bombas que lanzan esquirlas afiladísimas en todas las direcciones. Urgentes, directas y viciosas sin por ello perder de vista la dinámica y la variedad necesarias. Cada segundo de este disco debut está pensado para hacer rechinar los dientes, para sacudir estómagos e incendiar mentes. Y lo logran con tal intensidad que ni siquiera encuentro motivos para seguir tratando de explicarlo. Imprescindible para cualquiera que aprecie las emociones fuertes.
1 invocaciones del cosmos:
Los Fucked Up son un refrescante huracán de talento y contenido en el hardcore de mierda posero de hoy en día. Ojalá sigan así, sacando bocha de discos por año, a ver si alguien aprende.
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