Por Fernando Suarez.
-Towers “Full circle” (2009)
Un Robert Fripp pasado de merca juega al contrapunto con agudos ruidos espaciales hasta que los amplificadores explotan y las guitarras se quiebran entre blast-beats, baños de feedback, golpes fuera de coordinación y alaridos desesperados. Así comienza el segundo disco de estos oriundos de Pennsylvania, con “Let them eat cake”. Y la cosa se pone peor aún en “235 ways to suck seed”. Un bajo desafinado repite sonidos con delay mientras las guitarras ensayan punteos etéreos y acordes disonantes. El infierno se desata de forma intermitente y es imposible saber por dónde vendrá el próximo golpe. Si existiera la A.R.T. para guitarras, estos tipos estarían endeudados de por vida. Casi sin pausas llega “Swells” y mi mente se quiebra mientras intento balbucear nombres como Arab On Radar o Melt Banana. Y descubro con placer que todavía quedaban nuevos sonidos para extraerle a la guitarra eléctrica. Un minuto y medio de baterías a toda velocidad, riffs amorfos y más chillidos es lo que trae “Con”. La vena en mi frente ya estalló y me dedico al placer morboso de seguir golpeándola. ¿Quién necesita estructuras rígidas cuando tenemos “We fake smiles” para sentir como nuestros huesos se derriten y nuestros ojos revientan? Disonancia es sólo una palabrita, este cuarteto va mucho más allá. “Beta” podría ser lo más cercano a una canción tradicional que encontraremos en estos veinticinco minutos. Y estoy hablando de un viaje entre riffs irreales, cuerdas vocales destrozadas, ritmos extraterrestres, amagues de melodía y un millón de contracturas en el alma. “Awful grey” nos invita a una danza rota, un ritual psicótico, nos escupe escorpiones en la cara y nos tritura los dientes con riffs que van mutando como larvas que nunca llegarán a ser mariposas. La pesadilla culmina con “Hope”, tenues resonancias se elevan y culminan en monolíticas construcciones de distorsión abruptamente interrumpidas por limpios punteos desencajados a bajo volumen. Sólo para volver a hacer erupción sin previo aviso. ¿Pueden escuchar los patéticos quejidos de esos niños acariciados por lava hirviendo? El aroma de la piel chamuscada invade nuestras fosas nasales. Nada es lo que parece. Nuestros sentidos ya no son confiables y nuestro intelecto ha sido pervertido hasta límites insospechados. Towers rasga el tejido mismo de la realidad y se abre camino por diferentes tangentes a base de una imaginación mugrienta y homicida. No apto para corazones frágiles y mentes adormecidas.
-OdeOnDreams “Arena” (2009)
Guitarras empapadas de delay creando texturas melódicas. Moviéndose como pinceles sobre la tela, combinando colores, poco a poco dando forma a nítidas pinturas. Edificios, antenas, cables que surcan la ciudad. Cielos idílicos adornados por esporádicas nubes. Post-Rock, claro que sí. Instrumental, para más datos. Apoyado en la clásica instrumentación rockera (dos guitarras, bajo y batería) y con la emoción siempre a flor de piel. OdeOnDreams son oriundos de Málaga, España, pero por algún motivo se me hace difícil no asociarlos con los locales Joseph Merrick. Tal vez sea porque comparten el gusto por bandas como Godspeed You Black Emperor!, Mogwai o Explosions In The Sky. Tal vez porque ambos grupos se han presentado en vivo musicalizando films. Y seguramente tenga algo que ver el hecho de que estos españoles se reconozcan admiradores de “El hombre elefante” de David Lynch. En cualquier caso, “Arena” es su segundo ep (tanto éste como el debut “One” pueden descargarse de forma gratuita. Chequeen www.myspace.com/odeondreams para más información) y consta de tres temas que oscilan entre los siete y ocho minutos, pero nunca se tornan aburridos. Como el género exige suele empezar de a poco, para ir subiendo la intensidad hasta explotar con la distorsión a full y las melodías más telenovelescas que nunca. Tratados de dinámica en forma de canciones rebosantes de sensibilidad. Queda pendiente el tema de lograr un sonido realmente propio, pero hablamos de un grupo que recién da sus primeros pasos y, ciertamente, cuenta con el potencial como para dispararse hasta alturas insospechadas. No les pierdan la huella.
-Löbo “Alma” (2009)
¿Alguna vez se sintieron tragados por cráteres en el universo? ¿Alguna vez flotaron maravillados por geometrías cósmicas en blanco y negro? ¿Alguna vez llegaron a percibir el fin del tiempo como una celebración espiritual? No necesitan fumarse nada, no hay necesidad de ingerir ningún tipo de sustancias. Sólo aprieten play y cierren los ojos, “Aqui em baixo a alma mede-se com mãos cheias de pedras” (“Aquí abajo el alma se mide con manos llenas de piedras”, al podio de los mejores títulos del año), el primer tema de este álbum debut de Löbo se encarga del resto. Cuatro portugueses creando una música tan etérea como contundente. Riffs como indestructibles montañas de graves adornados con nebulosas de teclados y efectos siderales. Si los muchachos de Tarantula Hawk hubieran contratado a Stephen O’Malley como guitarrista y a Vangelis en los sintetizadores, aún así estarían lejos. Esto de ninguna manera llega a ser material Progresivo y, sin embargo, hace gala de una complejidad difícil de abarcar. Las teclas distorsionadas marcan el camino de “Carne e sombra”, mientras diversos samples y acoples sirven como inquietante colchón sonoro. Diversas melodías brotan como ramas, entrecruzándose, tratando de alcanzar el cielo, quebrándose en la certeza de su mortalidad. El recorrido natural las lleva a desembocar en “Matei os meus mestres - Silenciei os meus ídolos”, aún suspendidos en una eterna noche. Y esta densa tensión se rompe con guitarras como truenos. Gruesos trazos de electricidad quebrando el cielo. Un auténtico funeral eléctrico. El sol estallando en mil pedazos y cegándonos con su último resplandor. La liberación final llega con “Por fim só. Livre”, justamente. Un comienzo a pura lentitud y guitarras limpias que suena como “Black hole sun” de Soundgarden en versión instrumental hecha por Khanate. Y cuando pisan la distorsión van a poder sentir el alma escapando de sus cuerpos. La mirada inerte sobre un punto fijo mientras las verdades cósmicas ancestrales son reveladas en símbolos ilegibles. Si hubieran nacido en San Francisco en lugar de Portugal probablemente serían el nuevo fichaje de Southern Lord o algún sello por el estilo. Y si ustedes son de los que aprecian el Doom con ideas personales y guitarras que rajan la tierra, no pierdan más el tiempo y a sumergirse en esta joyita.
-Brutal Truth “Evolution through revolution” (2009)
Pongámoslo en claro, si Napalm Death inventó el Grindcore, Brutal Truth (a partir del imprescindible “Need to control”) lo elevó a la categoría de arte. Luego de diez años de separación vuelve la banda que le inyectó una indeleble dosis de locura y vuelo creativo al género. ¿Qué les puedo decir? Esto no es un disco más para escuchar una vez y condenar al olvido. Esto es Brutal Truth demostrando que el fuego se mantiene intacto. Erik Burke (Lethargy, Kalibas, Sulaco, Nuclear Assault, etc.) debuta como miembro oficial y si se preguntaban si estaría a la altura de las circunstancias respiren aliviados porque este buen hombre hace honor a su curriculum y a la leyenda de la que ahora forma parte. Todo lo que hizo que los neoyorquinos obtuvieran dicho estatus se encuentra presente en este cuarto larga duración. Las breves erupciones de adrenalina (chequeen los diez segundos de “Branded”, otro merecido homenaje al inmortal “You suffer”), el groove Hardcoroso, los riffs intrincadísimos, la deformidad lisérgica, las explosivas consignas políticas, las punzantes y abrasivas bolas de puro ruido, los gritos salvajes de Kevin Sharp (uno de los pocos vocalistas Grind reconocibles a la primera escucha), las rítmicas mutantes e hiperkinéticas, los enfermizos juegos de disonancias, el bajo omnipresente y gruñidor de Dan Lilker, la energía descontrolada y la inteligencia para que dicha energía no se disipe en el mar de distorsión y blast-beats. Los seguidores del grupo ya sabrán que, disco a disco, la propuesta fue virando hacia el costado más experimental del espectro. En ese sentido, “Evolution through revolution” retoma las cosas donde las dejó “Sounds of the animal kingdom” y las lleva un poco más allá. Temas como “Detached” o “Grind fidelity” nos recuerdan por qué Brutal Truth homenajeó a los reyes del Sludge, Eyehategod. Y sin embargo siguen sonando cien por ciento a Brutal Truth. Claro, hoy en día su innegable influencia ha hecho que nos acostumbremos a propuestas extremas con alto grado de nerdismo. ¿Pero dónde estarían bandas como Pig Destroyer, Converge, Cephalic Carnage o The Locust (por sólo nombrar algunas) sin las premisas que esta gente planteó en sus trabajos anteriores? Pueden elegir cualquiera de los veinte temas que conforman la placa y se darán cuenta de por qué siguen estando al frente de la vanguardia extrema del Metal. ¿Cuántas bandas de Grindcore conocen que sean capaces de generar juegos de texturas sonoras y contrapuntos instrumentales sin bajar ni por asomo los decibeles ni la intensidad? ¿Y cuántas que logren condensar toda la demencia y las influencias más variadas en canciones redondas y únicas? Por dios, el cuerpo todavía tiembla horas después de que el disco terminó de sonar. Y la mente pide más, necesita un grado de concentración extra para aprehender toda la música que chorrea en estos cuarenta y dos minutos de caos. Sinceramente, tenía miedo de que este disco resultara un fiasco. No era tarea fácil competir con sus obras maestras previas y sería una verdadera pena arruinar un legado tan perfecto. Nada de eso sucedió, los tipos se colocaron a la altura de las exigencias y pusieron toda la carne al asador, logrando una vez más maravillar y movilizar como sólo ellos saben hacerlo. Uno de los regresos más destacados del Metal y el Rock en general y candidato indiscutido para lo mejor del año.
-Florido Pensil “Gradiente” (2009)
Un hombre hecho máquina o una máquina hecha hombre nos invita a pasear por sus huesos de metal oxidado. Y ahí encontramos flores. La primera de ellas es “Daphne mezereum”, donde latosos ritmos Hip-Hoperos se entrecruzan con blat-beats intermitentes bajo una insistente lluvia de estática y frecuencias fracturadas. De alguna forma nuestros oídos se acostumbran al constante crepitar sonoro y no nos sorprende que los tambores tribales de “Epipogium Aphyllum” también estén empapados de pegajoso ruido blanco. La pesadilla post-nuclear continúa en “Bidens ferulifol” a pesar de un engañoso comienzo que amagaba con languidez Trip-Hop. Pero no, las repeticiones mecánicas, el bajo desafinado y crujiente, las guitarras aullantes y la densa maraña de detonaciones electrónicas se llevan la calma a otro lado. Ciertamente, no a “Palimpsesto”. Imaginen que alguien construye una versión robótica de John Coltrane. Ahora imaginen que dicho robot entra en cortocircuito. Las chispas en su cráneo metalizado lo obligarían a componer algo como dicho tema. Un Free-Jazz descompuesto y lanzando peligrosas esquirlas sonoras. Por suerte podemos encontrar refugio en “Tormenta”, en su tenue arrullo, en sus suaves brisas ambientales y en esa guitarra que dibuja melodías celestiales sobre un vidrio empañado. Pero nada dura para siempre. “Calceolaria herbeohybrida” llega con baterías frenéticas, cuerdas saturadas y una ambientación macabra que se asoma como una sombra mientras oímos como, poco a poco, miles de insectos se devoran la misma canción. Y compruebo, aún luchando contra mi propio miedo, que las estructuras de estos temas se desarman y se vuelven a armar por su cuenta a base de latigazos eléctricos. Como en “Paeonia lactiflora”, donde el Breakdance más roto (valga la redundancia) se aparea con los riffs más obesos en medio de una orgía de cables y chapas rotas que se van superponiendo hasta colmarlo todo. Una límpida guitarra nos engaña al comienzo de “Cichorium Intybus” y, cuando menos lo esperamos la base comienza a machacar como un Ministry invadido por un zapping de rasposos sonidos inconexos que se disuelve en un asfixiante océano de pura e hiriente abstracción. Hay luz al final del túnel, a pesar de todo. Llega la “Inmersión” en profundas aguas, acompañada por cristalinos arpegios y teclados como rayos de sol al atardecer que se asoma tímidamente. Cae la noche y las estrellas nos hablan en voz baja, nos auguran una nueva tormenta. Cerramos los ojos y estamos de vuelta en este hormiguero de concreto listos para morir nuevamente. Al menos hasta la próxima pasada de este alucinante “Gradiente”.
-Samael “Above” (2009)
El comienzo a toda velocidad de “Under one flag” sin duda sorprenderá a gran parte de los fans de Samael. Desde aquel “Passage” de 1996, los suizos venían profundizando su veta electrónica/sinfónica y el Metal más extremo parecía haber quedado definitivamente en el pasado. De hecho, este “Above” nació con la idea de un proyecto paralelo para rescatar las viejas influencias metaleras y, en algún momento, decidieron que sería mejor editarlo como un disco nuevo de Samael. No crean tampoco que esto es un retorno al primitivismo Hellhammero de “Worship him”, aunque sin duda alguna bastante de ese espíritu Black (en especial en el departamento de riffs, donde se nota que han desempolvado los viejos vinilos de DarkThrone y Mayhem) se ha colado en estas diez canciones. Las guitarras suenan afiladísimas y violentas como nunca se las escuchó en un disco de los suizos, los teclados han sido reducidos al mínimo indispensable, Vorph escupe berridos distorsionados con un odio casi marcial y las bases taladran sin concesiones. No se ha perdido la melodía, claro, y tal vez lo más interesante de esta aproximación es como logran mantener esos climas entre épicos y espaciales a partir de premisas tan extremas. El toque Industrial sigue ahí, las baterías programadas se juntan con las acústicas pero el sonido mantiene una dureza mecánica que calza a la perfección con el violento entramado de los temas. Más que de una vuelta a las raíces, yo hablaría de una reinterpretación de sus primeros discos pasados por el filtro y la experiencia adquirida en los últimos años. De alguna forma, a través del vértigo y la suciedad de las composiciones se logra un efecto de elevación espiritual que poco tiene que ver con el satanismo caricaturesco de antaño y bastante con el misticismo de su más reciente etapa. Por supuesto, no todos son blast-beats, hay lugar para medios tiempos como “In there”, pero aún en esos momentos el doble bombo y la impenetrable pared de distorsión que conforman las guitarras y el bajo resultan abrumadores. Hasta hay (como bonus track) una versión remixada de “Black hole” en clave de Drum & Bass epiléptico y ruidoso, lo que muestra a las claras las intenciones del cuarteto para esta placa. Reconozco que nunca fui un gran seguidor de Xy y los suyos. En especial en la etapa posterior al mencionado “Passage”, siempre me dio la sensación de que las pretensiones del grupo no se traducían en resultados concretos y en casi todos sus discos me quedaba con la sensación de que les estaba faltando cinco para el peso. O, a veces, de que les estaba sobrando. En cualquier caso, este noveno álbum se erige como una pieza que, sin ser perfecta ni mucho menos, logra un cierre sólido, con ideas concisas llevadas a la práctica de forma eficaz. Escúchenlo sin prejuicios.
-Spina Bifida “Dawn of Cupratia” (2009)
Un bajo que retumba, una guitarra que dibuja gruesos riffs circulares, una voz de garganta arenosa, una batería que maneja la perfección el tenso andar de las composiciones. Distorsión, acoples, la suciedad de estas calles grises, el vacío de estas paredes de concreto. Sólo cuatro temas contiene este ep debut de Spina Bifida y con eso basta para dejar en claro la visión musical del trío. Nacieron en España pero bien podrían provenir del más oloroso pantano de Louisiana. O de los más oscuros callejones neoyorquinos que bandas como Helmet o Unsane tan bien supieron retratar. Entonces, tenemos la versión Core de Black Sabbath que nos legó el Sludge y también tenemos la distorsión desbocada y los riffs cortantes de las variantes más pesadas del Noise-Rock. Pero eso no es todo. Hay algo de los climas reflexivos de Neurosis, la relectura de Motörhead de High On Fire y un estratégico uso de samples. Claro, si dicha mezcla fuera exactamente así, estaríamos en presencia de la indiscutida revelación del año, en lo que a Metal se refiere. Tengan en cuenta que esto es un debut y todavía quedan aristas para pulir. La voz de de José Ángel no cierra tan bien como debería, en parte debido a ciertas dudas en la pronunciación del inglés y en parte por encontrarse un tanto contenida en su interpretación, como si por momentos no lograra equiparar la energía de la parte instrumental. Nada para rasgarse las vestiduras, desde ya. Todavía les falta camino por recorrer, pero el potencial que se vislumbra en este “Dawn of Cupratia” deja la puerta abierta para material auspicioso.
-Just Went Black “Crossroads” (2009)
¿La noche de las bermudas tristes? Algo así. Veamos, que el Hardcore de extracción Youthoftodayiana incorpore guitarras melódicas, ciertos rebusques instrumentales y toneladas de emoción ya no es novedad. Ahora bien, no son muchas las bandas que logran transmitir verdadera oscuridad sin necesidad de apelar al maquillaje ni a las prefabricaciones pseudo góticas. Just Went Black es un quinteto alemán con siete años de carrera, un larga duración y unos cuantos ep’s encima. “Crossroads” presenta cuatro nuevas composiciones donde los muchachos intercalan una introspección casi suicida con la inclaudicable energía del Hardcore. Se valen de guitarras acústicas, de una delicada sensibilidad melódica y, de forma fluida conjugan esos paisajes desolados con arranques cien por ciento mosheros. “The middle of nowhere” abre la placa con un groove trabado y enormes riffs que hacen de la melodía su fuerza de ataque. Pero siempre manteniendo esa sensación tan típica de estar apuntándonos con el dedo y retándonos por algo. Vamos, Hardcore que le dicen. Un tempo tenso y de dientes apretados nos entrega “Stolen years” y las voces y coros gritados siguen en su lugar. Al menos hasta ese final de cristalinos arpegios que rompen corazones. “Blank pages” juega con una dinámica de subidas y bajadas, demostrando una vez más que hasta el Hardcore más tradicional tiene lugar para probar nuevas ideas musicales sin por ello salirse de sus premisas esenciales. Y el final con “…Black lines” se lleva las palmas con un extenso (para los parámetros del género, claro) comienzo acústico que, poco a poco, desemboca en un maremagnum que pondría orgullosos a Steve Von Till y Scott Kelly. Una épica revelación de crudeza emocional. Y siempre con las bermudas y los tatuajes al frente. Sólo espero que puedan trasladar esta intensidad a un disco de mayor duración. Por ahora, es un más que adecuado entremés.
-Sons Of Otis “Exiled” (2009)
Que en el mundo del Rock hay montones de bandas injustamente ignoradas no es ninguna novedad. Sucedió desde que Elvis movía sus caderas y seguirá siendo así mientras las implacables leyes del mercado sigan rigiendo. Sons Of Otis lleva diecisiete años desarrollando su particular marca de Stoner/Doom/Sludge espacial y jamás recibieron ni una fracción del reconocimiento (hablo en un plano artístico, no en lo comercial) que sí tuvieron bandas como Sleep, Monster Magnet o Electric Wizard, por sólo nombrar algunas. “Exiled” es el quinto disco y llega después de un largo paréntesis de cuatro años. Bueno, eso tampoco es ninguna novedad, estos canadienses suelen tomarse su tiempo entre trabajos discográficos. Es la velocidad del porro, qué se le va a hacer. Justamente, esa velocidad es la que abre la placa con el monumental “Haters”. Diez minutos y medio de minimalismo riffero expandiéndose por el espacio sideral. La voz de Ken Baluke sigue deformada por la distorsión, lanzando frases inconexas que flotan sobre el enorme colchón de graves generados por su guitarra y el bajo de Frank Sargeant. No faltan, por supuesto, los viejos y queridos acoples acompañando el lento desarrollo de la canción. Desde los confines de vaya uno a saber qué lejana galaxia llega “Lost soul”, jugando entre arrullos estelares, riffs del tamaño del universo mismo y solos achicharrados de ácido lisérgico. El tempo levanta con “Bad man”, un cover de Lynyrd Skynyrd que remite inevitablemente a aquel glorioso “Albatross” de Corrosion Of Conformity. Aunque aquí las frecuencias graves y la voz retumban como si estuvieran tocando dentro de una cueva. Y eso es un elogio. La espesa negrura del cosmos vuelve a cerrarse sobre nuestras cabezas en “Oxazejam”, la guitarra aúlla solos flotantes mientras la base se retuerce en su letanía Sabbathera. Debo reconocer que no soy un gran amigo de las zapadas rockeras, pero me fue imposible no caer seducido a los pies de este hipnótico paseo cósmico. Debo estar poniéndome viejo. En fin, el viaje sigue con “Tales of Otis” y la maldad se hace corpórea frente a nuestros oídos. Una batería que suena como golpes en las compuertas del infierno, acoples como llamas invadiéndolo todo y un riff adornado con enormes cuernos de cabra. Doom en su máxima expresión o le devolvemos su pentagrama y su barba tupida. Por cierto, esta gente no necesita llenar de riffs las canciones para hacerte volar, con uno o dos por tema basta para lograr el efecto deseado. Llega la última parada, los dieciocho minutos y pico de “Iron horse/The horror”. La primera parte no es más que una versión de aquel viejo tema de Motörhead, transformado en el Blues más espeso y arrastrado que jamás escucharon en sus miserables vidas. Unos segundos de silencio y comienza el horror. Más de diez minutos de feedback, acoples y ruidos varios agrupados en un collage embotador. Si no les alcanzó el presupuesto para irse de vacaciones este verano, no se preocupen. Una escuchada a este “Exiled” y llegarán más lejos de lo que jamás habían imaginado.
-Snailface “Snailface” (2009)
La cosa es simple, los miembros de Kowloon Walled City deciden, luego de una sesión de Thin Lizzy y marihuana, crear este proyecto paralelo con el objetivo de componer y grabar el disco en seis días y mezclarlo en otros cinco. El objetivo cumplido es lo que tenemos aquí. Once temas que vibran entre sólidos riffs Sabbatheros, espesas brumas psicodélicas, Melvinesco sentido del humor y un gancho melódico que pondría verde envidia a Josh Homme. Por supuesto, el punto de mayor atención a tener en cuenta es la espontaneidad con la que estas canciones son presentadas. Y no hablamos de zapadas ni de cuelgues hippies sin coherencia. Estas son canciones con todas las letras. Por supuesto, hay lugar para algún que otro cuelgue lisérgico como “Duplex time portal machine” o “Shitty decanter”. Las líneas vocales brillan, logrando ser memorables sin perder esa suciedad rockera tan entrañable. Los solos de guitarra son claramente primeras tomas y esa inmediatez con la que están interpretados no hace más que elevarlos. La idea subyacente que puede leerse entre líneas es que las limitaciones (en este caso temporales) pueden servir como un excelente combustible para sacar de adentro momentos de magia inesperados. Y, en vista de los resultados, no queda otra que sacarse el sombrero y darles la razón. ¿Quieren pruebas? Ahí tienen el groove volador de “Skinwalker”, la gruesa pesadez de “Botanomancer (Sap Cave: of the Magi)”, la impronta espacial de “Dancing on landmines” (un hit asegurado), el desparpajo insolente de “Drug school”, el clima desértico casi Grunge de “Toxic city of the sea”, la cruza exacta entre Kyuss y Melvins de “Lady reptilian lover”, la marcha Sabbáthica con cuernitos al viento de “I’m a warlord”, el minimalismo hipnótico adornado de acoples de “Magic hamburger” o el Hard Rock movedizo de “Transvaginal Organ Harvest”. Y encima de todo eso, tienen la delicadeza de entregar el disco para descargar de forma gratuita en wordclock.com/snailface, algo que ya habían hecho con el ep de Kowloon Walled City (chequear inthewalledcity.com). Vale aclara también que de ninguna manera este disco suena a mera diversión pueril o amateurismo sin sustancia, este material podría competir con cualquier banda de las ligas mayores, por así decirlo. Pero eso no quiere decir que tengan que disfrazarse de una acartonada solemnidad ni intentar vendernos nada para que los tomemos en serio. Vaya sorpresa, todavía se podía hacer Rock de pura cepa sin necesidad de caer en pelotudeces mercantilistas ni poses afectadas.
-El Ego “Winds of glory” (2009)
Yo sé que a veces sueno como un disco rayado repitiendo las mismas frases y conceptos como un enajenado. Soy conciente de ello. No obstante, he de retomar una de mis máximas preferidas. Las buenas canciones siempre ganan. Quiero decir, aún en los géneros más vituperados es posible toparse con auténtico talento. Voy a ser franco, el Death melódico está lejos de ser uno de mis platos preferidos, salvo contadas excepciones. De ahora en más puedo sumar a este quinteto madrileño a dicha lista. Tampoco se trata de una completa redefinición del género, pero la frescura y, obvio, las canciones me dejaron vacío de objeciones. Tal vez sea que evitan las melodías más mariconas (la influencia Maiden está mantenida a raya y no hay lugar para voces ni guitarras limpias), tal vez se trate del excelente nivel de los riffs (todos bien ubicados y con mucho gancho), tal vez haya quedado atrapado por la dinámica rítmica (se nota que el desarrollo de las canciones está inteligentemente designado, dando lugares a diferentes ritmos sin perder nunca la cohesión), o tal vez, simplemente, sea ese energía desatada y salvaje que abunda en este álbum debut. Ayuda también el hecho de que se permitan alguna que otra digresión y se nota el hecho de que algunos de sus miembros provengan de bandas menos tradicionales como Ictus o Adrift. Ahí tienen dos temas instrumentales (“High peak” y “The Fall”) cubiertos de una densa y misteriosa psicodelia, donde inclusive hay lugar para texturas inéditas y ritmos monolíticos. Si no, pueden probar con el groove casi bailable de “Poisoned word”, donde el machaque y la melodía logran un todo implacable. Claro, también es posible encontrar los clichés suecos (la voz chillona entre Tomas Lindberg y Anders Fridén, los riffs melódicos sobre baterías vertiginosas, los aplastantes machaques thrashers a medio tiempo, las vueltas intrincadas y trabadas y ese clima entre heroico y desesperado) bien aprendidos y utilizados. Y está bien, en definitiva los objetivos de El Ego están claros en ese aspecto. Nunca dejará de sorprenderme cómo uno puede encontrarse con gratas sorpresas donde menos lo esperaba. Si, como me sucedió a mí, ya estaban hastiados de tanta bandita sin talento ideas ni huevos tratando de conseguir la ciudadanía sueca, denle una oportunidad a “Winds of glory”. Y si ya eran fans del estilo, entonces la escucha de este disco es sencillamente obligatoria.
4 invocaciones del cosmos:
los Florido Pensil nos robaron el diseño de tapa de la Zann Vol 4, pero que cosa
Como represalia yo creo que hay que robarle un par de ideas del disco
Muchas gracias por el análisis de "Gradiente"... casi me convence de que el disco es bueno y todo ;) impresionante la disección que haces de cada uno de los cortes.
Este blog ha sido todo un descubrimiento.
PD: coged todas las ideas que querais del disco, yo las he tomado prestadas de Godflesh.
Un saludo,
dani
Ah sí, que sería de nosotros sin el bueno de Justino
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