Ano, ano, ano.
“Todos los fuegos, el fuego” decía el pobrecito de Cortázar (pobrecito por ingenuo…aunque no estoy seguro). Todas las músicas, la música debería decir yo mientras me empapo de Mr. Bungle (ahhh, esa sensación pegajosa y rancia) y me imagino metido en alguno de los relatos más perversamente desquiciados y cotidianos del finadito Julio.
O no.
¿Alguna vez se preguntaron por qué los payasos pasaron de ser personajes simpáticos a criaturas perversas y malignas? No necesito estudios sociológicos (y no seré un abogado de la gran ciudad) y Stephen King me puede chupar la pija. Es todo culpa de este disco.
And now for something completely different…
Respeto enormemente al bigotón de Frank Zappa pero no comparemos pelotudeces. Porque frente a la sorna (pun intended) casi aristocrática de aquel, el incontrolable vómito sonoro de Mr. Bungle presenta una inmediatez que no sabe de cejas levantadas y remates sutiles. Algo así como un elefante con el sombrero de Jorge Corona en su peor pesadilla narcótica y bailando en un bazar.
“Stubb (a dub)”
Este tema es muy importante, porque nos enseña valores como el respeto por los animales y el apego a la familia. También nos enseña que “caos controlado” no son sólo dos palabritas que suenan bien juntas. Nos enseña que podemos tenerlo todo, usarlo todo y aún así mantener la humildad.
Sí, claro.
Vidrios rotos. Un espiral de rostros derretidos trazando una danza moribunda sobre el aire enrarecido. El dandy, impecablemente vestido, apunta, dispara y no falla. Las risas no suenan igual encadenado en un sótano oscuro y húmedo. Colores chillones en forma líquida. ¿Es esto sangre o un nuevo estimulante? Y esta fiesta decadente es sólo el comienzo.
Retrospectiva autobiográfica.
Tenía trece años cuando escuché este disco por primera vez. Unos pocos meses antes había descubierto a Faith No More con “The real thing”, hecho que amplió notablemente mis horizontes musicales, que en ese entonces se limitaban al Thrash, Hardcore, Death y Grind casi sin excepciones. Hoy me doy cuenta de que este debut de Mr. Bungle me marcó de una forma un tanto más profunda, definiendo mi gusto por las cosas “raras” y “deformes”. Porque el punto no era sólo el eclecticismo exacerbado (que lo había, ciertamente. En un solo tema podían encontrar Rap, Funk, Música de circo, Jazz, Metal, Lounge, Noise, Música brasilera, vómitos y más), si no el hecho de que a todos los géneros que abordaban les daban su propia identidad, pintándolos con gruesos trazos de enfermedad y disgusto. Algo que Patton llevaría aún más lejos a lo largo de los años. Pero esa es otra historia.
Y sigo.
Mr. Bungle (es decir, el Señor Arruine o algo así) era un personaje que aparecía en unos cortos publicitarios de algo así como el consejo de salud yankee en la década del ’50 o ’60. Casualmente (sí, claro) era también el apelativo de un personaje de películas prono de los 70’s. Estos son datos reales. Tanto como el hecho de que la letra de “The girls of porn” es prácticamente autobiográfica.
Ah, la violencia.
La violencia puede manifestarse de muchas formas. Suele bastar un sutil gesto para invocar todo tipo de imágenes iracundas en nuestras locas cabecitas. Pero claro, si yo le rompo la cabeza a martillazos a una nena de cinco años, eso es violencia. ¿Podría ser también amor? Tal vez. El punto es que el amor es un puño.
Y ya.
Íconos de la cultura basura desbordando cocaína. Y la mañana después. Una epopeya beethoveniana en primera persona y la incomodidad de las cosas no escuchadas. Las mejores fiestas se observan desde el fondo del inodoro y cubierto de mocos. Tocando niñitos, sonriendo a sus padres. No toques mi maquillaje, mi vida es el entretelón de tus fantasías. Hogar es donde la piel se derrite y cae. Siempre supimos que detrás de la cortina catódica se escondían criaturas mucho más interesantes que estos meros alter egos de la realidad. El sufrimiento es la carcajada aturdidora y arbitraria, la pared de dientes y los ojos indecisos. Pura semántica para amas de casa. El horro de tener. Rituales escondidos y sonrisas siempre cómplices y desentendidas. La historia (porque, no sé si lo sabían, esto es una historia) vuelca su mirada sobre los comensales y nadie sabe qué hacer con tal desenlace.
“Todos los fuegos, el fuego” decía el pobrecito de Cortázar (pobrecito por ingenuo…aunque no estoy seguro). Todas las músicas, la música debería decir yo mientras me empapo de Mr. Bungle (ahhh, esa sensación pegajosa y rancia) y me imagino metido en alguno de los relatos más perversamente desquiciados y cotidianos del finadito Julio.
O no.
¿Alguna vez se preguntaron por qué los payasos pasaron de ser personajes simpáticos a criaturas perversas y malignas? No necesito estudios sociológicos (y no seré un abogado de la gran ciudad) y Stephen King me puede chupar la pija. Es todo culpa de este disco.
And now for something completely different…
Respeto enormemente al bigotón de Frank Zappa pero no comparemos pelotudeces. Porque frente a la sorna (pun intended) casi aristocrática de aquel, el incontrolable vómito sonoro de Mr. Bungle presenta una inmediatez que no sabe de cejas levantadas y remates sutiles. Algo así como un elefante con el sombrero de Jorge Corona en su peor pesadilla narcótica y bailando en un bazar.
“Stubb (a dub)”
Este tema es muy importante, porque nos enseña valores como el respeto por los animales y el apego a la familia. También nos enseña que “caos controlado” no son sólo dos palabritas que suenan bien juntas. Nos enseña que podemos tenerlo todo, usarlo todo y aún así mantener la humildad.
Sí, claro.
Vidrios rotos. Un espiral de rostros derretidos trazando una danza moribunda sobre el aire enrarecido. El dandy, impecablemente vestido, apunta, dispara y no falla. Las risas no suenan igual encadenado en un sótano oscuro y húmedo. Colores chillones en forma líquida. ¿Es esto sangre o un nuevo estimulante? Y esta fiesta decadente es sólo el comienzo.
Retrospectiva autobiográfica.
Tenía trece años cuando escuché este disco por primera vez. Unos pocos meses antes había descubierto a Faith No More con “The real thing”, hecho que amplió notablemente mis horizontes musicales, que en ese entonces se limitaban al Thrash, Hardcore, Death y Grind casi sin excepciones. Hoy me doy cuenta de que este debut de Mr. Bungle me marcó de una forma un tanto más profunda, definiendo mi gusto por las cosas “raras” y “deformes”. Porque el punto no era sólo el eclecticismo exacerbado (que lo había, ciertamente. En un solo tema podían encontrar Rap, Funk, Música de circo, Jazz, Metal, Lounge, Noise, Música brasilera, vómitos y más), si no el hecho de que a todos los géneros que abordaban les daban su propia identidad, pintándolos con gruesos trazos de enfermedad y disgusto. Algo que Patton llevaría aún más lejos a lo largo de los años. Pero esa es otra historia.
Y sigo.
Mr. Bungle (es decir, el Señor Arruine o algo así) era un personaje que aparecía en unos cortos publicitarios de algo así como el consejo de salud yankee en la década del ’50 o ’60. Casualmente (sí, claro) era también el apelativo de un personaje de películas prono de los 70’s. Estos son datos reales. Tanto como el hecho de que la letra de “The girls of porn” es prácticamente autobiográfica.
Ah, la violencia.
La violencia puede manifestarse de muchas formas. Suele bastar un sutil gesto para invocar todo tipo de imágenes iracundas en nuestras locas cabecitas. Pero claro, si yo le rompo la cabeza a martillazos a una nena de cinco años, eso es violencia. ¿Podría ser también amor? Tal vez. El punto es que el amor es un puño.
Y ya.
Íconos de la cultura basura desbordando cocaína. Y la mañana después. Una epopeya beethoveniana en primera persona y la incomodidad de las cosas no escuchadas. Las mejores fiestas se observan desde el fondo del inodoro y cubierto de mocos. Tocando niñitos, sonriendo a sus padres. No toques mi maquillaje, mi vida es el entretelón de tus fantasías. Hogar es donde la piel se derrite y cae. Siempre supimos que detrás de la cortina catódica se escondían criaturas mucho más interesantes que estos meros alter egos de la realidad. El sufrimiento es la carcajada aturdidora y arbitraria, la pared de dientes y los ojos indecisos. Pura semántica para amas de casa. El horro de tener. Rituales escondidos y sonrisas siempre cómplices y desentendidas. La historia (porque, no sé si lo sabían, esto es una historia) vuelca su mirada sobre los comensales y nadie sabe qué hacer con tal desenlace.
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