22 de noviembre de 2008

Comentarios de discos

Por Fernando Suarez.


Life Long Tragedy “Runaways” (2008): Sería absurdo hablar de un resurgimiento del Hardcore dado que hace ya un tiempo que dicho género viene entregando propuestas interesantes y con aires de renovación. Pero sin dudas 2008 fue un año generoso en ediciones destacadas. Ahí tienen los trabajos de Paint It Black, Killing The Dream, Carpathian, Shai Hulud y Fucked Up, por sólo nombrar algunos. Pueden sumar a la lista este testimonio final de Life Long Tragedy. Ah sí, estos muchachos se han separado recientemente. Y es una pena, porque el potencial para desarrollar aún más su sonido estaba más que latente en “Runaways”. Veamos, estos californianos hacen (hacían) Hardcore, eso es obvio. La forma en que lo encaraban ya no era tan obvia. Variedad de ritmos sin llegar nunca al caos experimental/progresivo, pesadez sin ser ni por asomo Metalcore, melodías y emoción pero sin rastros de maquillajes ni peinados tipo lengüetazo de vaca, crudeza y urgencia manejadas con el grado justo de inteligencia y mesura, respeto por las tradiciones estilísticas pero con la mirada siempre hacia delante. Ok, las influencias están. Si alguna vez escucharon bandas como Modern Life Is War o The Hope Conspiracy, encontraran esos rastros pero trabajados con ideas y personalidad propias. Y convengamos en que tampoco estamos hablando de las influencias más comunes y repetidas del mundo. En fin, justo cuando el quinteto estaba logrando plasmar imágenes fuertísimas a través de su música, nos dejan con ganas de más. Habrá que esperar a ver qué surge de esta separación.


Pig Destroyer “Natasha”(2008): La escenografía adecuada. Los sonidos de la vida, lejanos, casi inaudibles. Estas paredes de roca semisólida. Y el aire. La atmósfera más viciada y densa que jamás se haya respirado. Victima/victimario dándonos la bienvenida, casi como tratando de imitar la voz de su propia victima/victimario. Sin aviso previo, las paredes comienzan su sinfonía de mala digestión. Sus labios afilados nunca dejan de resonar. Fragmentos de tierra lanzados hacia el espacio. Dos que son uno y observan dentro de sus ojos. El horror puro, rojo, reptante. Juguetes en un ciclo espiralado. Respirando rocas, pulmones hechos de metal oxidado y las venas transformadas en gruesos cables de alquitrán. Forcejeos que quiebran músculos y tejidos. Los sonidos de la vida, intoxicados en estas transmisiones que imitan el infierno de la vida. Insectos deliberando, millones de pequeños apéndices rasposos, el cosquilleo de la enfermedad. Sus labios afilados como la seda. El aroma narcótico que desprenden las fotos donde debería verse su rostro. El tiempo ya no es tiempo en estas grutas y un simple gesto disipa esta ilusión de niebla. Ejércitos de gusanos avanzando sobre campos de carne, espesos jugos negros regando lentamente los espacios entre cada arruga de la piel. Víctima/victimario ascendiendo hasta lo más profundo. Finge resistencia mientras saborea cada instante, cada hueso astillado, cada vaso sanguíneo roto, cada luz que se apaga. Víctima/victimario fingiendo sed de venganza mientras lo abraza con infinita compasión. Ambos juegan el juego. Y, tal vez impulsados por la marea de ojos infectados en sangre, lo hacen de forma convincente. Lenguas secas arrancando fragmentos de piel, implosiones gástricas inundadas de ácidos coagulados. La escenografía adecuada. Los sonidos de la vida, lejanos pero aún así los únicos capaces de ser discernidos. La culpa disuelta en recipientes plásticos cubiertos de polvo. Y las sonrisas deformes de legiones de insectos esperando.


Milica “Muestra” (2006): Si una banda me sorprende ya tiene la mitad de la pelea ganada. Si, encima, una banda logra que me sienta feliz de estar equivocado, ya casi tiene la otra mitad adentro. Lo digo en voz baja para que no se asusten: todavía quedan buenas bandas nacionales, con propuestas personales y condiciones musicales como para plasmarlas sin fallas. Son jóvenes, no están atados a géneros ni etiquetas, tienen sangre en las venas y algo más que pelo en la cabeza. Y confirman, una vez más, que el que busca encuentra. Es sólo que, a veces, uno busca en los lugares equivocados. Vienen de La Plata y sólo necesitan veinte minutos para captar por completo tu atención. “Ascensor”, “Palomas blancas muertas” y “Superentendido” muestran una cara del cuarteto, la de las canciones caóticas, de riffs entrecortados, volteretas rítmicas y estructurales y voces que no por quebradas y urgentes pierden la afinación ni la melodía. Y todo condensado en no más de tres minutos de pura furia Punk. El otro costado de Milica se presenta en temas como “Océano (Canción para las ballenas)”, “Apesadesalumbrado (Versión Bidón)” e “Intracraneal”, donde los sonidos acuosos, graves, abrasivos y los devaneos psicodélicos dicen presente, envolviendo tu cabeza con imágenes de todas las formas y colores. Encima, este disco fue grabado en 2005, lo que nos habla de lo realmente avanzado de la propuesta. Un disco para volver a creer.

Einstürzende Neubauten “The jewels”(2008): “The jewels” reúne, ni más ni menos, que los quince temas que, en su momento, fueron material exculsivo para los fans que contribuyeron con la grabación del anterior “Alles wieder offen”. A efectos de hacer que dichas gemas musicales fueran algo especial, Blixa Bargeld (eterno líder de estos alemanes) diseñó un sistema de naipes a partir de los cuales se marcarían las pautas para lo que habría de grabarse. Por supuesto, se trata de premisas más bien abstractas y libres a la interpretación de los músicos. Es por eso que las letras de las canciones están tomadas del archivo de sueños que el mismo Bargeld mantiene en su computadora. Por si no les quedó claro, el camino fácil nunca fue el interés de Einstürzende Neubauten. No lo fue en 1981 cuando debutaron con “Kollaps” e inauguraron una nueva forma de encarar el Rock y la música en general con sus poco convencionales instrumentaciones. No lo fue cuando se apartaron deliberadamente de la escena Industrial (donde se los había encasillado erróneamente), dotando a su música de una profundidad melódica hasta entonces inédita. Y, ciertamente, no lo es ahora. Blixa y los suyos han demostrado hace tiempo que pueden lograr música henchida de belleza, sin por eso resignar su eterno apetito de exploración sonora. A esta altura es meramente anecdótico el hecho de que entre los instrumentos utilizados en este disco encontremos llaves, taladros, turbinas de avión o animales sedientos. Y es anecdótico porque no se trata de un burdo golpe de efecto, todos esos elementos están puestos en función de las canciones y se funden sin problemas con los instrumentos convencionales. Porque, más allá del altísimo grado de experimentación desplegado por los germanos, ellos siempre privilegiaron la inmortalidad de las canciones, aún cuando las deformaran a martillazos…literalmente. Casi treinta años de auténtico terrorismo musical y esta gente todavía mantiene el fuego y la magia para seguir creando obras relevantes y memorables. Si todavía no los descubrieron, háganse un favor y consigan a cómo dé lugar cualquiera de sus discos. No se van a arrepentir.


Young Widows “Old wounds”(2008): Young Widows surge de la disolución de los Mathcore Breather Resist. Este es su segundo disco y no hay nada en el (ni el anterior, “Settle down city”) que tenga que ver con dicho género, ni siquiera con el Metal. Y, sin embargo, la esencia retorcida, disonante y enfermiza sigue siendo el combustible que alimenta estas canciones. Esto es Noise-Rock como el que supieron entregarnos luminarias como The Jesus Lizard o Shellac, con los anteojos y los músculos conviviendo en tensa armonía. Lo cual demuestra, una vez más, que sólo un sordo podría negar la directa influencia que dichas bandas (y otras similares) tuvieron en el Mathcore. Los ritmos trabados, las guitarras llenas de ideas, los bajos aplastantes y sucios, las voces violentas y secas, los climas opresivos que dan paso a estallidos psicóticos. Y sigue siendo Rock, con la crudeza necesaria, el gancho imprescindible, con esa energía que se siente en todo el cuerpo y que invita a danzar como un poseso. Cabe aclarar que este disco fue grabado en vivo (con la asistencia de Kurt Ballou, guitarrista de Converge) y de dichas grabaciones se seleccionaron las mejores tomas de para el disco, logrando así un sonido robusto, sudoroso y espontáneo sin perder nunca la calidad sonora, permitiendo así que las sutilezas puedan apreciarse tanto como la fuerza en bruto del trío. Otra saludable muestra de que el Rock más nerd puede tener tantos huevos como el de cualquier redneck adorador de Black Sabbath.


Secret Chiefs 3 “Xaphan: The book of angels, vol. 9”(2008): No soy un turista aplicado. Visito estos lugares exóticos sin tomar apuntes e inclusive es muy poco lo que mi memoria retiene sobre datos formales. Tampoco cuento con un catálogo de postales aventureras que me permitan realizar comparaciones acertadas. Pero encontrar lazos emocionales en estos paisajes extraños no es una experiencia académica. No debería serlo, al menos. Vamos, ¿desde cuándo la condición humana puede ser reducida a líneas garabateadas sobre un papel? No se trata de cuestiones regionales, esto es universal. Como la música, como la vida misma. No tengo vergüenza en aceptar la ayuda de estos guías. ¿Acaso alguien en su sano juicio negaría las capacidades expresivas de Trey Spruance y John Zorn? Ok, el post-modernismo nos ha condenado a cosas horribles, sin duda. Pero también hemos de agradecerle la presencia de tipos como estos, incapaces de encorsetar su apetito creativo. Insisto, esto es música. Ni más ni menos. Y eso quiere decir imágenes, sensaciones, placer, dolor, extrañamiento, danzas, reflexiones y tanto más. Melodías que resuenan en algún lugar de nuestras almas (¿en otras vidas, tal vez?), ritmos que se introducen en nuestros huesos como pequeñas e infecciosas serpientes, construcciones armónicas que toman formas definidas sólo para disolverse en espesas brumas casi fantasmagóricas. ¿Híbridos? ¿Mestizaje? Claro, ya hace mucho tiempo que la música es eso. Vanguardia y tradición son sólo dos palabras y, como tales, nunca serán suficientes para explicar lo que estos sonidos contienen. ¿Cómo podrían hacerlo cuando aquí podemos encontrar vidas enteras, padecimientos eternos y celebraciones impostergables? Lúdicos y ceremoniosos. Un constante juego de opuestos en cuya tensión es posible encontrar una absoluta liberación.

Blacklisted “Heavier than heaven, lonelier than god”(2008): ¿Querían más Hardcore? Bueno, no importa si lo querían o no, ofertas tan jugosas como la que presenta este cuarto disco de Blacklisted no son como para despreciar. Veinte minutos de pura energía desatada, las venas del cuello a punto de estallar, el alma en llamas y la voluntad inquebrantable de las cosas bien hechas. No se trata sólo de once himnos perfectos a la desesperación urbana, se trata de once bestias rabiosas y babeantes, con grado exacto de caos, ruido e intensidad como para no aburrir ni transformarse en una exhibición genérica de riffs mosheros. La imaginación y la brutalidad conjugadas como pocos han podido lograr hasta el momento. Emociones a flor de piel, nervios expuestos y palpitantes. Ese mágico momento que se da cuando la espontaneidad logra traducirse en buenas ideas sin ningún esfuerzo y alejada de todo atisbo de frialdad calculadora. Claro, la escuela de Black Flag sigue dando a luz alumnos destacados y bienvenidos sean. En especial porque no se dedican a calcar lo hecho por los legendarios californianos, si no que aportan su propia perspectiva. Lo que resulta un tributo aún más exacto al inmortal legado de dicha banda. No hay mucho más para agregar, si realmente disfrutan del Hardcore que va más allá de poses y discursitos vacíos sería una pena que dejen pasar esta maravilla.

Lvmen “Heron”(2008): Colosos de roca sólida fracturándose bajo la imperturbable mirada de lunas ancestrales. Frecuencias sórdidas de tierras lejanas, criaturas indefensas investidas ahora con una merecida autoridad. Estas danzas rituales nos confrontan con la evidencia de nuestra insignificancia. Nuestras propias venas nos atan a ciclos sin fin. Cinco checoslovacos capaces de evocar cúmulos de imágenes majestuosamente poéticas. Sí, aquí resuenan los ecos de Neurosis, Melvins e inclusive Isis. Sí, las composiciones son tratados sobre dinámica y texturas, la interacción entre los instrumentos está llena de detalles para analizar, la pesadez monolítica no le quita lugar a las reflexiones soñadoras y la intensidad emocional no se choca con la complejidad instrumental. Bien vale aclarar que no estamos hablando de unos recién llegados, con diez años de carrera y cuatro discos bajo el brazo, Lvmen tiene experiencia de sobra como para lograr resultados propios. Aún cuando tomen algo del sobrio acercamiento al Folk más oscuro de Neurosis, algo del Sabbath punkeado y deformado de los Melvins, algo de la capacidad de Isis para navegar entre lo primitivo y lo progresivo. Pero también tenemos samples y teclados generando sonoridades inusuales, rastros de un pasado ligado al Post-Hardcore, voces limpias y pasajes etéreos que logran lo que Isis no pudo en su “In the absence of truth”: emocionar. Como yapa, tienen dos remixes que abren aún más el espectro sonoro del grupo, manteniendo, no obstante, su aura mística y épica. Si existe algo llamado Post-Metal, es probable entonces que “Heron” haya sido el mejor disco de dicho subgénero en lo que va del año.

R.E.M. “Accelerate”(2008): Oh sí. Los amantes intransigentes de la extremidad musical los tildarán de blandos, los snobs los despreciaran por mainstreams, los más radicales en su visión del mundo los defenestrarán (y con razón) por su sosa corrección política. Y así podríamos seguir hasta llenar páginas y páginas. Ahora bien, cualquiera que sepa apreciar el valor de las grandes canciones podrá entender por qué todas esas críticas pasan a un estricto segundo plano cuando hablamos de los viejitos de Athens. ¿Cuántas bandas conocen, acaso, que con veintiocho años de carrera ininterrumpida y catorce discos sobre sus espaldas mantengan no sólo el nivel compositivo, si no la capacidad de mutar y soprender sin perder su sonido característico? Claro, para muchos las últimas entregas de los liderados por Michael Stipe pecaban de demasiado lánguidas y melancólicas. Bien, “Accelerate” responde con las más furiosas canciones que jamás hayan grabado estos señores. Sí, inclusive superan en distorsión y vitalidad al glorioso “Monster” de 1994. Claro, se siente el tufillo del revival noventero, pero si hay alguna banda con el talento y la honestidad necesarias como para traer de vuelta esa mirada, es R.E.M.. Por otro lado, la suciedad de las guitarras y el pulso firme de las bases no impide que el calvo Stipe se despache con esas melodías irresistibles a las que nos tiene acostumbrado, siempre sensibles, siempre atinadas y haciendo gala de una intensidad vocal que no se condice con sus cuarenta y ocho años de edad. Ciertamente estos tres tipos que ya rondan los cincuenta años demuestran poseer más energía e ideas musicales que la mayoría de sus pares, tanto viejos como jóvenes.


Sunn 0))) “Dømkirke”(2008): Parece mentira, pero los monjes del Drone lejos están de quedarse estancados y sin ideas. Algo más que curioso, dada la concepción minimalista de su música. Pero es así. Abrieron grietas en la tierra con los graves sobredimensionados de sus primeros trabajos, abrazaron la vanguardia experimental con sus “White”, se tiñeron de Negro Metal en su etapa “Black one”, unieron fuerzas con el deliro de Boris para el sublime “Altar” y se recluyeron en tensas ambientaciones para el sórdido “Oracle”. Y eso sin mencionar la enorme cantidad de proyectos en los que han participado y que, de una forma u otra, han nutrido la música de estos adoradores de Earth. “Dømkirke” no es más que un disco en vivo… grabado en una catedral noruega. Sí, los tipos en vez de prenderla fuego la llenaron de música oscura y blasfema. Podrán imaginarse que esta gente no desaprovechó la oportunidad de utilizar la acústica que dicho lugar les proporcionaba. Y, como si eso no fuera suficiente, los encapuchados también se apoderaron del órgano de dicha catedral (Steve Moore se encarga de este instrumento, así como también del trombón…sí, dije trombón) y lo incorporaron a su arsenal sonoro de forma tan natural como sublime. Como era de esperar, el resultado es lo más parecido a una misa negra que jamás habrán escuchado. Si un escalofrío no les paraliza la espalda al escuchar los recitados de Attila Csihar acompañado del órgano (inserte aquí su chiste fácil. Muchas gracias) en la primera parte del disco es porque son el mismísimo Satanás. Y ni hablemos de las legiones de demonios invocados en estos sesenta y cuatro minutos de puro aquelarre musical. Contemplen, entonces, como el ruido se transforma en miedo puro y sólido y lo envuelve todo. Y atrévanse a enfrentar esta experiencia.

6 de noviembre de 2008

Oh sí, más reviews

Por Fernando Suarez.


-These Arms Are Snakes “Tail swallower and dove” (2008): Lo fantástico y lo cotidiano. La tradición y la vanguardia. Flotar sobre nubes coloridas mientras la tierra se quiebra y ríos de lava inundan las ciudades. Alguien dijo Punk Progresivo, pero la sola asociación de dicho epíteto a porquerías prefabricadas como The Mars Volta me da como una especie de urticaria. No hay lugar para poses cool en estos himnos lisérgicos a la epilepsia. Y sí, los setentas más pretenciosos asoman la cola en más de una ocasión, pero siempre están esos noventas washingtonianos para mantener las cosas dentro de los márgenes del buen gusto. Así, los teclados vintage conviven con las voces al límite del colapso y las guitarras voladoras con los ritmos casi bailables. Y, por sobre todas las cosas, conviven, en una exquisita armonía, la capacidad de generar imágenes en la mente con la necesidad de lograr una respuesta física. O sea, si no te movés con esto es porque estás muerto en vida y nadie te avisó. Y si no sos capaz de perderte en estos enroscados laberintos musicales, probablemente prefieras deleitarte con lo nuevo de Bersuit Vergarabat o alguna otra basura predecible y complaciente que tengas a mano. En definitiva, con cuatro discos a cuestas, These Arms Are Snakes sigue siendo una de las mejores maneras de cerrarle la boca a cualquier viejo choto que pregone que “todo tiempo pasado fue mejor”.



-Kill The Client “Cleptocracy” (2008): “Un disco de Grindcore es más un reflejo que una explicación, por eso es tan efectivo que sea brutal, breve, contundente”, dijo alguien que sabe mucho de muchas cosas. Y, efectivamente, este segundo disco de Kill The Client no pretende explicarnos por qué el mundo es una mierda. Simplemente lo refleja en forma breve, brutal y contundente. Sí, como lo hiciera Napalm Death hace más de veinte años, con canciones reducidas a lo mínimo indispensable, gruñidos atronadores, guitarras como sierras eléctricas y una batería a punto de alcanzar la velocidad de la luz. Claro, la escuela de los británicos tuvo en Nasum a su hijo más destacado, pero estos texanos no son un simple clon de los suecos. Sí comparten esa obsesión por sonar claros y precisos sin perder ni un gramo de mugre en el proceso y, sí, las deudas con la ex banda de Justin Broadrick siempre estarán presentes…en cualquier grupo Grindcore que se precie de tal. Vamos, sería como quejarse de las influencias Sabbatheras en las bandas Stoners. Dicho esto, admitamos que lo de Kill The Client tampoco se inscribe en la línea experimental, digamos, de bandas como Agoraphobic Nosebleed o Discordance Axis. Pero no es necesario abrir nuevos caminos para lograr un resultado efectivo. Así, tenemos veintiocho temas en casi veintitrés minutos, capaces de tocar los nervios más adormecidos de nuestra conciencia, despertarlos a patadas y obligarlos a gritar. Temas que dejan las explicaciones para otro momento y pasan a la acción de forma virulenta e inmediata. Grindcore, ni más ni menos.



-If Lucy Fell “Zebra dance” (2008): Si la alegría sonríe con las encías ensangrentadas, si la calma no es más que una descolorida antesala a la depresión, si la piel quema con cada roce, si los sabores que invaden las papilas gustativas son siempre amargos, si cada visión es una pesadilla o una epifanía, si cada sonido es amplificado dentro de tu cabeza hasta que los límites entre sensaciones se desdibujan, entonces probablemente entiendas por qué Lucy se cayó. Y no se trata simplemente de la típica psicosis inherente a casi todos los grupos de Noise-Rock, se trata de emociones. Es más, estos portugueses se autodefinen como una mezcla de Rock, Blues y ritmos africanos, y dicen haberse formado al abandonar sus clases de ballet debido al poco profesionalismo de sus profesores. Ok, el sentido del humor está en su lugar. Ahora bien, dudo mucho que encuentren algo de gracioso en esta espasmódica danza de la cebra. Observen cómo sus corazones se encogen con cada arpegio, contemplen con asombro la festividad de aquellos que nada tienen para perder y déjense abrazar por estos brazos frágiles y portentosos al mismo tiempo que los asfixiarán hasta que admitan su amor por ellos. Como dije antes, se trata de sentir. Y, en este caso, se trata de amplificar cada sensación hasta que el dolor se vuelva placentero y la exasperación dé paso a la admiración. Y si de eso no se trata el Rock, no sé de qué mierda estamos hablando.



-Wold “Stratification” (2008): “Me encanta cuando un plan sale bien” decía el canoso Anibal Smith mientras masticaba su grueso habano. Bueno, a mí me encanta cuando el título de un disco calza tan bien con su contenido musical. Estratificación es la palabra clave en esta tercera entrega de este enigmático (y no me refiero a corpsepaints ni disfraces de ningún tipo. Chequeen las fotos de estos dos tipos con los aspectos más ordinarios posibles si no me creen) dúo canadiense, capas y capas de ruido apiladas sobre más capas de ruido y ni un atisbo de aire para respirar. Si hay algo de Black Metal en Wold está dado más que nada en los climas opresivos y en los chillidos taladrantes y empapados de distorsión. Y ahí termina la cosa. Ok, podrán decir que los exponentes más primitivos del metal negro suenan ruidosos, pero esta gente no cae en el ruido por incapacidad, si no que lo reivindica como medio generador y trabaja con él de manera cuidadosa, casi artesanal. Así, es posible encontrar sucesiones sonoras que bien podrían ser riffs, si los riffs fueran cosas deformes que nadan en espesas mareas de feedback. También podríamos adivinar estructuras rítmicas, sólo que ese lugar es ocupado por pulsos eléctricos en vez de baterías aceleradas. Pensándolo bien, si la idea del Black Metal alguna vez fue (antes del circo que todos conocemos) generar la más extrema, oscura y misantrópica de las formas musicales, entonces Wold debería ser nombrado el grupo Rey de dicho género. En cualquier caso, si los puristas deciden perderse semejante exhibición de auténtico terrorismo auditivo, peor para ellos.



-Suicide Note “Empty rooms” (2008): No sé si lo sabían, soy bastante fanático de Fugazi. ¿Cómo no serlo? Bueno, el caso es que me llena de placer escuchar bandas actuales que (sin llegar al robo descarado) toman serias influencias de los fabulosos cuatro de Washington D.C. y comprobar que dicho sonido sigue siendo relevante hoy en día. Pueden llamarlo Post-Hardcore o Hardcore para el hombre pensante, en definitiva se trata de Rock adrenalínico con la emoción a flor de piel, con voces siempre declamatorias, guitarras llenas de ideas y ritmos que pueden invitar al baile frenético o a la sorpresa constante. Lo de las guitarras no es casualidad si tenemos en cuenta que en este cuarto disco participa Kurt Ballou de Converge como guitarra invitada, quién, además, produjo este y los discos anteriores del grupo. Aunque Suicide Note ya no se parece tanto a Converge como en sus primeros trabajos, claro. Justamente, el punto en común más obvio entre ambas bandas es… ¿a qué no adivinan? ¡Con seguridad, Fugazi! Insisto, no porque ninguno de ellos sea una copia, si no por rescatar ese espíritu que conjuga la virulencia del Hardcore con una mirada inteligente y vanguardista. Ah sí, estos muchachos son de Chicago, así que no se sorprendan si también se cuelan por ahí algunos modismos de la tradición Noise-Rockera de dicha ciudad (Shellac, The Jesus Lizard y demás anteojudos). En definitiva, otro de esos discazos que ocurren cuando los chicos Hardcore crecen, dejan las bermudas, se calzan los largos y se deciden a rockear con todo.



-Taura “Huesped”(2008): Ser un huésped en una habitación vacía. Viajar solo, descubriendo lo extremadamente dolorosa que puede llegar a ser tanta belleza. Este disco duele en el alma. Cada riff, cada uno de esos endemoniados riffs evoca paisajes crepusculares tan bellos como sórdidos. Cada golpe de batería se traduce en estómagos retorcidos, evidencias de un cuerpo que ya no puede consigo mismo. Cada melodía es el definitivo nudo en la garganta que presagia el llanto. Y, sin embargo, habría que estar sordo o muerto en vida para no percibir la enorme energía que desprenden estas canciones. Taura despega totalmente con este segundo disco y atrás quedan Kyuss, Katatonia y todo tipo de comparaciones vacías. Es más, “Huesped” no tiene nada que envidiarle a los últimos lanzamientos de sellos dedicados al Metal de vanguardia como Hydrahead o Level Plane. Así, los temas se debaten entre la pesadez muscular y riffera, las paredes de texturas distorsionadas y melodiosas al mismo tiempo, los climas introspectivos y oscuros, y las escaladas liberadoras y/o soñadoras. Todo adornado con líneas vocales exquisitas, coros atinadísimos, sutilezas sonoras y una sensibilidad visceral inclaudicable. Admito que tal vez no sea un disco fácil, pero, por una vez en la vida, deberíamos tomarnos el tiempo para sumergirnos y enfrentar cara a cara a nuestros propios demonios, en lugar de seguir aceptando sin chistar las mierdas superficiales que nos venden día a día. Y qué mejor que una pieza de arte como “Huesped” para acompañar semejante proceso.



-Reconcile “What tomorrow will never bring” (2008): Sólo cinco temas en poco más de once minutos le bastan a Reconcile para confirmar por qué son una de las propuestas más interesantes que el Hardcore vernáculo tiene para ofrecer hoy por hoy. “The test of time” abre las hostilidades y es imposible no sentirse contagiado por esa energía, adornada con sutilezas melódicas en las guitarras y un casi reflexivo rebaje final. Le sigue “Each day” que hace gala de un ritmo un tanto más lento (para los parámetros del Hardcore, claro) y un riff principal que bien podría ser considerado el eslabón perdido entre Gorilla Biscuits y Fugazi. Y la emoción al tope. “The rain” trae de vuelta el viejo y querido tupá-tupá, con esos cortes que aportan una dinámica refrescante a la tradición vieja escuela. Y la emoción sigue en lo más alto de la escala. “Basics” es el track siguiente y con sólo treinta segundos de caos se las arregla para demostrar, una vez más, que todavía queda tela para cortar en el mundo de las bermudas y los tatuajes. El mini lp cierra con una verdadera gema, la versión de “No more pain” de Embrace (aquella banda que tuvo Ian Mackaye entre Minor Threat y Fugazi) tan respetuosa como sentida. Y tal vez una suerte de manifiesto de la forma de encarar el Hardcore de Reconcile. En conclusión, tal vez nos deje con ganas de más, pero como tentempié hasta el próximo larga duración es una más que recomendable entrada que, de paso, deja el listón bien alto para lo que vendrá.



-Akimbo “Jersey shores” (2008): Rock. Riffero, brutal, pesado. De sonido gordo y valvular. Hecho por tres tipos con jeans y pelos mugrientos. ¿Grunge? ¿Stoner, tal vez? No, Akimbo tiene demasiada cancha como para caer en la trampa fácil de las etiquetas. Ok, la guitarra aplasta sin miramientos con riffs bestialmente enroscados o pegajosamente lentos, según se lo requiera. Y, sí, la batería suena como una estampida de mamuts en celo, acompañada de un bajo que raja la tierra con cada intervención. Y, me olvidaba, los tipos vienen de Seattle. Pero aquí hay más. Este sexto lp está inspirado en los doce días de ataques de tiburones ocurridos en las costas de New Jersey (de ahí el título del álbum) en 1916. Y sí creían que discos como “Oceanic” de Isis o “Leviathan” de Mastodon habían logrado la conjunción perfecta de música pesada y salvajes imágenes marítimas, deberían prestarle atención a estos abrumadores cuarenta y siete minutos. Mareas que suben y bajan, apacibles aguas celestes que esconden mortales certezas, estallidos carmesíes, huesos que se quiebran bajo la presión de infalibles filas de dientes, los gritos incrédulos de los condenados a reptar por superficies duras. Y, claro, las aguas que vuelven a su calma inicial teñidas ahora de un intenso rojo. Vamos, una idea no demasiado rebuscada pero llevada a cabo con tal maestría compositiva y dinámica, que es imposible escapar de su influjo. Música e imágenes fundidas como pocos grupos así de rockeros pueden hacerlo.



-Transitional “Nothing real nothing absent”(2008): Las fotografías de grises y monótonos edificios en blanco y negro se vuelven aún más aterradoras cuando cobran color. Dejan de ser meras postales de otros tiempos y nos golpean en la cara con el peso de todo lo que estuvo mal y no ha cambiado en absoluto. Entonces, los postulados de aquellos gloriosos primeros discos de Throbbing Gristle siguen vivos, porque el mundo sigue siendo un lugar mecanizado y ensordecedor y nosotros seguimos siendo meros esclavos repitiendo rutinas hasta desgastarnos sin remedio. Dos inglesitos lo comprendieron a la perfección y lo tradujeron en este deslumbrante disco debut. Pero de ninguna manera se trata de una fotocopia de la legendaria banda de Genesis P. Orridge. Casualmente, aquí encontramos a Dave Cochrane, asiduo colaborador de Justin Broadrick en varios de sus proyectos, incluido el principal de ellos, Jesu. Entonces, a los colchones de ruido industrial y las bases minimalistas se le suman necesarias cuotas de pesadez rítmica y sonora que, sumadas a las bellísimas melodías, aportan el aturdidor colorido al que hacía referencia al comienzo. El flujo de imágenes no se detiene y resulta tan opresivo como liberador e inspirador. Y sabemos que los momentos calmos sólo esconden más pesadillas lisérgicas esperando el momento exacto para volverse realidad. Y, en definitiva, la dinámica de este viaje se sostiene en ese tipo de dualidades. Lo mecánico y lo espontáneo, la disonancia y la melodía, la densidad y el ensueño. Definitivamente, uno de los debuts más auspiciosos de lo que va del año.



-Trap Them “Seizures in Barren Praise” (2008): Mugre de avanzada. Así debería ser llamada la música de este cuarteto. Y no lo digo sólo porque sus letras aborden cuestiones políticas y personales a través de una poesía sumamente personal, casi críptica. Trap Them posee la rabia directa y siempre sucia del Crust, las vueltas poco convencionales de exponentes como Converge o Pig Destroyer, y a eso le suman un sonido de guitarra que nada tiene que envidiarle a clásicos del Death sueco como Entombed o Grave. Y no sólo están enojados. Bueno, están muy enojados, pero eso no es todo. También saben componer excelentes canciones, manteniendo el equilibrio entre el gancho y la experimentación. Y saben tocar sus instrumentos, claro, pero esto no es una exhibición de gimnasia instrumental. Sólo se trata de la nada sutil diferencia entre hacer música extrema y cruda por convicción y hacerlo porque es lo único para lo que te da el cuero. Y convengamos en que no es nada fácil lograr que un disco que está al palo todo el tiempo no resulte aburrido ni monótono. Trap Them tiene la suficiente imaginación como para borrar esas dos palabras de su vocabulario musical. Y hacen gala de una intensidad capaz de convencer al más escéptico. Inclusive se permiten cerrar estos veinticinco minutos y medio de pura ira con “Day Thirty One: Mission Convincers”, una densísima letanía Sludge que, no sólo mantiene el mismo nivel de violencia que cualquiera de sus temas más acelerados, si no que encima exhibe algunos de los mejores riffs que un grupo (supuestamente) Hardcore puede llegar a concebir. Otra excelente excusa para no bañarse durante un mes, dejarse los dreadlocks y empezar a fabricar bombas molotovs.



-KTL “Ikki” (2008): Camina con pasos torpes e inexpertos sobre superficies de juguetes rotos. Cree encontrar un remanso en esa ilusión de coherencia que otros han planeado para él. No tarda mucho en descubrir su error. Y entonces ataca, corta y hiere. Y cada línea roja que traza en la carne es un símbolo de liberación. Ríe con sonidos guturales y no es capaz de despegarse de la culpa que dicha risa le provoca. Trata de olvidar. Surfea sus maremotos cotidianos montado a los pequeños pedazos que antes lo conformaban. Construye altares con agujas envenenadas y se entrega a sus perversos placeres lúdicos. Pero todo lo material se disuelve en sus manos. Y no hay nostalgia por ese mundo. Sólo esta calma ficticia. Puede reconocer las señales obvias pero siempre intentará desdoblar las conclusiones inevitables. Aún cuando sus patrones de conducta sean tan evidentes y fácilmente calculables. Una serpiente ruge en su estómago. El cadencioso ritmo de mitos olvidados le da una razón de ser. Y los gritos se mudan, pasan a ser parte del decorado exterior, una mera atracción detrás de un vidrio. Cree en poderes inhumanos. Y los crea. Una cosmogonía de contornos mutantes que reptan. Improvisa misas con salmos de pura cacofonía. Se detiene, y es casi como si su cuerpo se hubiera paralizado por completo. Tensos hilos emocionales lo arropan. Se siente implotar con cada intento de escapar. Repasa en su cabeza las postales borrosas de sus últimas vidas. Un colchón de serpientes lo espera seductor. Pero él permanece inmóvil, los ojos temblando hacia la nada. Su reloj de arena es un médano desbocado en este momento. Y ese médano se transforma en un desierto. Y nada puede hacerlo volver. Y ahora es imposible para él discernir si estas visiones son recuerdos o delirios.

3 de noviembre de 2008

Gran Cuervo, Live in La Plata





A vencer, esta vez tiene que salir todo pipí cucú.
Ojo al que quiera ir desde Bs As, que no puedo garantizar que toque a las 12 o a las 4 de la matina, así que tenedlo en cuenta. En principio vamos primeros, pero uds. saben como es esto del inmundo del rock.

2 de noviembre de 2008

Teen Terror Idols


Teen Terror Idols existió desde el año 2001 al 2003. Grabaron un disco homónimo cargado de energía Punk, melodías poperas y ruido noventoso y tocaron en cuanto agujero se les cruzara. Juan en voz y guitarra, Fernando en guitarra y algunas voces y Emmanuel en batería y un ocasional violín eran el núcleo del grupo. Lucas (quién grabo el disco), Olivia (que grabó la versión de “Sunday morning”) y José (miembro de la última etapa que, lamentablemente, no ha quedado documentada) ocuparon en distintas épocas el puesto de bajista.

Zann desentierra aquel casi inocente debut discográfico y le suma, a modo de bonus tracks, la versión de “Sunday morning”, originalmente planeada para un frustrado homenaje a The Velvet Undeground, y su correspondiente video clip.



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