Por Fernando Suarez.
Desidia “Desidia”(2008)
Observen ese cementerio en blanco y negro, esa marea infinita de tumbas. ¿Escuchan las bombas cayendo? Esto no es paranoia ni exageración, esto es real. Las calles que recorremos todos los días no son más que un opresivo desfile de cuerpos muertos. No dejen que el odio que desprenden sus miradas los engañen, esa gente está desprovista de toda chispa vital. Desidia nos asfixia con gruesas capas de desesperanza y, paradójicamente (o no tanto), la experiencia resulta revitalizadora. Claro, esas guitarras construyen gruesos muros de impenetrable alquitrán y nos obligan a contemplar las más sórdidas realidades. Pueden hacerlo a paso de tortuga o con aceleradas taquicárdicas, pero el efecto es el mismo: van a sentir cómo el cráneo se oprime hasta estallar. Mi costado más cínico pensó que nunca vería una banda nacional citando como influencias a Kylesa, From Ashes Rise o Fall Of Efrafa, y mucho menos que le hiciera justicia semejantes nombres. Desidia logra todo eso y encima se da el lujo de poseer identidad propia e ideas musicales más que logradas. La voz es un gruñido ominoso que da el marco perfecto para estas monolíticas descargas de agresión. Las composiciones logran trasladarnos a escenarios grises, dementes pinturas de lo que no debería ser. E insisto con esas guitarras, enormes cuerdas en ebullición que serruchan el aire sin piedad y no se privan de ofrecer evocadoras melodías ni macabras armonizaciones. La vida misma puede ser el peor viaje de ácido y este joven quinteto logra plasmar con sólo tres temas esa dicotomía con pasmosa exactitud y una fuerza avasallante. La magia inefable de hacer música extremadamente pesada sin hacer Metal propiamente dicho. O de rescatar los postulados revolucionarios del Hardcore sin caer en poses vacías ni limitaciones creativas innecesarias. Junto con Canvas, Voightkampff y alguno más que me debo estar olvidando, Desidia representa un muy necesario y postergado recambio generacional para la música pesada vernácula. No se lo pierdan.
Seance “Awakening of the gods” (2009)
En la marea incesante de bandas que asolaron la escena Deathmetalera de principios de los 90’s no era de extrañar que buenas bandas se perdieran en el olvido. Esto sucedió con Seance, suecos ellos pero completamente alejados del sonido “medioso” de Entombed, Grave y demás holmienses. Probablemente la referencia más directa para ubicar sonoramente al grupo sea Morbid Angel, ni más ni menos. Bueno, después de dieciséis años de silencio discográfico, el cuarteto vuelve con las remeras negras intactas y la misma cara de orto de siempre. Entiendo si se preguntan qué relevancia tiene hoy en día un disco nuevo de Seance, yo también me lo pregunto. El problema es que estos riffs endemoniados no me dejan concentrarme. Altares para las guitarras vigorosas e inquietas, ofrendas al Dios del riff espiralado. Sí, no hace falta embadurnarse en un tecnicismo estéril para lograr que las seis cuerdas ardan con brillo propio y retorcido. Inclusive las canciones pueden tener estructuras reconocibles y gancho sin sacrificar brutalidad. Y, por si se habían olvidado, Seance nos recuerda que alguna vez el Death Metal lograba transmitir miedo. Contemplen, entonces, como tentáculos del tamaño del universo mismo se extienden sobre un firmamento negro estirando hasta el infinito la agonía de millones de galaxias en descomposición. Pesadilla lovecraftiana asegurada o le devolvemos su retoño oscuro de Shub-Niggurath. En cualquier caso, el fuerte de estos suecos está en su desarrollado instinto compositivo, en esa habilidad para dar vueltas complicadas sin salirse nunca de lo que necesita la canción y al mismo tiempo atreviéndose a jugar con elementos exóticos (por así llamarlos) como guitarras acústicas, grooves entrecortados y hasta un solo de bajo. Por supuesto, los elementos típicos están en su lugar. Voz gutural proveniente de los abismos más aterradores, check. Riffs slayerianos embarrados, check. Doble bombo insistente y taladrante, check. No es un nuevo amanecer para el Death, pero “Awakening of the gods” se las arregla para rescatar las mejores cualidades de la vieja escuela y ponerlas al día con sonido e ideas actuales, sin necesidad de agregar ningún “core” a su propuesta. Benditos sean estos enfermos.
Khanate “Clean hands go foul” (2009)
Un ángel con los huesos torcidos y el torso surcado por tensas líneas rojas. La piel estirándose y palpitando. Lo que resta de sus párpados desprende un espeso fluido verduzco. El triste esqueleto de sus alas apenas puede sostener las últimas plumas manchadas de hollín. Sus encías amarronadas laten con erupciones de pus. Un aquelarre de bacterias invade su centro nervioso. Reposa sobre planchas de metal oxidado y se propina caricias que se llevan souvenirs en forma de carne. Limpia el endurecido polvo de las paredes que lo contienen con los apéndices donde solía haber uñas, ahora reemplazadas por bultos de color bordó. Intenta recitar los salmos que hablaban de su existencia y su garganta cruje dejando un gusto sanguíneo en su árido paladar. Eleva esos brazos que parecen ramas secas. Tiembla con cada intento de movilidad. Implora a su padre y las lágrimas se acumulan en sus ojos quemando la retina. Su rostro se encoge en un gesto horrible, como si tratara de apretar los dientes que ya no están ahí. El dolor asciende lentamente por cada fibra de su ser hasta generar chispas eléctricas en su mente. Invadido por visiones de estómagos estallando, se retuerce de placer imaginando baños de sangre divinos. Fija su vista amarillenta en la procesión de moscas que se posa sobre sus heridas eternamente frescas. Ellas dejan sus huevos y él siente como las larvas se mueven cadenciosamente alimentándose de sus rancios jugos vitales. Amo de los insectos, caricatura fracturada del amor celestial. Su arquitectura anatómica desobedece las leyes naturales, creando pesadillescas articulaciones e irregulares geografías sobre su piel. El silencio lo aturde y él lo rompe raspando las costras en sus costillas. La médula en el núcleo de sus huesos es reemplazada por excremento líquido. Juega a clavar gruesos clavos en las palmas de sus manos. Cada golpe de martillo es acompañado por salpicadas de un espeso líquido negro. Envuelve su cráneo con alambres de púa y observa al firmamento vacío. Sueña con úteros esculpidos con tenazas. Sus entrañas cantan guturales mantras de pura decadencia intestinal. Las ácidas emulsiones de sus órganos internos se revelan y, paso a paso, van disolviendo esta ilusión de formas definidas y cuerpos tangibles.
T.S.O.L. “Life, liberty and the pursuit of free downloads” (2009)
Todavía hay esperanza. Si un grupo con treinta años de carrera es capaz de sacar un disco como este, plagado de excelentes canciones, con grandes melodías y una frescura envidiable, entonces no todo está perdido. Y sí, hablo de una banda pilar del Punk Rock americano de los 80’s y una vez más queda demostrado que la edad sólo hace que los punkys mejoren. Acá no hay achaques a la vista, muchachos. Y tampoco es el típico verso de la vuelta las raíces. En sólo media hora (¿quién necesita discos que duren más de media hora?), los californianos presentan diez canciones redondas por dónde se las mire, con el pulso rockero siempre firme, los riffs simples y gancheros, la voz de Jack Grisham con esa elegancia enfermiza de siempre, los punteitos y los teclados que aportan ese sabor tan particular. Se podría decir que todas la etapas del grupo se ven representadas en este disco, exceptuando, claro, la aberración Hair-metalera de fines de los 80’s. “She’s got a bomb” tiene toda la impronta cruda y directa del ep debut, “The pain that we go through” no desentonaría con el clima oscuro de “Change today?”, “Come into my nightmare” podría haber sido parte de ese vaudeville de Horror-Punk que fue “Dance with me”, “Someone like you” posee un aire experimental que remite a aquel incomprendido “Beneath the shadows” e inclusive temas como “We’re together” o “Love that mess” me recuerdan a The Joykiller, aquella excelente banda que Grisham lidero a mediados de los 90’s. Y, claro, hay más gemas, como la emocionante “Wait for me”, donde la guitarra y los teclados crean un perfecto colchón para una de las más sentidas melodías que se puedan lograr sin caer en clichés berretas. En fin, el culto a las buenas canciones en su máxima expresión y la actitud Punk al 100%, evitando todo atisbo de aburrimiento, acartonamiento o pretensión innecesaria, pero con un grado de musicalidad inigualable. Y, como si todo esto fuera poco, la banda puso a disposición el disco para descargar de forma gratuita en www.hurley.com/tsol. Pedir más sería de puro hinchapelotas. Como dirían los Descendents, enjoy!
Hyatari “They will surface” (2008)
Este mundo horrible y hermoso. Esos bloques de nubes que se mueven lentamente y esconden su significado en lo más recóndito de nuestras almas. Coronas de humo para símbolos formados por bloques de edificios. Visiones a través de vidrios empañados. El miedo y la tensión como combustibles para esta parálisis que estalla dejando cráteres en la tierra. Ok, no estamos hablando de nada nuevo a esta altura del partido. Ritmos lentos y arrastrados, comandados por una batería programada que suena mucho más natural y orgánica de lo que uno podría pensar en primera instancia, guitarras graves y gordas que juegan con el minimalismo Drone, los espirales Blacksabbatheros o las disonancias casi Industriales según la ocasión, climas ensoñadores creados por arpegios cristalinos y texturas de suave distorsión melódica, atmósferas turbias infectadas por legiones de insectos sonoros reptando en la oscuridad…Y ni una sola sonrisa. Claro, bien podríamos resumir todo esto como una suma de ciertos elementos de bandas como Neurosis, Godflesh, The Cure y Red Sparowes. Tenemos la sobria e infinitamente intensa oscuridad de los primeros, el agobiante tratamiento sonoro de los segundos, las melodías limpias y entrecruzadas de los terceros y la capacidad de generar imágenes casi fílmicas de manera puramente instrumental de los últimos. Y sin embargo, estos tres nativos de West Virginia no suenan en ningún momento a copia berreta. Está más que claro que para lograr un resultado decente en estos terrenos musicales es menester poseer un buen manejo de la dinámica. Bueno, Hyatari hace gala de un tacto equilibradísimo a la hora de construir climas, manejándose con elementos básicos pero sutiles, dejando de lado cualquier atisbo de barroquismo innecesario y poniendo el sentimiento siempre en primer plano. O sea, acá tenemos algo más que movimientos tectónicos dumbetas adornados con calculados arpegios Post-Rockeros. Por momentos, inclusive, creo percibir algo de esos mantras narcóticos de los geniales Om, pero con una o dos capas extras de ruido. Recomendado para viajes introspectivos, sueños apocalípticos y atardeceres melancólicos.
Thursday “Common existence” (2009)
Resulta casi gracioso que un grupo como Thursday haya sido la principal fuente de inspiración para bandas tan artificiales y pedorretas como Funeral For A Friend, The Used o los a esta altura insoportables My Chemical Romance. Y no es una cuestión de popularidad o mero snobismo. Cualquiera con un par de oídos puede notar que la propuesta de estos neoyorkinos no tiene nada que ver con maquillajes corridos y pataleos adolescentes. Por supuesto, no están solos y junto a otros como Poison The Well, Hopesfall o los desaparecidos Boy SetsFire siguen demostrando que la combinación de melodías Emo, intelectualidad Post-Hardcore y pesadez metalera todavía tiene tela para cortar. Después del introspectivo “A city by the light divided”, Thursday recupera algo de la energía desbordada de sus primeros trabajos (la poderosa “Resuscitation of a Dead Man” que abre el disco es buena prueba de ello) y la adorna con un grado de sofisticación que los acerca aún más a los sonidos de avanzada de clásicos de culto como Snapcase o Glassjaw. Geoff Rickly mantiene su tradicional tono de voz nasal y siempre al borde del colapso total pero aporta melodías tan logradas como memorables, épicas y, claro, sumamente emotivas. Las guitarras despliegan su enorme arsenal de recursos, construyen impenetrables paredes de distorsión, se repliegan en bellísimos arpegios, apuntalan nervios con histéricas disonancias, flotan en texturas casi psicodélicas y nunca se salen de los marcos de la corrección cancionera. Los teclados apuntalan magistralmente la gama de emociones desplegadas en cada canción, comprendiendo a la perfección qué lugar ocupar en cada tramo de las composiciones. Y, claro, si hablamos de composición, estos tipos saben lo que están haciendo. La dinámica entre la introspección y los estallidos de rabia siempre la manejaron a su antojo y acá llegan al punto más alto de expresividad, estirando la tensión hasta puntos insospechados, dando vuelta las estructuras obvias del género sin por ello forzar la fluidez de los temas. Por momentos logran resultados cinemáticos, secuencias de imágenes en blanco y negro, historias contadas con pulso rockero y una imaginación a prueba de balas. Y lo importante es que dichos relatos musicales no son un mero ejercicio de matemáticas compositivas. Las vísceras mismas de los músicos están expuestas con cada riff, cada grito, cada melodía. Y desaprovechar tales cualidades en esta época de poses sin sustancia e ideas recicladas hasta el vómito sería un verdadero crimen.
Puedo imaginarme las caras de desconcierto de aquellos que todavía creen que The Axis Of Perdition es un grupo de Black Metal con inclinaciones Industriales. Claro, aquellos que sólo llegaron a escuchar aquel debut de 2003, “The Ichneumon method (And less welcome techniques)”, todavía retendrán en sus neuronas ese barroquismo a toda velocidad, una especie de cruza enfermiza entre Emperor, Atheist y Blut Aus Nord. El mini lp “Physical illucinations in the sewer of Xuchil Bara…(The red god)” marcó el comienzo del quiebre estilístico hacia terrenos Industriales/Ambientales y las intenciones cinemáticas de los británicos se hicieron realidad en el posterior “Deleted scenes from the transition hospital”, donde, no obstante, todavía era posible detectar los rastros de su pasado blackmetalero. Cinco años después, tenemos entre nosotros este cd doble llamado “Urfe” y, con él, una nueva redefinición para la música del cuarteto. “Urfe” relata la epopeya psicodélica/introspectiva del personaje homónimo a través de una imaginaria ciudad llamada Locus Eyrie. Y cuando digo relata me refiero exactamente a eso. Casi la totalidad de las voces están a cargo del actor Leslie Simpson (“Dog Soldiers”, “The Descent”, “Doomsday”, “Beyond The Rave”) quien recita los escritos concebidos por el grupo cual trovador post-nuclear. Y el soundtrack (nunca mejor escogido el término) para esa historia termina de redondear el concepto de forma abrumadora. Desde tenues melodías hasta erupciones volcánicas de pura abrasión sonora, atmósferas cavernosas infectadas de miles de detalles enfermizos, un desarrollo musical extremadamente cuidadoso de nunca perder el hilo conceptual. Una verdadera película relatada con música. Por supuesto, para lograr tal efecto era menester que The Axis Of Perdition se librara casi por completo de sus raíces metálicas e inclusive de todo acercamiento rockero a la composición. Los tipos no se hicieron problema por eso (aunque hay esporádicos pasajes en la segunda mitad del disco donde las guitarras, la batería y la voz distorsionada se entrometen en una suerte de pesadilla Drone-Black-Industrial) y lograron crear lo que alguien como Angelo Badalamenti haría si contara con el arsenal de destrucción masiva de gente como Justin Broadrick o Genesis P. Orridge. Por supuesto, podríamos llamar a esto Film Score Metal, pero me da escalofríos el siquiera sugerir en broma que esta genialidad tenga algún punto de contacto con la berretada de Luca Turilli. Más allá de rótulos y referencias, si son de aquellos que todavía disfrutan del gentil arte de escuchar música sin distracciones, cierren los ojos y sumérjanse en lo que seguramente será el film más perturbador del año.
Wino “Punctuated equilibrium” (2009)
Llámenlo artista de culto o cómo carajo quieran, Scott “Wino” Weinrich es el jodido amo del Doom y se acabó la discusión. ¿O acaso es necesario que les recuerde que el tipo lideró a Saint Vitus y The Obsessed, dos de las bandas pilares del Sabbathismo muchos años antes de que a alguien se le ocurriera el término Stoner-Rock? Y no nos olvidemos de sus últimas encarnaciones en la forma de Spirit Caravan y The Hidden Hand. Puro material de calidad. Así, después de tantos años de riffs arrastrados y climas psicodélicos/ominosos, Wino se despacha con su primer disco solista. No esperen novedades, vanguardia ni experimentación, el hombre se armó un buen Power-trio y se dedicó a hacer lo que mejor sabe, rockear de la forma más maldita posible. Y con una frescura que no se condice con sus cuarenta y siete años de edad. Prueben, si no me creen, con la casi Punk “Punctuated equilibrium”, con la lisérgica zapada de “Wild blue yonder”, la atmósfera mística de “Water crane” o la atrapante densidad de “Eyes of the flesh”. Vamos, prueben con el disco entero y déjense llevar por esa guitarra llena de magia Iommiesca, por esa voz rasposa y expresiva, por esos grooves irresistibles, por esos graves gordos y valvulares, por esa inclaudicable naturalidad que se desprende de estas diez canciones que rozan la perfección absoluta. Y encima tengan siempre presente que, con sus letras, Wino demuestra que es mucho más que un peludo con muchos tatuajes y pocas ideas. Inclusive hay lugar para jugueteos instrumentales retorcidos que recuerdan a sus esporádicas colaboraciones con Joe Lally, ex bajista de Fugazi. En fin, es lo de siempre, sí, pero hecho con clase y personalidad por uno de los tipos que definió cómo hacerlo. Imprescindible para todo dumbeta que se precie de tal.
Dälek “Gutter tactics” (2009)
Criaturas inmóviles de cemento gris siguen nuestros pasos con ojos más negros que la noche. El sudor helado, las miradas inquietas y la punzante certeza de que, si todo se acaba acá, estuvimos siempre equivocados. Gusanos de tenso plástico extendiéndose hasta donde nuestra visión se niega a llegar. Bebés deformes que reptan tratando de acariciarnos mientras emiten guturales sonidos sin boca. Los más perturbadores viajes narcóticos, la demencia urbana, el miedo como una aguja en la espina dorsal. No soy un experto en el tema, pero puedo asegurar que el Hip-Hop (salvando contadísimas excepciones) no es lo mío. Este dúo neoyorkino está al tope de las excepciones, claro. Por supuesto, ahí entra otra vez la discusión de si esto puede ser llamado o no Hip-Hop. Como no soy un purista ni un estudioso del género, dejo de lado tal cosa y me entrego por completo a esta nueva maravilla con la que Dälek festeja (bueno, eso de festejar es un decir) sus diez años de vida. Las flores, como suele suceder en estos casos, van para The Oktopus, el encargado de erigir estas intrincadas construcciones musicales infectadas de miles de sonidos superpuestos y enmarcadas por beats que demuestran que no necesitan ir acompañados de la palabra Blast para ser brutales. Por momentos logran pinturas exactas de lo que uno imagina que debe ser un paseo nocturno por los barrios más jodidos de New York, por momentos se acercan al Trip-Hop pero desechan cualquier intento de “coolismo” escupiendo las texturas más abrasivas de su arsenal. Algo así como un Massive Attack pasado por una picadora de carne manejada por Merzbow. En ese contexto, el rapeo seco de MC Dälek hace quedar a tanto gangsta tatuado como una mera pandilla de nenes incapaces de hilar una idea propia. Y si hay algo que no le falta a esta gente son ideas. Bases rítmicas que no desentonarían en un disco de Godflesh, acuosas melodías entrecruzadas que harían llorar de envidia a Mogwai, collages de samples abrumadores como los del mejor Skinny Puppy, un vasto laboratorio sonoro donde cualquier recurso puede ser usado en pos de lograr los densísimos climas que manejan estos tipos. Para cuando llegás a “Atypical stereotype”, que cierra el disco con un cadencioso ritmo ensuciado por un insistente estrato de ruido blanco, sentís la cabeza embotada y un nudo en el estómago. Y vas a querer repetir la experiencia. Sí, recién estamos en enero pero ya puedo decir que “Gutter tactics” va a ser uno de los discos del año.
Napalm Death “Time waits for no slave” (2009)
Suena “Strongarm” y, mientras junto los restos de masa encefálica que quedaron pegados a la pared, me pregunto cómo es posible que una banda con tantos años de carrera ininterrumpida puede mantener tal grado de virulencia sin dejar que se entrometa ni un atisbo de artificialidad ni aburguesamiento en su propuesta. Más teniendo en cuenta que siendo estos ingleses los padres indiscutidos del Grindcore, bien podrían haberse quedado atascados en la repetición infinita de sus primeros pasos. El hecho es que estos tipos siguen planteando excelentes ideas musicales con una furia descontrolada y pareciera que tienen combustible para rato. Por supuesto, ya no están redefiniendo géneros pero los desafío a encontrar un solo riff que suene a gastado o a mera nostalgia. Díganme cuántos cantantes extremos son capaces de escupir la rabia pura y sin adulterar que desprende el bueno de Barney Greenway. Vamos, si hasta el tipo suena más enojado ahora que en la época en que recién había entrado a Napalm. Tal vez se deba a que tiene motivos reales para estar enojado, en vez de gruñir sobre demonios y orgías gore. Tal vez la madurez que le da claridad a sus ideas políticas le sirva también como receta para el odio. Esa misma madurez que se evidencia en los excelentes riffs de Mitch Harris, un auténtico artesano del Grindcore con un vuelo creativo ilimitado y un instinto asesino inclaudicable. Haciendo gala tanto de enrosques técnicos que serían la envidia de cualquier aspirante a Scott Hull, como de simples y directos mazazos paridos en la mejor tradición cabezota de Celtic Frost, D.R.I. o Siege, e inclusive exóticas texturas disonantes casi melódicas que habría que rastrear en su gusto por bandas como Killing Joke, Swans o Today Is The Day. Y lo mejor es que todo eso está desplegado en canciones, y no en meras apiladas de riffs y cortes. Y en esas canciones no van a encontrar sólo torbellinos de blast-beats incesantes, también hay groove, tempos irregulares, rebajes hardcorosos, letanías monolíticas…y demoledoras estampidas a toda velocidad, claro. En definitiva, son catorce nuevos himnos de repulsión ante este mundo gris y enfermo. Y, como todo disco de Napalm Death (sí, me paso la objetividad por el escroto), una clase magistral de música extrema.
Fen “The malediction fields” (2009)
Los rayos del sol del atardecer se cuelan entre estos ventanales tiñendo de un melancólico cobre a los edificios. Aguas cristalinas que nos devuelven los cansados reflejos de nuestros rostros. Luces de neón paralizadas a toda velocidad sobre este asfalto coronado por una luna infiel. Un cortejo de árboles ancestrales que nos protege. Autoexiliados en este escarchado bosque de concreto y cables de alta tensión. Si pensaban que combinar los climas reflexivos y eminentemente urbanos de Mogwai o Explosions In The Sky con el Black Metal “naturalista” y emotivo del primer Ulver daría como resultado inevitable un pastiche infame sin pies ni cabezas, piénsenlo otra vez. Ok, tal vez puedan encontrar similitudes con lo último de Alcest, en cuanto al tratamiento altamente sensible y a ese claro aire soñador post-rockero. Pero donde los franceses dejan de lado totalmente el Black, Fen todavía mantiene lazos con dicho género, en especial en lo que hace a voces podridas y riffs taladrantes. Pero, claro, esto no es DarkThrone (Dartron, para los amigos) ni Mayhem. Ni siquiera Emperor. Estos británicos se manejan principalmente en medios tiempos y densos ritmos casi dumbetas, la influencia del Thrash y la mística rudimentaria de Venom o el primer Bathory brilla por su ausencia y las estructuras compositivas no apuntan a una grandilocuencia sinfónica si no más bien a desarrollos emocionales apuntalados por paisajes etéreos y lluviosos. Y sí, hay teclados y climas de pura cabalgata épica en medio de montañas cubiertas de nieve. Y también hay guitarras acústicas que toman lugares preponderantes aún en canciones no acústicas. Digamos que, antes que a rituales satánicos y quema de iglesias, la música de Fen remite a viajes shamánicos de autoconocimiento y conexión con la naturaleza. O a la melancolía que produce añorar dichos viajes cuando uno se encuentra atrapado por esta demencia urbana que vivimos día a día. O bien podría decirse que Fen abraza la misantropía y no el nihilismo del Negro Metal. Si hasta en los pocos tramos en los que pisan el acelerador (como en la genial “Lashed by storm”) transmiten más una sensación de inercia vertiginosa que de odio desbocado. Y en ese mismo tema se cuela un pasaje de guitarras que no desentonaría en algún disco de Red Sparowes o inclusive Isis, hasta que las guitarras empapadas de reverb vuelven a entrar con el ritmo a todo galope y la lluvia golpeando fuerte en el rostro. Tal vez suene raro pero “The malediction fields” es uno de los discos más hermosos que el Black Metal ha logrado parir en mucho tiempo.
1 invocaciones del cosmos:
aaaaaahhhora caigo, Seance era la banda de los manes de Witchery. Que buena que estaba Witchery y me acuerdo que no me había gustado Seance. Pero bueno, si el loco lista la recomienda tiene que salir.
Publicar un comentario