Life Long Tragedy “Runaways” (2008): Sería absurdo hablar de un resurgimiento del Hardcore dado que hace ya un tiempo que dicho género viene entregando propuestas interesantes y con aires de renovación. Pero sin dudas 2008 fue un año generoso en ediciones destacadas. Ahí tienen los trabajos de Paint It Black, Killing The Dream, Carpathian, Shai Hulud y Fucked Up, por sólo nombrar algunos. Pueden sumar a la lista este testimonio final de Life Long Tragedy. Ah sí, estos muchachos se han separado recientemente. Y es una pena, porque el potencial para desarrollar aún más su sonido estaba más que latente en “Runaways”. Veamos, estos californianos hacen (hacían) Hardcore, eso es obvio. La forma en que lo encaraban ya no era tan obvia. Variedad de ritmos sin llegar nunca al caos experimental/progresivo, pesadez sin ser ni por asomo Metalcore, melodías y emoción pero sin rastros de maquillajes ni peinados tipo lengüetazo de vaca, crudeza y urgencia manejadas con el grado justo de inteligencia y mesura, respeto por las tradiciones estilísticas pero con la mirada siempre hacia delante. Ok, las influencias están. Si alguna vez escucharon bandas como Modern Life Is War o The Hope Conspiracy, encontraran esos rastros pero trabajados con ideas y personalidad propias. Y convengamos en que tampoco estamos hablando de las influencias más comunes y repetidas del mundo. En fin, justo cuando el quinteto estaba logrando plasmar imágenes fuertísimas a través de su música, nos dejan con ganas de más. Habrá que esperar a ver qué surge de esta separación.
Pig Destroyer “Natasha”(2008): La escenografía adecuada. Los sonidos de la vida, lejanos, casi inaudibles. Estas paredes de roca semisólida. Y el aire. La atmósfera más viciada y densa que jamás se haya respirado. Victima/victimario dándonos la bienvenida, casi como tratando de imitar la voz de su propia victima/victimario. Sin aviso previo, las paredes comienzan su sinfonía de mala digestión. Sus labios afilados nunca dejan de resonar. Fragmentos de tierra lanzados hacia el espacio. Dos que son uno y observan dentro de sus ojos. El horror puro, rojo, reptante. Juguetes en un ciclo espiralado. Respirando rocas, pulmones hechos de metal oxidado y las venas transformadas en gruesos cables de alquitrán. Forcejeos que quiebran músculos y tejidos. Los sonidos de la vida, intoxicados en estas transmisiones que imitan el infierno de la vida. Insectos deliberando, millones de pequeños apéndices rasposos, el cosquilleo de la enfermedad. Sus labios afilados como la seda. El aroma narcótico que desprenden las fotos donde debería verse su rostro. El tiempo ya no es tiempo en estas grutas y un simple gesto disipa esta ilusión de niebla. Ejércitos de gusanos avanzando sobre campos de carne, espesos jugos negros regando lentamente los espacios entre cada arruga de la piel. Víctima/victimario ascendiendo hasta lo más profundo. Finge resistencia mientras saborea cada instante, cada hueso astillado, cada vaso sanguíneo roto, cada luz que se apaga. Víctima/victimario fingiendo sed de venganza mientras lo abraza con infinita compasión. Ambos juegan el juego. Y, tal vez impulsados por la marea de ojos infectados en sangre, lo hacen de forma convincente. Lenguas secas arrancando fragmentos de piel, implosiones gástricas inundadas de ácidos coagulados. La escenografía adecuada. Los sonidos de la vida, lejanos pero aún así los únicos capaces de ser discernidos. La culpa disuelta en recipientes plásticos cubiertos de polvo. Y las sonrisas deformes de legiones de insectos esperando.
Milica “Muestra” (2006): Si una banda me sorprende ya tiene la mitad de la pelea ganada. Si, encima, una banda logra que me sienta feliz de estar equivocado, ya casi tiene la otra mitad adentro. Lo digo en voz baja para que no se asusten: todavía quedan buenas bandas nacionales, con propuestas personales y condiciones musicales como para plasmarlas sin fallas. Son jóvenes, no están atados a géneros ni etiquetas, tienen sangre en las venas y algo más que pelo en la cabeza. Y confirman, una vez más, que el que busca encuentra. Es sólo que, a veces, uno busca en los lugares equivocados. Vienen de La Plata y sólo necesitan veinte minutos para captar por completo tu atención. “Ascensor”, “Palomas blancas muertas” y “Superentendido” muestran una cara del cuarteto, la de las canciones caóticas, de riffs entrecortados, volteretas rítmicas y estructurales y voces que no por quebradas y urgentes pierden la afinación ni la melodía. Y todo condensado en no más de tres minutos de pura furia Punk. El otro costado de Milica se presenta en temas como “Océano (Canción para las ballenas)”, “Apesadesalumbrado (Versión Bidón)” e “Intracraneal”, donde los sonidos acuosos, graves, abrasivos y los devaneos psicodélicos dicen presente, envolviendo tu cabeza con imágenes de todas las formas y colores. Encima, este disco fue grabado en 2005, lo que nos habla de lo realmente avanzado de la propuesta. Un disco para volver a creer.
Einstürzende Neubauten “The jewels”(2008): “The jewels” reúne, ni más ni menos, que los quince temas que, en su momento, fueron material exculsivo para los fans que contribuyeron con la grabación del anterior “Alles wieder offen”. A efectos de hacer que dichas gemas musicales fueran algo especial, Blixa Bargeld (eterno líder de estos alemanes) diseñó un sistema de naipes a partir de los cuales se marcarían las pautas para lo que habría de grabarse. Por supuesto, se trata de premisas más bien abstractas y libres a la interpretación de los músicos. Es por eso que las letras de las canciones están tomadas del archivo de sueños que el mismo Bargeld mantiene en su computadora. Por si no les quedó claro, el camino fácil nunca fue el interés de Einstürzende Neubauten. No lo fue en 1981 cuando debutaron con “Kollaps” e inauguraron una nueva forma de encarar el Rock y la música en general con sus poco convencionales instrumentaciones. No lo fue cuando se apartaron deliberadamente de la escena Industrial (donde se los había encasillado erróneamente), dotando a su música de una profundidad melódica hasta entonces inédita. Y, ciertamente, no lo es ahora. Blixa y los suyos han demostrado hace tiempo que pueden lograr música henchida de belleza, sin por eso resignar su eterno apetito de exploración sonora. A esta altura es meramente anecdótico el hecho de que entre los instrumentos utilizados en este disco encontremos llaves, taladros, turbinas de avión o animales sedientos. Y es anecdótico porque no se trata de un burdo golpe de efecto, todos esos elementos están puestos en función de las canciones y se funden sin problemas con los instrumentos convencionales. Porque, más allá del altísimo grado de experimentación desplegado por los germanos, ellos siempre privilegiaron la inmortalidad de las canciones, aún cuando las deformaran a martillazos…literalmente. Casi treinta años de auténtico terrorismo musical y esta gente todavía mantiene el fuego y la magia para seguir creando obras relevantes y memorables. Si todavía no los descubrieron, háganse un favor y consigan a cómo dé lugar cualquiera de sus discos. No se van a arrepentir.
Young Widows “Old wounds”(2008): Young Widows surge de la disolución de los Mathcore Breather Resist. Este es su segundo disco y no hay nada en el (ni el anterior, “Settle down city”) que tenga que ver con dicho género, ni siquiera con el Metal. Y, sin embargo, la esencia retorcida, disonante y enfermiza sigue siendo el combustible que alimenta estas canciones. Esto es Noise-Rock como el que supieron entregarnos luminarias como The Jesus Lizard o Shellac, con los anteojos y los músculos conviviendo en tensa armonía. Lo cual demuestra, una vez más, que sólo un sordo podría negar la directa influencia que dichas bandas (y otras similares) tuvieron en el Mathcore. Los ritmos trabados, las guitarras llenas de ideas, los bajos aplastantes y sucios, las voces violentas y secas, los climas opresivos que dan paso a estallidos psicóticos. Y sigue siendo Rock, con la crudeza necesaria, el gancho imprescindible, con esa energía que se siente en todo el cuerpo y que invita a danzar como un poseso. Cabe aclarar que este disco fue grabado en vivo (con la asistencia de Kurt Ballou, guitarrista de Converge) y de dichas grabaciones se seleccionaron las mejores tomas de para el disco, logrando así un sonido robusto, sudoroso y espontáneo sin perder nunca la calidad sonora, permitiendo así que las sutilezas puedan apreciarse tanto como la fuerza en bruto del trío. Otra saludable muestra de que el Rock más nerd puede tener tantos huevos como el de cualquier redneck adorador de Black Sabbath.
Secret Chiefs 3 “Xaphan: The book of angels, vol. 9”(2008): No soy un turista aplicado. Visito estos lugares exóticos sin tomar apuntes e inclusive es muy poco lo que mi memoria retiene sobre datos formales. Tampoco cuento con un catálogo de postales aventureras que me permitan realizar comparaciones acertadas. Pero encontrar lazos emocionales en estos paisajes extraños no es una experiencia académica. No debería serlo, al menos. Vamos, ¿desde cuándo la condición humana puede ser reducida a líneas garabateadas sobre un papel? No se trata de cuestiones regionales, esto es universal. Como la música, como la vida misma. No tengo vergüenza en aceptar la ayuda de estos guías. ¿Acaso alguien en su sano juicio negaría las capacidades expresivas de Trey Spruance y John Zorn? Ok, el post-modernismo nos ha condenado a cosas horribles, sin duda. Pero también hemos de agradecerle la presencia de tipos como estos, incapaces de encorsetar su apetito creativo. Insisto, esto es música. Ni más ni menos. Y eso quiere decir imágenes, sensaciones, placer, dolor, extrañamiento, danzas, reflexiones y tanto más. Melodías que resuenan en algún lugar de nuestras almas (¿en otras vidas, tal vez?), ritmos que se introducen en nuestros huesos como pequeñas e infecciosas serpientes, construcciones armónicas que toman formas definidas sólo para disolverse en espesas brumas casi fantasmagóricas. ¿Híbridos? ¿Mestizaje? Claro, ya hace mucho tiempo que la música es eso. Vanguardia y tradición son sólo dos palabras y, como tales, nunca serán suficientes para explicar lo que estos sonidos contienen. ¿Cómo podrían hacerlo cuando aquí podemos encontrar vidas enteras, padecimientos eternos y celebraciones impostergables? Lúdicos y ceremoniosos. Un constante juego de opuestos en cuya tensión es posible encontrar una absoluta liberación.
Blacklisted “Heavier than heaven, lonelier than god”(2008): ¿Querían más Hardcore? Bueno, no importa si lo querían o no, ofertas tan jugosas como la que presenta este cuarto disco de Blacklisted no son como para despreciar. Veinte minutos de pura energía desatada, las venas del cuello a punto de estallar, el alma en llamas y la voluntad inquebrantable de las cosas bien hechas. No se trata sólo de once himnos perfectos a la desesperación urbana, se trata de once bestias rabiosas y babeantes, con grado exacto de caos, ruido e intensidad como para no aburrir ni transformarse en una exhibición genérica de riffs mosheros. La imaginación y la brutalidad conjugadas como pocos han podido lograr hasta el momento. Emociones a flor de piel, nervios expuestos y palpitantes. Ese mágico momento que se da cuando la espontaneidad logra traducirse en buenas ideas sin ningún esfuerzo y alejada de todo atisbo de frialdad calculadora. Claro, la escuela de Black Flag sigue dando a luz alumnos destacados y bienvenidos sean. En especial porque no se dedican a calcar lo hecho por los legendarios californianos, si no que aportan su propia perspectiva. Lo que resulta un tributo aún más exacto al inmortal legado de dicha banda. No hay mucho más para agregar, si realmente disfrutan del Hardcore que va más allá de poses y discursitos vacíos sería una pena que dejen pasar esta maravilla.
Lvmen “Heron”(2008): Colosos de roca sólida fracturándose bajo la imperturbable mirada de lunas ancestrales. Frecuencias sórdidas de tierras lejanas, criaturas indefensas investidas ahora con una merecida autoridad. Estas danzas rituales nos confrontan con la evidencia de nuestra insignificancia. Nuestras propias venas nos atan a ciclos sin fin. Cinco checoslovacos capaces de evocar cúmulos de imágenes majestuosamente poéticas. Sí, aquí resuenan los ecos de Neurosis, Melvins e inclusive Isis. Sí, las composiciones son tratados sobre dinámica y texturas, la interacción entre los instrumentos está llena de detalles para analizar, la pesadez monolítica no le quita lugar a las reflexiones soñadoras y la intensidad emocional no se choca con la complejidad instrumental. Bien vale aclarar que no estamos hablando de unos recién llegados, con diez años de carrera y cuatro discos bajo el brazo, Lvmen tiene experiencia de sobra como para lograr resultados propios. Aún cuando tomen algo del sobrio acercamiento al Folk más oscuro de Neurosis, algo del Sabbath punkeado y deformado de los Melvins, algo de la capacidad de Isis para navegar entre lo primitivo y lo progresivo. Pero también tenemos samples y teclados generando sonoridades inusuales, rastros de un pasado ligado al Post-Hardcore, voces limpias y pasajes etéreos que logran lo que Isis no pudo en su “In the absence of truth”: emocionar. Como yapa, tienen dos remixes que abren aún más el espectro sonoro del grupo, manteniendo, no obstante, su aura mística y épica. Si existe algo llamado Post-Metal, es probable entonces que “Heron” haya sido el mejor disco de dicho subgénero en lo que va del año.
R.E.M. “Accelerate”(2008): Oh sí. Los amantes intransigentes de la extremidad musical los tildarán de blandos, los snobs los despreciaran por mainstreams, los más radicales en su visión del mundo los defenestrarán (y con razón) por su sosa corrección política. Y así podríamos seguir hasta llenar páginas y páginas. Ahora bien, cualquiera que sepa apreciar el valor de las grandes canciones podrá entender por qué todas esas críticas pasan a un estricto segundo plano cuando hablamos de los viejitos de Athens. ¿Cuántas bandas conocen, acaso, que con veintiocho años de carrera ininterrumpida y catorce discos sobre sus espaldas mantengan no sólo el nivel compositivo, si no la capacidad de mutar y soprender sin perder su sonido característico? Claro, para muchos las últimas entregas de los liderados por Michael Stipe pecaban de demasiado lánguidas y melancólicas. Bien, “Accelerate” responde con las más furiosas canciones que jamás hayan grabado estos señores. Sí, inclusive superan en distorsión y vitalidad al glorioso “Monster” de 1994. Claro, se siente el tufillo del revival noventero, pero si hay alguna banda con el talento y la honestidad necesarias como para traer de vuelta esa mirada, es R.E.M.. Por otro lado, la suciedad de las guitarras y el pulso firme de las bases no impide que el calvo Stipe se despache con esas melodías irresistibles a las que nos tiene acostumbrado, siempre sensibles, siempre atinadas y haciendo gala de una intensidad vocal que no se condice con sus cuarenta y ocho años de edad. Ciertamente estos tres tipos que ya rondan los cincuenta años demuestran poseer más energía e ideas musicales que la mayoría de sus pares, tanto viejos como jóvenes.
Sunn 0))) “Dømkirke”(2008): Parece mentira, pero los monjes del Drone lejos están de quedarse estancados y sin ideas. Algo más que curioso, dada la concepción minimalista de su música. Pero es así. Abrieron grietas en la tierra con los graves sobredimensionados de sus primeros trabajos, abrazaron la vanguardia experimental con sus “White”, se tiñeron de Negro Metal en su etapa “Black one”, unieron fuerzas con el deliro de Boris para el sublime “Altar” y se recluyeron en tensas ambientaciones para el sórdido “Oracle”. Y eso sin mencionar la enorme cantidad de proyectos en los que han participado y que, de una forma u otra, han nutrido la música de estos adoradores de Earth. “Dømkirke” no es más que un disco en vivo… grabado en una catedral noruega. Sí, los tipos en vez de prenderla fuego la llenaron de música oscura y blasfema. Podrán imaginarse que esta gente no desaprovechó la oportunidad de utilizar la acústica que dicho lugar les proporcionaba. Y, como si eso no fuera suficiente, los encapuchados también se apoderaron del órgano de dicha catedral (Steve Moore se encarga de este instrumento, así como también del trombón…sí, dije trombón) y lo incorporaron a su arsenal sonoro de forma tan natural como sublime. Como era de esperar, el resultado es lo más parecido a una misa negra que jamás habrán escuchado. Si un escalofrío no les paraliza la espalda al escuchar los recitados de Attila Csihar acompañado del órgano (inserte aquí su chiste fácil. Muchas gracias) en la primera parte del disco es porque son el mismísimo Satanás. Y ni hablemos de las legiones de demonios invocados en estos sesenta y cuatro minutos de puro aquelarre musical. Contemplen, entonces, como el ruido se transforma en miedo puro y sólido y lo envuelve todo. Y atrévanse a enfrentar esta experiencia.