Por Fernando Suarez.
-Stinking Lizaveta “Sacrifice and bliss” (2009)
A lo largo de los años el Rock en general se ha diversificado, tomando diversas formas y pariendo un sinfín de géneros y subgéneros y sub-subgéneros. Ahora bien, nadie en su sano juicio se atrevería a negar que siempre, perdón, SIEMPRE el instrumento musical por excelencia del Rock es la guitarra eléctrica. Desde Chuck Berry hasta Mick Barr, pasando por Robert Fripp, Jimi Hendrix, Tony Iommi, Thurston Moore, Greg Ginn, Steve Albini, Page Hamilton e infinidad de iluminados han hecho de las seis cuerdas un universo propio de imágenes, ideas y sensaciones. Este trío norteamericano que toma su nombre de un personaje de “Crimen y castigo” de Dostoevsky comprende a la perfección el poder de alcance de la guitarra y lo exprime al máximo. Yanni Papadopoulos es en este caso el hombre de los dedos mágicos. Y, créanme, la enorme variedad de riffs, arpegios, rasgueos, acoples, arreglos, solos, ruiditos, contracturas, escalas y texturas varias que el tipo despliega es sencillamente asombrosa. Las canciones ayudan, claro que sí. Retorcidas construcciones, donde la participación de Cheshire Agusta (sí, una chica tras los parches) con sus incesantes golpes y Alexi Papadopoulos con su bajo eléctrico vertical son decisivas para sostener todo con rítmicas complejas pero siempre rockeras. De hecho, es en ese equilibrio entre la vanguardia más abrasiva y volada y el Rock más crudo, riffero y valvular, que Stinking Lizaveta se encuentra a sus anchas. No es casualidad que reciban loas por parte de gente como el mencionado Albini (quien los ha producido), Joe Lally (ex bajista de Fugazi que editó los dos primeros discos del trío en su propio sello discográfico) y de bandas como Clutch o Corrosion Of Conformity que no dudaron en llevarlos de gira. Por momentos podés encontrarte en pleno headbanging, haciendo air guitar como un poseso y a los pocos minutos vas a sentir el cuerpo suspendido en nubes negras y la mente aturdida por el cúmulo de imágenes deformes que invocan estas diez composiciones. Ya llevan quince años de comunión musical y “Sacrifice and bliss” es su sexto álbum. Si pensaban que el Rock había perdido la crudeza y el vuelo creativo de otras épocas, los invito a descubrir esta gema que se encarga de empujar dichos atributos al nuevo milenio.
-Nanda Devi “Fifth season” (2009)
Ok, no les voy a mentir. Poco hay en estos cuarenta minutos que no hayan escuchado antes si cuentan en su discografía con cosas como “A sun that never sets”, “Australasia”, “Oceanic” o “Switchblade”. Y sí, podemos coincidir en que un poco aburre tanto joven barbudo tratando de sonar épico, emocional y monolítico a través de extensos desarrollos donde las guitarras limpias se van entrecruzando dando forma a espiraladas construcciones armónicas y la batería va marcando la inevitable subida de intensidad que desemboca siempre en erupciones volcánicas de grave distorsión y gruñidos desgarrados. Vamos, hasta el arte de tapa parece sacado del catálogo de Hydrahead y uno de los temas se llama “Blood and iron”. Si todo lo dicho anteriormente no les molesta, he aquí un muy buen bocado de Post-Metal (nunca, pero nunca me voy a cansar de marcar lo imbécil que suenan estos rótulos), con un cuidado trabajo de guitarras, una base rítmica sólida y con autoridad, voces un tanto más sucias y deshechas que las de la mayoría de las bandas similares, e inclusive interludios instrumentales que se paran en algún lado entre la experimentación electrónica de Old Man Gloom (esa especie de supergrupo que reunía gente de Isis, Converge y Cave In) y el Post-Rock abstracto de Red Sparowes. En el estado de ánimo adecuado, es un disco que te atrapa en sus climas pedregosos, en su sísmica pesadez y en su oscura psicodelia. En el peor de los casos van a terminar poniendo algún disco de Neurosis para sentir la intensidad en toda su plenitud, pero si no están en un día tan exigente, “Fifth season” tiene algunos argumentos de peso para exigir su atención.
-General Surgery “Corpus In Extremis: Analysing Necrocriticism” (2009)
A esta altura ya queda más que claro que Carcass es un subgénero con pautas propias dentro del Metal extremo. Ya alguna vez la revista Decibel dedicó un informe completo al fenómeno de los clones Carcasseros. Dentro de dicha categoría nos encontramos con aquellos que escarbando en la podredumbre forense se toparon con una mirada propia del paradigma (Regurgitate, Impaled, Exhumed) y también con los que se conforman con seguir casi al pie de la letra las enseñanzas de los reformados cuatro de Liverpool (The County Medical Examiners, Bodies Lay Broken, To Separate The Flesh From The Bones). General Surgery surge a fines de los 80’s como una forma para que músicos provenientes de destacados actos del Death sueco (Dismember, Carbonized, Carnage, Afflicetd) dieran rienda suelta a su admiración por los fétidos sonidos del primer Carcass. Así, en 1991 editan el mini lp “Necrology” dando el puntapié inicial para la incesante aparición de clones paridos de ahí en adelante. Recién en el 2006 tuvimos un larga duración, “Left hand pathology”. Y ahora la secuela. Bueno, ¿a qué no saben de qué viene la cosa? No, no es Glam, Metalcore ni mucho menos Cumbia. Si alguna vez tuvieron irrefrenables erecciones de sólo imaginar clásicos como “Reek of putrefaction” o “Symphonies of sickness” grabados con buen sonido, entonces este “Corpus in extremis” va a hacer que se les mojen los calzones. Ni siquiera vale la pena traer a colación discusiones sobre originalidad, identidad musical o influencias. Este es uno de esos casos clarísimos de “tómalo o déjalo”. Nadie espera más que una buena y fiel recreación de los modismos de aquellos discos (esos riffs enfermos y retorcidos, ese juego de voces guturales graves y agudas, esos blast beats borroneados, esos medios tiempos para agitar la cabezota, esos rebajes casi Hardcore, esos solos de guitarra estridentes, esas letras asquerosas…en fin, el paquete completo) con el agregado de las maravillas que ha logrado la tecnología en materia de audio desde la concepción de dichas obras maestras. Entonces, y aunque suene a eufemismo, es más justo decir que General Surgery es uno de los más destacados exponentes del subgénero Carcass, que tildarlos de copiones sin ideas propias. Entonces, buscadores de nuevos sonidos aléjense, no hay nada aquí para ustedes. Amantes incondicionales de las autopsias musicales con apetito para otro bocado de carne humana en descomposición, abran bien grande la bocota que ahí viene el avioncito.
-KTL “IV” (2009)
Stephen O’Malley tiene el poder. No sólo crea truenos con su guitarra en Sunn 0))) y demás luminarias del Drone, también se da el gusto de expandir su paleta sónica en diversos proyectos de carácter más abstracto y vanguardista. KTL es la criatura que concibió en 2006 junto al artista electrónico austriaco Peter Rehberg, donde, a partir de extensas improvisaciones, generan las atmósferas más tenebrosas del mundo. Este cuarto capítulo marca la inclusión del proyecto en los terrenos de la composición y la estructura, hecho que queda bien demostrado en “Paratrooper”, con sus veintiún minutos y monedas de tensa oscuridad teñida de feedback y apuntalada por la batería invitada de Atsuo Mizuno de Boris. Amantes de las texturas abrasivas, no se sientan decepcionados, aquí hay suficiente ruido y nueces como para saborear por un largo rato. La sutil diferencia es que ahora nos encontramos con aristas pulidas e ideas un tanto más concretas. “Wicked way” también incorpora un ritmo repetitivo (esta vez de procedencia electrónica) que marca el pulso de capas mutantes de guitarras y samples que se van acomodando lentamente hasta descubrir una inmensa pintura llena de detalles. Todo se vuelve negro en “Benbet”, un sórdido paseo por angostos y mohosos corredores donde extrañas criaturas acechan e innombrables sucesos tienen lugar, ocultos a la vista humana. El sudor frío repta por nuestras espaldas y la duda nos estruja el estómago. Casi lo opuesto sucede en “Eternal winter”, donde el miedo se viste de un blanco brillante y glaciar y lo que acecha (finalmente atacando) son diminutos insectos mecánicos con miradas vacías y sedientas de sangre. “Natural trouble” cierra la placa retomando algo del espíritu de absoluta espontaneidad de los trabajos anteriores, con O’Malley escarbando aún más profundamente en su guitarra para sacarle nuevos lamentos y una espesa nube de melancolía cubriendo todo. Imprescindible para seguidores de este buen hombre y para cualquiera con ganas de sumergirse en uno de los viajes más jodidos y perturbadores que puedan imaginar.
-Crime In Choir “Gift givers” (2009)
Una banda formada hace nueve años con miembros de At The Drive-In y Hella. Uno podría esperar una especie de Post-Hardcore histérico, frenético y enfermizo, ¿no? Ja, me imagino las caras de aquellos ya familiarizados con los tres discos anteriores de Crime In Choir mientras leen esto. Ok, basta de vueltas. Esto es Rock Progresivo, ni más ni menos. Sin aditivos Punkys (salvo tal vez por el linaje de los músicos) ni exagerados gestos revulsivos. Las guitarras tiran líneas melódicas armonizadas paridas en el más colorido de los cosmos, los teclados (todo tipo de armatostes vintage) dibujan delicadas pinturas con un grado de detallismo abrumador, la batería va y viene en un sinfín de rulos, frenadas y demás artilugios setentosos, y el saxofón aporta esa especie de coolez grasa que tan bien le queda al género. Ah sí, no hay voces y se agradece. En semejante fluir de notas, melodías, texturas y climas siempre es más probable que un cantante arruina las cosas antes que aportar algo realmente valedero. Tenemos momentos de efervescencia riffera a la King Crimson, remansos espaciales que harían babear a cualquier fan de Hawkwind, extraños pasajes de ternura maliciosa claramente inspirados por The Soft Machine y los trabajos solista s de Robert Wyatt, trances lisérgicos con guiños de primitiva electrónica no demasiado alejados del Kraut-Rock, solos de guitarra que pondrían orgulloso a David Gilmour y algo de ese histrionismo multitímbrico de Gong. Es posible trazar un paralelo con bandas como Tortoise o Don Caballero, tal vez los representantes más claros de esta suerte de Rock Progresivo hecho por músicos que crecieron entre discos de Black Flag y Minutemen. Que no es lo mismo que decir Punk Progresivo, ojo al piojo. Aquí las tradiciones están respetadas casi al pie de la letra, lo que no significa copiar sin aportar ideas propias ni mucho menos revolcarse hasta el vómito en los vicios auto indulgentes de los 70’s. Por extraño que suene, resulta refrescante que los tipos se entreguen a esta música sin necesidad de disfrazarla con una crudeza fingida ni con exhibicionismos estériles. Ideal tanto para nostálgicos como para jóvenes en busca de nuevos viajes para la mente.
-Swamp Thing “In shame” (2009)
Casi veinte minutos y ni una sonrisa a la vista. Diecinueve minutos, cincuenta segundos de pura catarsis. Hardcore, claro que sí. Gritado con los pulmones en la garganta y el gesto desencajado de aquellos que no tienen nada qué perder. Con la furia irredimible de legiones de almas condenadas a este infierno urbano. Con la velocidad y los riffs vasodilatadores al frente, pero también con esa especie de groove rockero que bandas como The Hope Conspiracy o Modern Life Is War tan bien supieron incorporar. Claro, esta gente tiene algo más que tatuajes y bermudas. Tienen ideas. Claro, es necesario entregarse primero al maremoto emocional que representan estas canciones. Sudar, agitarse, gritar al aire, cerrar los ojos con fuerza mientras observamos en nuestra cabeza como el mundo que nos rodea comienza a dar vueltas a toda velocidad hasta disolverse. Y cuando ya no quede ni un hilo de aliento, ahí podemos sentarnos y apreciar que detrás del torbellino se esconden excelentes ideas musicales. Estructuras caóticas, guitarras certeras e imaginativas, rítmicas cambiantes, letras que levantan el dedo acusador pero que también se atreven a oscuras descripciones paisajistas, una dinámica inteligentísima puesta al servicio de generar más y más violencia. Convicción sin concesiones, intensidad a punto de ebullición y una personalidad marcada a fuego en la piel. Siguiendo la más que promisoria estela de excelentes ediciones que tuvo el Hardcore en el año que pasó, este debut de Swamp Thing se postula como uno de los discos que más darán que hablar dentro del género. Emociones duras en su estado más puro y descarnado y una excelente excusa para volver a levantar los puños.
-Mono “Hymn to the immortal wind” (2009)
Ráfagas de viento detienen nuestros pasos. Montañas de hielo como prismas reflejando un arco iris. Una mirada ciega dentro de aguas cristalinas. Puntos blancos en el cielo nocturno, parpadeando. Ella caminó hacia la puerta, sin apuros pero con la determinación intacta y los ojos humedecidos. Él observó. En silencio. Contempló sus últimos pasos tratando de fijarlos para siempre en su memoria. Las luces de la ciudad le devolvieron sinfonías de neón. Entre cables atravesando el cielo derramó una lágrima de despedida. Puedo ser el primero en afirmar que el Post-Rock se tornó un pastiche aburridísimo plagado de bandas con artes de tapa cool y las mismas melodías melodrámaticas de siempre. Pero también seré el primero en admitir cuando un grupo logra conmoverme con esos elementos. La prensa rockera en general se ha deshecho en halagos hacia este cuarteto japonés, exagerando un tanto sus cualidades. “Hymn to the immortal wind” (quinto larga duración de la banda) hace justicia al hype sin necesidad de salirse del libreto. Avanzando un poco más sobre su aproximación casi sinfónica al género y poniendo un especial cuidado en la creación de melodías que se escurren entre los dedos y se clavan en el corazón. Sí, los temas se debaten en un eterno vaivén de calma reflexiva y épicos crescendos. Sí, podrían ser la banda de sonido de una película romántica. Y sí, evocan paisajes glaciares de inmensa belleza. Nada nuevo, claro. Pero los tipos van por todo, entonces suman a su estructura básica rockera (dos guitarras, bajo y batería) una auténtica sección de cuerdas (con director de orquesta y todo), pianos, flauta, glockenspiel, timbales y demás elementos propios de la mal llamada Música Clásica. Y logran disolverse en el flujo musical, las visiones de músicos interpretando sus instrumentos se desvanecen y son reemplazadas por estas historias relatadas sin palabras. No teman, las explosiones (en el cielo) de ruido guitarrístico siguen estando allí, acompañados por los temblores rítmicos correspondientes, cortesía de Steve Albini que, una vez más, produjo el disco logrando ese sonido claro y natural que lo caracteriza. Es sólo que esta vez el punto está puesto en generar grandes obras musicales antes que meros desarrollos instrumentales. Uno de los pocos discos donde el prefijo Post calza a la perfección. Para cerrar los ojos y dejarse llevar.
-Waco Jesus “Sex, drugs and Death Metal” (2009)
Con el disco de Crime In Choir reivindicamos la delicadeza y la musicalidad a ultranza. Ahora nos vamos para el otro lado. Sexo, drogas y Death Metal, ¿necesitan más explicaciones? Diez años pasaron desde la edición de su álbum debut y estos yankees brutos no pierden ni un ápice de salvajismo y mala onda. Ojo, los tipos son buenos músicos, suenan bien y tienen muy claro como lograr sus objetivos musicales. Son brutales sin pasarse de técnicos y gancheros sin necesidad de recurrir a efectismos Core. Y tienen letras de un humor políticamente incorrecto (samplear a “El gran Lebowski es, en realidad, una excelente prueba de buen sentido del humor) capaz de hacerle el aguante a los delirios más sacados de Seth Putnam. Pero, ante todo, tienen personalidad, un ítem raro en el Death actual. No digo que estén inventando ni redefiniendo nada, ni siquiera sería tan necio como para negar las influencias del quinteto. Pero los desafío a escuchar este o cualquiera de sus discos anteriores y que me tiren links directos a otras bandas. Les aseguro que no es tarea fácil. Kevin Menssen y Juan Sanchez se suben al podio con esos riffs que no por enfermos y violentos son menos memorables. Las lecciones bien aprendidas de discos como “Tomb of the mutilated”, “Symphonies of sickness”, “Harmony corruption” (gracias a Dios por esas pequeñas inflexiones grindcoreras que siempre aportan ese gustito crudo tan rico) e inclusive “Altars of madness”. Y nada de retro, Waco Jesus suena tan actual y rabioso como el más producido grupo de Deathcore que puedan nombrar. Sólo que prescinden de cualquier tipo de superficialidad en lo musical y de pretensiones intelectuales en la lírica. En fin, podríamos decir muchas cosas sobre el Death Metal, pero nada que agregue demasiado. Si los sangrientos compendios de voces que parecen vómitos, guitarras como motosierras y baterías como martillos hidráulicos son su idea de un buen momento, les recomendaría no perderse este disco.
-The Joe K Plan “Rigan asesino, OLibia vencerá” (2009)
No sé si será gracias a The White Stripes (banda sobrevalorada, si las hay), pero ya no resulta sorprendente toparse con bandas de Rock fuerte conformadas sólo por dos personas. Desde la magia cancionera de The Evens, hasta el abrasivo Powerviolence de Iron Lung, pasando por el Sludge espacial de 5ive’s Continuum Research Project, el revival thrasher de Early Man, la adoración Melvinesca de Big Business o el caos disonante y virtuoso de Orthrelm o Hella, los dúos han tomado por asalto el mundo rockero con más que destacables resultados. The Joe K Plan está conformado por César y Mario, madrileños ellos y fieles representantes del eslogan “menos es más”. O algo así. Digamos que estos dos tipos logran sonar más rellenos y envolventes que los nueve payasos de Slipknot, por poner un ejemplo. Tenemos un baterista que no deja golpe sin probar, demostrando que la extrema intelectualidad con la que construye sus ritmos no le resta músculo a la propuesta. Y qué decir de esas seis cuerdas que parecen transformarse en una auténtica orquesta riffera. Ejemplos de perfecta digitación a toda velocidad sobre secuencias enfermizas, repetitivas disonancias minimalistas, emotivos arpegios, suaves rasgueos para volar y un sinfín de recursos que mis limitados conocimientos teóricos me impiden enumerar. Claro, hay influencias (a los mencionados Hella, sumen nombres como Shellac, Don Caballero, Dazzling Killmen, Fugazi o Modest Mouse), pero la personalidad del dúo está salvo gracias a la variedad compositiva que logran a pesar de las lógicas restricciones del formato. No se trata sólo de contracturar neuronas con taladrantes contrapuntos, también hay lugar para emociones más contemplativas e inclusive abstractas. Vamos, una parva de música liberada por dos gallegos que estallan de buenas ideas y cuentan con el talento como para llevarlas a cabo sin problemas.
-Propagandhi “Supporting caste” (2009)
Negar el peso que tienen las letras en la propuesta de Propagandhi (una banda que se auto proclama anti- fascista, pro-feminista, anti-homofóbica y amigable con los animales…bueno, la última suena medio pelotuda, pero puesta en contexto político cobra su sentido) sería como, salvando las distancias, quedarse sólo con las cualidades vocales de Jello Biafra. Estos canadienses no le temen a la palabra política y, lo que es mejor, tienen bastante idea de lo qué están hablando. Nada de eslóganes fáciles para enganchar adolescentes con problemas de adaptación ni de consignas trilladas para agradar a viejos progres sin sangre en las venas. ¿Acciones? Claro, los tipos donan la mayor parte de lo que recaudan a diversas organizaciones activistas y medios de prensa anarquistas. Soy sincero y admito que sólo con eso ya tienen mi beneplácito. Pero aparte tenemos música. Buena música. Punk, claro. Hardcore, cómo no. A veces melódicos y gancheros como si fueran jóvenes californianos con una sensibilidad híper-desarrollada. A veces a los gritos y a toda velocidad, con las gargantas rotas y las guitarras echando chispas. A veces machacando como si fueran gordos tatuados neoyorquinos pero con más cerebro que músculos. Y siempre con un grado de profundidad musical casi Progresiva, con riffs casi thrashers, cortes abruptos, rítmicas irregulares, secuencias melódicas que van más allá de los tres acordes de siempre y una dinámica elaborada para que la música apuntale las ideas con precisión y exactitud. La intensidad al máximo, pero esto no se trata de odio vacío. No se trata sólo de odio, de hecho. Propagandhi posee la perspectiva y la lucidez para no quedarse sólo en la queja vacía. Como el mencionado Biafra, ellos también proponen opciones y creen firmemente en el potencial que tenemos para llevar a cabo dichas opciones. Pueden verlo como una postura demasiado inocente o utópica pero siempre es mejor ser ingenuo que ser cínico o nihilista. Todo ese cúmulo de ideas y emociones se ve plasmado en las canciones, logrando un todo indivisible, a la manera de leyendas Punks como Bad Religion, Dead Kennedys (obvio) o Fugazi. Un disco (y una banda) que funciona tanto como patada en el culo cuanto como refrescante brisa de esperanza.
-Callisto “Providence” (2009)
En el comentario de Nanda Devi hice alusión a la cantidad de bandas que se suben al vagón de Neurosis/Isis/Cult Of Luna y similares sin aportar demasiado al desarrollo de la propuesta. Callisto es un sexteto finlandés que dio sus primeros pasos (el debut “True nature unfolds” de 2005) con un sonido bastante similar al de Cult Of Luna pero algo más Progresivo y recargado. El siguiente movimiento (“Noir”, editado un año después) afiló más la personalidad de la banda logrando que los elementos progretas (y, por momentos, casi jazzeros) pasaran al frente, al mismo tiempo que se desprendían de cierto barroquismo innecesario. Así llegamos a “Providence” y la personalidad de Callisto prevalece y se expande. En primer lugar, el predominio de voces limpias, sin necesidad de caer en imitaciones de ningún tipo. Nada hay aquí que nos remita a los graves lamentos Folk de Steve Von Till y Scott Kelly, ni al etéreo susurro enterrado en la mezcla de Aaron Turner. Jani Ala-Hukkala sabe cantar (tiene un timbre similar al del fallecido Layne Staley de Alice In Chains), crea melodías personales cargadas de mística y pudre cuando la canción así lo requiere. En segundo lugar (y aún más importante), las canciones. Lejos ha quedado la trillada dinámica de comienzo limpio que se va poniendo mala onda hasta reventar todo con riffs que caen como volcanes en erupción. Las estructuras van y vienen, pero tienen una tendencia a guiarse más por la melodía que por las ansias de distorsión. Las guitarras también juegan un rol importante en este esquema, poseedoras de un sonido que no apunta a reventar parlantes ni a generar movimientos sísmicos, amigas de una distorsión clara donde los detalles armónicos brillen y logren impactar más a base de música que de decibeles. Generando texturas limpias que se debaten entre la más sórdida oscuridad y el más soñador de los viajes astrales. A eso sumen los sutiles arreglos de teclados, saxofón y demás instrumentos poco tradicionales para el Metal que no hacen más que apuntalar ciertos climas de decadente melancolía, no demasiado alejados de los sucios relatos de Tom Waits, por poner un ejemplo. Y antes de que empiecen a llorar, sepan que la pesadez sigue estando ahí, es sólo que han logrado revestirla de un humeante halo de sobria sofisticación, algo que define la identidad del conjunto y los separa de la marea de imitadores. Y eso no es poco, hoy en día.
-Harm’s Way “Reality approaches” (2009)
El mundo es una mierda y estamos todos bien jodidos. No hay lugar para dobles lecturas ni sutilezas. Soportá la golpiza o defendete. Pero no vengas a llorar diciendo que no te avisé lo que se te venía encima. ¿Cuánto hay de pose y cuánto de verdad en una banda así? No estoy en condiciones de responder (y cada uno sacará sus propias conclusiones, en definitiva), estos cinco matones straight edge de Chicago no me dejan pensar con claridad. El costado más violento del Hardcore neoyorquino sumado al caos del Powerviolence, la pudrición del Grindcore y el espíritu apocalíptico/metalero de bandas como Integrity o Ringworm supervisando todo, así podríamos resumir el sonido de Harm’s Way en este, su disco debut. Pasajes de majestuosa lentitud que no desentonarían junto a “Genital grinder”, machaques thrashers dignos de un D.R.I. adornado con cabezas de cabra, rebajes de puro magma distorsionado que harían llorar de emoción a Kirk Windstein, músculos en tensión que asustarían a Roger Miret, blast beats sacados del manual “Scum” y un eterno desparramo de energía negativa al por mayor. Es notable que un grupo tan claramente enfocado en el lado oscuro de la fuerza se permita digresiones genéricas, en especial en lo que hace a tempos lentos y oscuros. Todo en pos de pegar más fuerte, claro. Las guitarras vibran constantemente, con riffs simples pero siempre teñidos de negro. Y no quisiera cruzarme en un mal día con ese cantante inflado, lleno de tatuajes y con el rostro tapado por una máscara negra. Y volvemos a lo del principio, está claro que nadie en su sano juicio puede estar tan enojado todo el tiempo y es más que obvio que tanto mosh no es más que una excusa para frotarse con tipos musculosos. El punto es que “Reality approaches” logra un resultado bastante personal dentro de una rama del Hardcore no muy amiga de las renovaciones. En definitiva, siempre podremos reírnos de tanto homoerotismo disfrazado de mala onda, pero para esos días negros de odio en los que necesitamos hacer catarsis misantrópica con todo el cuerpo, he aquí una excelente opción.
-Jamie Saft “Black Shabbis” (2009)
En medio de este clima de tensión en Medio Oriente, se me hace raro comentar un disco basado, básicamente, en el antisemitismo a lo largo de la historia, sin hacer ningún comentario político al respecto. En fin, mi conocimiento de la causa no es lo suficientemente profundo como para aportar nada, así que pasemos sin más al hecho musical. Jamie Saft es un compositor multiinstrumentista que, desde la década del 90, viene moviéndose en los círculos más selectos del Jazz, la Ópera y la vanguardia neoyorquina. Prestó sus servicios para gente como Marc Ribot y John Zorn, así que no debería ser tan sorprendente el enterarnos de que “Black Sahbbis” es, esencialmente, un disco de Metal. “Blood” abre las hostilidades (luego de una intro climática) a puro Thrash con voces Death y punteos maidenosos. “Serpent seed” comienza como una especie de Hard Rock gruñido al estilo Jeff Walker, hasta que se descarrila en un aquelarre inconexo de instrumentos aporreados y deconstrucción musical. Sin previo aviso, un funerario teclado nos introduce al Drone monolítico de “Der Judenstein (The Jewry Stone)” y podemos sentir como la estructura misma de la tierra comienza a resquebrajarse. Eso hasta los siete minutos y pico, donde comienza una cabalgata Sabbathera donde el mencionado teclado se desboca completamente. Nota al pie para los más fetichistas: el bajo en varios temas está a cargo del ex Mr. Bungle y actual Fantômas, Trevor Dunn. La cosa sigue por terrenos Sabbathicos con la pesada marcha de “Army girl”, aunque notemos un fondo de arreglos que remiten tanto a la música tradicional judía como al Jazz (las lecciones de Masada han sido aprendidas) y las voces se debatan entre líneas blueseras y gárgaras de monstruo. “King of king of kings” es una pesadilla sónica donde conviven machaques thrashers, voces procesadas, groove hardrockero, climas Industriales, histrionismo oscuro a la Alice Cooper y un órgano entre siniestro y juguetón. Los movimientos sísmicos vuelven a sentirse en “Kielce”, que suena como el hijo bastardo de Sunn 0))) y Godflesh, con oscuros fantasmas revoloteando por doquier y súbitos ataques de histeria percusiva free-jazzera. La melodía vuelve a decir presente en “Remember” de la mano de la delicada voz de Vanesa Saft, aunque debajo se desate una batalla de baterías aceleradas, riffs oscurísimos y texturas narcóticas, al menos hasta el rebaje que se mantiene hasta el final del tema, acentuando su cualidad lisérgica. “The ballad of Leo Frank” cierra las hostilidades, pero lejos está de ser una balada. Algo así como una letanía Funeral-Doom basada en un riff de bajo denso como la muerte misma. En conclusión, Metal extremo, oscuro y perverso, interpretado de forma tridimensional y craneado por un músico que no sabe de limitaciones genéricas. Headbangers del mundo, no le teman.