Por Fernando Suarez.
“Disconnected” nos patea las encías de entrada con los ritmos más trabados, los riffs más disonantes y mecánicos y las voces más enojadas del año. “Jealousy” comienza con un tempo casi de Ska que desemboca en blastbeats laberínticos y vuelve a empezar. En “City” conviven la taquicardia rítmica y el mareo armónico. Es imposible predecir los movimientos de Antigama. Cuatro polacos que suenan como una orquesta de cyborgs descompuestos y con sed de sangre. Al igual que Meshuggah (y la referencia no es gratuita), estos tipos no necesitan samples ni maquinitas para evocar imágenes de precisión industrial. Y si alguna vez soñaron con los climas opresivos y el odio fríamente calculado de discos como “Chaosphere” o “Nothing” llevados al vértigo del Grindcore, entonces despierten y disfruten de este “Warning”. Y eso no es todo. Donde los mencionados suecos insisten con la repetición y juegan con la monotonía como arma de ataque, Antigama se dispara hacia todas las direcciones, lanzando esquirlas musicales que rasgan la piel. El trabajo de guitarras sencillamente bordea lo irreal. Riffs que jamás escucharon, construcciones rítmicas y armónicas craneadas por científicos locos y un sentido del gancho que no sé de dónde lo sacan. Y qué mejor compañía para esas seis cuerdas inquietas que un pulpo abusador de parches como Krzysztof "Sivy" Bentkowski. Claro, esto es material frenético, intrincado, recargado de detalles que pasan ante nuestros oídos a toda velocidad. También hay lugar para interludios instrumentales como “Sequenzia Dellamorte”, que bien podría haber servido para musicalizar la más sangrienta película de Dario Argento. El groove mete la cola en “Lost skull”, aún acompañado por excentricidades percusivas, una guitarra que parece desintegrarse con cada riff y una colección de punteos desorbitados y ruidosos. No podía faltar el delirio en clave de Free-Jazz desencajado, piano incluido, bajo el título de “Paganini Meets Barbapapex”. Y qué decir del final a pura oscuridad cósmica de “Black planet”, siete minutos de puro viaje. A esta altura, estos dementes han logrado delinear una fuerte personalidad propia, sin por ello quedarse en el camino fácil de la repetición. Poseen infinitas variantes con las que condimentar su sonido pero nunca dejan de ser Grindcore de la más fina cepa. Nueve años, cinco discos, infinidad de splits (algunos compartidos con bandas como Pig Destroyer o Drugs Of Faith, lo que debería darnos una idea de los terrenos por dónde prefieren moverse) y un inclaudicable apetito creativo le siguen asegurando a Antigama su podio entre los actos más destacados del Grindcore actual. Tal vez ustedes no lo entiendan, pero a sus hijos les encantará.
-Corova “Sequence of a march” (2009)
Cinco alemanes derritiendo montañas con cuerdas de lava. Presagiando lluvias de meteoritos a través de gritos que se abren paso desde el centro de la tierra, quebrándola en su camino. El ritmo lento y firme de la perdición total. Las imágenes se amontonan con cada uno de esos riffs. Complejos entramados que marean y golpean y raspan como motosierras gigantes. Círculos que nunca terminan de cerrarse, carreras en cámara lenta hacia la nada. No hace falta consumir ningún tipo de sustancia, “Sequence of a march” logra un vívido efecto narcótico y exige oídos atentos. Las guitarras se entrecruzan ensuciando aún más la suciedad, dibujando asfixiantes arquitecturas con gruesos trazos de carbón. El bajo late con erupciones sísmicas, retumbando hasta el fin de los tiempos. La batería dosifica golpes, administra las tensiones y acompaña este espeso letargo con rítmicas infernales. La voz ruge describiendo el corazón herido de bestias ancestrales. Neurosis aporta las visiones apocalípticas, Isis las texturas envolventes y Eyehategod las enmarca en su característica mugre de raíces Hardcore. Y el resultado es algo más personal que la mera suma de las partes que otra gente inventó. Abrumadoras implosiones de pura energía negativa. Maremotos cósmicos atravesados por reflexiones suicidas. ¿Sienten que les falta el aire? ¿Qué los impulsos eléctricos de sus mentes se adormecen? ¿Qué sus huesos se comprimen en cadenciosos espasmos? Bien, esa es la idea. Acá no hay hits ni estribillos gancheros ni gestos amigables. Por supuesto, hay resabios melódicos que las guitarras usan para dejar en claro el poderío de estas tormentas en forma de música. Pero ni se les ocurra pensar en Post-Rock. Podríamos hablar de Sludge elevado a la enésima potencia, despojado de aires sureños y saturado de distorsión enfermiza. Más allá de los rótulos y las etiquetas, Corova propone un viaje cargado de intensidad y mala leche bien empleada. Ideal para psicóticos peligrosos, junkies con delirios místicos y suicidas en potencia.
-Cobalt “Gin” (2009)
Tambores tribales, negras distorsiones y gritos achicharrados por las llamas del infierno. El Black Metal que no es estrictamente Black Metal. Y bienvenido sea. Escuchando el tema que abre y da nombre a este tercer álbum de Cobalt, me pregunto cómo a nadie se le ocurrió antes eso de combinar la épica monolítica y casi Progresiva de Neurosis con la virulenta maldad del Negro Metal. El clima esotérico se mantiene en “Dry body”, apuntalado por guitarras y voces limpias y una tensa percusión. Y ni siquiera la entrada de las guitarras atronadoras puede romper dicha atmósfera. “Arsonry” se mueve entre maremotos, aceleradas y pasajes acústicos, demostrando que Phil McSorley es uno de los creadores de riffs más creativos de la actualidad metalera. “Throat” sirve como breve y emotivo interludio con arpegios dibujando océanos y estrujando el alma con recuerdos. La violencia vuelve en “Stomach”, un groove irregular y riffs en forma de círculos concéntricos dan paso a otra sumergida en espesas aguas. Para el final del tema van a sentir irrefrenables deseos de arrancarse la piel que no los deja respirar. ¿Quieren riffs Melvinescos, samples apocalípticos y una construcción rítmica que no desentonaría en los pasajes más lentos de una banda como Botch? Chequeen “A Clean Well Lighted Place” y sigan sorprendiéndose. Cuando menos lo esperábamos, vuelve el Black marchoso a la DarkThrone en “Pregnant Insect” y el que no agita la cabeza es un careta. Ah, y ese rebaje trabado al final con la participación estelar de Jarboe está específicamente diseñado para generar punzantes escalofríos. “Two Thumbed Fist” vuelve a dar la sensación de ser interpretada por un King Buzzo con corpsepaint. Les puedo asegurar que jamás escucharon algo así. Si hasta se animan a meter una especie de mini solo de batería entre el desparramo de riffs patea cabezas. Otro remanso se da en la forma de “The Old Man Who Lied For His Entire Life” que descubre lo interesante que puede ser un típico riff Black tocado sin distorsión. La desazón que se desprende del título cae de perillas con el resultado musical. Voivod parece haber metido la cola en “A Starved Horror” que despide el álbum tiñendo de inescrutable oscuridad el viaje cósmico. Ojos rojos acechando. Si son pacientes, encontrarán también un amorfo y perturbador bonus track que no hace más que confirmar que estos tipos están mal de la cabeza. Parece mentira, pero Noruega ha perdido la hegemonía en lo que a Black Metal se refiere y Cobalt (norteamericanos ellos) ya se acomoda en el podio de lo mejor del año en dicho género. Si dejaron pasar el anterior (y también muy recomendable) “Eater of birds”, no pierdan el tiempo y háganse con estas dos piezas fundamentales del Metal contemporáneo.
-King Conquer “Welcome to hell” (2009)
Hace poco visitó nuestro país una banda que tal vez algunos conozcan. Se llama Morbid Angel, ¿les suena? A los chicos de King Conquer sí les suena. Y bastante. Se nota que los escucharon lo suficiente como para tomar nota de los riffs intrincados y violentos, del doble bombo que no afloja jamás, de la majestuosa voz gutural y de esos rebajes babosos tan lovecraftianos. Claro, hablamos de una generación más bien joven en lo que a Metal extremo se refiere, así que no es de extrañar que ciertas gotitas Core metan la cola. Aunque ese Core a mí me suena más a Pantera que a otra cosa, pero no hay problema. Por suerte mantienen a raya el impulso por seguir robando riffs de At The Gates y los intentos melódicos son los menos. No es que tenga nada en contra de la melodía pero no son muchos los grupos extremos que logran manejarla con maestría. ¿Esto será lo que llaman Death-core? Podría ser, por qué no. Los pibes tocan bien, muy bien. Instrumentalmente hasta hay algunas ideas bastante interesantes. Al cantante no le pidan más que algunos gruñidos sin demasiada onda ni variedad, pero nada molesto. El eterno con este tipo de bandas parece ser la composición. Los tipos son incapaces de armar una canción como Dios manda. Y no hablo de melodía, ni siquiera pido que sean gancheros. Me refiero a una idea de dinámica y estructura que vaya un poco más allá del mero amasijo de riffs. Y noten que tengo la delicadeza de ni siquiera hablar de originalidad o cosas por el estilo. Por supuesto, aquellos más afines a este tipo de propuestas pensaran que soy un viejo choto que se queja por boludeces. Y tal vez tengan razón. En cualquier caso, me es imposible negar los momentos de auténtica calidad en este debut discográfico y si sólo buscan una buena excusa para dar rienda suelta al headbanging, esto funciona sin problemas.
-Glasses “Glasses” (2009)
Una intro de medio tiempo tenso y guitarras envolventes anuncia la tormenta que se desata en “Ihysm”. Sí, esa voz desgarrada pertenece a una rubiecita alemana llamada Sam. Y si la sangre no les hierve con este masivo desparramo de furia es porque están muertos en vida. Un riff casi thrasher hace su aparición en “Your terms” y los gloriosos S.O.D. acuden a mi mente, aunque con un dejo de groove Sabbathero. No teman, esto no es otro revival crossoverseco sin ideas. Ok, no es ninguna revolución musical, pero aquí hay personalidad y una energía más que contagiosa. La cosa vuelve a acelerarse con “I laugh blood” y esos cortes no hacen más que acentuar la rabia. ¿También pueden groovearla sin bajar la intensidad ni caer en los remanidos breakdowns? Claro que sí. La violencia emotiva inunda esa guitarra casi disonantes de “The calm before the storm” y el ritmo firme y rockero invita a bailotear con la mandíbula en tensión. Y ni hablar de ese riff a la Converge que asoma en la segunda mitad de la canción. El alma se desgarra en “Disaccords”, con su ritmo lento y esa impenetrable pared de distorsión. Oh sí, esto es Hardcore cargado de emoción pero completamente alejado de delineadores y peinados tipo lengüetazo de vaca. “Destination regret” se mueve entre medios tiempos y aceleradas para conformar un sólido himno a la confusión interna. ¿Alguien dijo Black Flag? Y, si de himnos hablamos, el final con “The trashcan ode” resulta casi una declaración de principios que no hubiera desentonado en bandas como Gorilla Biscuits o 7 Seconds, aunque cargado de una virulencia extra heredera de los sonidos modernos de The Hope Conspiracy o Modern Life Is War. Esto es, entonces, Hardcore. Con el toques de pesadez necesaria, pero sin acercarse necesariamente al Metal, con buenas ideas y riffs creativos pero sin escaparse demasiado de los márgenes del género. Con sentimiento y algo de melodía, pero nada de soleadas playas californianas ni estribillos poperos. Si la idea es respetar las raíces dotándolas de nuevos aires, entonces estamos bien encaminados. Son sólo siete temas, pero ya bastan para seguirlos de cerca y esperar con ansias un próximo larga duración que termine de cristalizar el promisorio sonido de este cuarteto.
-Hands “The sounds of earth” (2009)
No es ninguna novedad pero algunas bandas parecen haberlo olvidado. El Metal también puede ser emotivo sin por ello perder fuerza ni disfrazarse de melodrama maquillado. Hands es un joven cuarteto oriundo de North Dakota y sí, son gordos y tienen tupidas barbas. Los diez temas que componen la placa son mayormente instrumentales y van de los arpegios soñadores a los riffs atronadores. Y las ocasionales voces son desgarrados gruñidos (aunque hay excepciones. Ya llegaremos a eso), claro. Vamos, el disco se llama “Los sonidos de la tierra”, así que está claro que los tipos no tienen intenciones de disimular su pasión por bandas como Isis, Neurosis e inclusive Jesu, Cave In y Red Sparowes. Y con todo eso aún es posible detectar la personalidad del grupo. La melodía juega un papel relevante en las canciones, pero no esperen la perfección Pop de Jesu. Aunque un tema como “Despair” no hubiese desentonado en “Conqueror”, líneas vocales melódicas incluidas. Si no fuera porque pasada la mitad de dicho tema, la emotividad comienza a tensarse hasta romperse en un irremediable vortex de distorsión. Al mismo tiempo el remanso instrumental de “Hope” podría formar parte del repertorio actual de Earth, pero en vez de evocar oscuras postales rurales, se eleva hasta cielos atravesados por cables y torres de alta tensión. La variedad abunda, en cuanto a estructuras, ritmos y dinámicas. Tal vez sea porque son cristianos, pero por momentos dan la sensación de ser la versión luminosa de Isis. En otros, secuencias melódicas de guitarras a la Jesu se chocan con voces Core y una efervescencia siempre subyacente. También pueden hallar cataratas de feedback que desembocan en esos arpegios como tenues gotas cayendo del Post-Rock que, más adelante, crecerán en intensidad hasta erigirse como indestructibles montañas, desde donde un coro de fantasmas nos abraza con su arrebatadora melodía. Y les puedo asegurar que hasta los clichés del género están entregados con una convicción y un sentimiento que hace que los perdonemos al tiempo que les ponemos las fichas para que, en un futuro no muy lejano, se despeguen del todo de los lugares comunes y logren expandir su potencial. Este disco debut demuestra que tienen pasta de sobra para hacerlo.
-Cruzdiablo “Megalodoom” (2009)
Todas las bandas tienen influencias. Inclusive aquellas que inventaron géneros nuevos o redefinieron las reglas de los que ya existían. Por supuesto, no estoy diciendo que Cruzdiablo haga semejante cosa, pero aún así logran condensar su gran cúmulo de influencias de tal forma que el resultado final sólo suena a Cruzdiablo. Fíjense si no, como el tema que da nombre y abre el disco remite inevitablemente a Mastodon (lo mismo puede decirse del arte de tapa), aunque las líneas vocales melódicas y el groove que nunca se pierde lo trasladan a su propio terreno. Y aún así lograr evocar de forma vívida imágenes de aguas atormentadas y teñidas de rojo. También tienen el caso de “Maggot man” donde el homenaje a Cathedral puede sonar, por momentos demasiado explícito. Pero (otra vez) la voz de Huija, la acelerada Celticfrostera y los rebajes que rozan el Drone le dan otra perspectiva. Y el que no baila haciendo cuernitos como Lee Dorrian, que se vaya a la mierda. Por supuesto, hay temas donde las referencias no se encuentran tan fácilmente. “Team spirit” no sólo tiene pasta de hit inmediato. También marca a las claras la identidad indeleble del cuarteto. Redondas y jodidas canciones ni más ni menos, con riffs rockeros y contundentes, groove irresistible, bajos atronadores y melodías a las que la palabra emoción les queda chica. Amenaza con patearte el culo desde la letra y lo hace realidad con la música. Y notamos la evolución en el trabajo de guitarras de Mariano, logrando melodías sobrecogedoras sin bajar ni un poquito la intensidad ni la gordura de su Flying V. “Smile eraser” sigue una línea similar aunque hace gala de riffs más pesados y hasta de ciertas armonías maidenescas que se funden a la perfección con la pared de graves que generan guitarra y bajo. Un groove irregular casi Toolesco sirve de soporte en “Annilingus” para serpenteantes melodías que desembocan en una bajada introspectiva a la Deftones, para luego volver a subir con la pesadez psicodélica intacta. Por cierto, jamás escucharon líneas vocales tan hermosas describiendo, básicamente, una chupada de culo. Hablando de grandes melodías, “Sacred bombs” se erige como uno de los puntos más altos de pura emoción del disco. Resuenan los fantasmas de Life Of Agony y algo del Incubus más melódico mete la cola, despojado del sol californiano y pintado de negro Sabbath. Iommi también dice presente en “Lost in loserama”, al menos hasta esos pasajes trabados que culminan en panaceas melódicas que nos recuerdan cuán buen trabajo logró una banda como Torche combinando extrema pesadez y gancho Pop. El estribillo de “Negahertz” conjuga una base Hardrockera (cencerro incluido) con la letra más negativa y oscura del disco. ¿La ironía es una escena muerta? Bueno, todos amamos los noventas, ¿o no? Y qué mejor que un tema apto para el baile para hundirse en el más profundo de los autodesprecios. El ánimo haciende hasta las nubes con el efervescente “C.W.S.”. Otro al podio de las mejores melodías del año. El hit que los Foo Fighters jamás soñaron componer y uno de mis favoritos personales. Para balancear llega “A song about nothing” con su acelerado entramado entre el Death, El Hardcore y hasta ciertas disonancias Noise. Y, claro, un estribillo rockero para cantar hasta que vuelva la tormenta inicial con más bríos. Si Entombed, Discharge y Today Is The Day se fundieran con lo más ganchero de Kyuss, aún así estarían lejos de lograr un resultado similar. El disco se despide con “Hasta entonces”, una letra enigmática y observamos como los últimos trozos de madera destruida del barco se ofrecen a las aguas en sacrificio. Una tensa calma se apodera de nuestro espíritu. Un perfecto final que nos hace mirar la lectora del cd y decir con congoja “¿ya está?”. Personalidad propia, interpretaciones más que efectivas, soltura, imaginación, fuerza, emoción, versatilidad y, por sobre todas las cosas, un enorme respeto por la canción es lo que Cruzdiablo tiene para ofrecernos en este, su segundo larga duración. No son cualidades para andar despreciando hoy en día.
-Isaïah “Ils consomment,tuent et prient mais ne pensent pas” (2009)
Ah, aquellos años en los que la palabra Emo era casi sinónimo de producciones caseras, guitarras disonantes, gritos desgarrados, postulados D.I.Y. a rajatabla y puro, desordenado e intenso caos musical. Los tiempos cambiaron y lo que bandas como Rites Of Spring, Moss Icon, Still Life, Current o Policy Of Three alguna vez patentaron como Emo hoy es conocido con el rótulo de Screamo. Claro, con los años surgieron otros como Envy, Neil Perry o City Of Caterpillar que le dieron una nueva dimensión a ese sonido epiléptico, agregándole épicos pasajes instrumentales cercanos al Post-Rock. Isaïah es un quinteto belga que bebe de dichas fuentes y logra algo más que un buen bocado de nostalgia. Canciones con cuidados desarrollos, sutilmente arregladas, con un trabajo de guitarras que no descuida la inventiva, la energía ni la melodía. Con un cantante limitado a gritar hasta sentir la sangre en la garganta. Y bien por él, no hace falta más que ese descarnado despliegue de sentimientos quebrados. Claro, son jóvenes y se nota. Tanta desnudez emocional puede resultar algo inocente, pero es al mismo tiempo conmovedora y refrescante entre tanto cinismo cotidiano. No me importa haber escuchado mil veces esa dinámica de replegarse en tímidos arpegios para luego estallar con la distorsión chorreando de los parlantes y los corazones en llamas. No tengo problemas en dar otra probada de lo mismo si está hecho con tanta convicción. Esto no significa que no haya ideas musicales. El caudal de imágenes es casi inagotable y estos muchachos logran un buen equilibrio entre la furia desgarrada y los paisajes de tridimensión cinematográfica. Pero, insisto, el trofeo va para la intensidad emocional desplegada sin tapujos en estos casi cuarenta minutos. Atrévanse a sentir.
-Revolting Cocks “Sex-O Olympic-O” (2009)
Ministry ya no existe más, así que a divertirse con los Revolting Cocks. Unos renovados y rejuvenecidos Revolting Cocks, pero no se preocupen. El inevitable clima fiestero/reventado abre la placa a todo trapo con “Hookerbot3000”. Esos ritmos duros y bailables al mismo tiempo, las líneas de bajo gancheras que llevan las riendas del tema, los samples deformes rellenando todo y las ocasionales guitarras distorsionadas acentuando el estribillo. Más guitarras y un approach claramente rockero nos trae “Keys to the City (Vegas Mix)”, trompetitas pedorras incluidas. Para cuando llega “Red Parrot” las intenciones de este disco son más que claras. Esta es la visión Jourgensen del Rock And Roll más partuzero, degenerado y jodón. Claro, es una visión parida con microchips descompuestos haciendo cortocircuitos en los ojos, ¿qué esperaban? Pianitos tocando una sola nota, armónicas, solos de guitarra a pura pentatónica y un impenetrable colchón de distorsiones varias sosteniendo todo. "Robo Banditos" recrea aires Post-Punks de sobretodos, pelos negros engominados y rostros pálidos. Aún cuando los diálogos en español mexicanizado destruyan ese austero clima de seriedad. El ritmo se pone más frenético en "Cousins", pero las melodías siguen remitiendo al Pop de los 80’s. La base trabada, las guitarras procesadas y el estribillo bolichero de "Touch Screen" traen a la mente los momentos más accesible de KMFDM y la psicodelia del final nos anticipa algo de la resaca que vendrá después de la fiesta. "I'm Not Gay" recupera esos mantras lisérgicos de los primeros trabajos plagados de samples voladores y luces intermitentes. Un clima más denso se apodera de "Abundant Redundancy", con esos gritos enfermizos y esos riffs macabros. Por si no lo sabían las voces ahora corren por cuenta del joven y desconocido Josh Bradford. No teman, el muchacho siguió al pie de la letra las lecciones del viejo Al. No, nadie quiere que le ponga su propio sello, con que imite bien a Jourgensen la cosa marcha sobre rieles. El ritmo bailable sigue firme en "Lewd Ferrigno", hasta que hacia el final estallan unas guitarras que no hubieran desentonado en “Psalm 69”. Percusiones tribales, clima de Lounge narcótico y una insistente capa de feedback enmarcan el deliro de "Wizard of Sextown", hasta que caen los riffs rockeros y los golpes de batería bombásticos. Y algo de esa atmósfera me recuerda a los pasajes calmos de aquel clásico “So what” de Ministry, aunque pintado de colores psicodélicos. El final llega con "Hookerbot3000 (Disco A Go Go Mix)", es decir una versión remixada del primer tema. Como para despedirse a puro baile drogón y sin culpas. Sexto disco para las pijas revulsivas, probablemente su trabajo más compacto y cohesivo hasta la fecha, con caras nuevas y la demencia intacta. Pura diversión insana para toda la familia.
-Woodward Corridor “The Jamestown massacre process” (2009)
Ok, el Mathcore podrá ya no ser lo que era. La sorpresa inicial que generaron discos como “Calculating infinity”, “We are the romans”, “0:12 Revolution in just listening” o “Jane Doe” es irrepetible. Hasta resulta un poco molesto que la eterna marea de clones haya transformado una de las cosas más interesantes que le pasó al Metal del nuevo milenio en otro subgénero casi agotado. Woodward Corridor llega desde Francia y, si bien están lejos de ser salvadores del género, al menos se las arreglan para no sonar a calcos de nadie. Hay bastante de esa especie de groove deforme de Coalesce, un poco de los pasajes casi psicodélicos de Botch, algunos machaques disonantes muy a la Converge, atmósferas opresivas dignas de Deadguy, Bloodlet o Kiss It Goodbye y toques de ese típico caos calculado de The Dillinger Escape Plan. Lo que prima es la asfixia, los medios tiempos amenazantes, las escalas menores, los rugidos psicóticos y las visiones manchadas de sangre. Ni una sonrisa, ni un atisbo de aire para respirar. Ni siquiera los rebajes con riffs algo más simples escapan a esa norma. De alguna forma, el cuarteto se las arregla para que en vez de querer moshear nos doblemos con un inevitable dolor de estómago. Si bien el gancho no es una de las cualidades primordiales de este disco debut, lejos está el cuarteto de olvidar la fluidez a la hora de agrupar sus enfermos riffs. Todavía les falta para lograr himnos inmortales del Mathcore como “Dali’s praying mantis”, “Distance and meaning” o “Cowards.com”, pero con temas como “Final consent” o “Jack’s throne” van bien encaminados. Y tengan en cuenta que esta gente recién comienza y en un contexto donde casi todo parece ya inventado, la cosa se complica aún más. Una buena promesa para los amantes del dolor de cuello y las contracturas en general.
-IXXI “Elect darkness” (2009)
Un medio tiempo amenazante, riffs que funden machaques thrashers con los típicos tonos menores del Black Metal, la inevitable voz de bruja cachavacha y una gruesa tensión que no desaparece ni siquiera cuando las guitarras ensayan texturas limpias. Así comienza este tercer disco de IXXI (por si no lo notaron, eso es 9/11 en números romanos), con los siete minutos y pico de “Underworld”. Terrenos similares transita “Western plagues” aunque el tempo pegue una leve acelerada. ¿Cabe hablar de Black N’ Roll? Bueno, si en esa bolsa meten lo más groovero de Satyricon y Khold, entonces no estamos tan lejos. “Southern tribes” arranca con una base casi Hardcore y suena como Pantera quemando iglesias en el bosque. Y lo peor es que dicha combinación resulta sólida y cohesiva, sin grumos a la vista. “Sinrush” demuestra como sólo con bajarle las revoluciones a un típico tema Blackmetalero se logran resultados personales y hasta se acentúa el clima malvado. Y si a alguien le suena a un Enslaved despojado del progresivismo, no voy a ser yo quien lo niegue. Entra el ritmo baboso y las imágenes sórdidas para “Beyond the rupture” y si Morbid Angel se preguntaba dónde vive el moco, ya no busquen más, está acá. Y tiene cara de pocos amigos. Hasta pueden colarse algunos riffs casi Deathmetaleros en “Elect darkness” (el tema) y ni hablemos de esos entrecortados que parecen sacados del manual de Page Hamilton. El groove más malvado del mundo. Para que no crean que esto no es material true, los suecos meten “Enthusiasm” y el vértigo se apodera de todo con baterías aceleradas y guitarras tormentosas. Un buen remanso a la inversa para tomar aire y volver a los medios tiempos de “Eastern minions”, ideales para mover la patita sin perder nunca la cara de estar oliendo caca. “Northern floods” ejemplifica casi a la perfección la particular cruza entre groove noventoso y jodida guerra que logran estos suecos y lo mismo puede decirse de “Vindicator”. La placa se cierra con “A bitter lesson”, otra letanía alucinógena donde Totalscorn hasta ensaya voces limpias que me recuerdan al “Into the pandemonium” de Celtic Frost. IXXI demuestra que basta con una buena idea llevada a la práctica con estilo para lograr buenos resultados. Claro, tampoco es que “Elect darkness” vaya a redefinir el Black Metal, pero sin duda alguna dejará su propia huella alejado de las legiones de clones con las caras pintarrajeadas como payasos satánicos. Sí, probablemente Euronymous hubiera desaprobado esta combinación de Metal noventoso con Black, pero por algo ese muchacho está viendo crecer las flores desde debajo de la tierra. En otras palabras, olviden el prejuicio, sáquense la careta de true Black Metal y a headbanguear como si fuera 1993.
-Lustmord “The dark places of the earth” (2009)
Brian Williams, vaya nombre ordinario para un personaje tan poco común. Un tipo que desde 1980 viene definiendo el lado más oscuro de la música Ambient. Que ha colaborado con gente de la talla de Maynard Keenan (Tool), los Melvins, Aaron Turner (Isis, Old Man Gloom, fundador del sello Hydrahead), S.P.K., Jarboe, Coil y miembros de Throbbing Gristle, entre otros. Que ha contribuido con los soundtracks de más de cuarenta películas, tanto como compositor como en su rol de diseñador de sonidos. Que dio su primera presentación en vivo el 6 del 6 del 06, en el marco de una misa organizada por la Iglesia de Satán. Entonces, con ese nombre de oficinista aburrido, Williams (bajo el eterno seudónimo de Lustmord) crea los más negros y escabrosos paisajes. El tipo ha utilizado (en discos anteriores) grabaciones de sonido ambiente de cuevas y mataderos. Y es necesario decir que el término Drone le debe bastante al estudio de las frecuencias sub-graves realizado por este señor. “The dark places of the earth” es algo así como un disco de remixes del anterior “[OTHER]” (donde King Buzzo, Turner y Adam Jones ponían sus seis cuerdas al servicio de la pesadilla), pero ni piensen en encontrar algo para bailar. Es más como si las composiciones fueran desnudadas hasta su mínima expresión, dejando expuesto sólo el núcleo. Estos son los sonidos mismos del miedo y la inquietud más tensa. Las noches más espesas, los sórdidos gruñidos de la tierra, las amenazas en todo lo que nos rodea. Por supuesto, no esperen demasiadas variantes ni curvas inesperadas. La idea aquí no es descolocar ni sorprender, si no sumergirte en las más pegajosas atmósferas de pura oscuridad. Esto no es material para gente con problemas de concentración, está claro. Aquellos que no tienen dicha limitación, prepárense para hundirse en densas aguas.
-Therapy? “Crooked timber” (2009)
Riffs afilados, bordeando la disonancia. Un bajo que suena como si sus cuerdas fueran cables de alta tensión. Ritmos trabados y tensos y esa voz misteriosa que se libera en un estribillo casi Pop. Sí, el trío más enfermo de Irlanda está de vuelta después de tres años de silencio discográfico. “The Head That Tried To Strangle Itself” abrió las hostilidades y ya nos dejó calentitos. Una especie de Blues pasado por un filtro Noise-Rockero a la The Jesus Lizard es lo que sigue en “Enjoy the struggle” y vamos confirmando eso de que este décimo larga duración estaría enfocado en el ritmo antes que en la melodía. Una avalancha de epilepsia Post-Hardcore se cierne sobre nuestras cabezas en “Clowns Galore”, algo así como un Jawbox concebido en un sótano polvoriento y con los ojos inyectados en sangre. La melodía asoma tímidamente su cabeza en “Exiles”, pero no se trata de aquellas gemas Power-Poperas que inundaban “Troublegum” o “Infernal love”. Un mareo narcótico invade estas líneas vocales y el bajo insiste en marcar a fuego las composiciones. ¿Noise-Rock psicodélico? ¿Un mal viaje de ácido? Cualquiera de las opciones sirve. Despejamos la bruma con el tema que da nombre al disco. Un ritmo irresistible, riffs simples y voces Beatlescas teñidas de negro. Un manjar agridulce de melodía Pop saturada de distorsión y cargada de desazón. Una ominosa muralla de guitarras se erige para “I Told You I Was Ill”, acompañada por un ritmo latoso que recuerda al viejo “Nurse”. Y descubrimos con placer que, después de veinte años de carrera, la música de estos irlandeses no ha perdido chispa ni relevancia. Y mantienen intacta esa capacidad única para transformar los modismos más enfermizos del Noise-Rock en hits instantáneos de energía Punk, dulzura Pop y nervio metalero. Y pueden ser almibaradamente maliciosos como en “Somnambulist” sin bajar ni un poco los niveles de energía. Y sentimos esa melancólica desesperación recorriendo nuestros huesos. La hiperactividad rítmica vuelve a remitir a Jawbox en “Blacken The Page”, aunque ese estribillo deforme lleve la marca registrada del trío. El instrumental “Magic Mountain” se debate entre paisajes lisérgicos, subidas de intensidad, delicados punteos a la The Cure, arpegios cargados de efectos, ritmos casi Post-Rockeros y serias deudas a lo más cancionero de Sonic Youth. Probablemente lo más cercano al Rock Progresivo que jamás escucharon en un disco de Therapy?. “Bad Excuse For Daylight” cierra el álbum con una pesadez abrasiva que haría lagrimear al Justin Broadrick que grabó joyas como “Streetcleaner”. Y si a eso le suman riffs enroscados y amagues melódicos, tenemos entonces otra de esas joyas que sólo estos tipos son capaces de hacer realidad. Si siguieron sus últimos pasos discográficos, ya deberían haber imaginado que el ciclo esta vez se inclinaría hacia el costado más psicótico y claustrofóbico del universo Therapy?. Por supuesto, lo más probable es que el próximo sea un desparramo de hits. No importa, mientras sigan entregando estas canciones tan pero tan certeras, pueden tomar las curvas que quieran. No importa si son nostálgicos de los noventas o no, háganse un favor y escuchen esta maravilla.
-The Number Twelve Looks Like You “Worse than alone” (2009)
Peor que estar sólo es estar mal acompañado, eso está claro. ¿Recuerdan lo bien acompañados por Mike Patton que estuvieron The Dillinger Escape Plan en aquel “Irony is a dead scene”? Los chicos de The Number Twelve Looks Like You sí se acuerdan. Dicho así suena mal, pero no es tan así. Primero porque, si bien la influencia de Dillinger está presente prácticamente en toda la discografía de este quinteto, no se trata de clones sin ideas propias. Por otro lado, hablar de la influencia de ese tipo de grupos o de gente como Mike Patton es hablar de un cúmulo inextinguible de música siempre en movimiento. Entonces, lo único que se puede esperar es lo inesperado, lo retorcido, lo caótico. Sí, hay riffs imposibles, rítmicas trabadas llevadas al paroxismo de violencia, momentos jazzeros de pura cepa, cambios constantes, alaridos taladrantes, gruñidos profundos, melodías juguetonas, rebajes mecánicos, guitarras Kingcrimsonianas, emoción a granel y más. Lo mejor es que ese aparente descontrol creativo está enmarcado en canciones. Con estructuras retorcidas, obvio, pero canciones al fin. Unas cuantas escuchas atentas y la coherencia dentro de estos laberintos se hace aparente. El hecho de que no le teman a la melodía ayuda bastante. Y más cuando logran que esta sea una parte importante del repertorio y no un mero adorno superficial para acercarse al mainstream. De hecho, se erigen como una de las pocas bandas extremas capaces de lograr melodías realmente destacadas y bien interpretadas. Bueno, tampoco piensen que esto es material de fácil digestión. Hay infinidad de detalles enterrados entre los blast-beats mutantes y las escalas menores a toda velocidad. La variedad estilística no hace más que ayudar a la dinámica de las composiciones y los tipos pasan del Mathcore al Pop y de ahí al Jazz con una naturalidad increíble. Nada de grumos ni de combinaciones forzadas, el eclecticismo está perfectamente controlado y manejado en pos de las canciones y no como fin en sí mismo. Y aún así la libertad creativa que se respira en estos diez temas es absoluta. La imaginación y las buenas canciones al poder.
-Habsyll “MMVIII” (2009)
Estática, feedback, un crujiente y eterno colchón de sonido degradado. Cuerdas que se tensan hasta disolverse en insistentes acoples sólo interrumpidos por secos golpes de batería. Retazos de riffs con los graves en un millón. Platillos que suenan oxidados y envuelven todo con su enfermizo silbido. Ritmos tan lentos que nunca llegan a tomar forma. Un hervidero de lava negra con azarosas erupciones. Disonancias subliminales se esconden bajo este espeso colchón de pura suciedad eléctrica. El mal fluye a través de los tentáculos de esta bestia amorfa. El último hilo de voz de un moribundo se entromete. Una garganta que se seca lentamente y ensaya sus últimos alaridos fúnebres. Un clima tenso e indestructible que oprime hasta que nuestros órganos se transforman en jugo y nuestros huesos en polvo. Las palas van echando tierra sobre nuestros ojos desesperados y estos gritos sólo se escuchan en nuestras cabezas. Dos rituales mortuorios desplegados en cuarenta y seis minutos por tres franceses que bien podrían ser considerados una versión desprolija y espontánea de Khanate. Nada de melodías, nada de riffs definidos, nada de ritmos entradores. Ni aire para respirar hay aquí. Sonidos mugrientos, asfixia y graves ultra saturados. No es un nuevo amanecer para la música, claro. De hecho la luz del sol no entra en estas ásperas cuevas. Los oyentes no iniciados creerán estar en presencia de un grupo de drogadictos exorcizando sus peores fantasmas mientras maltratan a sus instrumentos. Los conocedores simplemente disfrutarán de la tortura, sumergiéndose sin reparos en esta muerte en cámara lenta.
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