28 de febrero de 2009

Zann Sessions, Volume 4



En una movida inesperada, aunque preparada, Fernando se dispuso a apagar la distorsión y nos regala las melodías mas dulces salidas de su guitarra, en este caso adoptando todos aquellos géneros de los que siempre renegó (blues, tango, vals) para crear las melodías que siempre quiso regalarle a su familia. Aquí no encontraremos sentimientos perturbadores, ni graves retumbando en el cielo, o taladrantes acoples infernales, simplemente belleza, paz y alguna que otra melodía abstracta puesta esporádicamente para despistarlo sr. escucha y que no piense que de repente nos hemos vuelto unos malditos hippies.
Incluye una hermosa versión blusera de Linchemos al Terrateniente de los Dead Kennedys.

Ah y debo aclarar que este disco NO está influenciado por Ennio Morricone.

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27 de febrero de 2009

Gran Cuervo - Cadaver Exquisito - Imao, live in Montevideo






Gracias a Matías y a Guille por recibirnos en sus aposentos y por la zappada zarpada con Cadáver Exquisito, a los padres de Matías que nos hicieron de comer muy rico, a Leíto y Daniela por ser tan lindos y apachurrables (estaban como salidos de una cama solar de Villa Urquiza) y a los chicos de Imao por hacer ruidos tan bellos y charlar sobre Gong y los Theremines.


Un abrazo especial al Poli, el hombre que no duerme, que se manejó todo, a Franco, el hombre que no se baña, que aportó esas charlas cósmicas rompebochos, a Alfred que me quiso hacer escuchar Radiohead, Slipknot y otras cosas muy feas, y al Chelo quien fue el que más aguantó en el viaje de vuelta como copiloto para que no se nos duerma el manejante... ah y que también quiso prender una hornalla eléctrica con un encendedor. Son unos pendejos muy capos y me encantó compartir este fin de semana con uds.


Les dejo una foto que me gustó mucho. Somos Gran Cuervo con Guille y Matías de Cadáver Exquisito (El Chelo está sacando la foto):




26 de febrero de 2009

The Black Fire



Desde Córdoba, el doom y el stoner vuelven a las páginas de Zann para invocar nuevamente el poder del riff gordo, las letras espirituales inspiradas por las drogas y todo el groove del mundo. Cuando este disco llegó a mis oídos pensé "¡el mago eléctrico ha poseido a cuatro dumbetas cordobeses!", pero no, esto es 100% de pura cepa. Por supuesto que se notan las influencias, como ya sabemos, alguien muy sabio dijo que todo se resume en los dedos mochos de Iommi, pero el espíritu joven mechado con mucho talento siempre se destacan de entre la mediocridad, haciendo que las canciones no se vuelvan meras imitaciones, sino que adquieran identidad propia.

Así es que si usted, sr. amante de Black Sabbath, Electric Wizard, Pentagram, St. Vitus y Melvins no puede encontrar satisfacción, le sugerimos que le pegue una oida a The Black Fire y quizás se encuentre cabeceando o moviendo la patita de un momento a otro sin siquiera darse cuenta.

Bajate el Demo por The Black Fire
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23 de febrero de 2009

Oracle Online Music Label: ORE003 - VRODHGR: VRODHGR



En su primer EP, editado en Julio del 2008 Vrodhgr presenta un arsenal de desesperantes pinceladas drone/ambient en un trabajo que muy poco tiene que envidiarle a los máximos exponentes de dichos géneros. Un esotérico ritual de muerte/invocación/resurrección dibujado sobre un negro y asfixiante paisaje sonoro. Muy recomendable para todo aquel que disfrute de las ambientaciones macabras y el collage sonoro bien logrado.

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Oracle Online Music Label: ORE002 - Supernovæ: Primordial Black Hole - Theory of Chaotic Sounds



Supernovæ explora terrenos sonoros de helado ruido en viajes espaciales a través del sonido. Aquí encontrarán fríos espacios abstractos, a veces conducidos a través del riff, otras veces a través de la percusión, combinados en una corrosiva mezcla de noise, drone doom y black metal.

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19 de febrero de 2009

Reviews

Por Fernando Suarez.


-Ocrilim “Annwn” (2009)
Mick Barr es un tipo extraño, chocolate por la noticia. Su trabajo con Orthrelm (el dúo más frenético jamás concebido) redefinió la idea de Metal Progresivo para el nuevo milenio y sus colaboraciones con Zach Hill (de Hella) y The Flying Luttenbachers (por nombrar sólo un par) ayudaron a aumentar su status de culto. Y no quiero olvidarme de Krallice, su más reciente proyecto donde se encarga de dotar de frescas brisas al Black Metal. Ocrilim es algo así como la versión solista del anteojudo guitarrista. Algo así. Existe Octis, donde el bueno de Barr también actúa sin más acompañamiento que alguna eventual batería programada por él mismo. En sus propias palabras “Ocrilim es Mick Barr pensando de más, Octis es Mick Barr pensando de menos”. Todo se hace más confuso aún cuando notamos que, en más de un disco, los nombres de Octis y Ocrilim comparten cartel. En fin. “Annwn” es, ni más ni menos, que un disco de guitarras. Literalmente. Es el único instrumento (ah sí, también mete algún bajo aquí y allá, pero está tan enterrado en la mezcla que casi ni se nota) que escucharán durante los casi ochenta minutos que dura el cd. Bueno, eso es un decir, ya que Barr se caracteriza por hacer que las seis cuerdas escupan todo tipo de sonidos inverosímiles. Y sin embargo no estamos hablando de Noise. Hay disonancias y texturas como para hacer feliz al más ferviente adorador de Sonic Youth, pero el rubio no tiene empacho en dejar que sus dedos vuelen por el diapasón a toda velocidad, corriendo carreras contra sí mismo, dejando una estela de notas que van dibujando arquitecturas alienígenas en blanco y negro. Sí, hablamos de virtuosismo en su forma más exacerbante. Y sin embargo, lejos estamos de encontrarnos con estériles demostraciones de gimnasia dedística sin sustento musical. Las composiciones demuestran que la cita de Barr describiendo este proyecto es indudablemente acertada. Nada está librado al azar, cada detalle, cada arreglo, cada contrapunto, cada barrida está pensada como parte de un todo que se descubre pasada la estupefacción que genera el nivel interpretativo. No digo que sea fácil, yo mismo tuve que luchar contra mis propios prejuicios hacia los guitar-heroes. La sutil diferencia radica en que en ningún momento Ocrilim evoca imágenes de melenudos blandiendo la guitarra como una extensión de sus (ya de por sí, diminutos) penes ni de jazzeros sin alma dando gélidas clases de digitación. Ocrilim propone un viaje surrealista y envolvente, para cerrar los ojos y encontrarnos atrapados en densos laberintos musicales, tan densos, agobiantes y (por momentos) violentos como el más brutal disco de Death Metal y sin necesidad de dar quinientas vueltas al pedo. De hecho, hay algo de esos trances de distorsión repetitivos del más primitivo Black Metal, aunque lanzados a dimensiones demasiado extrañas como para caer en lo genérico. La innegable personalidad de Barr elude con humildad y gracia cualquier tipo de encasillamiento. Y, en mi libro, eso ya es motivo de sobra para darle una oportunidad.


-Eh! “36 de 48” (2009)
Standstill es una banda con más de un logro atendible en su haber. Cuentan con cuatro largas duración que documentan su incesante evolución desde el Screamo más violento y disonante hasta esa especie de Post-Hardcore Progresivo que practican hoy en día. En España (y en Europa en general) son reconocidos como una de las bandas más creativas del undeground, de las pocas que lograron hacer madurar sus raíces Hardcore sin perder intensidad. Hasta se permitieron hacer la transición de cantar en inglés a hacerlo en castellano sin quedar mal parados. Toda esta perorata para hablar de Eh!, el debut solista de Elías Egido, quien fuera miembro de los barcelonenses hasta 2005. Nada de Hardcore, Screamo, Post-Hardcore ni cosas por el estilo. Egido se rodea de una mini orquesta de guitarras, teclados, theremins, batería, calimba eléctrica, serruchos (sí, leyeron bien) mientras que él mismo se hace cargo del bajo, el contrabajo y la programación, amén de componer íntegramente las diez canciones aquí presentadas. Íntegramente instrumental, “36 de 48” es una travesía tan árida como hermosa. Tranquilamente podría ser la banda de sonido de un melancólico western en colores sepias. Sí, ya sé que el nombre de Ennio Morricone se ha vuelto un lugar común en los círculos más cool del Rock de vanguardia actual (John Zorn, Mike Patton y Scott Hull, entre otros, lo mencionan en su podio personal), pero eso no quita que su influencia siga siendo realmente inspiradora. Y tampoco podría decirse que la propuesta de Eh! Comienza y termina en Morricone. “La cortina de mi propio ego” hace gala de un clima bombástico, adornado magistralmente por vientos y timbales, “Valores por retales” viaja entre el Tango, el Jazz y una suerte de vals psicótico, “Lujo descalzo” es una danza árabe narcotizada por teclados setentosos y golpes de batería durísimos, “Un cantante afónico, un pianista de coctail y un batería” se sumerge en una oscura letanía de sonidos acuosos e imágenes desoladoras, “Huella de otro” juega entre ritmos casi de Hip-Hop, arreglos de Flamenco y ambientaciones lisérgicas. Y sí, otros como “Esqueletos en el armario” o “Cerca del mar” muestran el amor por Morricone en toda su extensión, con esos rasgueos arenosos y esas mínimas orquestaciones que nos ponen en clima. En definitiva, si están necesitando un respiro de la distorsión extrema, los gritos y el tupá tupá, he aquí un excelente remanso cargado de la misma intensidad de siempre.


-Trepalium “XIII” (2009)
Pueden odiar a Francia todo lo que quieran. Dios sabe que el imaginario estereotipado da más de una razón para hacerlo. Pero sería de necios negar que la tierra de Artaud nos ha dado propuestas más que interesantes en lo que a Metal extremo se refiere. Ahí tienen a pioneros Industriales como Treponem Pal (que, aunque hace tiempo que no editan material a la altura de sus pergaminos, cuentan con dos discos imprescindibles, el debut homónimo y su sucesor “Aggravation”), grindcoreros bizarros como Gronibard, bestias monolíticas como Overmars y Gojira e inclusive algunas de las bandas más destacadas del Black Metal actual como Blut Aus Nord y los geniales Deathspell Omega. Trepalium puede sumarse a la lista, aunque lo de estos muchachos pase por el Death Metal más técnico. O algo así. Riffs contracturados, bases condenadas a mutar constantemente, esquizofrenia compositiva, pasajes jazzeros, guitarras acústicas, teclados, voces guturales y mucho más. Ya desde el arte de tapa, “XIII” (no, no es el decimotercero disco del quinteto, es el tercero. Pero es que son taaaan locos) apunta a crear un clima de teatralidad violenta y oscura. Y si piensan en Mr. Bungle no están tan mal, pero tampoco tan bien. Estos franceses se animan a jugar con elementos de diversos géneros, pero nunca abandonan al viejo y querido Death. De hecho la voz de Cédric “Kéké” Punda se mantiene dentro de los cánones estrictos del género, gruñendo a diestra y siniestra como un poseso. Tampoco juegan a ser los más intrincados y veloces del mundo, hay lugar para rebajes grooveros (el comienzo de “Usual crap” es puro Hard Rock en clave de pudrición enferma), trabadas Meshuggescas y medios tiempos para revolear la cabeza y alzar los cuernitos. Claro que las estructuras son extremadamente caóticas y en los remansos melódicos resuenan ecos de Atheist o Cynic, pero la personalidad de Trepalium se impone siempre. Gran parte del merito va para las guitarras de Nicolas Amossé y Harun Demiraslan que se deshacen en miles de riffs zigzagueantes y contundentes al mismo tiempo, solos jazzeros, disonancias que rozan el Noise-core y montones de recursos más sin perder nunca la brutalidad ni la soltura rockera. El Death Metal podrá ser un género definitivamente estancado (aunque eso sea material para una discusión aparte), pero por suerte todavía siguen apareciendo estos refrescantes oasis de creatividad que ayudan a no perder la fe. Bienvenidos sean.


-Aethenor “Faking gold and murder” (2009)
El gran abonado a las reviews de Zann, Stephen O’Malley, no detiene su motor. Aethenor nace en 2003 como una colaboración entre el amo del Drone, el británico Daniel O'Sullivan y el suizo Vincent De Roguin, a los que se suman Kristoffer Rygg (Ulver, Arcturus, Borknagar) y Steve Noble para tocar en vivo. En este tercer disco también cuentan con la participación de un seleccionado de invitados, entre los que podemos nombrar a David Tibet (de Current 93), Nicolas Field y Alexander Tucker. Hasta ahí las presentaciones de rigor. Aethenor mantiene la línea experimental de los demás proyectos de O’Malley, pero encara dicha búsqueda sin necesidad de apelar a sus modismos más abrasivos, salvo en contadas excepciones, claro. Digamos que la oscuridad ritual de Aethenor se encuentra siempre revestida de un aire intelectual/filosófico, dejando la puerta abierta a tensas melodías que apuntalan a la perfección los climas macabros que se desarrollan a lo largo de los treinta y seis minutos que dura el disco. Y no crean que esto es otro ejercicio de ambientaciones sin forma (cosa que no tendría nada de malo, por otro lado), aquí tenemos una fuerte presencia rítmica (marcada no sólo por la batería, si no también por diversos instrumentos de percusión e inclusive por la guitarra) que amarra el infinito arsenal sonoro a sólidas estructuras con comienzo, nudo y final. Podemos detectar serias influencias de la música concreta, sí, pero la oscuridad y el misticismo aquí propuestos los alejan de cualquier tipo de frialdad académica y de afectadas poses cool. Y, por cierto, estos tipos no pueden esconder el nervio rockero que los vio nacer. Los aires turbios se van poniendo cada vez más densos hasta que, sin que siquiera lo notemos, se apoderan de los últimos restos de oxígeno, las funciones cerebrales se apagan y comienza otro tipo de viaje donde las formas se desdibujan y los colores se disuelven. Los más true podrán extrañar el invencible trueno guitarrístico de O’Malley, aquí descartado en pos de sutiles texturas y atinados arreglos empapados de efectos. Aquellos que entienden que el alma de la música que crea este tipo va más allá de formalidades sonoras, se encontrarán a sus anchas con un álbum cargado de esa sórdida magia a la que nos tiene acostumbrados.

-Megasus “Megasus” (2009)
Un grupo creado por músicos (miembros de Amazing Royal Crowns y Lightning Bolt) que trabajan en el video juego Guitar Hero II y logran que su tema “Red lottery” sea la única muestra de Doom que posee dicho juego. Sí, Doom con mayúsculas, con la estampita de Tony Iommi en el corazón y las enseñazas de Saint Vitus, Electric Wizard y High On Fire repasadas al dedillo. Con temas machacantes y marchosos como el que da nombre al grupo, que te pasa por arriba como una estampida de mamuts lanzado fuego por las narices. Con riffs es forma de espiral y subidas épicas que te hacen estallar el cerebro como las de “Swords”. Con una voz potente pero con rastros de melodía, que va más allá del mero gruñido de rigor pero nunca cae en gestos acaramelados. Con guitarra y bajo desafinados hacia abajo para lograr un mayor efecto envolvente, raspando roca sólida hasta transformarla en polvo. Con un baterista que reparte golpes como si en eso se le fuera la vida y deja moretones en el cuerpo con cada redoble. También hay guiños al Rock más ruidoso de los últimos tiempos (cosa que no sería de extrañar, teniendo en cuenta que hay un integrante de Lightning Bolt en el grupo), como en la frenética “Hexes/Szaadek”, con riffs en algún lado entre Celtic Frost, Melvins y Eyehategod y un final a puro acople. "Paladin vs Berserker" es como Motörhead adornado con cabezas de cabra y firuletes de humo dulce. El mencionado “Red lottery” es una gigantesca babosa negra que repta dejando rastros de ácida viscosidad, casi un homenaje al “Grim luxuria” de Cathedral, pero con una dosis extra de ruido. “Iron mountain” (título arquetípico, si los hay) cierra el disco con un riff aplastante dibujado sobre un bajo desquiciado de feedback y wha wha, y una rítmica dinámica de golpes sabiamente escogidos. En fin, nada nuevo, nada revolucionario, sólo una saludable dosis de Doom con aristas ruidosas, que nunca está de más.


-Boredoms “Super roots 10” (2009)
Veintitrés años de locura ininterrumpida y estos duendes lisérgicos japoneses no han perdido la magia. Desde los coloridos estallidos de ruido y caos de sus primeros discos (auténticos tratados de deconstrucción musical, donde géneros como el Punk, Jazz, Noise, Funk, Eletrónica, Hardcore, Psicodelia, Folk, Metal y demases convivían sin problemas en dementes y afiebrados aquelarres), hasta la psicodelia polirrítmica y minimalista de su última etapa, los liderados por Yamatsuka Eye (un verdadero terrorista musical, un tipo capaz de mutilarse en vivo o de entrar a un show manejando una topadora y tirando abajo las paredes del recinto) se erigen como un ineludible ejemplo de absoluta libertad creativa. No es casualidad que gente como John Zorn, Mike Patton, Sonic Youth, The Flaming Lips, Mick Harris o Brutal Truth los tengan en alta estima, inclusive cruzando caminos con algunos de sus miembros en diversos proyectos. Este volumen diez de la serie de “Super roots”, continúa la línea electrónica/krautrockera de las últimas entregas, pero de ninguna manera eso significa que estemos en presencia de material previsible. El calidoscopio musical de Boredoms está en constante movimiento. Aquí tenemos, en líneas generales, una intro, un extenso tema (“Ant 10”) que se debate entre rítmicas hiperkinéticas, teclados siderales y deformes cánticos rituales, y cuatro remixes de dicho tema. El primero de ellos reemplaza las baterías Kraut del original por una base marchosa e incrementa el denso clima de espiral lisérgico de la canción poniendo al frente esos riffs de teclado distorsionado. El segundo sigue un patrón similar, aunque reduce a la mitad la duración del tema y genera cascadas melódicas de ternura hippie, ideal para soñar con flores, arco iris y baños de LSD. El tercero de los remixes baja las revoluciones, manteniendo un tenue ritmo y dosificando los arreglos al mínimo indispensable. Casi como un chill out para recobrar energías sin dejar de volar y que, poco a poco, recobra el clima fiestero y se transforma en una íntima orgía de luces estroboscópicas y tragos de colores extraños. El cierre de la placa viene en forma de Dub con grandes platillos resonando, cortes ubicados estratégicamente y un tempo no tan ralentizado como podría suponerse de entrada. Si no los conocen, tal vez no sea la carta de presentación más adecuada (yo les recomendaría arrancar con “Chocolate synthesizer” o “Vision creation newsun”, cada una como representante de sus dos grandes etapas), pero si ya los contaban en su lista de destacados, “Super roots 10” es otra necesaria gema para sumar a la colección.


-Buried Inside “Spoils of failure” (2009)
“Chronoclast”, el anterior álbum de estos canadienses, resultó una auténtica obra maestra de nuestros tiempos, con su majestuosa combinación de rabia Crust, densidad Sludge, profundidad progresiva y un concepto tan personal como inteligente. En ese contexto, plantear una superación se me hace absurdo. Vamos, nadie pretende que Slayer saque algo mejor que “Reign in blood” o que Converge sobrepase al inigualable “Jane Doe”, por poner un par de ejemplos. Y eso no quita que puedan seguir editando discos con un nivel siempre alto. Entonces, despojados ya de las pretensiones de otra pieza fundamental, “Spoils of failure” se presenta como un excelente trabajo, cargado de intensidad y grandes ideas musicales. Hay un pronunciado hincapié en los ritmos más lentos y monolíticos, pero en ningún momento caen en repeticiones genéricas. No voy a negar algo obvio, la influencia de Neurosis se hace más presente que nunca (chequeen el tema “III”, si no me creen. Ah, por cierto, las canciones no tienen títulos, sólo el número de track que les corresponde), pero el quinteto se las ingenia para absorberla y devolverla en forma única, mérito que le cabe en especial a las guitarras siempre inquietas de Andrew Tweedy y Emanuel Sayer. Por otro lado, las letras se meten aún más en terrenos políticos, dejando en claro que estos tipos están a años luz de distancia de cualquier forma de eslogan facilista y logrando textos que pondrían orgulloso al más sesudo de los politólogos. Volviendo a lo musical, Buried Inside insiste en crear algunos de los riffs melódicos más emotivos en la historia del Metal y no por eso pierden ni un gramo de pesadez. Las canciones ya no son tan esquizofrénicas, si no que se explayan en dinámicas sutiles que toman el desarrollo melódico como guía para las subidas y bajadas de intensidad. Y sin embargo prevalecen la distorsión al tope y los gruñidos como ráfagas de viento, sólo que están manejados de tal forma que logran generar algo más que puro odio. Tampoco faltan las deliciosas intervenciones acústicas, los pictóricos remansos instrumentales ni las arquitecturas intrincadas. Por momentos me imagino que estas canciones podrían ser interpretadas sólo con guitarras acústicas y aún así no perderían fuerza. Eso habla a las claras del altísimo nivel compositivo que maneja esta gente. Grandes, jodidas e indestructibles canciones, eso es lo que debería importar, ¿no? Si es así, “Spoils of failure” tiene material para jugarle de igual a igual a cualquiera.

-Celeste “Misanthrope(s)” (2009)
“Que des yeux vides et séchés” arranca las hostilidades sin tomar prisioneros. Gritos desgarrados, guitarras masivas y ritmos atronadores. Hasta que entra el rebaje dumbeta y la tierra se abre en dos. ¿Más franceses? Sí, ¿por qué no? En este caso tenemos a una joven banda (Este es su segundo larga duración, precedido por el mini lp “Pessimiste(s)” de 2007 y “Nihilste(s)”, el cd editado el año pasado), que se mueve en terrenos de espesa oscuridad, en algún lugar entre el Sludge, el Post-Metal y el Black. “Comme pour leurrer les regards et cette odeur de cadavre” continúa la marcha lenta hacia el abismo y esas guitarras insisten en ahogarnos en océanos de estática pintada de negro. Atisbos de melodía acechan en “Toucher ce vide béant attise ma fascination”, donde hasta se permiten bajar el nivel de distorsión en pos de generar aún más tensión. Sólo para volver a atacarnos con todo, claro. Y así sigue la cosa a lo largo del disco. No hay lugar para demasiadas variaciones ni para otra cosa que no sea la más agobiante desesperación. Pero les sale tan bien. La combinación de texturas Black con gordura Sludge es inevitablemente ganadora y si a eso le suman los climas monolíticos de bandas como Isis o Will Haven, la victoria del mal es arrasadora. Los alaridos de Johan podrán ser monótonos pero hacen más que bien su trabajo y se funden a la perfección con el fondo de insistente suciedad que proponen los instrumentos. Suenan épicos a la enésima potencia, pero en lugar de evocar batallas heroicas se revuelcan en el más punzante de los sufrimientos, la más asfixiante misantropía. Claro, por momentos puede hasta resultar demasiado y uno amaga a pedir algo de aire para respirar. Pero lo más probable es que eso pinche el estilo particular que este cuarteto ha sabido crear. Y, al menos por ahora, la cosa funciona bien así, lo que se pierde en variantes se gana en identidad. Es un camino difícil porque habrá que ver cuánto más pueden sostener estos franchutes semejante despliegue de virulencia sin tornarse una parodia de sí mismos. Pero eso es una preocupación para el futuro. El presente nos muestra a Celeste (¿serán fanáticos de Andrea Del Boca?) como una banda con ideas propias y una energía apabullante. Sería una pena perderse semejantes cualidades.


-Architects “Hollow crown” (2009)
No me importa que el así llamado Metalcore sea actualmente el blanco más fácil para defenestrar, cuando hay buenas canciones no hay snobismo que valga. Bueno, tampoco es que estos británicos sean otro clon de At The Gates con breakdowns. Lo de estos jovencitos está más cerca de Botch, Every Time I Die o Norma Jean (que le deben bastante a Botch, así que es más o menos lo mismo), o sea, esa especie de puente entre las excentricidades del Mathcore y el groove más ganchero del Metalcore. Y sí, tiemblen puristas, hasta se animan con voces limpias. Pero si piensan desmerecer este disco sólo por ese detalle, bueno, ustedes se lo pierden. La rabia hardcorosa de “Numbers count for nothing” no tiene nada de artificial, ni siquiera cuando se apropian de los breakdowns disonantes de la mencionada banda de Seattle. Los riffs de “Follow the water” demuestran que se puede ser nerd sin necesidad de amontonar notas innecesarias y su estribillo prueba que el gancho no tiene por qué ser melódico ni popero. Y si les digo que el rebaje del final recuerda mucho a “We are the romans” van a pensar que estoy obsesionado. Pero tengan en cuenta que las comparaciones con Botch son un elogio. “In elegance” representa el momento más accesible del disco con sus flirteos Emo y, si bien está un escalón debajo con respecto a los demás temas, sirve como necesario respiro entre tanta agresión. Las disonancias vuelven a decir presente en “We’re all alone” y hasta se cuela algún que otro blast-beat en medio del caos rítmico. A esta altura ya es posible notar que la estrella del álbum son las guitarras (en cada disco las van afinando más grave. Por ahora llegaron al Drop #G) que no se cansan de escupir riff tras riff de pura adrenalina intelectualizada, por así llamarla. “Every last breath” recupera la dinámica rockera hasta la mitad de la canción, cuando entran esos armónicos cargados de melancolía y la cosa vuelve a adentrarse (sin demasiado éxito) en terrenos cercanos al Emo-Core. La estructura de comienzo frenético seguido de breakdown disonante retoma la posta en “One of these days”, y es gracias al trabajo de las seis cuerdas que el aburrimiento no se apodera del tema. En fin, no son la octava maravilla y todavía tienen que pulir ciertas aristas (en especial en el departamento melódico que empalidece ante las excelentes ideas desplegadas en los pasajes más agresivos. Que, por cierto, todavía son los que dominan la música de Architects), pero estoy seguro de que si no vinieran pegados con el mote de Metalcore, más de uno les daría la oportunidad que se merecen.


-Pygmy Lush “Mount hope” (2008)
Guitarras acústicas, atmósfera rural y un denso aire de melancólica psicodelia se apodera de “Asphalt” y nos da la bienvenida a este segundo trabajo de Pygmy Lush, grupo que cuenta entre sus filas a ex miembros de bandas tan influyentes y renovadoras como Pg. 99 y City Of Caterpillar. La calma se mantiene en “No feeling”, con esa voz que casi susurra desde lejos sus melodías de almas quebradas. “Dead don’t pass” se acerca al Blues sin perder la esencia Folk y las cuerdas acústicas brillan con rasgueos y punteos pletóricos de belleza. El espíritu se realza, pero sólo un poco, con “God condition” y su aire de decadente cabaret emplazado en medio de un alejado bosque. Ocho minutos ocupa el embotador paseo de “Red room blues”, con esa acechante capa de distorsión que sólo se atreve a tomar la posta pasada la mitad de la canción, generando así una inequívoca sensación de desprendimiento de la realidad misma. Lo tangible desaparece y nos transformamos en no más que nubes flotando sobre la nada. La juguetona “Mount hope” contrasta y hasta dibuja una sonrisa maliciosa en el rostro. Como si el mismo grupo nos hiciera un guiño cómplice. “Frozen man” revive los fantasmas del Neil Young más melancólico, armónica incluida, y, ciertamente, no hay nada de gracioso en su arrebatadora melodía. Si quieren la banda de sonido perfecta para acurrucarse una tarde lluviosa con sus parejas, ahí tienen la candidez de “Hard to swallow”. Y si ese tema no los enternece es porque tienen un cacho de peceto endurecido donde debería estar el corazón. “Concrete mountain” es una cosa extraña. Una melodía como de mercado persa sobre un valsecito entre simpático y siniestro, y voces repitiendo una especie de misterioso mantra etílico. El Western malvado hace su aparición (no podía faltar en un disco eminentemente Folk) con “Dreams are class” y podemos sentir como el sol nos quema la vista en este desolado paraje. “Butch’s dream” vuelve a equilibrar la balanza y nos pone a bailar como estúpidos con una melodía que no desentonaría en cualquier creación del gordito Frank Black. “Mount hope” se despide con “Tumor” y, ya desde su título, podemos notar que no es un final feliz. Si alguna vez les rompieron el corazón (y creo que todos estuvimos alguna vez allí), aquí tienen la canción ideal para regodearse en su desazón. Nada de riffs, dobles bombos, gritos ni estridencias, sólo doce canciones en un estado descarnado de belleza y emoción.

16 de febrero de 2009

Oracle Online Music Label: ORE001 - Split MASCARAE/VRODHGR



Estamos orgullosos de presentar el primer lanzamiento del sello Dominicano de música experimental Oracle Online Music Label el mismo será parte de un proyecto de ediciones simultáneas que encaramos en conjunto entre Zann y Oracle para difundir mutuamente nuestra música.



En esta primera edición presentamos este split entre los proyectos drone/ambient y noise MASCARAE & VRODHGR. Aquí podrán encontrar los abrasivos sonidos evocadores de los desolados bosques nórdicos gestados en esotéricas invocaciones provenientes del corazón del mismísimo infierno caribeño de Santo Domingo. Si buscabas el calor del trópico será mejor que continúes tu búsqueda en otro lado porque aquí no hay más que helada muerte y desolación.

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Oracle Online Music Label:
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13 de febrero de 2009

Reviews

Por Fernando Suarez.




-Stinking Lizaveta “Sacrifice and bliss” (2009)
A lo largo de los años el Rock en general se ha diversificado, tomando diversas formas y pariendo un sinfín de géneros y subgéneros y sub-subgéneros. Ahora bien, nadie en su sano juicio se atrevería a negar que siempre, perdón, SIEMPRE el instrumento musical por excelencia del Rock es la guitarra eléctrica. Desde Chuck Berry hasta Mick Barr, pasando por Robert Fripp, Jimi Hendrix, Tony Iommi, Thurston Moore, Greg Ginn, Steve Albini, Page Hamilton e infinidad de iluminados han hecho de las seis cuerdas un universo propio de imágenes, ideas y sensaciones. Este trío norteamericano que toma su nombre de un personaje de “Crimen y castigo” de Dostoevsky comprende a la perfección el poder de alcance de la guitarra y lo exprime al máximo. Yanni Papadopoulos es en este caso el hombre de los dedos mágicos. Y, créanme, la enorme variedad de riffs, arpegios, rasgueos, acoples, arreglos, solos, ruiditos, contracturas, escalas y texturas varias que el tipo despliega es sencillamente asombrosa. Las canciones ayudan, claro que sí. Retorcidas construcciones, donde la participación de Cheshire Agusta (sí, una chica tras los parches) con sus incesantes golpes y Alexi Papadopoulos con su bajo eléctrico vertical son decisivas para sostener todo con rítmicas complejas pero siempre rockeras. De hecho, es en ese equilibrio entre la vanguardia más abrasiva y volada y el Rock más crudo, riffero y valvular, que Stinking Lizaveta se encuentra a sus anchas. No es casualidad que reciban loas por parte de gente como el mencionado Albini (quien los ha producido), Joe Lally (ex bajista de Fugazi que editó los dos primeros discos del trío en su propio sello discográfico) y de bandas como Clutch o Corrosion Of Conformity que no dudaron en llevarlos de gira. Por momentos podés encontrarte en pleno headbanging, haciendo air guitar como un poseso y a los pocos minutos vas a sentir el cuerpo suspendido en nubes negras y la mente aturdida por el cúmulo de imágenes deformes que invocan estas diez composiciones. Ya llevan quince años de comunión musical y “Sacrifice and bliss” es su sexto álbum. Si pensaban que el Rock había perdido la crudeza y el vuelo creativo de otras épocas, los invito a descubrir esta gema que se encarga de empujar dichos atributos al nuevo milenio.


-Nanda Devi “Fifth season” (2009)
Ok, no les voy a mentir. Poco hay en estos cuarenta minutos que no hayan escuchado antes si cuentan en su discografía con cosas como “A sun that never sets”, “Australasia”, “Oceanic” o “Switchblade”. Y sí, podemos coincidir en que un poco aburre tanto joven barbudo tratando de sonar épico, emocional y monolítico a través de extensos desarrollos donde las guitarras limpias se van entrecruzando dando forma a espiraladas construcciones armónicas y la batería va marcando la inevitable subida de intensidad que desemboca siempre en erupciones volcánicas de grave distorsión y gruñidos desgarrados. Vamos, hasta el arte de tapa parece sacado del catálogo de Hydrahead y uno de los temas se llama “Blood and iron”. Si todo lo dicho anteriormente no les molesta, he aquí un muy buen bocado de Post-Metal (nunca, pero nunca me voy a cansar de marcar lo imbécil que suenan estos rótulos), con un cuidado trabajo de guitarras, una base rítmica sólida y con autoridad, voces un tanto más sucias y deshechas que las de la mayoría de las bandas similares, e inclusive interludios instrumentales que se paran en algún lado entre la experimentación electrónica de Old Man Gloom (esa especie de supergrupo que reunía gente de Isis, Converge y Cave In) y el Post-Rock abstracto de Red Sparowes. En el estado de ánimo adecuado, es un disco que te atrapa en sus climas pedregosos, en su sísmica pesadez y en su oscura psicodelia. En el peor de los casos van a terminar poniendo algún disco de Neurosis para sentir la intensidad en toda su plenitud, pero si no están en un día tan exigente, “Fifth season” tiene algunos argumentos de peso para exigir su atención.

-General Surgery “Corpus In Extremis: Analysing Necrocriticism” (2009)
A esta altura ya queda más que claro que Carcass es un subgénero con pautas propias dentro del Metal extremo. Ya alguna vez la revista Decibel dedicó un informe completo al fenómeno de los clones Carcasseros. Dentro de dicha categoría nos encontramos con aquellos que escarbando en la podredumbre forense se toparon con una mirada propia del paradigma (Regurgitate, Impaled, Exhumed) y también con los que se conforman con seguir casi al pie de la letra las enseñanzas de los reformados cuatro de Liverpool (The County Medical Examiners, Bodies Lay Broken, To Separate The Flesh From The Bones). General Surgery surge a fines de los 80’s como una forma para que músicos provenientes de destacados actos del Death sueco (Dismember, Carbonized, Carnage, Afflicetd) dieran rienda suelta a su admiración por los fétidos sonidos del primer Carcass. Así, en 1991 editan el mini lp “Necrology” dando el puntapié inicial para la incesante aparición de clones paridos de ahí en adelante. Recién en el 2006 tuvimos un larga duración, “Left hand pathology”. Y ahora la secuela. Bueno, ¿a qué no saben de qué viene la cosa? No, no es Glam, Metalcore ni mucho menos Cumbia. Si alguna vez tuvieron irrefrenables erecciones de sólo imaginar clásicos como “Reek of putrefaction” o “Symphonies of sickness” grabados con buen sonido, entonces este “Corpus in extremis” va a hacer que se les mojen los calzones. Ni siquiera vale la pena traer a colación discusiones sobre originalidad, identidad musical o influencias. Este es uno de esos casos clarísimos de “tómalo o déjalo”. Nadie espera más que una buena y fiel recreación de los modismos de aquellos discos (esos riffs enfermos y retorcidos, ese juego de voces guturales graves y agudas, esos blast beats borroneados, esos medios tiempos para agitar la cabezota, esos rebajes casi Hardcore, esos solos de guitarra estridentes, esas letras asquerosas…en fin, el paquete completo) con el agregado de las maravillas que ha logrado la tecnología en materia de audio desde la concepción de dichas obras maestras. Entonces, y aunque suene a eufemismo, es más justo decir que General Surgery es uno de los más destacados exponentes del subgénero Carcass, que tildarlos de copiones sin ideas propias. Entonces, buscadores de nuevos sonidos aléjense, no hay nada aquí para ustedes. Amantes incondicionales de las autopsias musicales con apetito para otro bocado de carne humana en descomposición, abran bien grande la bocota que ahí viene el avioncito.

-KTL “IV” (2009)
Stephen O’Malley tiene el poder. No sólo crea truenos con su guitarra en Sunn 0))) y demás luminarias del Drone, también se da el gusto de expandir su paleta sónica en diversos proyectos de carácter más abstracto y vanguardista. KTL es la criatura que concibió en 2006 junto al artista electrónico austriaco Peter Rehberg, donde, a partir de extensas improvisaciones, generan las atmósferas más tenebrosas del mundo. Este cuarto capítulo marca la inclusión del proyecto en los terrenos de la composición y la estructura, hecho que queda bien demostrado en “Paratrooper”, con sus veintiún minutos y monedas de tensa oscuridad teñida de feedback y apuntalada por la batería invitada de Atsuo Mizuno de Boris. Amantes de las texturas abrasivas, no se sientan decepcionados, aquí hay suficiente ruido y nueces como para saborear por un largo rato. La sutil diferencia es que ahora nos encontramos con aristas pulidas e ideas un tanto más concretas. “Wicked way” también incorpora un ritmo repetitivo (esta vez de procedencia electrónica) que marca el pulso de capas mutantes de guitarras y samples que se van acomodando lentamente hasta descubrir una inmensa pintura llena de detalles. Todo se vuelve negro en “Benbet”, un sórdido paseo por angostos y mohosos corredores donde extrañas criaturas acechan e innombrables sucesos tienen lugar, ocultos a la vista humana. El sudor frío repta por nuestras espaldas y la duda nos estruja el estómago. Casi lo opuesto sucede en “Eternal winter”, donde el miedo se viste de un blanco brillante y glaciar y lo que acecha (finalmente atacando) son diminutos insectos mecánicos con miradas vacías y sedientas de sangre. “Natural trouble” cierra la placa retomando algo del espíritu de absoluta espontaneidad de los trabajos anteriores, con O’Malley escarbando aún más profundamente en su guitarra para sacarle nuevos lamentos y una espesa nube de melancolía cubriendo todo. Imprescindible para seguidores de este buen hombre y para cualquiera con ganas de sumergirse en uno de los viajes más jodidos y perturbadores que puedan imaginar.

-Crime In Choir “Gift givers” (2009)
Una banda formada hace nueve años con miembros de At The Drive-In y Hella. Uno podría esperar una especie de Post-Hardcore histérico, frenético y enfermizo, ¿no? Ja, me imagino las caras de aquellos ya familiarizados con los tres discos anteriores de Crime In Choir mientras leen esto. Ok, basta de vueltas. Esto es Rock Progresivo, ni más ni menos. Sin aditivos Punkys (salvo tal vez por el linaje de los músicos) ni exagerados gestos revulsivos. Las guitarras tiran líneas melódicas armonizadas paridas en el más colorido de los cosmos, los teclados (todo tipo de armatostes vintage) dibujan delicadas pinturas con un grado de detallismo abrumador, la batería va y viene en un sinfín de rulos, frenadas y demás artilugios setentosos, y el saxofón aporta esa especie de coolez grasa que tan bien le queda al género. Ah sí, no hay voces y se agradece. En semejante fluir de notas, melodías, texturas y climas siempre es más probable que un cantante arruina las cosas antes que aportar algo realmente valedero. Tenemos momentos de efervescencia riffera a la King Crimson, remansos espaciales que harían babear a cualquier fan de Hawkwind, extraños pasajes de ternura maliciosa claramente inspirados por The Soft Machine y los trabajos solista s de Robert Wyatt, trances lisérgicos con guiños de primitiva electrónica no demasiado alejados del Kraut-Rock, solos de guitarra que pondrían orgulloso a David Gilmour y algo de ese histrionismo multitímbrico de Gong. Es posible trazar un paralelo con bandas como Tortoise o Don Caballero, tal vez los representantes más claros de esta suerte de Rock Progresivo hecho por músicos que crecieron entre discos de Black Flag y Minutemen. Que no es lo mismo que decir Punk Progresivo, ojo al piojo. Aquí las tradiciones están respetadas casi al pie de la letra, lo que no significa copiar sin aportar ideas propias ni mucho menos revolcarse hasta el vómito en los vicios auto indulgentes de los 70’s. Por extraño que suene, resulta refrescante que los tipos se entreguen a esta música sin necesidad de disfrazarla con una crudeza fingida ni con exhibicionismos estériles. Ideal tanto para nostálgicos como para jóvenes en busca de nuevos viajes para la mente.

-Swamp Thing “In shame” (2009)
Casi veinte minutos y ni una sonrisa a la vista. Diecinueve minutos, cincuenta segundos de pura catarsis. Hardcore, claro que sí. Gritado con los pulmones en la garganta y el gesto desencajado de aquellos que no tienen nada qué perder. Con la furia irredimible de legiones de almas condenadas a este infierno urbano. Con la velocidad y los riffs vasodilatadores al frente, pero también con esa especie de groove rockero que bandas como The Hope Conspiracy o Modern Life Is War tan bien supieron incorporar. Claro, esta gente tiene algo más que tatuajes y bermudas. Tienen ideas. Claro, es necesario entregarse primero al maremoto emocional que representan estas canciones. Sudar, agitarse, gritar al aire, cerrar los ojos con fuerza mientras observamos en nuestra cabeza como el mundo que nos rodea comienza a dar vueltas a toda velocidad hasta disolverse. Y cuando ya no quede ni un hilo de aliento, ahí podemos sentarnos y apreciar que detrás del torbellino se esconden excelentes ideas musicales. Estructuras caóticas, guitarras certeras e imaginativas, rítmicas cambiantes, letras que levantan el dedo acusador pero que también se atreven a oscuras descripciones paisajistas, una dinámica inteligentísima puesta al servicio de generar más y más violencia. Convicción sin concesiones, intensidad a punto de ebullición y una personalidad marcada a fuego en la piel. Siguiendo la más que promisoria estela de excelentes ediciones que tuvo el Hardcore en el año que pasó, este debut de Swamp Thing se postula como uno de los discos que más darán que hablar dentro del género. Emociones duras en su estado más puro y descarnado y una excelente excusa para volver a levantar los puños.


-Mono “Hymn to the immortal wind” (2009)
Ráfagas de viento detienen nuestros pasos. Montañas de hielo como prismas reflejando un arco iris. Una mirada ciega dentro de aguas cristalinas. Puntos blancos en el cielo nocturno, parpadeando. Ella caminó hacia la puerta, sin apuros pero con la determinación intacta y los ojos humedecidos. Él observó. En silencio. Contempló sus últimos pasos tratando de fijarlos para siempre en su memoria. Las luces de la ciudad le devolvieron sinfonías de neón. Entre cables atravesando el cielo derramó una lágrima de despedida. Puedo ser el primero en afirmar que el Post-Rock se tornó un pastiche aburridísimo plagado de bandas con artes de tapa cool y las mismas melodías melodrámaticas de siempre. Pero también seré el primero en admitir cuando un grupo logra conmoverme con esos elementos. La prensa rockera en general se ha deshecho en halagos hacia este cuarteto japonés, exagerando un tanto sus cualidades. “Hymn to the immortal wind” (quinto larga duración de la banda) hace justicia al hype sin necesidad de salirse del libreto. Avanzando un poco más sobre su aproximación casi sinfónica al género y poniendo un especial cuidado en la creación de melodías que se escurren entre los dedos y se clavan en el corazón. Sí, los temas se debaten en un eterno vaivén de calma reflexiva y épicos crescendos. Sí, podrían ser la banda de sonido de una película romántica. Y sí, evocan paisajes glaciares de inmensa belleza. Nada nuevo, claro. Pero los tipos van por todo, entonces suman a su estructura básica rockera (dos guitarras, bajo y batería) una auténtica sección de cuerdas (con director de orquesta y todo), pianos, flauta, glockenspiel, timbales y demás elementos propios de la mal llamada Música Clásica. Y logran disolverse en el flujo musical, las visiones de músicos interpretando sus instrumentos se desvanecen y son reemplazadas por estas historias relatadas sin palabras. No teman, las explosiones (en el cielo) de ruido guitarrístico siguen estando allí, acompañados por los temblores rítmicos correspondientes, cortesía de Steve Albini que, una vez más, produjo el disco logrando ese sonido claro y natural que lo caracteriza. Es sólo que esta vez el punto está puesto en generar grandes obras musicales antes que meros desarrollos instrumentales. Uno de los pocos discos donde el prefijo Post calza a la perfección. Para cerrar los ojos y dejarse llevar.


-Waco Jesus “Sex, drugs and Death Metal” (2009)
Con el disco de Crime In Choir reivindicamos la delicadeza y la musicalidad a ultranza. Ahora nos vamos para el otro lado. Sexo, drogas y Death Metal, ¿necesitan más explicaciones? Diez años pasaron desde la edición de su álbum debut y estos yankees brutos no pierden ni un ápice de salvajismo y mala onda. Ojo, los tipos son buenos músicos, suenan bien y tienen muy claro como lograr sus objetivos musicales. Son brutales sin pasarse de técnicos y gancheros sin necesidad de recurrir a efectismos Core. Y tienen letras de un humor políticamente incorrecto (samplear a “El gran Lebowski es, en realidad, una excelente prueba de buen sentido del humor) capaz de hacerle el aguante a los delirios más sacados de Seth Putnam. Pero, ante todo, tienen personalidad, un ítem raro en el Death actual. No digo que estén inventando ni redefiniendo nada, ni siquiera sería tan necio como para negar las influencias del quinteto. Pero los desafío a escuchar este o cualquiera de sus discos anteriores y que me tiren links directos a otras bandas. Les aseguro que no es tarea fácil. Kevin Menssen y Juan Sanchez se suben al podio con esos riffs que no por enfermos y violentos son menos memorables. Las lecciones bien aprendidas de discos como “Tomb of the mutilated”, “Symphonies of sickness”, “Harmony corruption” (gracias a Dios por esas pequeñas inflexiones grindcoreras que siempre aportan ese gustito crudo tan rico) e inclusive “Altars of madness”. Y nada de retro, Waco Jesus suena tan actual y rabioso como el más producido grupo de Deathcore que puedan nombrar. Sólo que prescinden de cualquier tipo de superficialidad en lo musical y de pretensiones intelectuales en la lírica. En fin, podríamos decir muchas cosas sobre el Death Metal, pero nada que agregue demasiado. Si los sangrientos compendios de voces que parecen vómitos, guitarras como motosierras y baterías como martillos hidráulicos son su idea de un buen momento, les recomendaría no perderse este disco.


-The Joe K Plan “Rigan asesino, OLibia vencerá” (2009)
No sé si será gracias a The White Stripes (banda sobrevalorada, si las hay), pero ya no resulta sorprendente toparse con bandas de Rock fuerte conformadas sólo por dos personas. Desde la magia cancionera de The Evens, hasta el abrasivo Powerviolence de Iron Lung, pasando por el Sludge espacial de 5ive’s Continuum Research Project, el revival thrasher de Early Man, la adoración Melvinesca de Big Business o el caos disonante y virtuoso de Orthrelm o Hella, los dúos han tomado por asalto el mundo rockero con más que destacables resultados. The Joe K Plan está conformado por César y Mario, madrileños ellos y fieles representantes del eslogan “menos es más”. O algo así. Digamos que estos dos tipos logran sonar más rellenos y envolventes que los nueve payasos de Slipknot, por poner un ejemplo. Tenemos un baterista que no deja golpe sin probar, demostrando que la extrema intelectualidad con la que construye sus ritmos no le resta músculo a la propuesta. Y qué decir de esas seis cuerdas que parecen transformarse en una auténtica orquesta riffera. Ejemplos de perfecta digitación a toda velocidad sobre secuencias enfermizas, repetitivas disonancias minimalistas, emotivos arpegios, suaves rasgueos para volar y un sinfín de recursos que mis limitados conocimientos teóricos me impiden enumerar. Claro, hay influencias (a los mencionados Hella, sumen nombres como Shellac, Don Caballero, Dazzling Killmen, Fugazi o Modest Mouse), pero la personalidad del dúo está salvo gracias a la variedad compositiva que logran a pesar de las lógicas restricciones del formato. No se trata sólo de contracturar neuronas con taladrantes contrapuntos, también hay lugar para emociones más contemplativas e inclusive abstractas. Vamos, una parva de música liberada por dos gallegos que estallan de buenas ideas y cuentan con el talento como para llevarlas a cabo sin problemas.


-Propagandhi “Supporting caste” (2009)
Negar el peso que tienen las letras en la propuesta de Propagandhi (una banda que se auto proclama anti- fascista, pro-feminista, anti-homofóbica y amigable con los animales…bueno, la última suena medio pelotuda, pero puesta en contexto político cobra su sentido) sería como, salvando las distancias, quedarse sólo con las cualidades vocales de Jello Biafra. Estos canadienses no le temen a la palabra política y, lo que es mejor, tienen bastante idea de lo qué están hablando. Nada de eslóganes fáciles para enganchar adolescentes con problemas de adaptación ni de consignas trilladas para agradar a viejos progres sin sangre en las venas. ¿Acciones? Claro, los tipos donan la mayor parte de lo que recaudan a diversas organizaciones activistas y medios de prensa anarquistas. Soy sincero y admito que sólo con eso ya tienen mi beneplácito. Pero aparte tenemos música. Buena música. Punk, claro. Hardcore, cómo no. A veces melódicos y gancheros como si fueran jóvenes californianos con una sensibilidad híper-desarrollada. A veces a los gritos y a toda velocidad, con las gargantas rotas y las guitarras echando chispas. A veces machacando como si fueran gordos tatuados neoyorquinos pero con más cerebro que músculos. Y siempre con un grado de profundidad musical casi Progresiva, con riffs casi thrashers, cortes abruptos, rítmicas irregulares, secuencias melódicas que van más allá de los tres acordes de siempre y una dinámica elaborada para que la música apuntale las ideas con precisión y exactitud. La intensidad al máximo, pero esto no se trata de odio vacío. No se trata sólo de odio, de hecho. Propagandhi posee la perspectiva y la lucidez para no quedarse sólo en la queja vacía. Como el mencionado Biafra, ellos también proponen opciones y creen firmemente en el potencial que tenemos para llevar a cabo dichas opciones. Pueden verlo como una postura demasiado inocente o utópica pero siempre es mejor ser ingenuo que ser cínico o nihilista. Todo ese cúmulo de ideas y emociones se ve plasmado en las canciones, logrando un todo indivisible, a la manera de leyendas Punks como Bad Religion, Dead Kennedys (obvio) o Fugazi. Un disco (y una banda) que funciona tanto como patada en el culo cuanto como refrescante brisa de esperanza.


-Callisto “Providence” (2009)
En el comentario de Nanda Devi hice alusión a la cantidad de bandas que se suben al vagón de Neurosis/Isis/Cult Of Luna y similares sin aportar demasiado al desarrollo de la propuesta. Callisto es un sexteto finlandés que dio sus primeros pasos (el debut “True nature unfolds” de 2005) con un sonido bastante similar al de Cult Of Luna pero algo más Progresivo y recargado. El siguiente movimiento (“Noir”, editado un año después) afiló más la personalidad de la banda logrando que los elementos progretas (y, por momentos, casi jazzeros) pasaran al frente, al mismo tiempo que se desprendían de cierto barroquismo innecesario. Así llegamos a “Providence” y la personalidad de Callisto prevalece y se expande. En primer lugar, el predominio de voces limpias, sin necesidad de caer en imitaciones de ningún tipo. Nada hay aquí que nos remita a los graves lamentos Folk de Steve Von Till y Scott Kelly, ni al etéreo susurro enterrado en la mezcla de Aaron Turner. Jani Ala-Hukkala sabe cantar (tiene un timbre similar al del fallecido Layne Staley de Alice In Chains), crea melodías personales cargadas de mística y pudre cuando la canción así lo requiere. En segundo lugar (y aún más importante), las canciones. Lejos ha quedado la trillada dinámica de comienzo limpio que se va poniendo mala onda hasta reventar todo con riffs que caen como volcanes en erupción. Las estructuras van y vienen, pero tienen una tendencia a guiarse más por la melodía que por las ansias de distorsión. Las guitarras también juegan un rol importante en este esquema, poseedoras de un sonido que no apunta a reventar parlantes ni a generar movimientos sísmicos, amigas de una distorsión clara donde los detalles armónicos brillen y logren impactar más a base de música que de decibeles. Generando texturas limpias que se debaten entre la más sórdida oscuridad y el más soñador de los viajes astrales. A eso sumen los sutiles arreglos de teclados, saxofón y demás instrumentos poco tradicionales para el Metal que no hacen más que apuntalar ciertos climas de decadente melancolía, no demasiado alejados de los sucios relatos de Tom Waits, por poner un ejemplo. Y antes de que empiecen a llorar, sepan que la pesadez sigue estando ahí, es sólo que han logrado revestirla de un humeante halo de sobria sofisticación, algo que define la identidad del conjunto y los separa de la marea de imitadores. Y eso no es poco, hoy en día.

-Harm’s Way “Reality approaches” (2009)
El mundo es una mierda y estamos todos bien jodidos. No hay lugar para dobles lecturas ni sutilezas. Soportá la golpiza o defendete. Pero no vengas a llorar diciendo que no te avisé lo que se te venía encima. ¿Cuánto hay de pose y cuánto de verdad en una banda así? No estoy en condiciones de responder (y cada uno sacará sus propias conclusiones, en definitiva), estos cinco matones straight edge de Chicago no me dejan pensar con claridad. El costado más violento del Hardcore neoyorquino sumado al caos del Powerviolence, la pudrición del Grindcore y el espíritu apocalíptico/metalero de bandas como Integrity o Ringworm supervisando todo, así podríamos resumir el sonido de Harm’s Way en este, su disco debut. Pasajes de majestuosa lentitud que no desentonarían junto a “Genital grinder”, machaques thrashers dignos de un D.R.I. adornado con cabezas de cabra, rebajes de puro magma distorsionado que harían llorar de emoción a Kirk Windstein, músculos en tensión que asustarían a Roger Miret, blast beats sacados del manual “Scum” y un eterno desparramo de energía negativa al por mayor. Es notable que un grupo tan claramente enfocado en el lado oscuro de la fuerza se permita digresiones genéricas, en especial en lo que hace a tempos lentos y oscuros. Todo en pos de pegar más fuerte, claro. Las guitarras vibran constantemente, con riffs simples pero siempre teñidos de negro. Y no quisiera cruzarme en un mal día con ese cantante inflado, lleno de tatuajes y con el rostro tapado por una máscara negra. Y volvemos a lo del principio, está claro que nadie en su sano juicio puede estar tan enojado todo el tiempo y es más que obvio que tanto mosh no es más que una excusa para frotarse con tipos musculosos. El punto es que “Reality approaches” logra un resultado bastante personal dentro de una rama del Hardcore no muy amiga de las renovaciones. En definitiva, siempre podremos reírnos de tanto homoerotismo disfrazado de mala onda, pero para esos días negros de odio en los que necesitamos hacer catarsis misantrópica con todo el cuerpo, he aquí una excelente opción.


-Jamie Saft “Black Shabbis” (2009)
En medio de este clima de tensión en Medio Oriente, se me hace raro comentar un disco basado, básicamente, en el antisemitismo a lo largo de la historia, sin hacer ningún comentario político al respecto. En fin, mi conocimiento de la causa no es lo suficientemente profundo como para aportar nada, así que pasemos sin más al hecho musical. Jamie Saft es un compositor multiinstrumentista que, desde la década del 90, viene moviéndose en los círculos más selectos del Jazz, la Ópera y la vanguardia neoyorquina. Prestó sus servicios para gente como Marc Ribot y John Zorn, así que no debería ser tan sorprendente el enterarnos de que “Black Sahbbis” es, esencialmente, un disco de Metal. “Blood” abre las hostilidades (luego de una intro climática) a puro Thrash con voces Death y punteos maidenosos. “Serpent seed” comienza como una especie de Hard Rock gruñido al estilo Jeff Walker, hasta que se descarrila en un aquelarre inconexo de instrumentos aporreados y deconstrucción musical. Sin previo aviso, un funerario teclado nos introduce al Drone monolítico de “Der Judenstein (The Jewry Stone)” y podemos sentir como la estructura misma de la tierra comienza a resquebrajarse. Eso hasta los siete minutos y pico, donde comienza una cabalgata Sabbathera donde el mencionado teclado se desboca completamente. Nota al pie para los más fetichistas: el bajo en varios temas está a cargo del ex Mr. Bungle y actual Fantômas, Trevor Dunn. La cosa sigue por terrenos Sabbathicos con la pesada marcha de “Army girl”, aunque notemos un fondo de arreglos que remiten tanto a la música tradicional judía como al Jazz (las lecciones de Masada han sido aprendidas) y las voces se debatan entre líneas blueseras y gárgaras de monstruo. “King of king of kings” es una pesadilla sónica donde conviven machaques thrashers, voces procesadas, groove hardrockero, climas Industriales, histrionismo oscuro a la Alice Cooper y un órgano entre siniestro y juguetón. Los movimientos sísmicos vuelven a sentirse en “Kielce”, que suena como el hijo bastardo de Sunn 0))) y Godflesh, con oscuros fantasmas revoloteando por doquier y súbitos ataques de histeria percusiva free-jazzera. La melodía vuelve a decir presente en “Remember” de la mano de la delicada voz de Vanesa Saft, aunque debajo se desate una batalla de baterías aceleradas, riffs oscurísimos y texturas narcóticas, al menos hasta el rebaje que se mantiene hasta el final del tema, acentuando su cualidad lisérgica. “The ballad of Leo Frank” cierra las hostilidades, pero lejos está de ser una balada. Algo así como una letanía Funeral-Doom basada en un riff de bajo denso como la muerte misma. En conclusión, Metal extremo, oscuro y perverso, interpretado de forma tridimensional y craneado por un músico que no sabe de limitaciones genéricas. Headbangers del mundo, no le teman.

9 de febrero de 2009

News that fell from the sky: Upcoming invocations from beyond

Próximos lanzamientos que ya están en el horno cocinándose a fuego lento

-Gran Cuervo:
Los platenses amantes de la marihuana, la distorsión y el cuelgue ya están en proceso de finalizar la grabación del disco que marca el debut de Manuel Platino como miembro fijo de la banda. Esperen guitarras gordas, climas siderales, inesperadas curvas estilísticas y mucho ruido.

-Marqués De Sade: Misterioso Black-Metal low-fi rescatado del arcón más oscuro de los recuerdos. “Raul Taibo Ist Krieg” está destinado a convertirse en un hito o a generar duras represalias. Cualquiera de las dos nos viene bien.

-The Lists: El proyecto Indie de la casa, con las camisas a cuadros, los cigarrillos y el café siempre a mano. Guitarras sucias, lindas melodías, climas acústicos y un baterista de lujo. Para tener siempre presentes las enseñanzas de Bob Mould, Sebadoh, Jawbreaker, Dinosaur Jr., Samiam, Pavement y demás desclasados de los 90’s.

-A Blink Of Brahma: Una de las propuestas más ambiciosas en la que nos hemos embarcado. Un disco conceptual dividido en dos partes, inspirado en Brahma, la deidad hindú que creaba y destruía universos con sólo parpadear. Un viaje donde diversos géneros (Folk, Noise, Psicodelia, Industrial, Sludge, Progresivo, Grunge, Post-Rock) se funden con objetivos concretos.

-The Black Meat Procession: Grindcore alucinógeno sobre bases cibernéticas y una adictiva obsesión por los dulces. “The ovaltine reaction and other sugar-induced hallucinations” contará con cuarenta miniaturas a puro blast-beat y deformidades sonoras.

-Sarghuma Incoxis: “Peste” será el nombre de este nuevo engendro de Sarghuma Incoxis, esta vez con formación renovada y un concepto sumamente agresivo y oscuro. Y todavía nos falta confirmar la presencia de un invitado de lujo internacional. Si se da nos morimos todos. Pero nos morimos en cámara lenta.

-Silence In First Degree Vs. Gradual Hate: Colaboración audiovisual entre el grupo Industrial español Gradual Hate y los exploradores del Drone, Silence In First Degree. La obra estará basada en el concepto de Panóptico ilustrado por el filósofo Michel Foucault en su obra "Vigilar y castigar". Y no, no va a tener nada que ver con Isis.

-Rhetoric Disguise: Preparando dos discos casi al mismo tiempo. El primero es un intento por unir la esencia Industrial del proyecto con los esquemas compositivos de bandas como Botch, Today Is The Day, Converge o The Locust. El segundo retoma la obsesión por los diversos acercamientos a los sonidos electrónicos más abrasivos en extensas construcciones compositivas.

-Zann Sessions: Las locuras que no podemos ubicar en ningún lado. Por lo pronto se encuentran en proceso de armado un disco de canciones instrumentales de tono melódico con referencias al Jazz, el Blues, el Folk y hasta el Tango y sin influencias de Ennio Morricone, y una serie de improvisaciones Noise-Psicodélicas-Core grabadas en vivo por Martín Passaro, Fernando Suarez y los fabulosos hermanos Platino.

7 de febrero de 2009

Reviews

Por Fernando Suarez.


-Gnaw "This face" (2009)
¿Están listos para sentirse mal? Y no me refiero a una jaqueca molesta ni a una inconveniente patada al hígado. Hablo de sentir la piel desprendiéndose del cráneo, las encías trituradas por tenazas oxidadas, los huesos en estado de frenesí pugnando por escaparse de su prisión de carne. Unos jovencitos Obituary se pudrían lentamente y estos Gnaw detienen ese proceso en el momento exacto en que el dolor llega a su punto más álgido. No podíamos esperar otra cosa sabiendo que el cerebro detrás de esta gelatinosa y maloliente criatura es ni más ni menos que Alan Dubin, el tipo que puso su enferma voz al servicio de esas auténticas exhibiciones de deconstrucción musical que fueron O.L.D. y Khanate. Aquí el tipo se junta con Jamie Sykes (otro enfermito que destruyó los ritmos en Thorr’s Hammer, Burning Witch y Atavistic), Carter Thornton (de los ruidosos Free-Jazzeros Enos Slaughter), Jun Mizumachi (ex miembro de las leyendas Industriales neoyorquinas Ike Yard) y el ingeniero de sonido ganador de un Emmy, Brian Beatrice. Y antes de que pregunten, no, esto no es Khanate parte dos. No faltan los ritmos al borde del colapso, ni la omnipresente capa de suciedad y los alaridos de Dubin siguen tan desesperados como siempre. Pero aquí los temas no siguen desarrollos tan extensos, los ritmos presentan una mayor variedad (en especial incorporado golpes tribales de fuerte sabor Industrial) y el abrasivo maremagnum sonoro no se basa exclusivamente en la estructura rockera de guitarra, bajo y batería. De hecho predomina la electrónica como fuente generadora de distorsión. En algunos temas sólo basta una aturdidora pared de ruidos de procedencia incierta (Thornton, además de tocar bajo, guitarra y piano, crea sus propios instrumentos) para lograr el efecto deseado. En otros, dicha pared se nos cae encima por el temblor que causan los tambores. Y, mientras tratamos de mantener los órganos dentro del cuerpo, vislumbramos a duras penas (es que los ojos todavía están cubiertos de sangre) al bueno de Dubin relatándonos nuestra situación con los ojos desorbitados y la boca formando una horrible mueca de placer. Inclusive se da el lujo de ir más allá, incorporando nuevas tonalidades a su rango estilístico. Y, déjenme decirles, cuando el tipo se manda a cantar resulta tan angustiante y perturbador como con sus distorsionados gritos. Por momentos la música induce un trance moribundo, el aire se torna irrespirable y el líquido que corre por las venas se seca hasta transformarnos en desechos de carne hundida y mohosa. En otros pasajes se alcanza tal grado de violencia contenida que la presión podría hacer explotar nuestras cabezas. Y esos grises fantasmas hechos de puro sonido que no dejan de revolotear, mareándonos y mostrando sus afilados y amarillentos dientes. Si creían que nada podía ser más agobiante que el verano de Buenos Aires, péguense una sumergida en este “This face” y amplíen su placer masoquista al máximo.



-Zomes “Zomes” (2008) 
No hace falta poner la mente en blanco, estos mantras se encargarán de enfocar cada impulso neuronal en un equilibrio perfecto. Cálidas visiones marítimas repitiéndose como fotos añejas. Una guitarra que crea, que puede transformarse en cualquier instrumento. Un ticket para viajar, claro. Espirales de colores mutantes, caleidoscopios fluorescentes. Nada malo podría sucedernos aquí y esta inocencia puede ser reveladora antes que paralizante. El tenue pulso de corazones en sintonía, las líneas melódicas que nos conectan. Tardes nubladas de reflexión. Ese estado anímico de dulce melancolía. Observar las formas de las nubes, derramar una o dos lágrimas, ¿por qué no? La desesperación no tiene lugar en este viaje de pasos calmados. Un remanso psicodélico para el alma antes que una exhibición de miedos e inseguridades disfrazados de lisergia rockera. Una concentración superior que crea una suerte de amable muralla impidiendo la entrada de cualquier elemento que perturbe este cadencioso andar. De alguna forma, un ataque directo al esquizofrénico entramado de nimiedades y sobreestimulaciones al que esta vida urbana suele exponernos. Y nada de retro, nada de fórmulas probadas. Salvo sus propias fórmulas, claro. Aunque una escuchada atenta basta para percibir el universo multicolor que se esconde detrás de esta supuesta monotonía. Esa distorsión que nos eleva, esos arpegios de sobria y tierna autoridad emocional, esos teclados que bailan sobre los riffs una y otra vez como si se tratara de llamas retorciéndose sobre un fondo nocturno. Planetas, nebulosas y estrellas nos saludan, iluminan el recorrido a través de este cosmos que se sabe impenetrablemente negro y profundo. El cuerpo cambia su configuración, su peso terrenal desaparece y la piel acepta cada caricia con la mayor de las intensidades. Los párpados como cortinas cayendo y la mente dando vueltas carnero hacia atrás en cámara lenta. Y estos rostros exhibiendo la eterna sonrisa que la muerte jamás podrá arrebatarnos.


-Giant Squid “The Ichthyologist” (2009)
Humanoides de piel verde y tentáculos saliendo de sus gargantas. Niños con serpientes en lugar de cabello, danzando alegremente sobre estos pisos de resina. Ángeles con alas de insectos, lobos azules con pelajes plásticos cubiertos por túnicas de barro. Una sobrecarga de formas redondeadas y brillantes. Hagámoslo más fácil, ¿alguna vez vieron las tapas de los primeros discos de Cathedral? Esos dibujos surrealistas y fantasiosos, llenos de detalles lisérgicos creados por Dave Patchett. Bueno, la música de Giant Squid es algo así como la perfecta banda de sonido para dichas imágenes. En el algún lugar entre el Post-Metal monolítico de Neurosis y el Rock Progresivo más volado, deforme y colorido, Giant Squid es de las pocas bandas actuales que le hace justicia al prefijo Post que tanto resuena en los círculos más cool del Rock actual. Claro, cuentan con una cantante (Jackie Perez Gratz, de Amber Asylum e integrante de la banda solista de Steve Von Till) que también se hace cargo del violoncelo y exhibe una capacidad increíble para adornar todo, en ambas posiciones, con un espeso aire de neblina renacentista. También tienen a Aaron Gregory, vocalista masculino y guitarrista que, en el primero de sus roles maneja con sabiduría un registro casi operístico en algún lugar entre Serj Tankian (de System Of A Down) y Brent Oberlin (de los injustamente olvidados Thought Industry) al que suma los inevitables arranques de escupir fuego por la garganta, y en el segundo se despacha con un sin fin de recursos siempre puestos al servicio de crear esas barrocas imágenes. Y, siguiendo con la enumeración, también tenemos trompetas, flautas, banjos, teclados, y las voces invitadas de Anneke Van Giersbergen (sí, la ex The Gathering) y Karyn Crisis (de la banda que lleva su apellido artístico). Y sí, esto es material complejo, sobrecargado e inclusive pretencioso, de estructuras siempre cambiantes, pero construidas sobre hilos conductores definidos que permiten sumergirse en estas historias sin que el aburrimiento diga presente ni una sola vez. De alguna manera, estos texanos radicados en San Francisco recrean la capacidad de pintar exquisitos cuadros musicales del mejor Rock Progresivo (Gong, The Soft Machine, Crime In Choir) y la llevan a nuevos lugares. Tiñendo todo negro (como en los abismos que habitan esas gigantescas criaturas marinas que tanto parecen inspirarlos) cuando es necesario y dándole rienda suelta a brillantes arco iris musicales cuando el desarrollo de las composiciones así lo exige. Y no teman, cuando la cosa se pone pesada van a sentir montañas cayendo sobre sus cabezas. Variantes, pesadez extrema y un vuelo musical altísimo, no hay mucho más que se le pueda pedir a un grupo de Metal.


-Lamb Of God “Wrath” (2009)
Siendo una de las (si no la más) bandas más populares del Metal actual, es de esperar que cada paso dado por Lamb Of God genere reacciones de todo tipo. Desde fanatismos desmedidos hasta desprecios injustificados. Lo cierto es que dentro de su escena (el así llamado Metalcore) están a mundos de distancia de cualquier otro grupo, y aquí hablo en términos de creatividad y potencia. Sin ser vanguardistas los tipos siempre se las arreglaron para aportar su propia vuelta de tuerca a toda esa especie de revival thrasher que, a esta altura, ya aburre hasta el vómito. “Wrath” no hace más que confirmar dichas capacidades con once canciones (bueno, diez y una intro casi Maidenosa y bastante fea, he de decir) plagadas de esos riffs contundentes y pensados hasta la perfección, esa batería que incita al movimiento constante y esa vasta gama de gruñidos, chillidos, alaridos y demás inflexiones gargantísticas de la que siempre hizo gala el ojeroso Randy Blythe. Hablando de Blythe, es de destacar el crecimiento de este muchacho, como sin perder ni un ápice de virulencia ni personalidad (es de los pocos vocalistas extremos actuales que son reconocibles a la primera escucha) fue incorporando matices y variantes que no hacen más que enriquecer la dinámica del quinteto. Y sin estribillos poperos, gracias. Claro, los demás no se quedan atrás. A las trabadas monstruosidades de antaño (esas que eran como imparables máquinas de aniquilación masiva) supieron dotarlas (ya desde el anterior “Sacrament”) de un groove que obliga a la comparación obvia con los momentos más memorables de Pantera. A eso pueden sumarle los amagues melódicos de las guitarras que, por suerte, poco y nada tienen que ver con las calesitas del Metal clásico ni con la eterna regurgitación de riffs suecos. Chequeen si no la emotiva (y digo emotividad en el más retorcido de los sentidos) oscuridad de “Reclamation” que cierra el disco a pura intensidad sin necesidad de recurrir a tempos hiperkinéticos y hasta animándose con fugaces guitarras acústicas. Y, claro, las canciones siguen estando ahí. Poderosas, avasallantes, gancheras, con un gran manejo de tensiones y estallidos (a veces, inclusive, dando vuelta las concepciones más típicas para utilizar esos elementos), logrando que los breakdowns fluyan de manera natural en vez de ponerlos con calzador con la mera excusa de “esta es la parte para saltar”. A esta altura es difícil que nos sorprendan y ni siquiera creo que Lamb Of God vaya tras ese objetivo. Pero si lo que quieren es puro Metal, con respeto por la vieja escuela pero completamente alejados de cualquier tipo de aburrido anacronismo (y no es una cuestión de ser “modernos” por que sí, si no de que los parámetros de extremidad en el Metal siempre están en movimiento y lo que era super violento en otras épocas, hoy ya no lo es tanto), con guitarras como hachas afiladísimas, tambores de guerra y nada de mariconadas, entonces estos sureños siguen siendo una de las mejores opciones.


-Voightkampff “Voightkampff” (2009)
Soles negros haciendo implosión sobre planetas de ceniza. Nubes de insectos oscureciendo este cielo carmesí. Gruesas raíces brotando del asfalto, tratando de acariciar las estrellas. Ondulaciones de pura oscuridad eléctrica invadiendo el aire. Un monstruoso embrión de fuego rompiendo el útero de la tierra. Desiertos grises observados a través de prismas rotos. Las descarnadas manos del universo moldeando la realidad. Mareas de alquitrán tragándolo todo. Funerales cósmicos celebrados en la carcasa vacía de nuestros sueños. Con sólo dos temas en poco más de once minutos, este joven quinteto bonaerense logra invocar un enorme cúmulo de imágenes en los ojos de la mente. Dejan de ser un mero grupo de Rock para transformarse en cinco monjes oscuros que actúan como antenas que reciben y retransmiten mensajes de otros mundos. O simplemente poseen la capacidad de ver las horrendas deformidades de la vida cotidiana y tallarlas de forma indeleble en la roca de su música. Espíritu Crust (del lado más oscuro, claro, el de bandas como His Hero Is Gone o Tragedy), densidad Sludge (del lado más colorido, el de bandas como Neurosis o Floor) y una amplitud de miras que los aleja de cualquier tipo de comparación facilista. Dos guitarras (una jodida pareja de SG’s al rojo vivo) que estallan en riffs espesos, se retuercen en melodías en forma de espiral, acarician suaves texturas con el corazón en la mano y penetran las señales eléctricas del cerebro con punzantes disonancia. Un cantante que tortura sus cuerdas vocales hasta transformarlas en una pantalla por la cual observar su alma. Un bajo masivo y retumbante que no se priva de regalarnos algún bello pasaje de emoción melódica. Una batería moldeada a golpes de herrero pero con la sabiduría de un monje Shaolin, capaz de sostener las imponentes estructuras de las canciones. Canciones que nos engullen en agobiantes viajes por parajes inhóspitos, de formas irreales y a la vez concretas. Letras que reflejan fracturas de forma intensa y sin rastros de artificialidad, con una poesía oscura pero nunca críptica. Sonido y presentación de primer nivel se suman para terminar de darle forma a uno de los paquetes más originales que han surgido de estas tierras en mucho tiempo. Pura energía sombría, capaz de golpear como un gigantesco martillo de concreto o de contornearse en seductoras danzas de narcótica parsimonia. Ni siquiera importa el hecho de que te puedas cruzar a sus integrantes por calle en cualquier momento, Voighkampff se erige como una propuesta única por derecho propio. Y esto es sólo un aperitivo.


-Blut Aus Nord “Memoria Vetusta II: Dialogue With The Stars” (2009)
Esto podría ser la decepción del año pero, por algún extraño motivo, no lo es. Estos franceses venían mutando del épico Black Metal de sus inicios a un sonido denso e Industrial, con serios guiños a Godflesh y hasta dándose el lujo de que el inmortal Jaz Coleman (de Killing Joke) les produjera un disco, el anterior “Odinist”, una placa que, aún manteniendo la nueva identidad del grupo, tendía algunos puentes con su viejo sonido. Ahora bien, el total regreso a las fuentes que representa este “Memoria vetusta II: Dialogue with the stars” (secuela de aquel “Memoria Vetusta I: Fathers of the icy age”) no estaba en los planes de nadie. Al menos, no en los míos. Y debo reconocer que, al ver el arte de tapa y el título del disco los más horribles pensamientos de retroceso musical invadieron mi mente. Gracias a Odin, estaba equivocado. Ok, olvídense de los ritmos babosos, de los samples deformes, de las atmósferas opresivas y los arreglos ruidosos y abstractos. Adiós a las imágenes de decadencia urbana y mecanizada, bienvenidas de vuelta las heladas montañas, las legiones de espectros endemoniados y las oscuras historias de malignos dioses cósmicos. Todo eso puede sonar a cuento viejo y gastado (y, en parte, lo es), pero el talento compositivo de estos tipos pone las cosas en su lugar y casi logra que olvidemos su gloriosa etapa Industrial. Extensas composiciones, épicos desarrollos dramáticos, riffs majestuosos que no olvidan la melodía, baterías veloces y repiqueteantes, voces de bruja Cachavacha y cascadas de pomposos teclados adornando (y dije adornando, no invadiendo) todo ese despliegue de frialdad misantrópica. Black Metal, ni más ni menos, en su estado más sinfónico, con sonido claro y trabajado y claras influencias de Emperor, Enslaved y similares. Y con una imaginación capaz de competir con dichas bandas. Ayuda bastante el hecho de que manejen melodías personales y con un grado de profundidad asombrosa. Hay remansos de reflexión estelar sencillamente arrebatadores, medios tiempos cargados de heroica emotividad y estampidas diabólicas ascendiendo desde el mismo Hades hasta invadir el firmamento entre relámpagos y truenos que hacen temblar la tierra. Todo realizado con maestría y amplio conocimiento de causa. Ningún amante del Back debería sentirse defraudado. Por mi parte, no puedo evitar que mis gustos personales me tiren un poquito más a sus anteriores cuatro discos. Pero, en cualquier caso y más allá de géneros, Blut Aus Nord sigue entregando excelente música y eso es lo único que debería importar.


-Teeth Of The Sea “Orphaned by the ocean” (2009)
Una escuálida marcha fúnebre de trompeta sobre graves sonoridades (tal vez esas enormes bocinas de los grandes barcos), ásperos sonidos como de metal raspando sobre metal y tersas guitarras empapadas de delay nos dan la bienvenida a este naufragio en “Only Fools On Horse”. Las aguas se calman con los primeros acordes de “Latin inches” y los fantasmas del Dylan Carlson actual (ese de los acordes limpios que esconden una maldad más profunda) se hacen presentes acompañados de repetitivos tambores que van anunciando la tormenta por venir. Los lamentos de cuerpos perdidos en alta mar son lo único que podemos escuchar en el breve “Coraniaid”. “Swear Blind The Alsatian's Melting” nos devuelve esa mortuoria trompeta y la grave tensión que hace las veces de colchón nos avisa que lo peor aún está por llegar. Un breve crescendo de guitarras frenéticas da paso a una cabalgata digna de un Western satánico que, a su vez, se disuelve en una implosión de feedback y cuerdas tensadas con un final abrupto. Casi como la vida misma. Un sopor lisérgico se apodera de “Dreadnought” y confirmamos que la trompeta es la figura indiscutida de esta placa. Mientras, las guitarras juegan entre fugaces luces Kraut-rockeras y alargadas capas de resonancias que, de forma gradual, van subiendo su intensidad hasta llegar a un clímax de graves acordes revoloteados por hambrientas moscas. El casco de la embarcación está roto y sólo nos resta entrar en pánico. Al menos hasta que los cantos de gaviota de “Knees Like Knives” sirvan de introducción para esos juegos guitarrísticos, como unos Pink Floyd con las cuerdas oxidadas por el agua salada. Y el delay como inevitable mandamiento. “Sentimental Journey” cierra el álbum y, ya desde el título, resume el núcleo del mismo. Podemos sentir la brisa marina en el rostro mientras los recuerdos de esas ráfagas de agua golpeando como los puños de un dios vengativo nos comienzan a atormentar. El ritmo firme y monótono nos sacude el cuerpo, mientras los teclados y las guitarras que entrecruzan melodías y disonancias nos elevan lentamente para que observemos tanta magnitud oceánica desde el cielo. La noche estrellada reflejada en el mar, con sus tenues ondulaciones y su particular brillo. Una visión tan hermosa que duele. Y ese dolor se transforma en erupciones sonoras achicharradas de distorsión. Es el fin del viaje.

-Tombs “Winter hours” (2009)
Cómo te esperábamos, chiquito. No es para menos, después de ese bombazo de texturas Noise-Poperas y disonante agresión Sludge teñida de negro que fue el mini lp autotitulado del año pasado, estos ex miembros de Anodyne, Versoma y The Heuristic generaron una gran expectativa para su primer larga duración. Y más sabiendo que los encargados de editar el disco eran los amigos de Relapse, que dónde ponen el ojo ponen la bala (y que conste que me abstengo de hacer chistes pelotudos). ¿Y entonces? ¿Cumplieron con dichas expectativas? Eso y más. “Gossamer” abre el disco avanzando aún más sobre los terrenos explorados con anterioridad, incluyendo voces más claras y, al mismo tiempo, mucho más siniestras. Pero la verdadera sorpresa está al toparnos con el segundo track, “Golden eyes”, donde esa suerte de Metalgaze (por dios, ¿qué nuevos nombres estúpidos van a inventar después?) se funde con pasajes de Black Metal a toda velocidad y rebajes dumbetas con los cuernos de cabra más grandes de todo el puto universo. Y lo peor es que la mezcla funciona a la perfección, envolviéndonos en densas nubes de pura asfixia ámbar. A ese tema se le pega “Beneath the toxic jungle” y la densidad psicodélica aumenta aún más su intensidad. “The great silence” arranca con lentas cascadas de distorsión borroneada que se ven interrumpidas por un riff mitad Crust mitad Black y su acelerada correspondiente. Y el que no siente la maldad helándole los huesos es porque está escuchando otra cosa. Y ese puente en forma de Black Sabbath pasado por una licuadora y con un rugido parido desde las entrañas mismas de la tierra…les aseguro que nunca escucharon algo así. Los sobrecogedores arpegios de “Story of a room” sirven de remanso (bueno, si la contemplación suicida puede ser considerada como tal) y cuando creíamos que esa melancólica clama duraría por siempre, “The divide” hace su entrada triunfal y entendemos cómo sonaría Jesu si compusieran sus temas recluidos en oscuras cavernas. “Merrimack” mantiene esa línea y la eleva a alturas insospechadas de desgarro emocional. Y que alguien me explique cómo hace Andrew Hernandez para meter esos redobles hiperkinéticos sin que la canción pierda su clima. El espíritu (siempre bienvenido) de Justin Broadrick se hace presente más que nunca en el comienzo de “Filled with secrets”, hasta que entran los blast-beats y los riffs made in DarkThrone que, junto al rebaje Hardcore del estribillo y sus subsiguientes pasajes entre el Doom y el Noise, logran hundir aún más las cosas en el sucio pantano de perdición que propone el trío. “Seven Stars The Angel Of Death” se erige como una oda cósmica al fin de los tiempos y hasta podemos percibir, en medio de la tormenta que crea la guitarra de Mike Hill, esos sentimentales punteos con delay, tan típicos del Post-Rock. Ya saben, esos que hacen tititiririririiriiiriri. En fin. Para el final del tema la atmósfera apocalíptica es ineludible. La placa se despide con “Old dominion” y su tenue zumbido de suciedad melódica y resulta un más que adecuado broche de oro para un viaje donde la pesadez musical y la emocional van estrechamente de la mano. Serio candidato a disco del año.


-Psyopus “Odd senses” (2009)
Chris Arp no se cansa de echar gente y cambiar de formación, pero qué carajo importa. Mientras siga concibiendo las composiciones más desquiciadas y frenéticas del mundo, por mí que se junte con monos sobre estimulados. Claro, el colaborador de la revista Decibel se encarga una y otra vez de dejar en claro que su guitarra manda en Psyopus y no voy a ser yo el que vaya a contradecirlo. Claro, a veces el desparramo de dedos sobre el diapasón puede llegar al paroxismo total y es necesario apretar el stop, tomar una gran bocanada de aire y volver al ruedo. Así hasta que la materia gris se vea reducida a un charquito de pus. Para los no iniciados, esto es Mathcore en su punto más alto de desenfreno, velocidad, caos controlado y delirio instrumental. No hay lugar aquí para los medios tiempos de Botch, la introspección emocional de Converge ni los hits melódicos de The Dillinger Escape Plan. Esta es la música que un troglodita sin talento como Yngwie Malmsteen jamás podría soñar componer. Pura demencia craneada por un científico loco de las seis cuerdas. Hasta hay momentos que hacen pensar en Primus pero con las narices tapadas de merca. Ok, no es un disco para escuchar todos los días. El amontonamiento de notas, disonancias, cambios de ritmo, gritos y más cambios de ritmo a un paso tan vertiginoso puede ser más de lo que cualquier persona está dispuesta a soportar. Hasta los fugaces fragmentos donde la banda baja los decibeles y se entrega a pequeños paseos jazzeros resultan afiebrados. Y qué decir de los samples de voces superpuestas en “Boogeyman”, que sirven como marco para más erupciones de cuerdas colapsadas y ritmos contracturados. Pura ruptura sináptica o le devolvemos su francotirador en una azotea disparando azarosamente a los transeúntes. El disco dura un poco más de cuarenta minutos pero a la mitad del mismo van a sentir que pasó una hora. No sé si eso es bueno o malo, es lo que es. Y entiendo que la intención del cuarteto sea, justamente, dejarnos agotados y con los huesos entumecidos por tanta hiperactividad. Así que no hay reproches por ese lado. Y es más que notable la capacidad del grupo para mantener el nivel de intensidad siempre en lo más alto de la escala. Bueno, “A murder to child” cierra la placa (sin contar un supuestamente jocoso y demasiado extenso bonus track escondido que poco aporta) en clave de Jazz desencajado con guitarras limpias, violín y escalas típicas de música rusa y resulta un oasis de tranquilidad como para que corazón vuelva a su ritmo normal después de tan inclemente faena. Especialmente recomendado para psicópatas peligrosos y gente con serios problemas de ADD.


-Ossein “Opal sativa” (2009)
Un océano de estática invadido por pájaros de metal con navajas en lugar de plumas. Suenan campanas en algún lugar de mi cabeza. Y nadie puede callar a estos niños moribundos. Faunas lisérgicas que acechan. Siempre acechan. ¿Acaso hay algo en estas fotografías corroídas que no resulte amenazante? Las desvencijadas melodías de un anciano solitario. Transmisiones teñidas de un azul cegador. Nada es lo que parece y esta casa redefine su arquitectura a cada minuto. Fundo mi esencia con el universo mismo y esta paz me inquieta. Trato de escapar pero la marea de ruido blanco me arrastra hacia el abismo. Y no puedo más que maravillarme ante esta silenciosa muerte. En algunos lugares los definen como Black Metal experimental o atmosférico. Bueno, yo no tengo nada en contra de expandir las definiciones a la hora de hablar de música y es innegable que este trío es capaz de generar imágenes tan malignas y oscuras como las del más pintarrajeado noruego. Pero esto está más cerca de las sinfonías de ruido Industrial de Throbbing Gristle o de los movimientos tectónicos generados a puro feedback de Sunn 0))) que de los riffs henchidos de reverb y los chillidos de ultratumba de DarkThrone o Burzum. Vamos, los instrumentos utilizados para grabar esta odisea extrasensorial son bajos, samples, theremins, guitarras, sintetizadores y sequencers varios, eso nos dice algo. Y que el objetivo del grupo sea que uno se pierda en el sonido, alternado nuestros estados físicos y psíquicos en el proceso también nos habla de una visión un tanto más intelectual que la de la media blackmetalera. Los incesantes estratos de ruidos varios se van intercambiando, mutando como movimientos en una pieza clásica, agrupados de forma concienzuda y enfocados agudamente en los objetivos planteados. Nada está fuera de lugar y, sin embargo, es imposible prever cuál será la próxima curva que tome este recorrido musical. Sí, esta enorme cacofonía está construida, agrupada e interpretada con un alto grado de musicalidad, aunque no lo crean. No hace falta aclararlo, pero esto no es material apto para oyentes cerrados y/o faltos de paciencia y concentración. Para aquellos que no le temen a lo desconocido y pueden apreciar las virtudes de este tipo de propuestas, he aquí un bocado más que suculento.